miércoles, 23 de enero de 2013

What A Feeling- Capitulo 36




—Creo que empiezo a entender a Drácula,  tu sabor es mejor que el
olor, más intenso.
Y antes  de que ella  pudiera  contestar,  la  besó.  Un  beso húmedo,
profundo,  que ninguno de los  dos  podría olvidar  nunca.  Sus lenguas se
acariciaron, ella le mordió el labio inferior y él tomó posesión de su boca. Se
saborearon. Para Miley, el sabor de Nick era un sueño hecho realidad, le
encantaba cómo su lengua la acariciaba; como si fuera una fruta exótica,
como si quisiera impregnarse de ella. Miley se notaba el pulso acelerado,
tenía que tocar a Nick, sentir su piel contra la de él, comprobar que su
corazón latía tan rápido como el de ella, cómo temblaba si lo tocaba, cómo
sudaba al tenerla cerca, de modo que le quitó la camiseta y le acarició la
espalda.  Cuando sintió que él  temblaba tanto como ella,  la recorrió un
escalofrío. Los labios de Nick volvieron al cuello de Miley. Miró la marca
que sus dientes le habían dejado y se la besó, se la chupó. Miley se movía
contra su erección, le acariciaba la espalda y le lamió el sudor del cuello. Él
centró ahora su atención en los pechos, primero le recorrió el cuello con la
lengua hasta encontrar la tira del sujetador, que resiguió hasta llegar a su
objetivo. No la desnudó, sino que besó el encaje rosa, se lo acarició.
—Me gusta tu ropa interior.  Es femenina y delicada.  Como tú —dijo todo esto sin separarse ni  dos milímetros de ella.  Miley notaba cómo su
respiración le acariciaba la piel. No recordaba haber estado tan excitada en
su vida.  Nick  estaba concentrado besándola,  y al  rozar sus pechos,  se
excitó aún más al ver cómo se erguían sus pezones contra el algodón del
sujetador.
—Nick.  —Él  le besaba el  pecho como si  tuviera todo el  tiempo del
mundo. Con la lengua dibujó su forma, con los labios los resiguió—. Nick. —
Miley le apretaba los hombros, y le notaba la espalda húmeda de sudor—.
Nick, vamos a la cama.
—No. —En esos momentos estaba muy ocupado besando su estómago.
Había dejado los pechos en un intento de recuperar un poco de control,
pero las pecas que Miley tenía en el abdomen lo estaban desconcentrando.
—¿¿NO?? —No podía ser que otra vez se apartara de ella.  Miley ya
notaba las lágrimas en sus ojos cuando Nick añadió:
—No, antes tengo que hacer una cosa.
Él  seguía besándole todas y cada una de las pecas que encontraba,
pero ahora una de sus  manos  estaba en la cintura de su pantalón de
algodón gris.
—¿Qué es lo que tienes que hacer? —Miley no entendía nada, pero le
bastaba con que él no dejara de besarla.
—Tengo que olerte toda, comerte. Además —resiguió con la lengua la
forma de sus costillas—, así tú estarás tan excitada como yo.
Él  se había agachado y le besaba el  ombligo.  La mano que había
apoyado en su cadera le acariciaba otra vez la espalda y, cuando encontró
el cierre del sujetador, lo desabrochó. Entonces Nick se incorporó, volvió
a colocarse a su altura y la besó. Miley temblaba. Le devolvió el beso con
fuerza,  ella también estaba al  límite.  Él  le quitó el  sujetador  y lo tiró al
suelo.  Se besaban,  y ahora que estaban piel  contra piel,  los  pulsos  de
ambos se aceleraron, el sudor de los dos, las lenguas de los dos, el corazón
de los dos parecían tener el mismo objetivo; entrar en el otro. Miley fue la
primera  en  separarse.  Tenía  que  serenarse,  nunca  había  sentido  nada
parecido y estaba un poco asustada. Era la primera vez que hacían el amor.
