56. Hundimiento
—¿Nick?
Mira en mi dirección,
luego camina hacia
el mar.
Corro tras él.
¿He visto el comienzo de lágrimas?
—Oye. —Lo agarro del brazo—.
¿Estás bien?
Lo halo
para detenerlo.
—Puedes hablar conmigo —le digo—.
¿Por favor?
Está en silencio por un minuto.
Sus ojos están en el agua
antes de volverse hacia mí.
—Deberías irte —dice—.
Irte y tener tu día de diversión.
Yo sólo lo arruinaré.
Es como si él hubiera atado un ancla
en mi corazón y la pudiera sentir
cayendo
más,
y más,
hasta el fondo de mi estómago.
—No. Oye, vamos.
No estás arruinando nada.
Lo siento.
No tienes que decirme nada.
Vamos. Vayamos a divertirnos más.
Los ojos de Nick buscan en el mar otra vez,
como si fuera a encontrar la respuesta allí.
Así que me quedo ahí y espero,
con la esperanza de que el rompimiento de las olas
y el graznido de las gaviotas
ahoguen las voces
en su cabeza.
Salvo la mía, por supuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario