domingo, 13 de mayo de 2012
at dusk niley- capitulo 18
elegía a alguien a quien torturar, por lo general para deleite de los
alumnos por cuyas poderosas familias sentía una obvia predilección. Lo
más sensato habría sido guardar silencio y dejar que ese día Raquel fuera
la cabeza de turco de la señora Bethany, pero no pude resistirme.
Levanté la mano, tímidamente. La señora Bethany apenas me miró.
—¿Sí, señorita Olivier?
—Con todo, Drácula no es un libro muy bueno, ¿no? —Todos me miraron
desconcertados, sorprendidos de que alguien además de Raquel se
hubiera atrevido a contradecir a la señora Bethany—. Tiene un lenguaje
muy florido y muchas cartas dentro de otras cartas.
—Ya veo que alguien desaprueba el estilo epistolar que tantos autores
distinguidos emplearon durante los siglos XVIII y XIX. —El repiqueteo de
los tacones de los zapatos de la señora Bethany sobre el suelo
embaldosado resonó con fuerza extraordinaria al encaminar sus pasos
hacia mí, olvidando a Raquel. El aroma a lavanda se intensificó—. ¿Lo
encuentra anticuado? ¿Desfasado?
¿Quién me mandaría levantar la mano?
—Es que no se trata de un libro que se lea rápido, nada más.
—La velocidad, claro, el criterio por el cual se ha de juzgar toda la
literatura. —Las risitas ahogadas que recorrieron el aula me hicieron
encoger de vergüenza en mi asiento—. Tal vez querría que sus
compañeros de clase se preguntaran si vale la pena estudiarlo.
—Estamos estudiando folclore —intervino Courtney—. Y los vampiros
son un elemento común al folclore mundial.
No había salido en mi ayuda, únicamente estaba presumiendo. Me
pregunté si lo haría para hacerme quedar mal o para que Balthazar se
fijara en ella. Hacía días que procuraba que la falda le quedara lo más
corta posible para lucir las piernas al máximo cada vez que se sentaba,
pero hasta el momento no parecía haber surtido ningún efecto en él. La
señora Bethany se limitó a asentir en dirección a Courtney.
—En la cultura moderna occidental no hay ningún vampiro más famoso
que Drácula. ¿Por dónde empezar mejor?
—Otra vuelta de tuerca —contesté, sorprendiendo a todo el mundo, a mí
incluida.
—¿Disculpe?
La señora Bethany enarcó las cejas. Nadie parecía saber a qué me
refería salvo Balthazar, quien era evidente que se estaba mordiendo el
labio para no echarse a reír.
—Otra vuelta de tuerca. La novela de Henry James sobre fantasmas, al
menos en un principio. —No iba a iniciar el viejo debate sobre si el
personaje principal estaba loco o no. Los fantasmas siempre me habían
parecido aterradores, pero eran más fáciles de afrontar en la ficción que a
una señora Bethany de carne y hueso—. Los fantasmas son incluso más
universales en el folclore que los vampiros. Y Henry James es mejor
escritor que Bram Stoker.
—Señorita Olivier, cuando sea usted quien programe las clases, podrá
empezar por los fantasmas. —La voz afilada de la profesora podría haber
cortado el cristal. Tuve que reprimir un estremecimiento al verla cernerse
sobre mí más imperturbable que una gárgola—. Aquí se empezará por los
vampiros. Aprenderemos de qué modo los han percibido diferentes
culturas a lo largo de la historia, desde tiempos remotos hasta el día de
hoy. Si lo encuentra aburrido, anímese, no tardaremos mucho en llegar a
los fantasmas, avanzaremos bastante rápido, incluso para usted.
Después de eso aprendí a estarme calladita.
Al acabar la clase, ya en el pasillo, temblorosa por culpa de esa extraña
debilidad que siempre acompaña a la humillación, fui abriéndome paso
lentamente entre los bulliciosos alumnos. Parecía como si todo el mundo
tuviera un amigo con quién pasar el rato menos yo. Raquel y yo podríamos
habernos consolado mutuamente, pero ella ya había desaparecido.
—Otra lectora de Henry James —oí que decía alguien.
Me volví y vi a Balthazar, que había apretado el paso para darme
alcance. No estaba segura de si se había acercado para transmitirme su
apoyo o para evitar a Courtney, pero en cualquier caso me alegré de ver
una cara amiga.
—Bueno, yo solo he leído Otra vuelta de tuerca y Daisy Miller, nada
más.
—Pues lee Retrato de una dama, creo que te gustará.
—¿De verdad? ¿Por qué?
Supuse que Balthazar diría algo sobre lo bueno que era el libro, pero me
sorprendió.
—Va de una mujer que quiere definirse a sí misma en vez de permitir
que otra gente la defina a ella. —Se iba abriendo paso entre la gente sin
ningún esfuerzo y sin apartar la vista de mí. El único chico que en algún
momento me había mirado con aquella intensidad era Nick—. Tuve el
presentimiento de que te interesaría el tema.
—Puede que tengas razón —dije—. Lo buscaré en la biblioteca. Y...
gracias. Por la recomendación.
Y por pensar tanto en mí.
—De nada. —Balthazar sonrió de oreja a oreja, luciendo ese hoyuelo de
la barbilla, pero entonces ambos oímos reír a Courtney, no demasiado
lejos, y él puso una cara de pánico fingido que me hizo reír—. Hora de salir
corriendo.
—¡Rápido! —le susurré al tiempo que él se escabullía por el pasillo que
le quedaba más cerca.