La noche en que se acostaron había sido increíble, pero no había sido hacer
el amor. Esa noche había habido pasión, fuego, pero ahora, además, había
sentimientos.  Ahora  Nick  le  estaba  entregando  mucho  más  que  su
cuerpo y Miley estaba tan excitada que era como si  su propia piel  le
quemara,  como  si  el  corazón  le  explotara.  La  respiración  se  le  había
descontrolado, y ya no sentía nada que no fueran los labios, las manos de
Nick sobre ella.
—No tienes que preocuparte por eso. Estoy a punto de...
Él  le desató también el  cordón de los  pantalones  con una mano y
cayeron al suelo. Bajó la cabeza y le miró los pechos, sin el sujetador eran
aún más  bonitos,  perfectos.  Se los  besó,  esta vez desnudos.  Le mordió
suavemente cada uno de ellos y luego besó las pequeñas marcas de sus
dientes.
—Nick...
Miley ya había perdido totalmente el control, temblaba, y sólo quería
que él  la tocara, que le hiciera el  amor.  Nick  bajó aún más y volvió a
besarle el ombligo y cada una de las pecas que encontró a su paso hasta
llegar a la ropa interior. Entonces lamió la piel que quedaba justo sobre la
cinturilla, y con una mano empezó a desnudarla.
—Nick . No hagas eso. —Miley tenía la cabeza apoyada en la pared, los
ojos cerrados y los dedos entre el pelo de él, que ahora estaba totalmente
de rodillas frente a ella.
—No puedo evitarlo. —Le besó el vientre y lenta, muy lentamente, la
desnudó—. No puedo dormir pensando en esto. O lo hago o me vuelvo loco.
—Le puso las manos en las nalgas y la empujó suavemente contra su boca.
—Nick...
Ella temblaba por  completo,  las piernas se le derretían,  el  sudor  le
resbalaba por el cuello, tenía el pulso descontrolado, y entonces sintió cómo
él  también se estremecía,  cómo la besaba,  cómo la acariciaba y cómo
aquello le afectaba.
—Nick.  —Estaba  tan  excitada  que  ni  siquiera  podía  pensar—.  Nick,
llévame a la cama. —Se mordía el labio inferior—. Por favor...
Él seguía besándola, devorándola, era sexy, dulce, quería absorber su
olor, su sabor, su pasión. Miley apretó los dedos que tenía entre el pelo de
Nick y sintió cómo se le doblaban las rodillas.  Él  la cogió en brazos,  se
levantó y echó a andar. Ella lo besó en el cuello. Le encantaba cómo olía.
Miley flotaba,  soñaba,  seguía besándolo.  Entraron en su habitación y la
tumbó en la cama.
—Mils, princesa. —Depositó unos besos en sus mejillas—. ¿Estás bien?
—Se había tumbado a su lado, con la cabeza apoyada en una mano y con la
otra acariciándole un brazo.
—Sí,  pero te echo de menos.  —Se incorporó y lo besó con pasión—.
Quiero hacer  el  amor  contigo.  —Le tembló un poco la voz,  nunca había
estado así  con nadie.  Evidentemente,  había estado con hombres  antes,
chicos que le habían gustado y con los que había disfrutado, pero nunca con
nadie que la completara,  que la hiciera sentir que todas las películas de
amor tenían sentido.
—Yo también quiero hacer el amor contigo. —Nick pronunció «hacer el
amor»  como  si  fuera  la  primera  vez  que  lo  decía,  como  si  le costara
creérselo.
Ella volvió a besarlo.  No quería que él  se preocupara por  nada;  le
acarició el pecho, deslizó su mano hasta el pantalón.
Sus labios  empezaron entonces  un camino descendente;  le besó la
mandíbula, la nuez, dibujó sus pectorales con su lengua lenta, húmeda. Le
encantaban los ruidos que hacía Nick  y sus esfuerzos  para no gritar.
