Mis buenas intenciones de “actuar como una persona sensata”
no fueran
más allá de las nueve y media de la mañana siguiente.
De camino a la librería, vi Nick y Nicole juntos abrazados, rumbo
a la
estación ferroviaria. No conseguí ver la cara de Nick, pero Nicole
estaba
sonriendo. Ellos no me vieron.
Cuando estaban llegando a la estación Nick se detuvo y Nicole puso
el brazo
sobre sus hombros. Ella cargaba un pequeño ramillete de aquellas
rosas
blancas tan especiales.Era imposible negar que hubiera algo entre
ellos.
Me sentí una perfecta idiota.
Debía haber percibido que no tenía manera de competir con Nicole.
Siempre
supe que ella haría todo para quedarse con Nick. Pero confié en él
y pensé
que confiaba en mí, cuando en verdad él debía haber estado todo el
tiempo
con las dos.
Y yo era la que debería ser mantenida en total secreto.
Mi amor propio se derrumbó como una casa en un terremoto.
Toneladas
de ira llenaban el espacio vacío. Apreté los dientes y dije, a la
manera de
Sarah:
― ¡Lo que estamos precisando aquí es de una acción positiva! ¿Y
para
cuándo? ¡ParaYA!
Fui a la cafetería, pedí un pedazo enorme de pastel y envié un
e-mail para
Jackson, diciendo que lo extrañaba. Después mandé un mensaje para
Mía
donde le daba una semana para tomar alguna actitud. Caso
contrario, yo
misma la tomaría.
¡Nadie más controlaría la vida de Miley Hudson!Al
salir de la cafetería, di
de cara con Charlie y Freddie.
― ¡Hola, querida vecina! ―dijo
Freddie, sonriendo.
― ¿No crees que ya es tiempo de dejar de hablarme así? ¡No seas
ridículo!
―respondí, secamente.Freddie me miró visiblemente herido, Charlie
parecía chocado.Pero todavía no había acabado:
―Charlie, si tu invitación sigue en pie, podemos salir a comer
pizza esta
noche. Pasa por mí las siete, a mi casa—.Me alejé antes que él
contestará.
Pasé el resto del día reorganizando los libros en la librería. Fui
implacable.
Todo puesto en el más perfecto orden alfabético.Desde su
confortable
poltrona, Julius dio un vistazo. Torció la nariz y dijo:
― ¿Ni un solo espacio para sorpresas? Adoro topar con un libro
fuera de
lugar, mal puesto.
―No me gustan las sorpresas, ―refunfuñé y seguí adelante con la
limpieza.
Al llegar en casa, arreglé mi cuarto. Boté la rosa que Nick dejó
en el
alfeizar de la ventana y que guardé con todo el cuidado dentro de
un
libro.Hasta pensé en cortar mi cabello bien corto, pero lo máximo
que hice
fue emparejar las puntas. Las tijeras eran un recuerdo doloroso de
la
noche anterior.
Nunca dediqué mucho tiempo a la lectura de poesía en la escuela,
principalmente de poesía antigua, pero me hundí con placer en la
colección de “Versos Vintage”.
Abría una página al azar y leía el poema varias veces, hasta que
las
palabras se grabaran en mi cerebro. Encontré un poema que era
perfecto
para mi estado de ánimo. Era un soneto de William Shakespeare.
Repetir
los últimos versos me hizo sentir bien, un poco mejor.
Pues lo juzgué justo y lo consideré brillante:
―Tú que eres negro como el infierno y obscuro como la noche.
Hice la cama y organicé mis ropas. Pensé en ordénalas por colores
pero la
tarea era inútil, ya que solo tenía un traje, cinco camisetas y un
abrigo.
Acababa de colocar mis ropas sobre la cama cuando Sarah tocó la
puerta y
dijo:
―Charlie llego.
Me había olvidado por completo de la invitación para una pizza.
Bajé
corriendo para decirle que no podría ir pero Charlie estaba de
camisa
nueva, jeans recién lavados y sin gorra. Sarah le preguntaba sobre
mi
desempeño en la banda.
Charlie parecía no saber qué hacer con las manos, en momentos las
enfundaba en los bolsillos, en otros las cruzaba en las espaldas,
o las
movía por delante del cuerpo.No tuve coraje de decirle que había
cometido
un error. Entonces salimos y montamos a un autobús hacía Netherby.
No tenía mucha hambre, pero al parecer Charlie ni se dio cuenta de
eso,
pues comía sin parar. Mientras le hacía preguntas sobre música,
parecía
muy feliz de responder.
― ¿Cómo está Freddie? ―pregunté.
Charlie apenas esbozó una sonrisa.
―Se quedó en su cuarto, pensando en la vida.
―Fui un poco dura con él.
―Fuiste maravillosa, Miley. ―Sus ojos tenían un brillo
aterrador.También
se derrumbó, pero él precisaba de un buen susto para pensar mejor,
―Le debo un millón de disculpas. Espero no haberle hecho daño por
el
resto de su vida.
―No te preocupes...
Estaba empezando a divertirme. Charlie era una buena compañía.
Recuperé el apetito hasta el punto de pedir un helado. El
restaurante era
pequeño y todas las mesas estaban ocupadas. Cuando recorrí el
lugar con
la mirada, no me sorprendí encontrar varias caras conocidas.
Estábamos sentados cerca del vicario y de Sheila, la guía
turística del solar
Netherby. Me quedé pensando en el rumor que mi cita produciría.
Cuando me servían helado por la tercera vez, oí por coincidencia
algunos
extractos de su conversación.
―Quiere decir vicario, ¿qué en su opinión debo conversar con Lord
Netherby sobre mi ropa?
―Es una excelente idea Sheila, pero yo esperaría unos días.
―Pero el festival ya estácasi aquí, nadie más conseguirá hablar
con él—. El
vicario comenzó a susurrar y eso me dejó aún más curiosa:
―La cuestión es delicada, pero creo que puedo contar con su
discreción,
Sheila—.Ella le dijo algo que no conseguía entender.
―Hoy es el aniversario de la muerte prematura, de su primer
esposa, por lo
que no considero el momento apropiado para que tú discutas la
apertura
de una sala de té en el solar Netherby.
―Ah, claro, por supuesto.
Claro para mí también.
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