lunes, 9 de julio de 2012

at dusk niley- capitulo 36


«Seguro que no —pensé—. La señora Bethany no permitiría la entrada
en Medianoche a nadie así.»
Cuando Nick cambió de tema rápidamente  y le  pidió  a Raquel  los
apuntes de la clase de biología de mi padre, lo miré y una vez más sentí la
fuerza del deseo, el ansia de la posesión que me asaltaba continuamente
en su presencia. «Mío —pensé—. Quiero que seas mío para siempre.»
Siempre había dado por sentado que era el  corazón el  que hablaba,
pero tal vez fuera otra cosa. Quizá esa necesidad de reclamar la posesión
de  alguien  formaba  parte  de  ser  un  vampiro  y,  por  tanto,  era  más
poderoso que cualquier deseo humano.
Era  evidente  que Erich  no albergaba los  mismos sentimientos  hacia
Raquel que yo hacia Nick , pero si únicamente sentía por ella una décima
parte del derecho de posesión que yo sentía por Nick...
... entonces era imposible que fuera a dejarla en paz.
Esa  noche  volví  a  encontrarme  con Raquel  en  el  lavabo.  Estaba
vaciando  en  la  mano  el  bote  de  pastillas  para  dormir  que  le  había
recomendado, cuatro o cinco.
—Ojo, a ver si vas a tomarte demasiadas —dije.
Raquel me miró, inexpresiva.
—¿Y ya no me despierto? Tampoco suena tan mal. —Suspiró—. Créeme, 
Miley , con estas no tienes ni para empezar si quieres matarte.
—Son más de las que necesitas para dormir.
—No con los ruidos del tejado.  —Se metió las pastillas en la  boca y 
luego se inclinó para beber un par de tragos directamente del grifo del
agua fría del lavabo—. No han desaparecido —dijo, después de secarse la
cara con el dorso de la mano—.  Creo que ahora son más fuertes.  Y no
paran. Y estoy segura de que no me los estoy imaginando.
Aquello empezó a darme mala espina.
—Te creo.
Lo había dicho sin más, pero Raquel me miró con ojos desorbitados.
—¿De verdad? —preguntó, apenas con un hilo de voz—. ¿En serio? ¿No 
lo dices por decir?
—De verdad, te creo.
Para mi sorpresa, se le llenaron los ojos de lágrimas. Raquel se apresuró 
a retenerlas parpadeando varias veces, pero yo sabía que las había visto.
—Nadie me había creído hasta ahora.
Me acerqué un poco más a ella.
—¿Acerca de qué?

Sacudió la cabeza, negándose a contestar, pero cuando pasó junto a mí
de camino a su dormitorio, me tocó el brazo, solo un segundo. Viniendo de
Raquel, aquello había sido casi como un abrazo de oso. No tenía ni idea de
qué la atormentaba de su pasado, pero sabía que Erich no la dejaba vivir
en paz. Seguramente él no tenía intención de hacerle daño, pero sí parecía
el tipo de persona que disfrutaba mortificando a los demás.
Y en eso último sí que podía echarle una mano a Raquel.
Esa misma noche, bastante después del toque de queda, me levanté y 
me puse los téjanos, las zapatillas deportivas y mi jersey negro de abrigo.
Me encasqueté la gorra de punto negro en la cabeza, bajo la que oculté mi
melena rojiza. Dudé un par de segundos si pintarme unas rayas negras en
las mejillas y la nariz, como hacían los cacos en las películas, pero al final
decidí que tampoco hacía falta exagerar.
—¿Sales a tomar un tentempié? —masculló Patrice a su almohada—. Las
ardillas hibernan. Comida fácil.
—Solo voy a dar una vuelta —contesté, aunque Patrice ya había vuelto a
dormirse.
Noté el  gélido aire nocturno cuando me encaramé a la repisa  de la
ventana,  pero los  guantes  y el  jersey  negro me protegían  del  frío.  En
cuanto recuperé el  equilibrio  sobre la  rama del árbol,  estiré los  brazos
hacia las ramas superiores y fui apuntalando los pies contra el tronco para
que me sirviera de apoyo. Algunas ramas crujieron bajo mi peso, pero no
se quebraron. Al cabo de unos minutos, había llegado al tejado.
Al tejado de la parte más baja del edificio, claro. Unos metros más allá,
la torre sur se alzaba hacia el firmamento nocturno. Si alargaba el cuello,
incluso se distinguían las ventanas oscuras de las estancias de mis padres.
Al otro lado estaba la gigantesca torre norte y, en medio de ambas, se
encontraba el tejado de tablillas del edificio principal. No se trataba de una
superficie plana, sino de una extensión a varios niveles, fruto de la lenta y
dilatada construcción de la escuela a lo largo de los siglos, en que las
añadiduras no acababan de ensamblarse a la perfección con el resto. Se
parecía  un  poco  a  un  mar  embravecido,  con  olas  encrespadas  y
rompientes que desprendían un fulgor negro azulado a la luz de la luna.
Apreté  los  dientes  y  gateé  por  la  pendiente  que  tenía  más  cerca,
procurando moverme en el más absoluto silencio. Si alguien había salido a
tomar un tentempié, daba igual que me viera o no. Sin embargo, si alguien
había subido hasta allí con otras intenciones, prefería contar con el factor
sorpresa a mi favor.
A pesar de que no dejaba de recordarme que no había nada que temer,
estaba muerta de miedo.  Sabía que no se me daban bien los desafíos:
cuando tenía que enfrentarme a quien fuera, solía agachar la cabeza. Sin
embargo, alguien tenía que defender a Raquel y, por lo visto, yo era la
única  que  podía  hacerlo,  así  que  procuré  olvidar  las  mariposas  que
revoloteaban en mi estómago y me animé a seguir adelante.

