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viernes, 27 de abril de 2012

Almost lover-capitulo-13 Final


—Le pedí que me diera algo de tiempo para pensarlo, y él accedió. Se marcó en viaje de negocios, y yo pensé que una visita a una empresa organizadora de bodas podría ayudarme a tomar una decisión —omitió la parte sobre la angustia que había experimentado nada más entrar en Divine Events—. Pero en vez de eso me encontré con un libro erótico titulado Sexcapadas, y arranqué una de sus páginas.
Finalmente se atrevió a mirarlo, y quiso llorar de alivio cuando no vio el menor atisbo de censura o crítica en su expresión. nick esperaba pacientemente a que continuara.
—Cuando leí la fantasía, lo primero que pensé fue que jamás podría interpretar un baile tan íntimo para Brent —dijo, dejando que nick sacara sus propias conclusiones—. Así que te pedí ayuda para que me enseñaras cómo excitar y complacer a un hombre, lo que les gusta y…
—… lo que los vuelve locos de deseo —concluyó él con una sonrisa irónica.
—Sí, eso también —murmuró ella.
nick se levantó y cruzó la cocina para dejar la taza en el fregadero.
—miley, nunca pongas en duda que eres una mujer muy atractiva y sensual.
«Quizá si estuviéramos juntos y tú sacaras lo mejor de mí», pensó ella, pero se guardó el comentario para sí misma.
nick se puso delante de ella y le acarició la mejilla con los nudillos, incapaz de resistir la tentación de tocarla. Se sentía desgarrado por dentro. Quería llevarse a miley a la cama y mantenerla allí para siempre, pero sabía que no tenía derecho a hacerlo.
—Dime una cosa —murmuró, bajando con la mano por la solapa de la bata hasta donde ésta se cruzaba sobre los pechos. Tuvo que reprimirse para no desnudarla allí mismo y hacerle el amor sobre la encimera de la cocina—. Después de este fin de semana, ¿tienes la seguridad en ti misma para interpretar la danza de los siete velos?
—Sí —susurró ella—. Sí, la tengo. Tú me has dado esa seguridad, y te agradezco todo lo que me has enseñado este fin de semana, especialmente a creer en mí misma y aceptar mi sensualidad innata.
Y ahora iba a mandarla de vuelta a Brent, armada con todas las tácticas de seducción que él le había enseñado. nick quería gritar de frustración por lo injusto que era todo. Pero él había tenido lo que había acordado, y ella había obtenido lo que había pedido. Santo Dios, ¿cuándo se había torcido todo?
—Tengo que irme —dijo bruscamente. Sentía un nudo en el pecho y la imperiosa necesidad de respirar aire puro. Tenía que salir de allí.
Se giró para marcharse, pero sólo llegó hasta el salón antes de que miley corriera tras él. Lo agarró del brazo y lo obligó a detenerse. Él vio la expresión esperanzada de sus ojos y el corazón le dio un vuelco.
—nick… —la voz se le quebró, pero la inseguridad de su tono era inconfundible, como si temiera expresar lo que pensaba.
—¿Sí? —la apremió él, con una voz tan grave y áspera como nunca le había salido.
—Yo…
nick esperó con la respiración contenida, y con una parte de él rezando por lo imposible.
—Gracias —dijo ella finalmente, con lo que pareció una sonrisa forzada—. Por todo.
—De nada… por todo —respondió él, y la besó por última vez en la sien antes de dirigirse hacia la puerta.
nick le dio otra vuelta forzada a la llave inglesa, haciendo que ésta se soltara del tornillo y que los nudillos se le desollaran al rozarse contra el borde del colector.
—Maldita sea —masculló, y arrojó la herramienta al banco. Se miró la mano y puso una mueca al ver cómo le sangraban los nudillos. Fue hacia el botiquín que había en la pared del fregadero y sacó lo necesario para desinfectar el corte.
Tras haberse marchado de casa de miley, varias horas antes, había ido directamente al taller para seguir trabajando en su Camaro. Normalmente, la reparación de los coches lo ayudaba a calmarse cuando estaba nervioso, pero nada podría aliviar el desasosiego que lo invadía.
No importaba lo que hiciera; no podía dejar de pensar en miley. No podía dejar de pensar en que iba a volver con Brent, en que iba a aceptar su proposición y en que iba a hacer un striptease para él, un refinado ejecutivo que no parecía apreciar a miley como la mujer que era. Y, sobre todo, no podía dejar de reprenderse a sí mismo por haber sido un idiot*a y haberse marchado de su casa. La había dejado por culpa de la promesa que le había hecho antes del fin de semana, y porque creía que era lo correcto.
Pero ya no estaba tan seguro.
Tomó el pequeño bote de antiséptico y apretó la mandíbula mientras se frotaba la herida, preguntándose cuándo se había vuelto tan cobarde. Estaba tan obsesionado con la idea de que miley se merecía algo mejor que un mecánico cubierto de grasa, que no podía obviar la posibilidad de que tal vez, sólo tal vez, ella lo aceptara como… Pero no había hecho nada, absolutamente nada, para que se decidiera a correr el riesgo con él.
Pasó la vista por el garaje, contemplando todo lo que había conseguido a lo largo de los años, y se dio cuenta de que era él quien tenía un problema con los complejos. Y eso significaba que iba a tener que dar un paso de gigante y superar los traumas que lo habían acosado desde la infancia. Tal vez no fuera un elegante ejecutivo, pero tenía su propio negocio y un estilo de vida más que desahogado. Ya era hora de que tuviera más fe en sí mismo. Si iba a haber un hombre en la vida de miley, ése iba a ser él.
Porque de ningún modo podía ser Brent.
Se cubrió los nudillos con una tirita, preparándose mentalmente para luchar por miley y mandando al infierno las consecuencias que tuviera que sufrir con sus padres y su hermano. Ya se ocuparía de ellos más tarde. Los convencería de que él jamás le haría daño a miley, de que le era demasiado preciosa y que haría lo que estuviera en su mano para hacerla feliz.
Pero antes tenía que impedir que cometiera el mayor error de su vida. Y mientras cerraba la puerta del taller, rezó porque no fuera demasiado tarde.
