jueves, 3 de enero de 2013

at dusk niley- capitulo 56


—Mamá,  escúchame  un  momento.  —Nick respiró  hondo  para 
tranquilizarse y alargó las manos, como sí así pudiera detenerla—. Miley
ya sabía lo de Medianoche. Yo solo le expliqué lo de la Cruz Negra porque 

no me quedó más remedio. Ella sabía de la existencia de los vampiros de
antes, ¿vale?
—No, no vale. Puede que tu error sea comprensible, pero no por eso
deja de ser un error.  A estas alturas ya deberías saberlo.  —Se retiró el
flequillo hacia  atrás  y me miró con mayor detenimiento que antes.  La
actitud despreocupada de Kate había desaparecido—. ¿Cómo te enteraste
de su existencia?
Al  principio  creí  que  hablaba  de  la  Cruz  Negra,  pero  enseguida
comprendí que se refería a la existencia de los vampiros. Nick no le había
explicado  qué era  yo en realidad  y,  al  sentir  cómo se  removía  en su
asiento  a  mi  lado,  adiviné  que  le  había  ocultado  la  verdad  para
protegerme. Estaba claro que tampoco le habría mencionado el hecho de
que, hasta cierto punto, ahora él también tenía poderes vampíricos.
Por eso hice lo que estaba visto que a Nick y a mí se nos daba mejor:
mentir.
—Había todo tipo de pistas:  que la  escuela no sirviera comida a los
alumnos y que por eso todo el mundo comiera en privado; ardillas muertas
por todas partes; las actitudes e ideas más propias de otros tiempos que
mostraba mucha gente... No fue tan difícil.
—Pues  a  mí  no  me  parecen  pruebas  demasiado  convincentes.  —
Recelosa, Kate puso el motor  en marcha y enfiló  a toda velocidad una
carretera que conducía fuera de la  ciudad—. Es  la  primera vez que te
topas con lo sobrenatural y ¿con eso te basta para averiguar lo que está
ocurriendo?
—Miley te  está ocultando  parte  de la  verdad para no asustarte  —
intervino Nick —. Ella fue la que me ayudó cuando me ocurrió esto.
Se  abrió  el  cuello  de  la  camisa  con  sumo cuidado.  Todavía  podían
apreciarse  las  oscuras  marcas  rosadas en la  piel,  las  cicatrices  que le
habían quedado después de mi segundo mordisco.
—Dios mío.  —Kate se inclinó sobre mí inmediatamente para tocar el
brazo de Nick . Así que, después de todo, le podía la madre que llevaba
dentro,  aunque no lo  demostrara  siempre—. Sabíamos  que esto  podía
ocurrir, lo sabíamos, pero yo quise engañarme convenciéndome de que no
ocurriría.
Nick se zafó de ella, avergonzado.
—Mamá, estoy bien.
—Habéis escapado. ¿Cómo lo habéis conseguido?
—Maté a uno de ellos, a un vampiro llamado Erich que había estado 
amenazando a varios alumnos humanos. Nos enzarzamos en una pelea y
él se llevó la peor parte. En realidad no hay mucho más que contar.
El  don de Nick para el  engaño era más fácil  de admirar cuando la
víctima  de  sus  mentiras  era  otra.  Sin  embargo,  lo  verdaderamente
admirable  era  que  en  realidad  Nick no  estaba  inventándose  nada;
ciñéndonos a lo ocurrido, todo lo que le había dicho a su madre hasta el 

momento  era  cierto.  Él  simplemente  se  había  limitado  a  explicar  los
hechos de un modo que conduciría a Kate a creer que los acontecimientos
se habían desarrollo de un modo distinto y, según los cuales, Erich habría
mordido  a  Nick y  yo  sería  la  chica  encantadora,  espabilada  y
completamente normal que le había ayudado a recuperarse.
—Entonces sabes a qué nos enfrentamos —dijo Kate, dirigiéndose a mí
con mayor respeto que antes. Estaba visto que quien ayudara a su hijo
merecía su consideración. No apartó la vista de la carretera en ningún
momento, conduciendo a toda velocidad por las calles mal pavimentadas.
Nos dirigíamos a un barrio más pequeño que parecía bastante más viejo y
abandonado—. Es un trabajo peligroso y no estás preparada para ello,
pero a mi entender tenemos la responsabilidad de mantenerte a salvo. Si
esa mala pécora de la señora Bethany averigua que estás ayudando a un
miembro de la Cruz Negra, tu vida no valdrá nada.
No dudaba que la señora Bethany haría cualquier cosa por proteger sus
secretos, pero me costaba mucho creer que estuviera dispuesta a matar, y
mucho menos a mí.
—Tanto tiempo desperdiciado y tantos peligros, ¿para qué? Porque dudo
que al  final  consiguieras  averiguar  el  gran secreto —le dijo  a Nick —.
Supongo que si lo supieras habría aparecido mencionado en tus informes.
Nick sacudió la cabeza cansinamente.
—No, no tengo ni idea, pero no hace falta que me machaques, ¿vale?
—¿Qué secreto? —Pensé que tal  vez podría ser algo que mis padres 
hubieran mencionado alguna vez. Si podía ayudar a Nick , si había algún
tipo de información que pudiera revelarle sin perjudicar a mis padres o a
Balthazar,  se  la  daría—.  ¿Qué  estabais  tratando  de  averiguar  en
Medianoche?
—Es el primer año que admiten alumnos humanos. El miembro de la
Cruz Negra que se infiltró antes que Nick y los pocos humanos a los que
les  han  abierto  las  puertas  a  lo  largo  de  su  historia  son  casos  muy
especiales,  excepciones  que  los  vampiros  de  Medianoche  hacen  para
echarle el guante a grandes sumas de dinero y no llamar la atención. Sin
embargo, no sé que se traerán entre manos, pero ahora es diferente. Han
admitido a un mínimo de treinta humanos. ¿Por qué han cambiado las
normas?
La  señora  Bethany  había  dicho que habían  permitido  la  entrada  de
«alumnos nuevos» en Medianoche para que nosotros pudiéramos tener
una visión más amplia del mundo. En realidad, eso era lo último que ella
deseaba. Sí, los alumnos iban allí  para conocer mejor el mundo que les
rodea, pero el propósito de la señora Bethany era otro, y tener alumnos
humanos en Medianoche comprometía ese propósito. 
Raquel  no  había  tardado  mucho  en  darse  cuenta  de  que  algo  no
funcionaba,  aunque no sabía  exactamente qué, y el  ejemplo de Nick 
hablaba por sí solo. Además, los vampiros se veían obligados a ocultar lo
que eran en uno de los pocos lugares de la tierra donde se suponía que 

podían relajarse y ser ellos mismos. Únicamente un motivo muy poderoso
podía llevar a la señora Bethany a permitir algo por el estilo, pero ¿cuál?
—Pues no lo sé —admití.
—¿Cómo ibas a saberlo? —Kate se encogió de hombros, enfilando una 
calle sombreada. Las casas tenían aspecto destartalado y un par de ellas
parecían  abandonadas.  Frenó  en  la  entrada  trasera  de  uno  de  esos
edificios deshabitados, aunque pronto comprendí que no se trataba de una
casa cualquiera. Era un centro cívico, uno de esos que hay en casi todos
los pueblos de Nueva Inglaterra, aunque era evidente que hacía décadas
que nadie lo utilizaba. Al menos la mitad de las ventanas estaban rotas y
la pintura blanca se estaba descascarillando y tenía manchas de humedad
—. Solo que conservaras el juicio después de lo que has descubierto sobre
los chupa-sangres es más de lo que mucha gente soportaría. Nick es un
profesional.  Si  no  ha  conseguido  averiguar  el  secreto,  es  que  lo  han
enterrado muy bien.
—Un profesional, ¿eh? —dijo Nick , bajando de la furgoneta con una
sonrisa de oreja a oreja.
Me dio la impresión de que su madre no solía elogiarlo a menudo, pero
que, cuando lo hacía, Nick lo recibía como el agua de mayo.
Kate asintió con la cabeza y vi que su sonrisa y la de Nick se parecían
mucho.
—Lo siento,  pero me temo que un profesional que vuelve a estar de
servicio. Hay mucho que hacer.
Me pregunté a qué se referiría.
—¿De servicio?
Kate recuperó su compostura habitual.
—No me refiero a ti, Miley , tú ya has hecho suficiente. Siempre estaré 
en deuda contigo, siempre. Has ayudado a Nick a salir de ese agujero
infecto,  incluso  le  has  salvado  la  vida...  —Me  sonrió  mientras  nos
dirigíamos  a  la  puerta  trasera  de  la  casa—.  No  voy  a  compensarte
enviándote  a  correr  peligros.  Te  quedarás  aquí,  a  salvo.  Nosotros  nos
ocuparemos de todo lo demás.
—Cuando dices «nosotros» te refieres a...
—La Cruz Negra.
Kate  giró la  llave  en la  cerradura sin  más y le  dio un empujón a la 
puerta. Me estremecí intranquila al dirigirme hacia la oscuridad, pero mi
visión se adaptó rápidamente a la penumbra y enseguida divisé la escena
que se desarrollaba en su interior. Había cerca de una docena de personas
reunidas en una sala alargada y rectangular con suelo de madera, tan
viejo que los tablones se habían encogido y estaban separados. Todavía
quedaban pegados a la pared unos cuantos bancos, también de madera,
tan pulposa y vieja que se astillaba. Había armas en todos ellos, como si
las  hubieran  dispuesto  de aquella  manera  para  realizar  un  inventario:
cuchillos,  estacas,  incluso hachas.  Las personas que había allí  reunidas 

eran de lo más variopintas, no podrían ser entre ellas más diferentes: altas
y  bajas;  gordas,  flacas  y  musculosas;  vestidas  con  ropa  de  diario  de
diversos estilos. Había una chica alta y negra que no parecía mucho mayor
que Nick , con una sudadera con capucha varias tallas más grande junto a
un anciano de pelo corto y plateado que llevaba una chaqueta de punto
muy ancha de color gris y gafas de lectura colgadas de un cordón marrón.
Lo único que todas  aquellas  personas  parecían tener  en común fue  el
suspiro de alivio unánime que soltaron al reconocer a Nick .
—Hola, chicos —dijo Nick , dándome la mano.
—Lo has conseguido —dijo la chica de la sudadera, quien resultó tener 
una amplia sonrisa que dejaba a la vista un diente torcido que le daba
cierto encanto—. Aunque no creo que hayas aguantado hasta los finales, a
no ser que ahora se hagan en marzo, claro.
—Que sí,  Dana.  No  he  aguantado  todo  el  curso,  así  que  ganas  la
apuesta. —Nick se encogió de hombros—. Aunque como los vampiros me
quitaron la cartera, me temo que tendrás que contentarte con una victoria
moral.
—Por lo que parece no has olvidado traerte lo más importante. —Dana
me tendió una mano. No me hacía ninguna gracia soltar la de Nick , así
que se la  estreché con la  izquierda—. Me llamo Dana. Nick y yo nos
conocemos desde hace mucho tiempo. Tú debes de ser Miley.
—¿De qué me conoces?
—Pero si no ha hablado de otra cosa durante todas las Navidades.
Dana se echó a reír.  Miré a Nick de soslayo y su tímida sonrisa me 
complació  y,  a  pesar  de  encontrarme entre  extraños,  me hizo  sentir
segura de mí misma.
—Ah, ¿con que esta es tu joven dama? —El caballero de cabello gris nos
regaló una amplia sonrisa—.  Soy el  señor Watanabe.  Conozco a Nick 
desde que era...
—Lo  suficiente  para  avergonzarlo  —lo  interrumpió  otra  persona,  un
hombre alto  y  moreno con bigote.  Me puso  nerviosa  aunque no supe
definir por qué, y las cicatrices gemelas de la mejilla derecha le daban un
aspecto un poco intimidante incluso cuando sonreía. Kate le pasó un brazo
sobre los hombros al llegar junto a nosotros—. Me llamo Eduardo, soy el
padrastro de Nick .
—Ah, bien, hola. Es un placer.





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