Miley se pasó todo el fin de semana con Anthony, pero no se quedó
a
dormir en su casa porque, a pesar de que él se lo había ofrecido,
no quería
que cuando ella se fuera Nick
y él dejaran de ser amigos. Anthony la
consoló lo mejor que
pudo, y le dijo que estaba seguro de que
Nick
también lo estaba
pasando muy mal,
si no, no
le habría hecho
ese
comentario tan desagradable sobre ellos dos. Ella no estaba tan
segura.
Miley no tenía ni idea de lo que Nick había hecho durante el fin
de
semana. Lo único que sabía era que había dormido en el piso,
porque tanto
el sábado como el domingo por la mañana vio que se había duchado.
De no
haber sido por ese detalle,
habría creído que no estaba.
Aunque apenas
había dormido en los últimos dos días, el lunes por la mañana se
levantó, se
vistió y se fue a trabajar como siempre. Miley no iba a permitir que su
historia con Nick le
estropeara también eso. Trabajar en la revista le
gustaba realmente; sus compañeros eran fantásticos y estaba
aprendiendo
mucho. No quería que nadie se diera cuenta de que tenía el corazón
hecho
añicos. No porque se avergonzara, sino porque no quería que Nick se
enterara. Si él
era capaz de
ignorar lo que
había entre ellos
dos sin
parpadear, ella no iba a
ser menos. Así que,
cada noche, se repetía a sí
misma que estaba a punto de lograrlo, que al día siguiente ya no
tendría
tantas ganas de abrazarlo, y que cuando lo viera ya no se le
aceleraría el
corazón.
Por su parte, Nick estaba agotado. Se había pasado prácticamente
todo el fin de semana
escondido en el gimnasio. No pensar en Miley lo
estaba consumiendo y ya se le estaban acabando las ideas. Se
levantaba
antes que ella, pero el cuarto de baño estaba repleto de sus
trastos, y cada
día tenía que controlarse para no oler su champú o su
colonia. Nunca lo
lograba. Los olía. En la revista, estaba un poco mejor, pero
cuando alguien
le comentaba lo bien que Miley hacía su trabajo o lo dulce que
era, volvía a
empeorar. Por suerte, ella parecía ser capaz de ignorarlo, y casi
no le dirigía
la palabra, porque cuando lo hacía, Nick tenía que concentrarse en no
mirarle los labios y pensar en lo bien que sabían. Para evitar
encontrarse
con Miley en el piso, de noche iba al gimnasio un par de horas a
ver si así
se cansaba y podía dormir, pero ni así lo lograba. Lo único
positivo de todo
aquello era que, a ese ritmo, recuperaría los abdominales de
cuando tenía
veinte años. Al salir del gimnasio se compraba algo de comer e
intentaba
prepararse para el peor
momento del día: entrar en casa. Cada
noche se
decía a sí mismo que estaba a punto de lograrlo, que al día
siguiente ya no
sentiría esas ganas de besarla, y que cuando la viera ya no se le
aceleraría
el corazón.
El miércoles, Miley estaba almorzando con Jack y Amanda en
una
cafetería al lado del trabajo y Jack le cogió la mano, la miró a
los ojos con cara de preocupación y le
preguntó:
—Miley, ¿qué pasa con Nick?
Haciendo uso de
sus recientemente adquiridas
dotes dramáticas,
respondió:
—Nada, ¿por qué lo preguntas?
—¿Nada? —Jack le soltó la mano enfadado—. ¿Cómo que nada? ¿Acaso
no lo ves? ¡Está agotado, más delgado y con un humor de perros!
—Miley, Jack tienen razón, algo le pasa —añadió Amanda—. Estamos
preocupados por él. Es nuestro amigo, y no tenemos ni idea de lo que lo
tiene tan agobiado. Además, con los problemas que tenemos ahora en
la
revista necesitamos que esté al cien por cien.
Miley necesitó unos segundos para procesar toda la información.
Ella
sabía que era imposible que ellos supieran nada de su relación —Nick
nunca se lo habría contado, y Anthony había jurado guardar el secreto—,
así
que no tenía ni idea de qué estaban hablando.
—¿Qué tipo de
problemas? —A Miley ya
le estaban sudando
las
palmas de las manos.
—Bueno, no sé si debería contártelo, es una especie de secreto,
pero
ya que eres tan amiga de Nick,
supongo que puedo confiar en
ti —dijo
Amanda—. ¿Conoces la revista The Scope?
—Sí, bueno, la he visto en los quioscos y Nick tiene algunas en el
piso. —Miley estaba perpleja—. ¿Por qué?
—Últimamente, algunos reportajes
que teníamos previsto
publicar
aparecen «milagrosamente» en esa revista una semana antes que en
la
nuestra —añadió Jack también susurrando.
Miley, que ya estaba al tanto de lo del robo de los artículos, decidió
disimular y fingir que no sabía nada. Por el modo en que Jack y Amanda
hablaban de ello, llegó a la conclusión de que Nick no les había
contado
que ella lo sabía y, como no quería tener otro conflicto con él,
optó por no
decir nada y hacerse la inocente.