Llegó a donde quería; le bajó los pantalones, e iba a besarlo, cuando él se
incorporó.
—No.  —Se  sonrojó—.  Estoy  demasiado...  ejem...  La  próxima  vez,
princesa. Ahora o entro dentro de ti o pierdo definitivamente el poco control
que me queda.
Nick la besó con urgencia y se sentó en la cama. Abrió el cajón de la
mesilla de noche y Miley vio con satisfacción que la caja de preservativos
estaba tal como la habían dejado la noche que se acostaron juntos. Nick
cogió uno y se lo colocó él mismo. No confiaba en aguantar más si dejaba
que lo hiciera ella. Se volvió y ella lo abrazó. Volvieron a besarse; era como
si  nunca fueran a tener  suficiente.  Miley  temblaba otra vez,  estaba muy
excitada y muy nerviosa, Nick lo notó y dulcificó sus besos, sus caricias.
—Tranquila, yo también estoy nervioso. Pero esto está bien, tiene que
estarlo, yo nunca, nunca, había estado así por nadie. —La besó intentando
transmitir en su beso lo que no podía decirle con sus palabras—. ¿Me crees?
—La miró inseguro.
—Te creo. —Para evitar llorar delante de él en un momento como ése,
lo atrajo hacia su pecho y le susurró al oído—: Hazme el  amor, Nick. —Le
recorrió la oreja con los labios.
Él se estremeció.
—Tus deseos son órdenes, princesa.
Entró dentro de ella con cuidado, quería recordar ese momento, quería
saborear cómo era hacer el amor con la única mujer capaz de atrapar su
corazón. Por otra parte, pensó que así controlaría un poquito más su propio
deseo. Se equivocó. Cuando notó cómo Miley lo envolvía, cómo su cuerpo
se fundía con el suyo, perdió el control. Ambos lo perdieron; se movían al
mismo ritmo,  con  el  mismo  latido,  se devoraban,  y  de golpe todo fue
demasiado para los dos;  las miradas,  los besos,  el  cielo se derrumbó,  el
infierno se abrió,  todos,  todos los tópicos se hicieron realidad,  y Miley y
Nick entendieron que estaban hechos el uno para el otro, aunque quizá
ninguno sabía qué hacer al respecto.
Se  quedaron  tumbados,  abrazados,  mirándose  el  uno  al  otro
asombrados, como si no pudieran creer lo que acababa de pasarles. Él  le
apartó un mechón de pelo que tenía en la frente, ella lo peinó un poco. Los
dos tenían el pulso muy acelerado. Nick fue el primero en hablar.
—Miley...  yo.  —No  continuó,  cerró  los  ojos  unos  instantes  para
recuperar el control—. Yo... —No sabía qué decir.
—Tranquilo. A mí me pasa lo mismo.
—¿Sí? ¿Qué te pasa? —Le cogió la mano y, cariñosamente, le besó los
nudillos.
—Que no sé cómo  explicar  lo que hay  entre tú y  yo.  —Miley  se
incorporó un poco y le dio un beso muy dulce.
—¿Y no te da miedo? —preguntó él asombrado de que ella estuviera
tan tranquila.
—Un poco. Pero creo que merece la pena que nos arriesguemos.
—Espero que tengas razón. —Nick le pasó la mano por el pelo. Tenía
que irse de allí. Necesitaba estar solo para pensar en lo que había pasado—.
Tengo que levantarme.
—Claro.  —Miley se apartó,  pero antes de que él  se incorporara del
todo, lo cogió del brazo—. Nick, lo único que te pido es que lo intentes.
¿De acuerdo?
—De acuerdo.  —Él  le dio uno de aquellos besos que la dejaban sin
sentido y se fue hacia el baño.
Miley se durmió en pocos segundos. Nunca había sido tan feliz.

What A Feeling- Capitulo 35




Miley regresó en menos de cinco minutos,  y cuando fue a poner la
mesa se llevó otra sorpresa. Nick había comprado flores. No iba a poder
resistirlo.
