domingo, 13 de mayo de 2012

at dusk niley- capitulo 17






legué a mi cuarto justo a tiempo de meterme bajo las sábanas antes
de que entrara Patrice acompañada de la señora Bethany. La figura
de la directora se recortó contra la débil  luz del pasillo, por lo que 
solo pude distinguir su silueta.
—Ya  conoces  las  normas,  Patrice  —dijo  en  voz  baja,  aunque
indudablemente seria. Decir que intimidaba sería quedarse corto, y eso
que ni siquiera era yo a la que reprendía—. Debes comprender que las
normas  están  para  obedecerlas.  No  podemos  andar  corriendo  por  el
campo en plena noche. ¿Qué diría la gente? Los alumnos se desmadrarían
y podría ocurrir una tragedia. ¿Está claro?
Patrice asintió y la puerta se cerró de golpe. Me enderecé.
—¿Ha ido muy mal? —le pregunté en un susurro.
—No, solo un poco —gruñó Patrice mientras empezaba a desnudarse. 
Llevábamos una semana cambiándonos en la misma habitación, pero a mí
seguía  dándome  vergüenza.  A ella  no.  De hecho,  ni  siquiera  dejó  de
mirarme  mientras  se  quitaba  la  camisa  precipitadamente—.  ¡Pero  si
todavía vas vestida!
—Ah, sí.
—Creía que te habías ido de la fiesta.
—Lo hice,  pero...  No pude entrar en la  escuela.  Estaban de patrulla. 
Luego se dieron cuenta de dónde estabais y salieron pitando. He llegado
tres minutos antes que tú.
Patrice se encogió de hombros al agacharse para recoger el pijama. Yo
hice lo que pude para cambiarme sin volverme. La conversación se había
terminado y yo había mentido con éxito a mi compañera de cuarto por
primera vez.
Tal  vez  debería  haberle  explicado  por  qué  me había  retrasado.  La
mayoría  de  las  chicas  se  morirían  por  contarle  a  todo  el  mundo que
acababan de ligar con un chico guapísimo, pero quería que siguiera siendo
un secreto, me gustaba. En cierto modo, el hecho de que yo fuera la única
en saberlo lo hacía más especial. «Yo le gusto a él y él me gusta a mí. Tal
vez pronto estemos juntos.»
Mientras volvía a meterme bajo las sábanas, recapacité y decidí que
quizá  estaba  echando  las  campanas  al  vuelo.  Los  pensamientos  se
atropellaban en mi cabeza y me impedían dormir. Le sonreí a la almohada.

«Es mío.»
—He oído que anoche hubo una fiesta —dijo mi padre, dejando delante
de mí una hamburguesa y patatas fritas; estábamos sentados a la mesa
de mi familia.
—Hum...  —contesté con la  boca llena de patatas.  Acabé de tragar y
mascullé—: Es decir, eso me han dicho.
Mis  padres  intercambiaron  una  mirada  y  tuve  la  impresión  de  que
incluso les hacía gracia. Qué alivio.
Sería la primera de las muchas cenas semanales de los domingos. Todo
el  tiempo  que  pudiera  pasar  con  mi  familia  en  los  alojamientos  del
profesorado en vez de rodeada de alumnos de Medianoche, para mí era
tiempo  bien  invertido.  Aunque  intentaban  actuar  de  la  manera  más
informal posible, era fácil adivinar que mis padres me habían echado de
menos tanto  como yo a ellos.  Duke Ellington  sonaba en el  equipo  de
música y, a pesar del interrogatorio paterno, el mundo volvía a recuperar
su orden.
—No os desmadrasteis mucho, ¿verdad? —Por lo visto mi madre había
decidido pasar por alto el hecho de que yo hubiera negado mi asistencia a
dicha fiesta—. Solo hubo cerveza y música, por lo que me han dicho.
—No sé nada del asunto —contesté, sin negarlo. Es decir, yo solo estuve
unos quince minutos en la fiesta.
—Da  igual  que  solo  se  tratara  de  unas  cervezas  —dijo  mi  padre
sacudiendo la cabeza, en dirección a mi madre—. Las normas están para
cumplirlas,  Celia.  Una cosa  es  el  terreno  de  la  escuela,  pero  ¿y  si  la
semana que viene les da por ir a la ciudad? Miley no me preocupa, pero
algunos de los otros...
—No estoy en contra de las normas, pero es normal que los alumnos de
mayor edad se rebelen contra ellas  de vez en cuando.  Es  mejor  tener
algún que otro desliz  sin importancia de vez en cuando que incidentes
más  graves.  —Mi madre  se  volvió  hacia  mí—. ¿Cuál  es  tu  asignatura
preferida hasta ahora?
—La tuya, ¿cuál va a ser? —respondí, y la miré como queriendo decir si
de verdad creía que iba a ser tan tonta como para responder otra cosa. Se
echó a reír.
—Además  de  la  mía.  —Mi  madre  descansó  la  barbilla  en  la  mano,
saltándose a la torera la norma de no poner los codos sobre la mesa—.
¿Tal vez Inglés? Siempre te ha gustado mucho.
—No con la señora Bethany.
El comentario no me granjeó ninguna simpatía.