Había acabado con Brent, y miley se sentía más aliviada de lo que nunca hubiera creído posible. También estaba muy agradecida de que Brent se hubiera tomado tan bien la ruptura, aunque su apática reacción corroboraba la sospecha de que no había invertido mucho en la relación, ni emocional ni físicamente.
Sí, se había llevado una decepción, pero le había deseado todo lo mejor y había parecido sincero. El encuentro había sido inquietante, porque ella había visto con toda claridad que no habría sido más que una esposa de conveniencia para él. Acabar la relación era lo mejor que podía hacer, sin duda.
Y tenía que agradecérselo a nick. Porque él la había hecho darse cuenta de que no podía conformarse con menos de lo que merecía. Ahora, mientras se miraba al espejo del tocador, en ropa interior y pañuelos diáfanos de colores, era un manojo de nervios. Estaba mucho más nerviosa que al romper el compromiso con Brent. Se le había hecho un nudo en el estómago y el corazón le latía desbocado. Y todo porque se había propuesto seducir a nick para que volviera a su vida de forma permanente. Él era quien le había enseñado hasta donde podía llegar el poder y la sensualidad de una mujer, y no había mejor manera de devolverle el favor que demostrarle la alumna tan aventajada que había sido… interpretando la danza de los siete velos sólo para sus ojos.
Aquella noche, no sólo le entregaría su cuerpo, sino también su corazón y su alma.
Unos golpes en la puerta la sobresaltaron, ya que no esperaba a nadie. Sacó rápidamente una gabardina del armario y se anudó el cinturón. Al escudriñar por la mirilla vio a nick esperando al otro lado de la puerta.
Sorprendida por la inesperada visita, abrió y se encontró con su fiera expresión. Tenía el pelo alborotado, como si hubiera estado agitándoselo con las manos, y su cuerpo irradiaba una intensa energía varonil.
—nick —lo saludó con voz débil e insegura—. Estaba a punto de ir a verte.
—Bien, en ese caso te he ahorrado el viaje —replicó él, y entró sin esperar a ser invitado, aunque nunca le hubiera hecho falta invitación para entrar en la vida de miley.
—Sí, me lo has ahorrado —dijo ella. Cerró la puerta y se apoyó contra la hoja de madera, intentando imaginarse por qué había vuelto nick. Ninguna respuesta parecía tener sentido, de modo que se lo preguntó directamente—. ¿Qué haces aquí?
Él apoyó las manos en las caderas, adoptando una postura inflexible.
—No puedes casarte con Brent.
Aquello era lo último que miley esperaba oír, pero el tono posesivo de su orden la dejó aturdida y con el pulso acelerado. Sin embargo, antes de sacar a nick de su error, necesitaba oír qué razones tenía para exigirle algo semejante.
—¿Por qué no?
—Porque desde que puedo recordar no he dejado de desearte, y después de este fin de semana no puedo permitir que te cases con otro hombre, y menos con uno que no te valora como mereces.
A Miley se le hizo un nudo en la garganta que le impidió hablar. Pero él parecía tener mucho que decir, así que permaneció inmóvil contra la puerta y se limitó a escuchar.
—He huido de cualquier compromiso emocional desde que era un crío, en primer lugar por el abandono de mi padre, y luego por el rechazo de mi madre. No creía que tuviera lo que hacía falta para entregarme a una persona. Era mucho más fácil permanecer soltero y solo que permitir que nadie se acercara —dio un paso hacia ella, impregnando el aire con su embriagador olor a naranja—. Pero tú siempre has estado ahí —murmuró suavemente—, incluso cuando no me daba cuenta de lo mucho que te necesitaba en mi vida.
miley sintió que se derretía al oír aquellas palabras.
—Para eso están los amigos.
—Sí, eres mi amiga, pero siempre me has atraído, miley, y durante años he estado luchando contra el deseo que sentía por ti.
Ella lo miró con ojos muy abiertos.
—¿En serio?
—Más de lo que puedas imaginar —apoyó un brazo en la puerta y agachó la cabeza para rozarle el cuello con los labios, haciéndola estremecerse por el delicado e íntimo contacto—. Tú comprendes quién soy y de dónde vengo y aceptas la persona en que me he convertido… y lo hiciste incluso antes que yo. A cambio quiero aprender a dar, a ser la clase de hombre que quieres en tu vida. Sólo te pido una oportunidad.
—La oportunidad es tuya, nick —dijo ella, y le tomó el rostro en las manos para mirarlo directamente a los ojos—. Yo soy tuya.
Él presionó la frente contra la suya.
—Entonces dile a Brent que no te casarás con él —le pidió con voz desesperada.
Ella sonrió y lo besó en los labios.
—Ya se lo he dicho. Tenía dudas antes de pasar este fin de semana contigo, pero ahora sé que nunca podría casarme con Brent.
nick se estremeció de alivio.
—Gracias a Dios —murmuró, pero enseguida volvieron a asaltarlo otras dudas—. Tu familia siempre se ha portado muy bien conmigo, y no quiero decepcionarlos por esto.
—Oh, nick… es imposible que los decepciones. Ellos te quieren tanto como yo, y ya formas parte de la familia.
Él se retiró y le tomó la barbilla en los dedos, clavándole su intensa mirada.
—¿Tú me quieres?
Ella asintió con vehemencia, sintiendo cómo se le henchía el corazón.
—Siempre te he querido.
—Y yo a ti —respondió él con una radiante sonrisa, y le tiró del cinturón del abrigo, aflojándoselo—. Creo que hemos perdido demasiado tiempo siendo amigos, ¿no te parece?
Un deseo ardiente recorrió las venas de miley.
—No puedo estar más de acuerdo contigo —dijo, y sintió cómo el aire fresco le acariciaba la piel desnuda cuando nick le abrió el abrigo.
Él se quedó boquiabierto al ver su atuendo.
—Por Dios, miley, ¿adonde ibas vestida así?
—A verte. A bailar y desnudarme para ti. A ser tu fantasía. A provocarte y seducirte con todo lo que me has enseñado este fin de semana —lo agarró de la mano y lo llevó al salón, donde lo hizo sentarse en la butaca. Luego, atenuó las luces y encendió el equipo de música, que aún contenía el CD de Enya—. Pero ya que has venido tú a mí, tendré que improvisar.