—¿Flores?
—Sí, las he visto mientras compraba las verduras y he pensado que te
gustarían —contestó desde la cocina—. ¿Te gustan?
—Son preciosas. —Como no sabía qué más decir se concentró en poner
la mesa. Miley dudó que jamás lograra recuperarse de esa cena.
Nick apareció con un plato en cada mano.
—Bueno, a ver qué tal me ha salido esto.
—Ya te he dicho antes que huele muy bien.
—Gracias. Ahora a ver qué tal sabe.
Los dos probaron la comida.
—Genial. De lo mejor que he comido nunca. Te felicito.
—No exageres —respondió Nick  un poco incómodo por  el  piropo.
Tras unos segundos,  se le dibujó una sonrisa en los  labios—. Acabo de
darme cuenta de una cosa.
—¿De qué? —preguntó Miley llevándose el tenedor a la boca.
—Si he cocinado yo, a ti te toca limpiar. —Le guiñó un ojo.
—Ésas son las normas —convino ella también sonriendo.
—Pues te advierto que he ensuciado mucho.
—No importa.
Comieron unos minutos más en silencio hasta que Nick ya no pudo
aguantar y le preguntó directamente:
—¿Sigues teniendo intención de mudarte a otro piso?
Miley se atragantó con la comida.
—¿Quieres que lo haga?
—No —respondió él  sin dudar ni  un instante. Desde la noche en que
estuvo enfermo, Nick había empezado a plantearse que tal vez estuviera
equivocado. Tal vez enamorarse no fuera tan malo; además, era incapaz de
imaginarse sintiendo todo eso por alguien que no fuera Miley.  Aún tenía
muchas dudas, pero lo único que tenía claro era que no quería que ella se
fuese de su casa.
—Entonces  no lo haré.  La verdad es  que yo tampoco quiero.  —Se
limpió los labios y continuó—. Ahora que tú y yo volvemos a ser amigos, no
me apetece vivir sola. —Sintió la tentación de confesarle que lo echaría de
menos, pero no se atrevió, y en vez de eso dijo—: ¿De verdad no te molesta
que me quede?
—Pues claro que no. Todo lo contrario. —Bebió un poco de vino—. Me
alegra ver que volvemos a ser amigos, echaba de menos... —Como no sabía
cómo describir lo que había entre ellos, movió las manos—... esto.
—Yo también. —«Sea lo que sea», pensó Miley.
—Recuerdo que me dijiste que estabas a punto de firmar el contrato de
alquiler. ¿Llegaste a hacerlo? —Nick hablaba sin apenas mirarla. Estaba
nervioso.
—No.  Estabas  tan  enfermo  que  al  final  no  fui  —respondió  Miley
también nerviosa. No quería decirle que estaba tan preocupada por él que
se había olvidado completamente del tema.
—Lo siento.
—No te preocupes.  Le pedí  a Anthony que llamara a la inmobiliaria
para anular la cita.  —Anthony se había portado como un sol.  Tan pronto
como supo que Nick estaba enfermo, se ocupó de solucionar el tema, y
cada  día  la  llamaba  para  preguntarle  cómo  iban  las  cosas.  Miley  se
alegraba mucho de contar con alguien como él, pero por la cara que puso
Nick, vio que él no pensaba lo mismo. Miley quería confesarle que sólo
eran amigos,  pero como Anthony le había aconsejado que aún no dijera
nada, se mordió la lengua. Los consejos de ese adorable canalla solían ser
acertados.  Miley  optó  por  cambiar  de  tema—.  ¿Te  ha  pasado  algo
interesante hoy?
—He tenido una reunión con Sam. —Nick se dio cuenta de que ella
no quería hablar de Anthony. Bebió un poco de vino y pensó que ya volvería
a sacar ese tema más tarde. Por el momento prefería seguir disfrutando de
la tregua que se había instalado entre ellos.
