miércoles, 23 de enero de 2013

What A Feeling- Capitulo 35




Miley regresó en menos de cinco minutos,  y cuando fue a poner la
mesa se llevó otra sorpresa. Nick había comprado flores. No iba a poder
resistirlo.
—¿Flores?
—Sí, las he visto mientras compraba las verduras y he pensado que te
gustarían —contestó desde la cocina—. ¿Te gustan?
—Son preciosas. —Como no sabía qué más decir se concentró en poner
la mesa. Miley dudó que jamás lograra recuperarse de esa cena.
Nick apareció con un plato en cada mano.
—Bueno, a ver qué tal me ha salido esto.
—Ya te he dicho antes que huele muy bien.
—Gracias. Ahora a ver qué tal sabe.
Los dos probaron la comida.
—Genial. De lo mejor que he comido nunca. Te felicito.
—No exageres —respondió Nick  un poco incómodo por  el  piropo.
Tras unos segundos,  se le dibujó una sonrisa en los  labios—. Acabo de
darme cuenta de una cosa.
—¿De qué? —preguntó Miley llevándose el tenedor a la boca.
—Si he cocinado yo, a ti te toca limpiar. —Le guiñó un ojo.
—Ésas son las normas —convino ella también sonriendo.
—Pues te advierto que he ensuciado mucho.
—No importa.
Comieron unos minutos más en silencio hasta que Nick ya no pudo
aguantar y le preguntó directamente:
—¿Sigues teniendo intención de mudarte a otro piso?
Miley se atragantó con la comida.
—¿Quieres que lo haga?
—No —respondió él  sin dudar ni  un instante. Desde la noche en que
estuvo enfermo, Nick había empezado a plantearse que tal vez estuviera
equivocado. Tal vez enamorarse no fuera tan malo; además, era incapaz de
imaginarse sintiendo todo eso por alguien que no fuera Miley.  Aún tenía
muchas dudas, pero lo único que tenía claro era que no quería que ella se
fuese de su casa.
—Entonces  no lo haré.  La verdad es  que yo tampoco quiero.  —Se
limpió los labios y continuó—. Ahora que tú y yo volvemos a ser amigos, no
me apetece vivir sola. —Sintió la tentación de confesarle que lo echaría de
menos, pero no se atrevió, y en vez de eso dijo—: ¿De verdad no te molesta
que me quede?
—Pues claro que no. Todo lo contrario. —Bebió un poco de vino—. Me
alegra ver que volvemos a ser amigos, echaba de menos... —Como no sabía
cómo describir lo que había entre ellos, movió las manos—... esto.
—Yo también. —«Sea lo que sea», pensó Miley.
—Recuerdo que me dijiste que estabas a punto de firmar el contrato de
alquiler. ¿Llegaste a hacerlo? —Nick hablaba sin apenas mirarla. Estaba
nervioso.
—No.  Estabas  tan  enfermo  que  al  final  no  fui  —respondió  Miley
también nerviosa. No quería decirle que estaba tan preocupada por él que
se había olvidado completamente del tema.
—Lo siento.
—No te preocupes.  Le pedí  a Anthony que llamara a la inmobiliaria
para anular la cita.  —Anthony se había portado como un sol.  Tan pronto
como supo que Nick estaba enfermo, se ocupó de solucionar el tema, y
cada  día  la  llamaba  para  preguntarle  cómo  iban  las  cosas.  Miley  se
alegraba mucho de contar con alguien como él, pero por la cara que puso
Nick, vio que él no pensaba lo mismo. Miley quería confesarle que sólo
eran amigos,  pero como Anthony le había aconsejado que aún no dijera
nada, se mordió la lengua. Los consejos de ese adorable canalla solían ser
acertados.  Miley  optó  por  cambiar  de  tema—.  ¿Te  ha  pasado  algo
interesante hoy?