La música suave y armoniosa llenó la habitación y miley dejó que el ritmo la imbuyera de sensualidad y estimulara la seguridad que nick le había infundido. Y entonces empezó a moverse lentamente, girando con exquisita elegancia, asimilando la evocadora cadencia de las notas.
Mientras se perdía en la música y en los ojos ardientes de nick, se quitó uno de los pañuelos de seda que se había prendido al sujetador de encaje y lo ondeó vaporosamente sobre sus curvas, sobre el vientre y los muslos antes de dejarlo caer al suelo. Entonces volvió a iniciar el proceso, sin dejar de moverse en círculos provocadores, creando un aura de sexualidad con cada pañuelo que se quitaba.
Se quitó también la ropa interior, y sonrió cuando él se despojó de la camisa y los vaqueros para quedarse tan desnudo como ella. Su deseo masculino era perfectamente visible, y miley fue hacia él sin dudarlo. Se sentó a horcadas sobre sus caderas y hundió el sexo erguido en su interior. Los dos gimieron a la vez, dejando que el placer los barriera poco a poco. Unos maravillosos minutos más tarde, miley se desplomó sobre su pecho y apoyó la mejilla contra su hombro, exhausta y feliz, deleitándose con los latidos acompasados de sus corazones.
—Ha sido estupendo —murmuró nick mientras le acariciaba la espalda—.Veo que te he enseñado muy bien.
Ella se echó a reír.
—Desde luego que sí.
Él deslizó los dedos entre los cabellos de su nuca y le hizo apartar la cabeza para mirarla a los ojos.
—¿Qué pasa? —preguntó ella al ver su expresión seria y escrutadora.
nick exhaló un profundo suspiro.
—Creo que como amigos ya sabemos todo lo que podríamos saber el uno del otro, ¿no crees?
—Seguro que nos encontramos con muchas sorpresas por el camino —dijo ella con una sonrisa—. Y me encantan las sorpresas.
—A mí también —afirmó él, y entonces le dio la mayor sorpresa de todas—. Cásate conmigo, miley. Te quiero, y te juro que haré todo lo que esté en mi mano para hacerte feliz. Quiero tener hijos contigo, quiero formar mi propia familia, quiero…
Ella le cubrió la boca con la mano para poder responderle.
—Sí, nick—dijo, maravillada del cambio que había dado su futuro gracias a la fantasía erótica de un libro—. Sí, me casaré contigo.
Y cuando él volvió a besarla con pasión, miley supo que las lecciones no habían acabado. Tan sólo habían empezado. Estaba segura de que les llevaría una vida entera enseñarse mutuamente todo el placer que tenían para dar… en la cama, en la vida y en el amor. Y ella estaba más que dispuesta a vivir esa aventura.


Fin
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ESPERO que les haya gustado la nove el final dedicado a una personita que en poco tiempo hahaha ya hasta conoce mi casa haha te Quiero amix ceci dedicado a ti 
y Gracias  A todas en su apoyo con esta nove las adoro

Almost lover-capitulo-12


La emoción de lo prohibido era irresistible, y lo miró por encima del hombro para hacerle saber que confiaba en él, que le entregaba su cuerpo, su corazón y su alma.


Con un rugido casi animal, nick la agarró por la cintura y la penetró de una sola embestida, haciendo que miley echara la cabeza hacia atrás con un fuerte gemido. Y entonces comenzó una delirante escalada de placer, fricción y calor, en la que él empujaba cada vez más fuerte y rápido y ella giraba sinuosamente las caderas, apretándose contra él por instinto y siguiendo el ritmo frenético de sus acometidas.
Él se inclinó sobre ella, cubriéndola por detrás, y le hincó los dientes en el cuello para añadir un dolor exquisito a la espiral de sensaciones eróticas que se arremolinaba en su interior. Los movimientos se hicieron más rápidos y apremiantes. nick llevó las manos hasta sus pechos, amasándolos y deslizando los pezones entre los dedos, y luego bajó hasta su vientre y más abajo, donde sus cuerpos se unían.
Una embestida más, una caricia más, y el orgasmo golpeó de lleno a miley, haciéndola contraerse alrededor del miembro de nick. Las convulsiones y el prolongado gemido que le cortó la respiración barrieron los restos de resistencia de nick, cuyo cuerpo se puso rígido por unos segundos y luego se estremeció violentamente al sucumbir a su propio orgasmo.
Se derrumbó sobre ella, exhausto y tembloroso. Sin sacar su sexo, le acarició el cuello con los labios y la besó en la mejilla.
—No puedo creer que te haya tomado como un animal.
Ella lo miró por encima del hombro y vio su expresión de arrepentimiento. Intuyó que estaba a punto de suplicarle su perdón, por lo que se apresuró a negarle la oportunidad.
—No te atrevas a disculparte por el mejor sexo que he tenido en mi vida —le dijo con toda la firmeza que pudo.
nick se echó a reír, agradecido de que miley se abriera a la improvisación sexual.
—De acuerdo. No pediré disculpas, porque para mí también ha sido la mejor experiencia que puedo recordar.
Eso quería decir mucho de la mujer que estaba con él. Había tenido buenas experiencias con anterioridad, pero nunca había perdido el control como le había pasado con miley. Y aunque acababa de tener un orgasmo, no estaba ni mucho menos saciado. Temí a que le haría falta toda una vida para saciarse de ella.
Por desgracia, sólo le quedaba aquella noche para satisfacer todo el deseo que sentía por miley. Y no quería desaprovechar ni un minuto.
A pesar de que miley le asegurara que no le importaba ver su lado más agresivo en lo referente al sexo, él no quería dejarla con una impresión tan basta de sí mismo.
—Al menos permíteme que te haga el amor en una cama, en vez de estar arrodillado en el suelo de tu salón.
Ella suspiró y le dedicó una sonrisa tan íntima como un beso.
—Ésa es una oferta que no puedo rechazar. Las rodillas están empezando a escocerme.
Minutos más tarde, después de que miley hubiera apagado todas las velas y él hubiera hecho una rápida visita al cuarto de baño, se encontraron en el dormitorio. Ella lo esperaba en la cama, desnuda y con el pelo alborotado. Con un brillo sensual en los ojos, se acarició el vientre con la punta de los dedos y subió hasta los pechos, excitándose a sí misma con suaves caricias.
