Por suerte, a Sam le encantaron los artículos, pero viendo el
humor de
Nick, no se atrevió a volver a mencionar lo de la cena. Ya
encontraría el
momento. Sam era así, nunca se olvidaba de nada, sencillamente,
esperaba
el momento oportuno para volver a la carga. Superado este primer y
gran
incidente, la jornada
de Nick fue
a peor. Tenían
que trabajar a
contrarreloj para modificar
la revista y sacar una edición sin los artículos
robados. Cuando encontrara al espía, le diría un par de cosas.
Para variar,
comió solo. Había pensado hacerlo con Jack, pero cuando vio que
éste salía
con Miley y Amanda, cambió de idea. No se veía capaz de tener a Miley
sentada delante de él. Era cierto que él quería que se
distanciaran, pero ver
cómo ella lo ignoraba adrede delante de sus narices era más de lo
que ese
día se veía capaz de soportar. La tarde no mejoró en absoluto.
Tuvo que
quedarse bastante rato respondiendo e-mails, y el colofón final
fue cuando,
al salir del gimnasio, lo pilló la lluvia. Calado hasta los
huesos, lo único que
quería era llegar a casa, tomarse dos aspirinas y darse una ducha
para ver
si lograba entrar en calor. Abrió la puerta, e iba a entrar en el
baño cuando
la voz de Miley lo detuvo.
—¿Qué te ha pasado?
—La lluvia. ¿Qué haces despierta?
—Te esperaba. Pero
antes de nada, quítate esa ropa empapada y
dúchate con agua caliente. Mientras te prepararé un té.
Miley le estaba hablando desde la cocina y Nick seguía de pie,
chorreando, estupefacto y sin moverse.
—¿Aún estás ahí? Dúchate o te resfriarás.
Entonces Nick reaccionó y se dirigió al baño. Miley
tenía razón,
tenía que quitarse la ropa mojada, ya empezaba a notar los huesos
helados
y un dolor de cabeza que iba in crescendo a una velocidad vertiginosa.
Mientras, Miley, en la cocina, le preparó el té y un sándwich. Jack y
Amanda tenían razón, se lo veía cansado y tenía mal aspecto. Esa
tontería
no podía seguir. Ella ya había encontrado piso, así que lo mejor
que podía
hacer era decírselo y empezar el traslado ese mismo sábado.
Tal vez así pudiesen recuperar algo de su amistad.
—Ya estoy aquí. —Nick se sentó en el sofá. Tenía ojeras y parecía
agotado. Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.
—Toma, bébete esto
caliente. —Miley le
dejó la bandeja
con la
improvisada cena delante, y añadió—: Voy a buscarte un par de
aspirinas.
—Gracias, no hacía
falta que preparases
nada. —Nick estaba
incómodo, le dolía mucho la
cabeza y no tenía ni idea de lo que
estaba
pasando.
—Vamos, tómate las aspirinas y come. —Dejó que comiera un rato en
silencio y luego continuó—: Nick,
te estaba esperando porque quería
hablar contigo de algo importante.
—¿De qué? —preguntó él
antes de acercarse el sándwich
para darle
otro mordisco.
—Ya he encontrado piso.
Sólo tengo que firmar el contrato
y podría
mudarme el fin de semana.
Nick casi se ahoga con el trozo de sándwich que tenía en la boca
y, después de un
pequeño ataque de
tos y dos
sorbos de té,
preguntó
estupefacto:
—¿Mudarte?
—Sí, esta situación
no puede seguir.
Incluso en el
trabajo están
preocupados por tu salud.
—Vayamos por partes. —Nick no entendía nada—. ¿Qué situación?
—Tú y yo. Parecemos dos adolescentes. —Miley se sonrojó al admitir
su parte de culpa en la debacle—. Los dos somos lo bastante
inteligentes
como para darnos cuenta de que esto es insostenible. Lo mejor para
ambos
es que yo me vaya a vivir a otro sitio.
—No estoy de
acuerdo, pero antes
de discutir este
asunto de la
mudanza más a fondo, ¿qué es eso de que en el trabajo están
preocupados
por mí? ¿Por qué?
—Es evidente, ¿no?
¿Cuántas horas has
dormido desde el
pasado
viernes? ¿Y cuánto hace que no comes una comida decente? ¿Te has
visto?
Estás más delgado, tienes ojeras, pareces agotado, y eso no es
bueno para
nadie.
—Estoy bien —balbuceó Nick, y con esa única frase, Miley perdió
los
estribos.
—¿Bien? ¿Cómo vas a estar bien? Lo que estás haciendo es ridículo
y
totalmente innecesario. —No
paraba de mover las manos. Intentar
hacer
entrar en razón a un hombre es realmente difícil.
—¿Qué estoy haciendo?
—Estás evitándome. ¿Crees
que no me he dado cuenta? Yo
estoy
haciendo lo mismo y es igual de ridículo. —Entonces se sentó
delante de él
y lo miró directamente a los ojos. Nick fue a abrir la boca, pero Miley
lo
interrumpió—. Mañana mismo
firmaré el contrato
del piso y
el fin de
semana me mudaré. No tiene sentido que sigamos así. Lo que pasó
entre tú
y yo ya está olvidado. —Ni ella misma se creía esa mentira, así
que, para
disimular, siguió hablando—: Mírate. En tu afán por no toparte
conmigo te
acuestas demasiado tarde,
te levantas antes que yo, no comes con tus
amigos, no cenas en tu casa. Un poco excesivo, ¿no crees?
—Creía que era una buena idea. —Levantó los hombros—. No quería
que estuvieras incómoda.
—Ya, bueno, y si hace falta te matas en el intento, ¿no? Todos
están
preocupados por ti. ¿No crees que por cuatro días podríamos
compartir piso
e intentar hacer vida normal? Pero si lo prefieres, puedo
preguntarle al de la
inmobiliaria si puedo instalarme mañana. Me siento fatal por
echarte de tu
propia casa.
—Tú no me estás echando, y
te repito que no es necesario que te
vayas de aquí. —Estornudó un par de veces—. Siento que todos se
hayan
preocupado por mí, y creo que tienes razón, lo mejor que podemos
hacer es
intentar hacer vida normal. —Era un pésimo mentiroso—. Pero si de
verdad
quieres mudarte, yo mismo te ayudaré a hacer el traslado, aunque ahora
quiero irme a dormir. Me duele mucho la cabeza y me parece que me
he
resfriado. Mañana quiero
que me cuentes todo sobre ese piso, pero
sigo
creyendo que no tienes que irte. —Antes de que ella pudiera
rechistar, se
levantó del sofá y añadió—: Gracias por el té y, en fin, por todo.
Se tambaleó un poco, pero recuperó el equilibrio en seguida y se
dirigió
a su habitación.
—¿Nick? —Miley tenía la sensación de que él se encontraba peor de lo
que decía.
—¿Sí?
—¿Estás bien?
—Sí, claro, sólo necesito dormir. Buenas noches.
—Buenas noches.
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