—¿Ah, sí?
—Sí, y el sábado nos ha invitado a su casa de campo. Su mujer y sus
hijas quieren conocerte.  ¿Te apetecería ir? Si  no,  no pasa nada,  pero he
pensado que podría estar  bien.  —Nick  intentó que su tono de voz no
delatara lo importante que era su respuesta para él.
—Sí,  podría  estar  bien.  Si  tú quieres  ir,  vamos  —respondió  Miley,
aunque no sabía por qué querían conocerla.
—Entonces iremos. —Nick acabó de comer—. ¿Has terminado? Pues
siéntate en el sofá y prepara la película mientras yo ordeno esto.
—De eso ni hablar. Hoy me toca a mí recoger. —Se levantó y recogió
los platos.
Nick puso la película en el DVD y se sentó a esperar a Miley. No le
gustaba  nada que estuviera  recogiendo  la  cocina  sola,  pero  ella  había
insistido en que ésas eran las normas.
—¿Tienes velas? —preguntó Miley al salir de la cocina.
—¿Velas? —se sorprendió Nick—. ¿Para qué?
—Una película como ésta no se puede ver con luz normal. —Miley lo
miró como si la respuesta fuera obvia.
—Ah, claro, perdona. Supongo que en el último cajón del mueble que
está al lado de la tele habrá algunas. Aunque no sé si será lo que buscas.
Las compré el  año pasado,  cuando hubo unos cortes de luz. —Nick  se
levantó y empezó a rebuscar  dentro del  cajón—. Aquí  están.  ¿Éstas  te
parecen bien? —Le ofreció tres velas.
Miley las cogió,  las colocó encima de la mesilla baja y las encendió.
Luego apagó la luz y se sentó en el sofá con las piernas cruzadas, como una
india. Le encantaba sentarse así para ver películas.
—Vamos, Nick, ven aquí. —Dio unos golpecitos al sofá indicando que
esperaba que él se sentara a su lado.
—Ya voy. —Nick aún estaba de pie, observando el ritual de Miley. Al
ver que ella ya lo daba por finalizado, se acercó al sofá y, para mantener un poco las distancias, puso un cojín entre los dos con la excusa de apoyarse
mejor. No quería estropear la noche, y si se sentaba demasiado cerca no se
veía capaz de controlar las ganas que tenía de besarla.
La  película  empezó.  Nick  no  la  había  visto,  pero  estaba  más
interesado en mirar a Miley que en otra cosa. Era fascinante ver cómo se
sorprendía, se asustaba, y eso que, según ella, ya la había visto un montón
de veces. Pero cuando Drácula intenta morder a Keanu Reeves, a quien, en
opinión de Miley y sus hermanas, habría que considerar patrimonio de la
humanidad, ella se abrazó a él y Nick se quedó petrificado.
—¿Qué te pasa?
—Odio esta escena.  Me pone los  pelos  de punta.  —Miley tenía la
cabeza pegada a su pecho.
—Pero si ya la has visto, ya sabes lo que va a pasar. —Nick estaba
perplejo, y empezaba a costarle respirar; por no hablar del  problema que
empezaba a tener entre las piernas.
—Ya sé que no tiene lógica, pero no puedo evitarlo. Cuando acabe, me
avisas. —Ella seguía sin moverse y su cerebro no paraba de repetirle que le
encantaba el olor de Nick.
—Ya está, ya ha salido de la habitación, ya puedes darte la vuelta.
Él no hizo ningún esfuerzo para que ella se soltara.
