miércoles, 23 de enero de 2013

What A Feeling- Capitulo 30



Por suerte, a Sam le encantaron los artículos, pero viendo el humor de
Nick, no se atrevió a volver a mencionar lo de la cena. Ya encontraría el
momento. Sam era así, nunca se olvidaba de nada, sencillamente, esperaba
el momento oportuno para volver a la carga. Superado este primer y gran
incidente,  la  jornada  de  Nick  fue  a  peor.  Tenían  que  trabajar  a
contrarreloj  para modificar la revista y sacar una edición sin los artículos
robados. Cuando encontrara al espía, le diría un par de cosas. Para variar,
comió solo. Había pensado hacerlo con Jack, pero cuando vio que éste salía
con Miley y Amanda, cambió de idea. No se veía capaz de tener a Miley
sentada delante de él. Era cierto que él quería que se distanciaran, pero ver
cómo ella lo ignoraba adrede delante de sus narices era más de lo que ese
día se veía capaz de soportar. La tarde no mejoró en absoluto. Tuvo que
quedarse bastante rato respondiendo e-mails, y el colofón final fue cuando,
al salir del gimnasio, lo pilló la lluvia. Calado hasta los huesos, lo único que
quería era llegar a casa, tomarse dos aspirinas y darse una ducha para ver
si lograba entrar en calor. Abrió la puerta, e iba a entrar en el baño cuando
la voz de Miley lo detuvo.
—¿Qué te ha pasado?
—La lluvia. ¿Qué haces despierta?
—Te esperaba.  Pero antes  de nada,  quítate esa ropa  empapada y
dúchate con agua caliente. Mientras te prepararé un té.
Miley le estaba hablando desde la cocina y Nick  seguía de pie,
chorreando, estupefacto y sin moverse.
—¿Aún estás ahí? Dúchate o te resfriarás.
Entonces  Nick  reaccionó y se dirigió al  baño.  Miley tenía razón,
tenía que quitarse la ropa mojada, ya empezaba a notar los huesos helados
y un dolor de cabeza que iba in crescendo a una velocidad vertiginosa.
Mientras, Miley, en la cocina, le preparó el  té y un sándwich.  Jack y
Amanda tenían razón, se lo veía cansado y tenía mal aspecto. Esa tontería
no podía seguir. Ella ya había encontrado piso, así que lo mejor que podía
hacer era decírselo y empezar el traslado ese mismo sábado.
Tal vez así pudiesen recuperar algo de su amistad.
—Ya estoy aquí. —Nick se sentó en el sofá. Tenía ojeras y parecía
agotado. Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.
—Toma,  bébete  esto  caliente.  —Miley  le  dejó  la  bandeja  con  la
improvisada cena delante, y añadió—: Voy a buscarte un par de aspirinas.
—Gracias,  no  hacía  falta  que  preparases  nada.  —Nick  estaba
incómodo,  le dolía mucho la cabeza y no tenía ni  idea de lo que estaba
pasando.
—Vamos, tómate las aspirinas y come. —Dejó que comiera un rato en
silencio y luego continuó—: Nick,  te estaba esperando porque quería
hablar contigo de algo importante.
—¿De qué? —preguntó él  antes de acercarse el  sándwich para darle
otro mordisco.
—Ya he encontrado piso.  Sólo tengo que firmar el  contrato y podría
mudarme el fin de semana.
Nick casi se ahoga con el trozo de sándwich que tenía en la boca y, después  de  un  pequeño  ataque  de  tos  y  dos  sorbos  de  té,  preguntó
estupefacto:
—¿Mudarte?
—Sí,  esta  situación  no  puede  seguir.  Incluso  en  el  trabajo  están
preocupados por tu salud.
—Vayamos por partes. —Nick no entendía nada—. ¿Qué situación?
—Tú y yo. Parecemos dos adolescentes. —Miley se sonrojó al admitir
su parte de culpa en la debacle—. Los dos somos lo bastante inteligentes
como para darnos cuenta de que esto es insostenible. Lo mejor para ambos
es que yo me vaya a vivir a otro sitio.
—No  estoy  de  acuerdo,  pero  antes  de  discutir  este  asunto  de  la
mudanza más a fondo, ¿qué es eso de que en el trabajo están preocupados
por mí? ¿Por qué?
—Es  evidente,  ¿no?  ¿Cuántas  horas  has  dormido  desde  el  pasado
viernes? ¿Y cuánto hace que no comes una comida decente? ¿Te has visto?
Estás más delgado, tienes ojeras, pareces agotado, y eso no es bueno para
nadie.
—Estoy bien —balbuceó Nick, y con esa única frase, Miley perdió los
estribos.
—¿Bien? ¿Cómo vas a estar bien? Lo que estás haciendo es ridículo y
totalmente innecesario.  —No paraba de mover las manos.  Intentar hacer
entrar en razón a un hombre es realmente difícil.
—¿Qué estoy haciendo?
—Estás  evitándome.  ¿Crees  que no me he dado cuenta?  Yo estoy
haciendo lo mismo y es igual de ridículo. —Entonces se sentó delante de él
y lo miró directamente a los ojos. Nick fue a abrir la boca, pero Miley lo
interrumpió—.  Mañana  mismo  firmaré  el  contrato  del  piso  y  el  fin  de
semana me mudaré. No tiene sentido que sigamos así. Lo que pasó entre tú
y yo ya está olvidado. —Ni ella misma se creía esa mentira, así que, para
disimular, siguió hablando—: Mírate. En tu afán por no toparte conmigo te
acuestas demasiado tarde,  te levantas antes que yo,  no comes  con tus
amigos, no cenas en tu casa. Un poco excesivo, ¿no crees?
—Creía que era una buena idea. —Levantó los hombros—.  No quería
que estuvieras incómoda.
—Ya, bueno, y si hace falta te matas en el intento, ¿no? Todos están
preocupados por ti. ¿No crees que por cuatro días podríamos compartir piso
e intentar hacer vida normal? Pero si lo prefieres, puedo preguntarle al de la
inmobiliaria si puedo instalarme mañana. Me siento fatal por echarte de tu
propia casa.
—Tú no me estás echando,  y te repito que no es necesario que te
vayas de aquí. —Estornudó un par de veces—. Siento que todos se hayan
preocupado por mí, y creo que tienes razón, lo mejor que podemos hacer es
intentar hacer vida normal. —Era un pésimo mentiroso—. Pero si de verdad
quieres mudarte, yo mismo te ayudaré a hacer el  traslado, aunque ahora
quiero irme a dormir. Me duele mucho la cabeza y me parece que me he
resfriado.  Mañana quiero que me cuentes todo sobre ese piso,  pero sigo
creyendo que no tienes que irte. —Antes de que ella pudiera rechistar, se
levantó del sofá y añadió—: Gracias por el té y, en fin, por todo.
Se tambaleó un poco, pero recuperó el equilibrio en seguida y se dirigió
a su habitación.
—¿Nick? —Miley tenía la sensación de que él se encontraba peor de lo que decía.
—¿Sí?
—¿Estás bien?
—Sí, claro, sólo necesito dormir. Buenas noches.
—Buenas noches.

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