Fascinado, nick se acercó a los pies de la cama. La lámpara de la mesilla le permitía contemplar cada curva, cada línea, cada ondulación de su cuerpo. Y sólo de mirarla los músculos se le tensaron dolorosamente, desde el pecho hacia abajo.
—Pareces muy contento de verme —dijo ella, bajando la mirada hasta su erección, que casi transcurría paralela a su estómago.
—Eres preciosa —murmuró él, grabando aquel momento en su mente para las largas y solitarias noches venideras.
—Y tú también —respondió ella con el mismo tono reverencial.
nick había llevado consigo el resto de preservativos que guardaba en el bolsillo de sus vaqueros, y los arrojó todos menos uno sobre la almohada, junto a miley, sabiendo que los habría usado todos antes de que acabara la noche.
Se enfundó el miembro y se subió a la cama. Empezando por los tobillos de miley, fue subiendo centímetro a centímetro, usando la boca y las manos para aumentar lentamente la excitación. Le separó las piernas y le acarició el interior del muslo con los labios y el aliento, y la lamió suavemente antes de seguir avanzando. Deslizó las palmas sobre las caderas mientras la besaba en el vientre, antes de rendir pleitesía a los pechos y sorber de sus abultados pezones. Y al ver cómo se retorcía supo que estaba preparada para recibirlo.
Se colocó sobre ella, posicionándose entre sus muslos, y gimió cuando ella le rodeó la cintura con las piernas y tiró de él. Una sola embestida lo separaba de introducirse en la fuente de su pasión. La deseaba desesperadamente, mucho más que la necesidad física, y la intensidad de aquel deseo hizo que por primera vez en su vida su alma se viera desnuda ante la realidad.
La amaba.
Colocó los brazos a ambos lados de su cabeza y la miró fijamente a los ojos. El corazón le latía desbocado mientras asimilaba aquella certeza. De todo lo que le había enseñado a miley, aquella unión sería la más profunda, y quería que ella también lo supiera.
—Así es como tiene que ser entre un hombre y una mujer —murmuró. Mágico. Sublime. Emotivo.
Muy lentamente, se introdujo en su calor femenino y ella se aferró a él, entregándose por completo.
—Oh, nick —susurró, y él creyó ver cómo las lágrimas afluían a sus ojos, antes de que ella fundiera su boca con la suya en un beso febril.
En esa ocasión, nick le hizo el amor con calma y ternura, incrementando poco a poco el placer. Ella llegó antes al orgasmo, y sólo entonces él se permitió perderse en el éxtasis más absoluto, arrobado por la incomparable emoción de ser una parte intrínseca de miley.

Miley supo nada más despertar a la mañana siguiente que de ninguna manera podría aceptar la proposición de Brent. No cuando había pasado la noche más gloriosa de su vida con otro hombre. nick le había enseñado lo que era la verdadera pasión entre un hombre y una mujer, y la había hecho sentirse como una mujer deseable e irresistible. Sólo de pensar en cómo le había hecho el amor la noche anterior, y otra vez aquella mañana, un intenso hormigueo le recorría el cuerpo con renovado calor.
Se giró en la cama y descubrió que estaba sola, pero los ruidos que procedían de la cocina y el olor a café recién hecho le confirmaron que nick seguía allí. La consoló saber que no se había marchado, aunque temía enfrentarse a él aquella mañana sabiendo que la aventura había terminado.
Igual que había terminado su relación con Brent. En cuanto su novio formal volviera de su viaje de negocios por la tarde, no sólo le diría que no podía casarse con él, sino que también le explicaría que su relación carecía de lo más importante para mantener un matrimonio. Y no sólo se refería al sexo, sino al vínculo emocional que faltaba entre ellos… esa conexión íntima que había experimentado con nick la noche anterior, cuando él se hundió profundamente en su interior y cuando la abrazó mientras ella dormía.
Quería a Brent, y ahora podía ver que le había hecho un gran favor al no mantener relaciones sexuales con ella. Si se hubieran acostado juntos, nunca habría acudido a nick y nunca habría vivido aquella inolvidable experiencia. Y, seguramente, habría aceptado casarse con Brent por las razones equivocadas, ya que él le ofrecía todo lo que ella quería de la vida.
Sí, quería casarse y formar una familia. Sus sueños no habían cambiado. Pero como persona había evolucionado gracias a la confianza que nick demostraba tener en ella, y le gustaba la mujer sensual y segura de sí misma en que se había transformado. Una mujer que no estaba dispuesta a conformarse con lo que no fuera un amor incondicional y una pasión mutua, que era precisamente lo que sentía por nick.
Aquella certeza hizo que el corazón se le encogiera de dolor, porque nick era el único hombre con el que desearía pasar el resto de su vida y al que nunca podría tener. Le había dado lo que ella le había pedido… lecciones para excitar a un hombre y dos noches de pasión increíble. No le había prometido nada que trascendiera de aquel fin de semana, y ella había sabido desde el principio que nick no tenía el menor interés en una relación duradera, por lo que no sería ella quien rompiera las reglas establecidas y lo presionara para aceptar algo más de lo que habían acordado. Su amistad era demasiado importante para arriesgarse, y tendría que conseguir que el paso de ser amantes a volver a ser amigos fuera lo más fácil posible para ambos.
Con un suspiro melancólico, se apretó la almohada contra el pecho y hundió la cara en la suave textura para inhalar el olor masculino de nick. Cerró los ojos e intentó sofocar la tristeza que amenazaba con salir a la superficie. Tenía que reunir las fuerzas necesarias para enfrentarse a nick y no delatar sus sentimientos hacia él.
Oh, Señor, nunca había imaginado que su plan original pudiera dejarla tan afligida, desolada y sintiéndose más sola que en toda su vida.
