miércoles, 23 de enero de 2013

What A Feeling- Capitulo 31




Por la mañana, Miley se despertó más descansada; esa noche había
dormido bien.  Era bueno saber que entre ella y Nick  las cosas iban a
dejar  de  ser  tan  surrealistas.  Cuando  fue  a  la  cocina  a  prepararse  el
desayuno vio que él  aún no se había levantado,  señal  de que pensaba
cumplir su palabra e iba a dejar de evitarla. Cuando llegó la hora de irse a
trabajar, Nick seguía sin aparecer, y eso no era normal. Él era el espíritu
de la puntualidad, así que Miley pensó que algo iba mal.
Se acercó a su habitación y pegó la oreja a la puerta. Nada.
—¿Nick?
Nada.
—¿Nick, estás ahí? —Seguía sin oír nada. Tal vez se había ido. Pero
no, no, sus gafas, su ordenador, sus llaves, todo seguía encima de la mesa
—. Nick, voy a entrar. —Abrió la puerta.
La habitación estaba a oscuras y podía oír la respiración entrecortada
de Nick, que aún estaba dormido. Se acercó y encendió la lámpara que
había al lado de la cama, lo que provocó las quejas del durmiente.
—¡La luz! —Él levantó el brazo para taparse los ojos.
—Nick,  ¿te encuentras  bien?  —Le puso la mano en la  frente—.
¡Estás ardiendo! —Le tocó también las mejillas y las tenía igual de calientes
—. Voy a buscarte una aspirina. —Iba a levantarse, cuando Nick le cogió
la mano.
—Miley, ¿qué haces aquí? Me gustan tanto tus ojos, parecen los de un
duende.
—Sí,  ya.  Estás enfermo y no sabes lo que dices.  Voy a buscarte las
medicinas, ahora vuelvo.
Cuando Miley volvió con la aspirina y un vaso de zumo,  el  enfermo
seguía igual.
—Vamos, Nick, tómate esto. ¿Te ayudo a incorporarte?
—No, ya puedo solo. Dame la aspirina, tengo que ducharme, la revista.
—No pudo continuar, lo interrumpió un ataque de tos.
—Ni  hablar,  tú  hoy  te  quedas  aquí,  estás  enfermo.  Tienes  fiebre.
Mírate,  estás  temblando.  No me obligues  a atarte a la cama.  —Ella se
sonrojó con las imágenes que esa frase originó en su mente. Suerte que él
estaba ya otra vez acostado y no se dio cuenta—. Voy a salir a la farmacia a
comprar  más medicinas y unos zumos.  Tienes que beber  mucho líquido.
Estás ardiendo.
Miley empezaba a estar muy preocupada.
—¿Mils?
—¿Qué? —Ella seguía tocándole la frente, y lo miró angustiada.
—Los artículos, necesito repasar los artículos, la revista, nos roban los
reportajes. —Hablaba entrecortado, entre ataque de tos y estornudos, como
si le costara incluso respirar.
—No te preocupes por nada. Dime qué tengo que hacer, pero tú no te muevas de aquí. Dame un minuto, voy a buscar tu portátil.
Salió de la habitación,  pensando que tenía que llamar a Jack y a su
madre, ella sabría qué hacer. Cogió el ordenador y volvió a la habitación.
—Ya estoy aquí. ¿Qué hago?
—Abre los archivos de Word. Me duele mucho la cabeza. —Él se tapaba
los ojos con el antebrazo.
—Me pide un código secreto. ¿Quieres entrarlo tú?
—No, el código es 13042007.
Miley tecleó el código sin pensar, pero cuando acabó, se dio cuenta de
que era el  día en que ella había llegado a Londres.  ¡Nick  tenía como
código secreto el  día en que ella había llegado a Londres! No podía ser,
seguro que sólo era una casualidad.
—¿Qué estoy buscando?
—Abre los  archivos  que se llaman «vacaciones  Escocia»,  allí  están
grabados los artículos que necesitan para la próxima edición. Cópialos en
un pen drive y llévaselo a Sam. —Se tapó más con la manta, temblaba y no
paraba de sudar.
—¿Seguro que puedes quedarte solo? ¿Me llamarás si necesitas algo?
—Seguro,  sólo  necesito  dormir.  Llévaselo,  por  favor.  —Bajó  los
párpados.
Miley cerró el portátil, apagó la luz y, antes de salir de la habitación, le
apartó los mechones sudados que tenía sobre la frente. Seguía ardiendo y