Miley se volvió, pero no recuperó su posición inicial, sino que se quedó
a su lado, apoyó la cabeza en el pecho de Nick y puso la mano encima de
su cadera. La excusa de los sustos de la película era perfecta, pero además
a él parecía no importarle; incluso se movió para que ella pudiera acercarse
más y le rodeó la espalda con un brazo. A medida que la historia de Drácula
avanzaba, Nick y Miley estaban cada vez más abrazados, él le acariciaba
el  brazo cuando ella se asustaba y ella le recorría suavemente con las
manos los abdominales o el muslo. Ninguno de los dos decía nada. Cuando
llegó la escena final, Miley empezó a llorar. Fue a enjugarse las lágrimas
con la manga de la camiseta, pero notó cómo Nick se incorporaba y le
cogía la cara entre las manos. Seguro que se reía de ella. Pero no, sin decir
nada, recogió con el pulgar una de sus lágrimas, la miró directamente a los
ojos, sonrió y susurró:
—No llores. Sólo es una película. —Seguía acariciándole las mejillas.
—Es tan triste. —Miley continuaba llorando—. Se quieren tanto. Todas
las historias de amor que me gustan acaban mal.
—¿Todas?  —Ahora  él  le  acariciaba  el  pelo,  parecía  totalmente
concentrado en desenredárselo.
—Todas.  —Dejó de llorar  y sintió cómo a cada pequeña caricia de
Nick, se le aceleraba el pulso Si no la soltaba, iba a tener un problema—.
Ya estoy bien.
—Yo no.
La miró a los ojos. Le temblaban las manos; bajó suavemente la cabeza
y la besó. Eran unos besos suaves, ligeros, como de mariposas. Le besó las
mejillas, los párpados, los labios, la nariz. Miley estaba perpleja, las veces
anteriores en que Nick la había besado era como si no pudiera evitarlo,
pero en esa ocasión era como si quisiera hacerlo, como si ella fuera lo único
que le importara. Nick le cogió las manos y empezó a besarle las puntas
de los dedos.
—Nick, ¿qué haces? —A Miley empezaba a costarle respirar.
—Besarte.  Pero no debo de estar haciéndolo muy bien si  tienes que
preguntármelo. —Él sonrió, pero siguió con el camino de besos que estaba
dibujando ya en su muñeca.
—No,  lo haces  muy bien.  Estoy  segura de que te lo habrán dicho
muchas veces. Demasiadas. Lo que quiero saber es por qué. —Miley cerró
los ojos, Nick le estaba besando el cuello y le acariciaba la espalda.
—Nunca nadie como tú. Mils, ¿me escuchas? Nunca ha habido nadie
como tú.  Me estás volviendo loco,  no puedo concentrarme en el  trabajo,
ando como trastornado todo el  día,  pensando en lo que debes de estar
haciendo, y por las noches no puedo dormir. Estas últimas semanas me he
dado cuenta de una cosa.  —Se separó un poquito de ella,  aunque sin
soltarle las manos, quería seguir tocándola—. No sé cómo decirte adiós.
A Miley le temblaba el  labio inferior y volvía a estar al  borde de las
lágrimas.
—Pero tampoco sé cómo pedirte que te quedes.
Entonces la soltó para pasarse las manos por el pelo nerviosamente.
—¿Quieres que me quede? —Miley le acarició la rodilla.
Nick  se levantó y empezó a pasear por delante del  televisor,  que
ahora tenía la pantalla azul.
—Sí,  creo que sí.  Pero me da miedo.  No se me da muy bien lo de
necesitar a los demás. Nunca me he en... —antes de decir «enamorado»,
rectificó—, sentido tan bien con nadie, pero no sé si puedo. No sé si tengo
determinados sentimientos o, mejor dicho, no sé si quiero tenerlos.
—Tranquilo. —Miley se puso también de pie y le acarició la espalda.
—No quiero hacerte daño. No me lo perdonaría y... —Levantó el labio
en una media sonrisa—. Seguramente Guillermo me mataría.
—No te preocupes, sé cuidarme sola. Los problemas que tengamos, si
es que llegamos a tenerlos, los solucionaremos en su momento. Sólo quiero
saber una cosa,  ¿estás seguro? —Miley se paró delante de él,  mirándolo
directamente a los ojos.