Pero no podría posponer el encuentro para siempre, así que se levantó de la cama, se puso su bata favorita, se cepilló los dientes e intentó arreglarse un poco el pelo. Al entrar en la cocina se encontró a nick sentado junto a la mesa, tomando una taza de café mientras examinaba con el ceño fruncido un trozo de papel que tenía en la mano.
miley se llevó una decepción al comprobar que se había puesto los vaqueros, la camiseta y los zapatos, como si lo de la noche anterior no hubiera sucedido y no tuviera intención de permanecer allí mucho tiempo. Era obvio que no existía la menor intimidad entre ellos por la mañana, y se reprendió a sí misma por desear unos momentos más con él, cuando no tenía derecho a esperar más de lo que ya le había dado.
—Buenos días —lo saludó con voz suave. Él levantó la mirada y sonrió.
—Hola.
Miley creyó ver un destello de anhelo en sus ojos, pero fue rápidamente enmascarado con una expresión de fría cautela que le hizo un nudo en el estómago. Odiaba que una parte de nick se distanciara de ella, pero no podía culparlo por ser prudente y querer acabar con aquella aventura de la forma más seca y cortante posible.
Ella debería hacer lo mismo, aunque sólo fuera por preservar la amistad, y eso significaba reprimir sus emociones hasta que nick se hubiera marchado.
—¿Qué es esto? —le preguntó él, y le mostró el papel que tenía en la mano.
Era la fantasía que había arrancado del libro de las «sexcapadas» dos días antes. La danza de los siete velos. Había dejado la hoja en la mesa, sobre un montón de revistas y cartas, sin pensar que él pudiera encontrarla.
Se mordió el labio, recordando su incapacidad para llevar a cabo la fantasía con Brent. Ahora podía agradecer no haberlo hecho, pues se había dado cuenta de que no era el hombre adecuado para ella. En cambio, habría estado más que dispuesta a interpretar la danza para nick si hubiera tenido ocasión. Él le había dado la seguridad necesaria y la había animado a abrazar su lado más desinhibido y a disfrutar de los placeres que su cuerpo podía ofrecer.
—Es una fantasía erótica que tomé de un libro que encontré el viernes pasado en una tienda organizadora de bodas —explicó, acercándose a la encimera para servirse una taza de café.
—¿Qué estabas haciendo en una tienda organizadora de bodas? —preguntó él con voz tensa mientras ella se llenaba la taza.
De espaldas a él, vertió la crema y el azúcar en el café y respiró hondo. nick merecía saber la verdad. Toda la verdad. Sobre ella y Brent, sobre la fantasía del libro y sobre el papel que él había jugado en todo ello. Se lo debía.
Tomó la taza con las dos manos y se dio la vuelta.
—Estaba allí porque Brent me pidió que me casara con él.
nick la miró, absolutamente perplejo.
—¿En serio?
Ella asintió y tomó un sorbo de café, incapaz de mirarlo a los ojos. Temía ver en ellos una expresión hostil.

Almost lover-capitulo-11


—Cuenta con ello, cariño, porque esta noche seré yo quien lleve la iniciativa.
Aquella noche, nick se recostó en el sofá del apartamento de Miley, viendo cómo ella introducía un CD en el equipo estéreo. A los pocos segundos, la suave voz de Enya llenaba el salón y añadía un toque de magia al romántico ambiente que Miley había creado.
Fiel a su palabra, había encontrado un conjunto que excitó a nick nada más abrir la puerta y saludarlo. La combinación morada de seda y encaje se amoldaba a sus pechos, y los pantalones a juego acariciaban sus caderas y muslos al moverse y caminar. Había dicho que aquel conjunto de dos piezas era un atuendo cómodo e informal, y él había replicado que era ilegal salir a la calle con lencería sexy.
Gracias a Dios no iban a salir a ninguna parte aquella noche, porque no quería compartir a Miley con nadie.
Ella encendió la media docena de velas repartidas por las mesas y estanterías y apagó las luces, salvo una lámpara situada en un rincón. Entonces se volvió hacia él, envuelta en el resplandor dorado que despedía su piel desnuda. Se había soltado el pelo, y los mechones castaños caían en suaves ondulaciones hasta los hombros. Sus ojos transmitían la seguridad de una mujer que sabía cómo acabaría la noche.
Era emocionante pensar que aquella seguridad en sí misma era en parte el resultado del tiempo que habían pasado juntos. nick sospechaba que Miley siempre había ocultado su sensualidad, esperando a liberarse cuando se dieran las circunstancias apropiadas. Esperando a estar con el hombre adecuado. Un hombre que no se apresurara y le permitiera abrazar su lado más desinhibido y satisfacer sus fantasías y caprichos eróticos.
Lo había elegido a él para ser el hombre afortunado que la acompañara en aquel viaje de descubrimiento, y aunque él aceptaba que su acuerdo no incluía ningún compromiso ni expectativas más allá de aquel fin de semana, nunca imaginó que pudiera llegar a necesitarla tanto. Se había convertido en un adicto a sus dulces sonrisas y su risa contagiosa. A su olor femenino. Al modo en que lo seducía sin esfuerzo, a pesar de su errónea impresión de que necesitaba recibir lecciones para provocar a un hombre. Y, además de todo, a la actitud comprensiva que mostraba hacia él. Ninguna otra mujer lo había comprendido y aceptado como ella.
Miley se sentó junto a él, mirándolo de frente, y dobló las piernas bajo ella.
—¿Y bien? ¿Qué tenemos en la agenda de esta noche? —le preguntó con impaciencia.
«A ti. A mí. Juntos. Por fin», pensó él.
—Juegos preliminares —respondió.
Ella sonrió maliciosamente.
—A mí me parece que este fin de semana ha tenido una larga sesión de juegos preliminares. Pero no pienses que me estoy quejando.
—Entonces considera esta noche como una visión en conjunto, la seducción final que culminará en el hecho principal.
Estiró él brazo sobre el respaldo del sofá y frotó sus cabellos entre los dedos, lo que le recordó la tarde que habían compartido y cómo había envuelto la mano con esos mechones sedosos mientras ella lo hacía gozar con su boca.
—Tienes toda mi atención —dijo ella, animándolo a que continuara.
nick aspiró hondo y se concentró en la inminente lección.
—Los juegos preliminares son la parte más importante del acto sexual. Se trata de aprender lo que excita a tu pareja, lo que le gusta y lo que no, lo que pone su cuerpo a punto. Son las caricias y besos que te humedecen y te preparan para hacer el amor.