—Bueno, somos una revista
de información de actualidad, es lógico
que los reportajes se parezcan. No es que haya muchos temas para
tratar,
¿no?
—No, Miley, no es que se parezcan, es que son los mismos
reportajes,
las mismas fotografías, el mismo ángulo de opinión, las mismas
entrevistas.
Los mismos. Nos los roban. ¿Lo entiendes ahora? —Jack y Amanda
estaban
tensos. Miley no
podía quitarse de
la cabeza que
toda la escena
le
recordaba a Matrix.
Allí estaba ella,
atónita, sentada delante de Jack
y
Amanda como Neo ante Morfeo y Trinity cuando éstos le revelan la
verdad.
—¿Lo entiendes ahora? —repitió Amanda.
—Sí, claro.
—Como ves, Nick
tiene muchas preocupaciones. Para
todos
nosotros, la revista es importante, pero para él es su vida —dijo
Jack—. Ya
que tú vives con él, ¿podrías averiguar qué le pasa?
Miley notó cómo se sonrojaba de la cabeza a los pies.
—¿Yo? —carraspeó ella—.
Sí, bueno, podría intentarlo. Pero no creo
que sirva de mucho. Tal vez deberías hablar con Monique. —Miley no
pudo
resistir la tentación de hacer ese comentario.
—¿Monique? —preguntó Jack perplejo—. No digas chorradas.
—Si tú no eres capaz de convencerlo de que cambie de actitud,
nadie
podrá hacerlo —añadió Amanda sonriendo.
—¿Por qué dices eso?
—Vamos, Miley, todos sabemos que haría cualquier cosa por ti.
—Jack
le golpeó cariñosamente el
hombro—. No te hagas la tonta.
Por cierto —
miró el reloj—, deberíamos regresar al trabajo.
—Sí, claro, seguro que Sam ya ha vuelto. —Amanda se levantó y
salió
apresurada, dejando a Miley sola con Jack.
—¿De verdad estás preocupado por Nick? —se atrevió entonces a
preguntarle.
—Sí. Estos días se lo ve muy cansado y menos concentrado. No sé
qué
le pasa; no creas que no se lo he preguntado, pero su respuesta
estándar es
«Nada. Todo va bien, como siempre». En fin,
espero que tú tengas más
suerte y que averigües algo. Vamos, tenemos que regresar.
Miley volvió al
trabajo, pero pasó la tarde
pensando en cómo podía
ayudar a Nick. Una cosa era que él no la quisiera, ni como amiga
ni como
nada, pero otra que, con su intento de evitarla a todas horas,
acabara
agotado y pusiera en peligro su trabajo. Tenía que hablar con él.
Nick tuvo, otra vez, un día horrible. Había empezado muy pronto, y
nada más llegar a la revista, Sam lo llamó a su despacho.
—¿Puedo hablar contigo?
—Sí, claro.
—Siéntate. ¿Has visto el número de esta semana de The Scope? —A la
vez que se lo preguntaba, le acercaba un ejemplar.
—¿Qué es esta vez? —Nick se puso las gafas y empezó a hojear la
revista.
—Esta vez son de nuevo dos artículos. El de la entrevista con el
primer
ministro y el de los
bodegueros británicos. Nick, tenemos que parar esta
mierda. Nos hundirán, no podemos seguir rellenando nuestra revista
con
artículos rancios, tenemos que averiguar quién nos roba, cómo lo
hace y por
qué. Esto no puede seguir así. —Sam se reclinó en su asiento, mala
señal;
se aflojó la corbata, pésima señal; y sentenció—: Nos dan seis
meses más,
si no, cerrarán The Whiteboard.
Nick notó en ese momento cómo se le helaba la sangre y la espalda
le quedaba empapada de sudor; contradictorio pero propio de él.
—No nos cerrarán.
Averiguaré quién lo hace, y
por los artículos de
relleno no te preocupes, tengo un par de buenos reportajes
«escondidos».
Ahora te los traigo para que puedas leerlos, a ver qué te parecen.
—¿Escondidos? ¿De dónde han salido?
—Los he escrito yo, ya sabes, para eso me contrataste.
—¿Tú?
—Sí, yo, últimamente no duermo mucho, y escribir me relaja. No te
rías. ¿Se puede saber de qué te ríes? ¡Estamos en medio de una
crisis!
—De ti, Nick, me río de ti. Tus problemas de insomnio no tendrán
nada
que ver con esa chica que tiene cara de duende, ¿no? Miley, eso
es, me
encanta el nombre. Creo que deberías presentármela. De hecho, creo
que
los dos deberíais venir a cenar a casa un día de éstos. Silvia y las niñas
estarán encantadas de conocer a la mujer que ha logrado quitarte
el sueño.
—Sam seguía riéndose.
—No, Miley no tiene nada que ver en esto. No sé por qué lo dices.
En
fin, será otra muestra de tu edad senil. Voy a buscar los
artículos antes de
que digas más tonterías. —Y salió apresurado del despacho de Sam.
—¡Nick! ¡Piensa en lo de la cena! —Pero ya le
hablaba a su espalda.
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