—Mamá, escúchame un momento. —Nick respiró hondo para
tranquilizarse y alargó las manos, como sí así pudiera detenerla—. Miley
ya sabía lo de Medianoche. Yo solo le expliqué lo de la Cruz Negra porque
no me quedó más remedio. Ella sabía de la existencia de los vampiros de
antes, ¿vale?
—No, no vale. Puede que tu error sea comprensible, pero no por eso
deja de ser un error. A estas alturas ya deberías saberlo. —Se retiró el
flequillo hacia atrás y me miró con mayor detenimiento que antes. La
actitud despreocupada de Kate había desaparecido—. ¿Cómo te enteraste
de su existencia?
Al principio creí que hablaba de la Cruz Negra, pero enseguida
comprendí que se refería a la existencia de los vampiros. Nick no le había
explicado qué era yo en realidad y, al sentir cómo se removía en su
asiento a mi lado, adiviné que le había ocultado la verdad para
protegerme. Estaba claro que tampoco le habría mencionado el hecho de
que, hasta cierto punto, ahora él también tenía poderes vampíricos.
Por eso hice lo que estaba visto que a Nick y a mí se nos daba mejor:
mentir.
—Había todo tipo de pistas: que la escuela no sirviera comida a los
alumnos y que por eso todo el mundo comiera en privado; ardillas muertas
por todas partes; las actitudes e ideas más propias de otros tiempos que
mostraba mucha gente... No fue tan difícil.
—Pues a mí no me parecen pruebas demasiado convincentes. —
Recelosa, Kate puso el motor en marcha y enfiló a toda velocidad una
carretera que conducía fuera de la ciudad—. Es la primera vez que te
topas con lo sobrenatural y ¿con eso te basta para averiguar lo que está
ocurriendo?
—Miley te está ocultando parte de la verdad para no asustarte —
intervino Nick —. Ella fue la que me ayudó cuando me ocurrió esto.
Se abrió el cuello de la camisa con sumo cuidado. Todavía podían
apreciarse las oscuras marcas rosadas en la piel, las cicatrices que le
habían quedado después de mi segundo mordisco.
—Dios mío. —Kate se inclinó sobre mí inmediatamente para tocar el
brazo de Nick . Así que, después de todo, le podía la madre que llevaba
dentro, aunque no lo demostrara siempre—. Sabíamos que esto podía
ocurrir, lo sabíamos, pero yo quise engañarme convenciéndome de que no
ocurriría.
Nick se zafó de ella, avergonzado.
—Mamá, estoy bien.
—Habéis escapado. ¿Cómo lo habéis conseguido?
—Maté a uno de ellos, a un vampiro llamado Erich que había estado
amenazando a varios alumnos humanos. Nos enzarzamos en una pelea y
él se llevó la peor parte. En realidad no hay mucho más que contar.
El don de Nick para el engaño era más fácil de admirar cuando la
víctima de sus mentiras era otra. Sin embargo, lo verdaderamente
admirable era que en realidad Nick no estaba inventándose nada;
ciñéndonos a lo ocurrido, todo lo que le había dicho a su madre hasta el
momento era cierto. Él simplemente se había limitado a explicar los
hechos de un modo que conduciría a Kate a creer que los acontecimientos
se habían desarrollo de un modo distinto y, según los cuales, Erich habría
mordido a Nick y yo sería la chica encantadora, espabilada y
completamente normal que le había ayudado a recuperarse.
—Entonces sabes a qué nos enfrentamos —dijo Kate, dirigiéndose a mí
con mayor respeto que antes. Estaba visto que quien ayudara a su hijo
merecía su consideración. No apartó la vista de la carretera en ningún
momento, conduciendo a toda velocidad por las calles mal pavimentadas.
Nos dirigíamos a un barrio más pequeño que parecía bastante más viejo y
abandonado—. Es un trabajo peligroso y no estás preparada para ello,
pero a mi entender tenemos la responsabilidad de mantenerte a salvo. Si
esa mala pécora de la señora Bethany averigua que estás ayudando a un
miembro de la Cruz Negra, tu vida no valdrá nada.
No dudaba que la señora Bethany haría cualquier cosa por proteger sus
secretos, pero me costaba mucho creer que estuviera dispuesta a matar, y
mucho menos a mí.
—Tanto tiempo desperdiciado y tantos peligros, ¿para qué? Porque dudo
que al final consiguieras averiguar el gran secreto —le dijo a Nick —.
Supongo que si lo supieras habría aparecido mencionado en tus informes.
Nick sacudió la cabeza cansinamente.
—No, no tengo ni idea, pero no hace falta que me machaques, ¿vale?
—¿Qué secreto? —Pensé que tal vez podría ser algo que mis padres
hubieran mencionado alguna vez. Si podía ayudar a Nick , si había algún
tipo de información que pudiera revelarle sin perjudicar a mis padres o a
Balthazar, se la daría—. ¿Qué estabais tratando de averiguar en
Medianoche?
—Es el primer año que admiten alumnos humanos. El miembro de la
Cruz Negra que se infiltró antes que Nick y los pocos humanos a los que
les han abierto las puertas a lo largo de su historia son casos muy
especiales, excepciones que los vampiros de Medianoche hacen para
echarle el guante a grandes sumas de dinero y no llamar la atención. Sin
embargo, no sé que se traerán entre manos, pero ahora es diferente. Han
admitido a un mínimo de treinta humanos. ¿Por qué han cambiado las
normas?
La señora Bethany había dicho que habían permitido la entrada de
«alumnos nuevos» en Medianoche para que nosotros pudiéramos tener
una visión más amplia del mundo. En realidad, eso era lo último que ella
deseaba. Sí, los alumnos iban allí para conocer mejor el mundo que les
rodea, pero el propósito de la señora Bethany era otro, y tener alumnos
humanos en Medianoche comprometía ese propósito.