Le colocó la mano libre en su rodilla y le pasó el pulgar por la pierna, demostrando el efecto tan excitante que podía tener una simple caricia. Miley ahogó un gemido, el deseo oscureció sus ojos y las puntas de sus pechos se endurecieron contra la fina seda de la combinación morada.
Satisfecho con la reacción, nick continuó.
—Los preliminares es lo que te provoca ese hormigueo en el estómago cuando estás excitada, lo que endurece tus pezones y te hace desear el calor de mi boca y el tacto de mi lengua —murmuró, deseando hacer precisamente eso—. Es lo que a ti te pone tierna y a mí, duro.
Aquella descripción la hizo estremecerse, pero él aún no había acabado de estimular su cuerpo y su mente.
—Los preliminares nos llevan al límite y nos hace compartir un placer mutuo antes de llegar al orgasmo —dijo, y fue subiendo lentamente la mano por el muslo, viendo cómo Miley entornaba los ojos y se le aceleraba el pulso—. Y hay maneras distintas de hacerlo.
Una débil sonrisa curvó los labios de Miley.
—Lo que me lleva a preguntar una cosa. ¿Qué te excita a ti nick? —le preguntó descaradamente.
—Cualquier cosa que te excite a ti —respondió él, negándose a cederle el control. Después de la generosidad que le había brindado aquella tarde, ahora se merecía recibir toda su atención.
Decidió que era el momento de pasar a la siguiente fase y se levantó del sofá para arrodillarse en la alfombra, frente a ella.
—Nada me resulta más sexy que una mujer a la que le guste el placer que su cuerpo tiene que ofrecer y que no reprima sus deseos y necesidades.

—Lo que necesito ahora es que me toques —susurró ella—. Por todas partes.
—Lo haré —prometió él, y le separó las rodillas para colocarse entre sus muslos—. Pero antes quiero que muevas el trasero hasta el borde del sofá.
Ella obedeció y, obligada por la postura, le rodeó la cintura con las piernas hasta presionar el sexo contra el abdomen de nick, cuyos ojos quedaron a la altura de sus apetecibles pechos.
nick se quitó la camiseta y la arrojó al suelo, pero se quedó con los pantalones puestos. Ella le puso las palmas en los hombros y bajó con los dedos hasta sus pezones. nick sabía que no podría aguantar mucho si seguía tocándolo así, de modo que le apartó suavemente las manos y las apretó contra el sofá, a ambos lados de sus piernas.
Ella lo miró confundida.
—Deja las manos quietas por un rato y limítate a sentir —le dijo él.
Miley hizo un gesto adorable con el labio inferior.
—Pero quiero que tú también disfrutes de esto.
—Créeme, disfrutaré tanto como tú —le aseguró con una sonrisa, y se inclinó hacia delante para besarla suavemente en la boca—. Sólo con verte y sentir cómo tu cuerpo responde ya me excito, así que no te reprimas. Y no dudes en decirme si te gusta lo que te hago o lo que quieres que te haga.
Llevó la boca a lo largo de su cuello, y ella echó la cabeza hacia atrás al tiempo que con un gemido lo animaba a seguir.
—Sí, eso es —dijo él, y le dio un mordisco en la curva sensible del hombro, haciéndola gemir otra vez. Deslizó los dedos bajo los tirantes de la combinación y los empujó hacia abajo por los brazos, provocando que la prenda de seda cayera alrededor de su cintura. Deseando verla desnuda, levantó la cabeza y se quedó fascinado por la belleza de aquellos pechos pequeños pero firmes que lo apuntaban con sus pezones rosados, como dos frutos maduros y jugosos.
La boca se le hizo agua, y cuando ella hundió los dedos en sus cabellos y tiró de su cabeza hacia sus pechos, no se molestó en reprenderla por no mantener las manos quietas. Miley rozó uno de los pezones contra sus labios abiertos y él lamió lentamente la cresta hinchada, calentándole la piel humedecida con su aliento.
Ella se agitó con inquietud y apretó los muslos contra sus caderas.
—Tómame… devórame —suplicó.
Él le masajeó los pechos y cerró los labios en torno a la suculenta carne que se le ofrecía. Pero eso no bastó para ninguno de ellos. La avidez con la que lamía, besaba y succionaba sólo consiguió avivar aún más las llamas que los consumían a ambos.
Miley se arqueó contra él, jadeante e impaciente, e intentó tirar de él para colocárselo encima. Pero nick le presionó la espalda contra el sofá y bajó con la boca hasta su estómago.
—Aún no he acabado contigo —murmuró.
Hundió la lengua en su ombligo, haciéndola retorcerse y gemir de agonía. Desató los lazos del pantalón, aflojando la cintura, y tiró de los extremos hasta desnudarle las piernas. A continuación le quitó la combinación, dejándola sólo con las bragas de encaje. El color morado de las mismas contrastaba eróticamente con su piel pálida. Levantó la mirada y vio sus ojos brillantes a la luz de las velas. Le observó el rostro acalorado, buscando una pizca de modestia, de temor, pero no encontró ninguna.
—Quítamelas —dijo ella, ofreciéndole su último consentimiento y haciéndole saber que quería llegar hasta el final.
Un profundo alivio invadió a nick, que enganchó los pulgares en la banda elástica de las bragas y retiró aquel trozo de tela empapada y casi inservible. A continuación, le posó la mano sobre el vientre y desplazó la palma muy despacio hacia abajo, hasta que el pulgar pasó por encima del clítoris y se hundió entre sus pliegues carnosos. Estaba caliente y mojada, increíblemente sexy, y toda para él.
Pronto…
Ella cerró los ojos, se aferró a los cojines del sofá y movió las caderas contra su mano. Él la acarició rítmicamente, viendo cómo se despojaba de todas sus inhibiciones e intentaba alcanzar ese orgasmo que él mantenía deliberadamente fuera de su alcance.
—nick… por favor…
Él le introdujo un dedo y luego otro y sintió cómo sus músculos se contraían al instante.
—Esto son los preliminares, cariño.
Ella soltó un gemido débil y angustioso.
—Es una tortura.
El miembro de nick le palpitó dolorosamente contra los vaqueros, haciéndose eco de la necesidad de Miley. Pero estaba decidido a ignorar su propio dolor hasta que le hubiera satisfecho por completo.
