Átame a ti - capitulo- 93

Nick cerró los ojos y la apretó con fuerza para asegurarse de que no era otro sueño.

―Dilo otra vez.

―Te amo. Y lo siento, tenías razón sobre un montón de cosas. No sólo acerca de la seguridad, de lo que ya me he ocupado, para alivio de mis empleados. Cuando te acusé estaba equivocada. Entré en pánico. En el fondo sabía que no alejarías a Eliza de mí. Después te habías ido y no sabía si era para bien. Y no sabía cómo arreglarlo. Así que todo lo que puedo hacer es pedirte que me perdones por ser una idiota orgullosa, por no confiar en ti, ni confiar en esto.

―Si tú me has perdonado por lo de Kane, yo puedo perdonarte eso. ―Metió un mechón de su cabello suelto detrás de su oreja―. Miley. Te amo. Te amo condenadamente demasiado. ―Él sólo la sostenía. Amando la forma en que ella encajaba tan perfectamente bien de muchas maneras.

Por último, ella dijo:

―¿No vas a dejarme, nunca, verdad?

―Nop.

―¿Cuánto tiempo habrías esperado para que me diera cuenta de eso?

―Oh, cincuenta años, más o menos.

Ella levantó la vista y sus ojos estaban muy serios.

―¿Qué, cariño?

―Realmente eres un verdadero vaquero caballeroso. Un buen tipo, honesto, firme, leal y auténtico.

―Me estás haciendo parecer como un maldito predicador o algo así. Yo soy el que soy, Miley. El que siempre he sido.

―Ya lo sé. A ese es al que quiero. A ese es al que amo. Y soy malditamente práctica, porque soy muy mala con este tipo de cosas románticas. Pero traté de hacer esto especial y espontáneo y... ―Miley le quitó los guantes y agarró su mano―. Maldita sea. Ven aquí. Tengo algo que mostrarte. ―Lo arrastró hasta donde había extendido una manta amarilla sobre una parte plana de tierra entre la zanja y la línea de la cerca. Un refrigerador de color rojo estaba apoyado sobre una esquina de la manta. Centrado sobre la tapa plástica del refrigerador había un ramo de flores silvestres―. Aquí está nuestra celebración romántica. ¿Te gusta?

La mujer que afirmaba no ser romántica... ¿había recogido flores para él?

―Sí. Es muy bueno.

―Eso de muy bueno no fue muy convincentes, Nick. Siéntate.

Él movió los pies y suspiró.

―¿Qué?

―No quiero sentarme en tu hermosa manta.

―¿Por qué no?

―La voy a arruinar. Si no te has dado cuenta, estoy cubierto de polvo y mugre.

―Mmm. ―Miley lo miró de la cabeza a los pies una vez más―. Entonces va a ser mejor que te quites la ropa sucia.

Seguramente ella estaba bromeando.

―Miley…

―Si no te has dado cuenta ―ella hizo mímicas―, estoy tratando de seducirle. Pero estoy bien con saltarme las cosas románticas sensibleras e ir directamente al sexo.

―¿Qué? ―Él echó un vistazo alrededor―. ¿En medio del maldito campo dónde alguien nos puede ver?

―Síp.

―De ninguna manera.

―Oh. Ya veo. Está bien cuándo me haces desnudarme a mí para poder divertirte conmigo, a cualquier hora, en cualquier lugar. ¿Necesitas que te recuerde que tuvimos sexo en mi patio delantero, McKay?

Mierda. Estaba completamente jodido.

El brillo de triunfo en sus ojos lo ponía medio en guardia y completamente duro. Miley cerró las manos en puños sobre su camisa y le arrastró la boca hacia la de ella para un beso fogoso que debería haber incendiado el henar.

Nick gruñó. Dios, amaba besar a esta mujer. Su mujer. Amaba su sabor. Amaba la forma en que ella curvaba la lengua en contra de la de él. Amaba la suavidad de sus labios. Amaba el afilado mordisco de sus dientes. Principalmente, amó el hecho de que ella lo amara.

Ella separó la boca pero no soltó el agarre sobre su camisa.

―Te deseo.

―Y yo a ti. Siempre te deseo. Volvamos a la casa, me bañaré, mamá puede observar a Eliza un rato más y nosotros podemos…

―No. Aquí mismo, ahora mismo.

―Pero no pienso…

―¿Sabes lo yo pienso? Que no quieres pensar. Quieres una mujer que te arrastre afuera de ese maldito tractor para follarte sobre la maleza en cualquier momento que ella quiera. ―Miley rozó los labios a través de su oreja con un erótico deslizamiento que lo hizo estremecerse―. Quieres una mujer que no le importe si estás cubierto de polvo porque planea follarte en el barro como un animal de cualquier manera. Quieres una mujer que se ponga toda ardiente y excitada por tu posesiva y primitiva declaración masculina de “protejo lo que es mío” y entonces te folle hasta descerebrarte en el granero.

Su polla se puso rígida.

―Me gusta como hueles cuando regresas del rancho. Me gusta la manera en que tus músculos cansados se sienten, flexionándose debajo de mis ávidas manos. ―Le lamió la garganta―. Me gusta la manera en que sabes. Por todas partes.

―Miley…

―Nick―ella imitó su tono―. La regla del nudismo está vigente. Desnúdate.

―Espera a un seg…

―Nop. ―Los botones volaron como ella abrió de un tirón su camisa.

―¡Miley!

Ella había enfocado la atención en desabrocharse el cinturón mientras desparramaba besos hacia abajo de su vientre. 

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Proximo capitulo el final