—He tenido una reunión con Sam. —Nick se dio cuenta de que ella
no quería hablar de Anthony. Bebió un poco de vino y pensó que ya volvería
a sacar ese tema más tarde. Por el momento prefería seguir disfrutando de
la tregua que se había instalado entre ellos.
—¿Ah, sí?
—Sí, y el sábado nos ha invitado a su casa de campo. Su mujer y sus
hijas quieren conocerte.  ¿Te apetecería ir? Si  no,  no pasa nada,  pero he
pensado que podría estar  bien.  —Nick  intentó que su tono de voz no
delatara lo importante que era su respuesta para él.
—Sí,  podría  estar  bien.  Si  tú quieres  ir,  vamos  —respondió  Miley,
aunque no sabía por qué querían conocerla.
—Entonces iremos. —Nick acabó de comer—. ¿Has terminado? Pues
siéntate en el sofá y prepara la película mientras yo ordeno esto.
—De eso ni hablar. Hoy me toca a mí recoger. —Se levantó y recogió
los platos.
Nick puso la película en el DVD y se sentó a esperar a Miley. No le
gustaba  nada que estuviera  recogiendo  la  cocina  sola,  pero  ella  había
insistido en que ésas eran las normas.
—¿Tienes velas? —preguntó Miley al salir de la cocina.
—¿Velas? —se sorprendió Nick—. ¿Para qué?
—Una película como ésta no se puede ver con luz normal. —Miley lo
miró como si la respuesta fuera obvia.
—Ah, claro, perdona. Supongo que en el último cajón del mueble que
está al lado de la tele habrá algunas. Aunque no sé si será lo que buscas.
Las compré el  año pasado,  cuando hubo unos cortes de luz. —Nick  se
levantó y empezó a rebuscar  dentro del  cajón—. Aquí  están.  ¿Éstas  te
parecen bien? —Le ofreció tres velas.
Miley las cogió,  las colocó encima de la mesilla baja y las encendió.
Luego apagó la luz y se sentó en el sofá con las piernas cruzadas, como una
india. Le encantaba sentarse así para ver películas.
—Vamos, Nick, ven aquí. —Dio unos golpecitos al sofá indicando que
esperaba que él se sentara a su lado.
—Ya voy. —Nick aún estaba de pie, observando el ritual de Miley. Al
ver que ella ya lo daba por finalizado, se acercó al sofá y, para mantener un poco las distancias, puso un cojín entre los dos con la excusa de apoyarse
mejor. No quería estropear la noche, y si se sentaba demasiado cerca no se
veía capaz de controlar las ganas que tenía de besarla.
La  película  empezó.  Nick  no  la  había  visto,  pero  estaba  más
interesado en mirar a Miley que en otra cosa. Era fascinante ver cómo se
sorprendía, se asustaba, y eso que, según ella, ya la había visto un montón
de veces. Pero cuando Drácula intenta morder a Keanu Reeves, a quien, en
opinión de Miley y sus hermanas, habría que considerar patrimonio de la
humanidad, ella se abrazó a él y Nick se quedó petrificado.
—¿Qué te pasa?
—Odio esta escena.  Me pone los  pelos  de punta.  —Miley tenía la
cabeza pegada a su pecho.
—Pero si ya la has visto, ya sabes lo que va a pasar. —Nick estaba
perplejo, y empezaba a costarle respirar; por no hablar del  problema que
empezaba a tener entre las piernas.
—Ya sé que no tiene lógica, pero no puedo evitarlo. Cuando acabe, me
avisas. —Ella seguía sin moverse y su cerebro no paraba de repetirle que le
encantaba el olor de Nick.
—Ya está, ya ha salido de la habitación, ya puedes darte la vuelta.
Él no hizo ningún esfuerzo para que ella se soltara.