—Dime lo que quieres y te lo daré.
—Quiero llegar —respondió ella, mordiéndose el labio—. Quiero sentir tu boca.
No podía negarle nada, y su ruego coincidía con lo que él mismo deseaba desesperadamente. Así que retiró los dedos e, ignorando sus gemidos de protesta, la agarró por el trasero y la acercó al borde del sofá. Se colocó sus piernas sobre los hombros y agachó la cabeza, rozándole la cara interna del muslo con la barba incipiente de sus mejillas. Y entonces abrió la boca y empezó a subir con los labios y la lengua hacia la fuente de placer.
Ella se deshizo en jadeos y entrelazó las manos en sus cabellos, y él, aspirando el embriagador olor de su excitación, erró la boca en torno a su sexo y empezó a sorber vorazmente el sabor de su carne dulce y ardiente.
miley arqueó la espalda y dejó escapar un fuerte gemido entrecortado cuando el climax estalló en su interior. Un deseo salvaje recorrió a nick, junto a la desesperada necesidad de poseerla del modo más físico y primario posible. El deseo era tan fuerte que lo hacía temblar. No podía esperar más para penetrarla… tan rápida y profundamente como ella permitiera.
miley jadeaba en busca de aire, todavía sacudida por los temblores del orgasmo, mientras la neblina de sensualidad que la envolvía se disipaba y todo lo que la rodeaba volvía a cobrar forma. nick estaba arrodillado delante de ella, y observó cómo sacaba un preservativo del bolsillo y cómo se bajaba los pantalones hasta los muslos, liberando su erección. Rasgó el papel de aluminio y apretó los dientes mientras desenrollaba el látex a lo largo de su sexo. Entonces levantó la vista y le clavó la mirada de sus ojos ardientes.
miley esperaba que la poseyera en el sofá, pero él la hizo bajarse al suelo y le dio la vuelta de modo que estuviera encarando el sofá y con los brazos en los cojines. Le separó las piernas y presionó la ingle contra su trasero. Ella tragó saliva al sentir la cabeza del pene en la entrada a su sexo, y supo que iba a penetrarla de aquella manera tan primitiva. Y era lo que ella también deseaba… Ser poseída por nick y ser el recipiente de su pasión salvaje. Era muy excitante pensar que lo había llevado a aquel extremo.
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wii Terminaron mis examenes al fin y pase todoooss aww bueno ahora si matraton 

miércoles, 25 de abril de 2012

Almost lover-capitulo-10


Incapaz de resistirse a una propuesta tan tentadora, nick se deslizó en el asiento trasero y cerró la puerta tras él, envolviéndose con el calor del vehículo, la embriagadora fragancia de Miley y la promesa de seducción que ardía en sus brillantes ojos azules.
miley tenía a nick justo donde quería. De acuerdo, tal vez el asiento trasero de un Camaro no fuera tan cómodo como una cama, pero de momento era perfecto para lo que tenía pensado.
Le puso una mano en el pecho y lo empujó hacia atrás, de modo que estuviera reclinado contra el lateral del vehículo. Entonces se sentó a horcajadas sobre su cintura y apoyó el trasero en sus poderosos muslos.
—Nunca había hecho esto en el asiento trasero de un coche —dijo con voz sensual, y se movió hasta que el bulto endurecido de los vaqueros estuvo firmemente presionado contra la unión de sus muslos—. ¿Te importaría guiarme un poco?
Él llevó las manos a su cintura y le sacó lentamente el borde del top de la cintura de los vaqueros.
—Sinceramente, también es la primera vez para mí, pero creo que podré darte algunos consejos.
miley se estremeció cuando los dedos de nick le recorrieron las costillas, y decidió que si aquélla iba a ser la primera vez que nick hiciera algo en el asiento trasero de un coche, y en su Camaro nada menos, quería que la experiencia fuera memorable para él. Un recuerdo que lo hiciera sonreír siempre que mirara por el espejo retrovisor.
—En realidad, me preguntaba si… ¿te importaría que esta vez llevara yo la iniciativa y tú te limitas a seguirme? —le preguntó.
Él sonrió con indulgencia, haciendo aparecer su encantador hoyuelo.
—Por Dios, miley, ésa es una petición que pocos hombres podrían rechazar.
Ella tiró hacia arriba de su camiseta y él la ayudó a que se la quitara por encima de la cabeza.
—¿Tú incluido? —le preguntó con cierta inseguridad en la voz. Muy pocos hombres, por no decir ninguno, la habían encontrado sexualmente irresistible.
nick se puso repentinamente tan serio como la pregunta que ella acababa de formularle, y miley se maravilló de que conectara tan bien con sus sentimientos.
—Sobre todo yo, cariño —murmuró, y le pasó un dedo por el escote en «V» del top, dejando una sensación de hormigueo tras su tacto—. Resistirse a ti es casi imposible.
—Estupendo —dijo ella. Aquello era todo lo que importaba para el último día y la última noche que pasaría con él.
Extendió las palmas sobre su pecho desnudo y se inclinó hacia delante para besarlo. Sus labios se encontraron y se acoplaron a la perfección, y ella introdujo la lengua en su boca para explorar sus húmedos recovecos.
Las manos de nick volvieron a deslizarse bajo su top, esta vez para moverse con celeridad por su espalda y luego hacia sus pechos. Encontró los extremos puntiagudos y los pellizcó suavemente a través del sujetador, dándole placer y al mismo tiempo permitiendo que fuera ella quien dictara el ritmo de la seducción.
La rígida longitud de su erección se presionó duramente contra su sexo y ella movió las caderas, creando una deleitosa fricción que lo hizo gemir desde lo más profundo de su pecho y que avivó el beso aún más.
Sabiendo lo que él deseaba, lo que más ansiaba, desplazó la boca hasta su mandíbula y le rozó el cuello con la nariz mientras descendía con los labios y la lengua. Le lamió ávidamente los pezones, y él entrelazó los dedos en sus cabellos cuando sus dientes llegaron al vientre y empezó a lamerle el ombligo. nick se movió hacia atrás y ella encontró una postura relativamente cómoda entre sus piernas, desde la que consiguió desabrocharle el botón de los vaqueros y bajarle lentamente la cremallera, intentando no ceder a la impaciencia por tocarlo de aquel modo tan íntimo, de aprender la forma, la textura y el sabor de su cuerpo masculino sin ninguna barrera material entre ella y su carne.