—Pues atiende a lo que te diga —dijo mi padre con severidad. Dejó las
gafas sobre la mesa de roble con brusquedad, de un porrazo—. Tómatela
muy en serio.
Qué tonta había sido, pero si era su jefa. ¿Qué ocurriría si corría la voz
de que su hija iba por ahí hablando mal de la directora? Tal vez debería
dejar de pensar solo en mí para variar.
—Me esforzaré —le prometí.
—Sé que lo harás.
Mi madre cubrió mi mano con la suya.
El lunes entré en la clase de Inglés decidida a hacer borrón y cuenta
nueva. Hacía poco que habíamos empezado a hablar de la mitología y el
folclore en la literatura, dos temas que siempre me habían gustado.  Si
había  algún  área en que poder demostrarle  mis aptitudes a la  señora
Bethany, era precisamente esa.
Aunque estaba visto que no iba a poder demostrarle nada.
—Supongo que relativamente pocos de ustedes habrán leído nuestro 
siguiente libro de estudio —dijo, a medida que iba repartiendo por la clase
una  pila  de  libros  de  tapa  blanda.  La  señora  Bethany  siempre  olía  a
lavanda.  Femenino,  pero muy penetrante—. Sin  embargo,  imagino que
prácticamente todos habrán oído hablar de él.
Los libros llegaron hasta mi escritorio y cogí un ejemplar de Drácula, de
Bram Stoker.
—¿Vampiros? —oí que Raquel murmuraba en la fila de enfrente.
Nada  más  pronunciar  esas  palabras,  el  aire  pareció  cargarse  de 
electricidad.
—¿Tiene algún problema con el  libro, señorita  Vargas? —le espetó la 
señora Bethany, clavando su brillante  mirada de ave rapaz en Raquel,
quien daba la impresión de haber preferido morderse la lengua antes de
abrir la boca. Le estaban saliendo bolas al único jersey de la escuela que
tenía, al que también se le estaban gastando los codos.
—No, señora.
—Pues no lo parece. Por favor, señorita Raquel, ilumínenos. —La señora 
Bethany  se  cruzó  de  brazos,  encantada  con  el  modo  de  conducir  la
situación.  Tenía  unas  uñas  gruesas  y  extrañamente  surcadas—.  Si
encuentra  que  las  sagas  escandinavas  sobre  monstruos  gigantes  son
merecedoras de su atención, ¿por qué no las novelas sobre vampiros?
Raquel estaba perdida respondiera lo que respondiera. Ella intentaría
contestar y la profesora echaría por tierra su argumento, cualquiera que
fuera,  y  así  podíamos  tirarnos  casi  toda  la  hora.  Ese era  el  modo de
entretenimiento que la señora Bethany había escogido durante sus clases: 
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Feliz cumple YAAZY ESPEOR QUE TE LA ESTES PASANDO FENOMENAL HERMOSH TE DESEO LO MEJOR SIGUE CUMPLIENDO AÑOS Y NO OLVIDES QUE TE QUIERO SISTER




2 comentarios:

Anónimo dijo...

siiiiguela prontooooo plisss

amitha dijo...

ahh amix super exitante hahaha