Aunque el apoyo de Balthazar me había levantado el ánimo, seguía
sintiéndome fatal después del enfrentamiento con la señora Bethany, así
que decidí dar un paseo cortito por los jardines en busca de un poco de
aire fresco y tranquilidad antes de comer. Tal vez podría disfrutar de unos
minutos a solas.
Por desgracia, no fui la única a la que se le había ocurrido la misma
idea: fuera había varios alumnos paseándose mientras escuchaban música
o charlaban. Reparé en un grupo de chicas sentadas a la sombra. Por lo
visto ninguna de ellas volvía a su dormitorio para comer y, mientras las
veía cuchichear entre las sombras proyectadas por uno de los viejos
olmos, se me ocurrió que seguramente estarían a dieta, pensando en el
Baile de otoño.
Solo había una persona allí fuera a quien me apetecía ver. Lo recordé
del primer día y lo reconocí por la descripción de Nick.
—Vic —lo llamé.
Vic me sonrió.
—¡Eh!
Cualquiera diría que éramos viejos amigos en vez de ser la primera vez
que hablábamos. Su suave cabello de color castaño dorado asomaba por
debajo de la gorra de los Phillies y llevaba un mp3 con una carcasa
estampada de espirales de color naranja y verde.
—Hola, ¿has visto a Nick? —le pregunté, cuando se acercó a mí al trote
y se quitó los auriculares
—Ese tío es un zumbao. —En el mundo de Vic, «estar zumbado» por lo
visto era un cumplido—. Iba a pirárselas de la sala de estudio cuando voy
y le digo: «¿Oye, qué haces?». Y él va y me dice que si le puedo cubrir y
eso, ¿no? Bueno, pues eso hacía hasta ahora, pero tú no vas a delatarlo,
tú eres legal.
Teniendo en cuenta que Vic y yo nunca habíamos hablado antes, ¿cómo
podía saber si yo era legal o no? Pero entonces me pregunté si Nick no le
habría hablado de mí, y la idea me hizo sonreír.
—¿Sabes dónde está?
—Si me lo preguntara un profe, no sé nada, pero ya que eres tú... Yo
miraría por la cochera.
La cochera, que quedaba al norte, cerca del lago, era donde antaño se
guardaban los caballos y las calesas. Con el tiempo se había transformado
en las oficinas administrativas de la Academia Medianoche y en la
residencia de la señora Bethany. ¿Qué estaría haciendo Nick allí?
—Creo que voy a darme un paseo por allí —dije—. Solo voy a caminar
un rato, ¿eh? No voy a hacer nada en particular.
—Tope —contestó Vic, asintiendo con la cabeza como si yo hubiera
dicho algo realmente inteligente—. Lo has pillado.
Mientras me dirigía con toda parsimonia hacia la cochera, como quien
no quiere la cosa, iba pensando en que Vic no era precisamente un
lumbrera, aunque parecía un chico majo. Por lo menos no era el típico
alumno de Medianoche. Nadie se fijó en mí cuando me alejé de los demás;
eso era lo bueno de parecer invisible, que podías desaparecer como si lo
fueras.
En aquella parte no había bosque en el que poder cobijarme, solo el
extenso césped de los prados, lleno de tréboles y varios árboles
dispuestos a intervalos regulares que seguramente fueron plantados
mucho tiempo atrás para proporcionar sombra. Atisbé entre la maleza el
cuerpo de una ardilla muerta, apenas un testimonio marchito de lo que
había sido; el viento le erizaba la cola tristemente. Arrugué la nariz e
intenté ignorarla para concentrarme en lo que andaba buscando. Aminoré
el paso y presté más atención con la esperanza de oír a Nick.
La cochera era un edificio alargado y blanco, de una sola planta. Supuse
que un segundo piso no habría tenido sentido si los inquilinos iban a ser
unos caballos. Estaba rodeado por árboles altos que lo envolvían todo en
unas sombras tan densas que casi parecía de noche, y solo unos cuantos
rayos vacilantes de luz alcanzaban el suelo. Me acerqué a la parte trasera
de puntillas, asomé la cabeza al llegar a la esquina y vi a Nick saliendo
por la ventana de la señora Bethany. Aterrizó con ligereza y cerró los
batientes con cuidado detrás de él.
En ese momento, se volvió y me vio. Nos quedamos mirándonos
fijamente un segundo eterno y tuve la sensación de haber sido yo la
pillada in fraganti haciendo algo que no debía en vez de al contrario.
—Eh —balbucí.
En vez de intentar justificar su comportamiento, Nick sonrió.
—Eh, ¿por qué no estás comiendo?
Su caminar despreocupado al acercarse a mí me dejó claro que Nick
pretendía fingir que no había ocurrido nada, que yo no había visto nada
fuera de lo normal. ¿O acaso yo le había dado pie a que creyera algo así al
saludarlo en vez de preguntarle qué estaba haciendo?
—Creo que no tengo hambre.
—No es propio de ti pasarlo por alto.
—¿La comida?
—Hombre, yo me referiría antes a por qué no me has preguntado qué
estaba haciendo en la oficina de la señora Bethany.
Solté un suspiro de alivio y ambos nos echamos a reír.
—Vale, si estás dispuesto a decírmelo, entonces no puede ser tan malo.
—Mi madre no deja de decir que solo firmará la autorización para que
pueda ir a Riverton los sábados si saco un excelente en los exámenes
parciales, pero tuve el presentimiento de que ya la había firmado y
Química no la llevo muy bien, así que decidí comprobar si la autorización
estaba en mi expediente. Como ya te dije: las normas y yo no acabamos
de congeniar.
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2 comentarios:
ahh buenisisismooss
ahh tienes que seguurla prontooo
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