se había quedado completamente dormido.
Cuando llegó a la revista, Jack la estaba esperando en la recepción con
cara de preocupación.
—¿Qué ha pasado?
—Nada, Nick se ha puesto enfermo. Ayer llegó a casa empapado por
la lluvia y tiene un resfriado de campeonato. Me ha pedido que le entregue
esto a Sam. ¿Se lo puedes llevar tú? Yo aún no lo conozco.
—Bueno, eso tiene fácil arreglo. Hola, Sam. —Jack saludó a Sam, que
acababa de salir en ese preciso instante del ascensor—. ¿Tienes un minuto?
—Hola, Jack. ¿Sabes algo de Nick? Llevo más de una hora buscándolo.
—Nick está enfermo.
—¿Enfermo? Él nunca está enfermo. ¿Qué le ha pasado?
—Que es un inconsciente. —Miley hizo el comentario sin darse cuenta
de que lo hacía en voz alta, y entonces Sam la miró directamente.
—Sam, permíteme que te presente a Miley Martí. Miley, te presento al
señor Sam Abbot, director de esta casa de locos.
—Encantada, señor Abbot. Nick me pidió que le diera esto. —Miley
le entregó la memoria con los archivos.
—Es un placer, Miley, y por favor, llámame Sam. ¿Qué le pasa a Nick ,
además de ser  un inconsciente? —Sam sonreía,  le encantaba esa chica.
Ahora que la había visto de cerca, entendía que Nick estuviera medio loco
últimamente. La chica tenía una chispa en los ojos...
—Está  resfriado,  muy  resfriado.  Pero  además  está  agotado,  y  es
testarudo como una mula.
—Tienes razón, es un cabezota. Si necesitas algo, llámame, yo voy a
revisar  esto  para  la  próxima  edición.  Jack,  avísame cuando  tengas  las
fotografías.  Miley,  espero volver a verte.  —Sonriendo,  se despidió de los dos.
Miley estuvo todo el  día preocupada por  Nick,  seguro que no se
había tomado las medicinas. Ella habría querido irse antes, pero sabía que
si lo hacía, Nick se enfadaría. Para él, lo primero era la revista. Así que
intentó  concentrarse al  máximo  en  su trabajo,  tenía  que maquetar  los
nuevos artículos que Jack le había entregado.  Los había escrito Nick  y
eran  muy  buenos.  Eran  originales,  irreverentes,  pero  serios  en  la
información que aportaban. Miley pensó en los reportajes robados, ¿quién
podría hacer eso y por qué? Ojalá lo encontraran pronto. Mientras, ella haría
todo lo posible por ayudar a Nick y a sus amigos; después de todo, ahora
también  eran  amigos  de  ella,  y  no  quería  que  les  pasara  nada  malo.
Además, aunque fuera sólo por unos meses, ella también trabajaba allí, y
quería que la revista siguiera siendo un éxito.
Cuando por fin llegó la hora de salir, Miley apagó su ordenador a toda
velocidad  y  corrió  hacia  la  farmacia.  Compró  todo  lo  que  creía  poder
necesitar;  aspirinas,  vitaminas,  spray nasal,  pastillas para la tos.  Fue un
poco exagerada. Luego, de camino al supermercado, llamó a su madre.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño. —Al oír que tenía la respiración acelerada le preguntó—.
¿Dónde estás?
—En la calle. Tengo que ir a comprar comida. —Esquivó a un perro que
casi la tira—. Nick está enfermo.
—¿Qué le pasa?
—Creo que está resfriado. Ayer lo pilló la lluvia.
—¿Y tú vas a ser su enfermera?
—¡Mamá! —exclamó Miley sonrojada. Su madre era incorregible.
—¿Qué pasa? —preguntó ella,  fingiendo no saber por qué su hija se
indignaba.
—He comprado aspirinas. ¿Crees que necesitaré algo más?
—Bueno, yo le prepararía zumo natural para que tome vitaminas, y un
poco de caldo. ¿Te acuerdas de cómo se prepara?
—Sí, claro. Tienes razón, eso le sentará bien.
—Yo siempre tengo razón. Es uno de los pocos privilegios que tiene ser
madre.
—Te dejo,  estás empezando a decir tonterías. Dales muchos besos a
papá y a todos de mi parte.
—Igualmente. Cuídate.

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