Miley se volvió, pero no recuperó su posición inicial, sino que se quedó
a su lado, apoyó la cabeza en el pecho de Nick y puso la mano encima de
su cadera. La excusa de los sustos de la película era perfecta, pero además
a él parecía no importarle; incluso se movió para que ella pudiera acercarse
más y le rodeó la espalda con un brazo. A medida que la historia de Drácula
avanzaba, Nick y Miley estaban cada vez más abrazados, él le acariciaba
el  brazo cuando ella se asustaba y ella le recorría suavemente con las
manos los abdominales o el muslo. Ninguno de los dos decía nada. Cuando
llegó la escena final, Miley empezó a llorar. Fue a enjugarse las lágrimas
con la manga de la camiseta, pero notó cómo Nick se incorporaba y le
cogía la cara entre las manos. Seguro que se reía de ella. Pero no, sin decir
nada, recogió con el pulgar una de sus lágrimas, la miró directamente a los
ojos, sonrió y susurró:
—No llores. Sólo es una película. —Seguía acariciándole las mejillas.
—Es tan triste. —Miley continuaba llorando—. Se quieren tanto. Todas
las historias de amor que me gustan acaban mal.
—¿Todas?  —Ahora  él  le  acariciaba  el  pelo,  parecía  totalmente
concentrado en desenredárselo.
—Todas.  —Dejó de llorar  y sintió cómo a cada pequeña caricia de
Nick, se le aceleraba el pulso Si no la soltaba, iba a tener un problema—.
Ya estoy bien.
—Yo no.
La miró a los ojos. Le temblaban las manos; bajó suavemente la cabeza
y la besó. Eran unos besos suaves, ligeros, como de mariposas. Le besó las
mejillas, los párpados, los labios, la nariz. Miley estaba perpleja, las veces
anteriores en que Nick la había besado era como si no pudiera evitarlo,
pero en esa ocasión era como si quisiera hacerlo, como si ella fuera lo único
que le importara. Nick le cogió las manos y empezó a besarle las puntas
de los dedos.
—Nick, ¿qué haces? —A Miley empezaba a costarle respirar.
—Besarte.  Pero no debo de estar haciéndolo muy bien si  tienes que
preguntármelo. —Él sonrió, pero siguió con el camino de besos que estaba
dibujando ya en su muñeca.
—No,  lo haces  muy bien.  Estoy  segura de que te lo habrán dicho
muchas veces. Demasiadas. Lo que quiero saber es por qué. —Miley cerró
los ojos, Nick le estaba besando el cuello y le acariciaba la espalda.
—Nunca nadie como tú. Mils, ¿me escuchas? Nunca ha habido nadie
como tú.  Me estás volviendo loco,  no puedo concentrarme en el  trabajo,
ando como trastornado todo el  día,  pensando en lo que debes de estar
haciendo, y por las noches no puedo dormir. Estas últimas semanas me he
dado cuenta de una cosa.  —Se separó un poquito de ella,  aunque sin
soltarle las manos, quería seguir tocándola—. No sé cómo decirte adiós.
A Miley le temblaba el  labio inferior y volvía a estar al  borde de las
lágrimas.
—Pero tampoco sé cómo pedirte que te quedes.
Entonces la soltó para pasarse las manos por el pelo nerviosamente.
—¿Quieres que me quede? —Miley le acarició la rodilla.
Nick  se levantó y empezó a pasear por delante del  televisor,  que
ahora tenía la pantalla azul.
—Sí,  creo que sí.  Pero me da miedo.  No se me da muy bien lo de
necesitar a los demás. Nunca me he en... —antes de decir «enamorado»,
rectificó—, sentido tan bien con nadie, pero no sé si puedo. No sé si tengo
determinados sentimientos o, mejor dicho, no sé si quiero tenerlos.
—Tranquilo. —Miley se puso también de pie y le acarició la espalda.
—No quiero hacerte daño. No me lo perdonaría y... —Levantó el labio
en una media sonrisa—. Seguramente Guillermo me mataría.
—No te preocupes, sé cuidarme sola. Los problemas que tengamos, si
es que llegamos a tenerlos, los solucionaremos en su momento. Sólo quiero
saber una cosa,  ¿estás seguro? —Miley se paró delante de él,  mirándolo
directamente a los ojos.