Él la agarró de la muñeca antes de que pudiera seguir avanzando, y cuando ella lo miró a los ojos vio que tenía el rostro en tensión por el deseo y la necesidad más acuciante.
—¿Estás completamente segura de esto?
—Sí, completamente —respondió ella, pellizcándolo a través de los calzoncillos de algodón y contemplando fascinada como se estiraba su impresionante erección—. Quiero poner en práctica lo que me enseñaste anoche sobre el sexo oral. Y no me refiero a la bebida.
La respuesta de nick fue un estremecimiento que le recorrió todo el cuerpo. Le soltó la mano y le permitió empezar. Ella le agarró la cintura de los vaqueros y calzoncillos y él levantó las caderas para que pudiera bajárselos hasta los muslos, liberando su sexo erguido. miley se humedeció los labios con la lengua y le tocó la punta del pene, maravillándose de la suavidad aterciopelada del glande, que contrastaba fuertemente con la dureza abrasadora del tejido eréctil.
La imagen de su virilidad y excitación masculina hizo que un torrente de calor y humedad la anegara, pero aquella tarde el primero era nick. Ella ya tendría lo suyo más tarde, por la noche. Le rodeó el grosor con los dedos y con la otra mano le acarició los testículos. La respiración de nick se aceleró, y sus muslos se tensaron cuando ella abrió los labios y se metió su sexo en la boca.
Había algo poderosamente estimulante en tener la parte más masculina de nick llenándole la boca y en ejercer un control completo de su placer. Y había algo maravillosamente provocativo en los empujones que daba él con la parte más vulnerable de su anatomía.
Se sentía increíblemente sexual y desinhibida, y el pulso se le aceleró en un ritmo frenético de excitación. Su máximo deseo era llevarlo al orgasmo.
Recordando las técnicas que él le había enseñado la noche anterior, combinó los labios y la lengua lamiendo rítmicamente en círculos, y finalmente añadió una succión constante que provocó una violenta sacudida de sus caderas y un gemido ronco de su garganta.
Los dedos de nick se aferraban a sus cabellos, tirando de ella y luego intentando separarla a medida que se avecinaba el climax.
—mils… —susurró con voz temblorosa, intentando avisarla.
Ella ignoró su advertencia y siguió poniendo todo su empeño en la tarea, lamiendo y succionando el miembro en toda su longitud. Y entonces, con un rugido que se elevó desde su pecho y con todos los músculos en tensión infinita, nick cedió al torrente de placer que expulsó su cuerpo. Y ella no se apartó hasta que los últimos temblores cedieron y nick se desplomó contra el asiento, con los ojos cerrados y jadeante, como si acabara de recorrer al sprint el último kilómetro de una carrera.
Parecía total y deliciosamente consumido, y eso satisfizo a miley más que un orgasmo propio, ya que había sido ella la responsable de aquella expresión aturdida. Se colocó a su lado y se fijó en que las ventanas estaban empañadas por el calor que habían generado. Sintió el impulso infantil de escribir algo íntimo en el cristal, como «Quiero a nick». Un mensaje que lo reclamara para ella sola.
El estómago le dio un vuelco y el corazón lo siguió con latidos erráticos cuando la verdad la sacudió hasta las entrañas. Siendo una adolescente se había enamorado de nick y había ahogado su atracción en la amistad. Y siendo una mujer adulta que estaba aprendiendo el valor de la intimidad y la pasión, y experimentando una conexión emocional con un hombre por primera vez, sabía que amaba a nick.
Tragó saliva, sabiendo que jamás le revelaría sus sentimientos a nick. Lo último que quería era que se sintiera obligado a correspondería. El tiempo que compartían era para el sexo, no para el amor, y de ninguna manera iba a perderlo por culpa de un inesperado giro emocional.
—¿Y bien? —le preguntó, acurrucándose contra él—. ¿He pasado el examen?
Él soltó una carcajada ronca y débil, como si le costara esfuerzo expresar su regocijo.
—Aprendes muy rápido… —abrió los ojos y la miró—. Te has ganado una matrícula de honor.
Miley no pudo impedir que una tonta sonrisa curvara sus labios.
—Eres un gran profesor —dijo, devolviéndole el cumplido—. Pero… ¿te das cuenta de lo que vamos a tener que hacer para mantener esa media en las calificaciones?
—En ese caso, permíteme que te devuelva el favor —respondió él, y llevó la mano a los lazos de cuero que sujetaban los vaqueros de Miley.
Antes de que pudiera desatarlos y hacerla derretirse con sus mágicas caricias, ella se apartó.
—Por muy tentador que parezca, tengo que irme.
nick frunció el ceño, perplejo.
—¿Irte adonde?
—De compras.
—¿De compras? —repitió él, subiéndose los pantalones.
—Sí, de compras —afirmó ella. Encontró su camiseta en el asiento, bajo su trasero, y se la tendió—. Tengo que comprar unas cosas para esta noche, especialmente algo para ponerme.
Él la recorrió lentamente con la mirada de arriba abajo, como si la estuviera imaginando desnuda.
—¿Y si no quiero que te pongas nada?
La libido de Miley volvió a encenderse, provocándola para que se quedara y le permitiera devolverle el favor.
—¿Dónde estaría entonces la diversión? —preguntó con bastante esfuerzo—. Quiero comprarme algo sugerente y seductor, y volverte loco de deseo.
Él emitió un jadeo agonizante.
—Así que volvemos a lo mismo, ¿eh?
Ella le plantó un beso fugaz en los labios.
—Sí —respondió. Estaba deseando encontrar un conjunto que lo hiciera arder de lujuria—. Si te sirve de consuelo, te prometo que podrás hacer conmigo lo que quieras esta noche.
Una lenta y arrebatadora sonrisa curvó los labios de nick al tiempo que sus verdes ojos brillaban de malicia.
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Dedicado a mi amix ceci :) te quieroo y chicas ya solo quedan dos dias ma sy le sprometo maraton el viernes