Raquel no había tardado mucho en darse cuenta de que algo no
funcionaba, aunque no sabía exactamente qué, y el ejemplo de Nick
hablaba por sí solo. Además, los vampiros se veían obligados a ocultar lo
que eran en uno de los pocos lugares de la tierra donde se suponía que
podían relajarse y ser ellos mismos. Únicamente un motivo muy poderoso
podía llevar a la señora Bethany a permitir algo por el estilo, pero ¿cuál?
—Pues no lo sé —admití.
—¿Cómo ibas a saberlo? —Kate se encogió de hombros, enfilando una
calle sombreada. Las casas tenían aspecto destartalado y un par de ellas
parecían abandonadas. Frenó en la entrada trasera de uno de esos
edificios deshabitados, aunque pronto comprendí que no se trataba de una
casa cualquiera. Era un centro cívico, uno de esos que hay en casi todos
los pueblos de Nueva Inglaterra, aunque era evidente que hacía décadas
que nadie lo utilizaba. Al menos la mitad de las ventanas estaban rotas y
la pintura blanca se estaba descascarillando y tenía manchas de humedad
—. Solo que conservaras el juicio después de lo que has descubierto sobre
los chupa-sangres es más de lo que mucha gente soportaría. Nick es un
profesional. Si no ha conseguido averiguar el secreto, es que lo han
enterrado muy bien.
—Un profesional, ¿eh? —dijo Nick , bajando de la furgoneta con una
sonrisa de oreja a oreja.
Me dio la impresión de que su madre no solía elogiarlo a menudo, pero
que, cuando lo hacía, Nick lo recibía como el agua de mayo.
Kate asintió con la cabeza y vi que su sonrisa y la de Nick se parecían
mucho.
—Lo siento, pero me temo que un profesional que vuelve a estar de
servicio. Hay mucho que hacer.
Me pregunté a qué se referiría.
—¿De servicio?
Kate recuperó su compostura habitual.
—No me refiero a ti, Miley , tú ya has hecho suficiente. Siempre estaré
en deuda contigo, siempre. Has ayudado a Nick a salir de ese agujero
infecto, incluso le has salvado la vida... —Me sonrió mientras nos
dirigíamos a la puerta trasera de la casa—. No voy a compensarte
enviándote a correr peligros. Te quedarás aquí, a salvo. Nosotros nos
ocuparemos de todo lo demás.
—Cuando dices «nosotros» te refieres a...
—La Cruz Negra.
Kate giró la llave en la cerradura sin más y le dio un empujón a la
puerta. Me estremecí intranquila al dirigirme hacia la oscuridad, pero mi
visión se adaptó rápidamente a la penumbra y enseguida divisé la escena
que se desarrollaba en su interior. Había cerca de una docena de personas
reunidas en una sala alargada y rectangular con suelo de madera, tan
viejo que los tablones se habían encogido y estaban separados. Todavía
quedaban pegados a la pared unos cuantos bancos, también de madera,
tan pulposa y vieja que se astillaba. Había armas en todos ellos, como si
las hubieran dispuesto de aquella manera para realizar un inventario:
cuchillos, estacas, incluso hachas. Las personas que había allí reunidas
eran de lo más variopintas, no podrían ser entre ellas más diferentes: altas
y bajas; gordas, flacas y musculosas; vestidas con ropa de diario de
diversos estilos. Había una chica alta y negra que no parecía mucho mayor
que Nick , con una sudadera con capucha varias tallas más grande junto a
un anciano de pelo corto y plateado que llevaba una chaqueta de punto
muy ancha de color gris y gafas de lectura colgadas de un cordón marrón.
Lo único que todas aquellas personas parecían tener en común fue el
suspiro de alivio unánime que soltaron al reconocer a Nick .
—Hola, chicos —dijo Nick , dándome la mano.
—Lo has conseguido —dijo la chica de la sudadera, quien resultó tener
una amplia sonrisa que dejaba a la vista un diente torcido que le daba
cierto encanto—. Aunque no creo que hayas aguantado hasta los finales, a
no ser que ahora se hagan en marzo, claro.
—Que sí, Dana. No he aguantado todo el curso, así que ganas la
apuesta. —Nick se encogió de hombros—. Aunque como los vampiros me
quitaron la cartera, me temo que tendrás que contentarte con una victoria
moral.
—Por lo que parece no has olvidado traerte lo más importante. —Dana
me tendió una mano. No me hacía ninguna gracia soltar la de Nick , así
que se la estreché con la izquierda—. Me llamo Dana. Nick y yo nos
conocemos desde hace mucho tiempo. Tú debes de ser Miley.
—¿De qué me conoces?
—Pero si no ha hablado de otra cosa durante todas las Navidades.
Dana se echó a reír. Miré a Nick de soslayo y su tímida sonrisa me
complació y, a pesar de encontrarme entre extraños, me hizo sentir
segura de mí misma.
—Ah, ¿con que esta es tu joven dama? —El caballero de cabello gris nos
regaló una amplia sonrisa—. Soy el señor Watanabe. Conozco a Nick
desde que era...
—Lo suficiente para avergonzarlo —lo interrumpió otra persona, un
hombre alto y moreno con bigote. Me puso nerviosa aunque no supe
definir por qué, y las cicatrices gemelas de la mejilla derecha le daban un
aspecto un poco intimidante incluso cuando sonreía. Kate le pasó un brazo
sobre los hombros al llegar junto a nosotros—. Me llamo Eduardo, soy el
padrastro de Nick .
—Ah, bien, hola. Es un placer.
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