—Sí  —respondió  él  sin  dudar  ni  un  segundo—.  ¿Y  tú?,  ¿quieres
quedarte?
—Sí.
Nick  soltó  el  aire  que  no  sabía  que  estaba  reteniendo  en  los
pulmones, y la besó. Miley estaba apoyada contra la pared, Nick la tenía
atrapada, había colocado cada una de sus manos al lado de su cabeza, y
con el vientre y las piernas la mantenía totalmente prisionera. Tampoco era
que Miley quisiera ir a ninguna otra parte; por nada del mundo. Los besos
habían  comenzado  dulces,  despacio,  pero  ahora  eran  cada  vez  más
hambrientos.  Los  dos  hacían  esfuerzos  por  respirar,  una  actividad
demasiado sobrevalorada. Nick se apretó aún más contra ella, como si
quisiera  fundirse  con  su  cuerpo,  y  abandonó  su  boca  para  centrar  su
atención en su cuello. Le lamió el interior de la muñeca y Miley gimió. Notar
los labios de Nick contra su piel era algo que pensaba que no volvería a
suceder.
—Nick. —A ella le costaba respirar—. Me tiemblan las rodillas.
—Eso es bueno.
Él  seguía besándole el  cuello.  Con una mano empezó a quitarle la
camiseta  a  la  vez  que  metía  una  rodilla  entre  sus  piernas.  Apretó  su
erección contra su cuerpo y volvió a besarla.  La boca de Miley lo volvía loco, su forma, su textura, cómo temblaba cuando él estaba cerca, cómo se
movía al ritmo de la de él. Nunca se había fijado en esos detalles, pero con
ella todos parecían importantes. Sus suspiros, sus temblores. Todo.
—Tu olor. Casi me vuelvo loco estas semanas, oliéndote. ¿Sabes que
antes de meterme en la ducha huelo tu perfume? —Estaba tan excitado que
no se daba cuenta de lo que decía, sólo era consciente de que necesitaba
tocarla, besarla, estar dentro de ella. Tenía que recuperar el control o todo
acabaría demasiado pronto,  y si  de algo estaba seguro era de que Miley
merecía más que un revolcón rápido en el suelo. Así que dejó de besarla y
volvió a centrar su atención en su cuello. Era preciosa, tenía una piel suave
y respondía a sus caricias con una naturalidad que lo volvía loco.  ¿Cómo
había podido pasar tanto tiempo viviendo con ella sin tocarla todos los días?
Los dos habían perdido un tiempo precioso. Miley colocó una de sus manos
en su erección,  lo acarició y,  cuando notó que él  se apretaba aún más
contra su mano, lo acarició con más fuerza. Apartó la mano un segundo con
la intención  de repetir  la caricia,  esta  vez  sin la barrera del  pantalón.
Aunque éste no era  un gran impedimento:  el  algodón del  pantalón de
Nick era delgado, el de unos pantalones que se han lavado mucho, pero
él no se veía capaz de aguantar las caricias de Miley directamente sobre su
piel.  Quería,  necesitaba que ella estuviera tan al  límite como él  antes de
hacer  el  amor.  No se planteó el  porqué,  siempre había sido un amante
generoso y siempre se había preocupado de sus parejas, pero Miley era...
No sabía qué era,  sólo sabía que todo aquello era nuevo para él,  y que
quería que fuera especial. Tanto en la cama como fuera de ella. Quería que
Miley se quedara, que fuera suya. La mordió suavemente. Primero sólo iba
a besarla otra vez en el cuello, pero al sentir cómo temblaba, le vino a la
cabeza la película que acababan de ver. Era una idea infantil, pero en ese
momento pensó que quizá Miley y él sí tenían un futuro juntos, y que quizá
estaban destinados a estar  el  uno con el  otro.  La mordió un poco más
fuerte, sin hacerle daño; nunca le haría daño. Sólo quería sentirla suya, y
cuando la notó temblar y apretarse aún más contra su vientre, vio que a
ella también le gustaba.

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