—Sí  —respondió  él  sin  dudar  ni  un  segundo—.  ¿Y  tú?,  ¿quieres
quedarte?
—Sí.
Nick  soltó  el  aire  que  no  sabía  que  estaba  reteniendo  en  los
pulmones, y la besó. Miley estaba apoyada contra la pared, Nick la tenía
atrapada, había colocado cada una de sus manos al lado de su cabeza, y
con el vientre y las piernas la mantenía totalmente prisionera. Tampoco era
que Miley quisiera ir a ninguna otra parte; por nada del mundo. Los besos
habían  comenzado  dulces,  despacio,  pero  ahora  eran  cada  vez  más
hambrientos.  Los  dos  hacían  esfuerzos  por  respirar,  una  actividad
demasiado sobrevalorada. Nick se apretó aún más contra ella, como si
quisiera  fundirse  con  su  cuerpo,  y  abandonó  su  boca  para  centrar  su
atención en su cuello. Le lamió el interior de la muñeca y Miley gimió. Notar
los labios de Nick contra su piel era algo que pensaba que no volvería a
suceder.
—Nick. —A ella le costaba respirar—. Me tiemblan las rodillas.
—Eso es bueno.
Él  seguía besándole el  cuello.  Con una mano empezó a quitarle la
camiseta  a  la  vez  que  metía  una  rodilla  entre  sus  piernas.  Apretó  su
erección contra su cuerpo y volvió a besarla.  La boca de Miley lo volvía loco, su forma, su textura, cómo temblaba cuando él estaba cerca, cómo se
movía al ritmo de la de él. Nunca se había fijado en esos detalles, pero con
ella todos parecían importantes. Sus suspiros, sus temblores. Todo.
—Tu olor. Casi me vuelvo loco estas semanas, oliéndote. ¿Sabes que
antes de meterme en la ducha huelo tu perfume? —Estaba tan excitado que
no se daba cuenta de lo que decía, sólo era consciente de que necesitaba
tocarla, besarla, estar dentro de ella. Tenía que recuperar el control o todo
acabaría demasiado pronto,  y si  de algo estaba seguro era de que Miley
merecía más que un revolcón rápido en el suelo. Así que dejó de besarla y
volvió a centrar su atención en su cuello. Era preciosa, tenía una piel suave
y respondía a sus caricias con una naturalidad que lo volvía loco.  ¿Cómo
había podido pasar tanto tiempo viviendo con ella sin tocarla todos los días?
Los dos habían perdido un tiempo precioso. Miley colocó una de sus manos
en su erección,  lo acarició y,  cuando notó que él  se apretaba aún más
contra su mano, lo acarició con más fuerza. Apartó la mano un segundo con
la intención  de repetir  la caricia,  esta  vez  sin la barrera del  pantalón.
Aunque éste no era  un gran impedimento:  el  algodón del  pantalón de
Nick era delgado, el de unos pantalones que se han lavado mucho, pero
él no se veía capaz de aguantar las caricias de Miley directamente sobre su
piel.  Quería,  necesitaba que ella estuviera tan al  límite como él  antes de
hacer  el  amor.  No se planteó el  porqué,  siempre había sido un amante
generoso y siempre se había preocupado de sus parejas, pero Miley era...
No sabía qué era,  sólo sabía que todo aquello era nuevo para él,  y que
quería que fuera especial. Tanto en la cama como fuera de ella. Quería que
Miley se quedara, que fuera suya. La mordió suavemente. Primero sólo iba
a besarla otra vez en el cuello, pero al sentir cómo temblaba, le vino a la
cabeza la película que acababan de ver. Era una idea infantil, pero en ese
momento pensó que quizá Miley y él sí tenían un futuro juntos, y que quizá
estaban destinados a estar  el  uno con el  otro.  La mordió un poco más
fuerte, sin hacerle daño; nunca le haría daño. Sólo quería sentirla suya, y
cuando la notó temblar y apretarse aún más contra su vientre, vio que a
ella también le gustaba.