Intenté visualizar mentalmente la disposición de las habitaciones bajo
mis pies, concentrándome para ubicar el dormitorio de Raquel, que estaba
en el otro extremo del pasillo, lejos de la habitación que yo compartía con
Patrice.  Nuestro dormitorio  caía debajo de la  torre sur,  pero Raquel no
tenía  la  misma  suerte.  No,  alguien  podía  montar  guardia  sobre  su
habitación, a tan solo unos metros por encima de su cabeza mientras ella
dormía.
Eché a andar en cuanto estuve segura de la localización del dormitorio y
la memoricé. Por fortuna no había hielo, por lo que no resbalé demasiado
mientras iba de teja en teja, a veces caminando y otras gateando. Agudicé
el oído durante todo el camino, atenta a cualquier sonido: una pisada, una
palabra, incluso una respiración. La conciencia de un posible peligro había
despertado mis instintos más oscuros y me había afinado los sentidos.
Estaba preparada para cualquier cosa.
O eso creía.
Apenas  me encontraba a unos metros de la  zona de dormitorios de 
Raquel,  cuando  oí  un  chirrido  que  recorría  todo  el  tejado.  Un  sonido
prolongado, parsimonioso y seguramente deliberado.  Allí  había alguien.
Alguien que quería que Raquel lo oyera.
Me detuve junto  a la  siguiente  pendiente inclinada,  con cautela.  Allí
estaba Erich, agazapado entre las sombras, con una rama partida en la
mano, que arrastraba arriba y abajo sobre las tejas de pizarra.
—Serás... —murmuré.
Erich se enderezó de repente, sorprendido. Su modo de reaccionar y la 
manera en que se envolvió rápidamente en su largo abrigo me obligaron a
preguntarme qué estaba haciendo con la otra mano. Asqueada y nerviosa,
me entraron ganas de dar media vuelta y salir corriendo, pero conseguí
mantenerme en mi sitio.
—Piérdete.
—¿Quién es ahora el que se salta las normas? —murmuró Erich, mirando 
a su alrededor—. No puedes delatarme sin delatarnos a ambos.
Me acerqué a él,  lo  bastante para llegar a tocarnos. Nunca antes se 
había  parecido  tanto  a  una  rata,  con  ese  rostro  chupado  y  su  nariz
aguileña.
—No dudaré en hacerlo.
—Uy, sí, qué miedo, saltarse el toque de queda. ¿Y qué? Todo el mundo 
lo hace. Les da igual.
—No has salido en busca de comida, estás acosando a Raquel.
Erich me dirigió la mirada más indignada que jamás le había visto a 
nadie, como si  yo fuera algo que evitaría de un salto si me encontrara
tirada en la acera.
—No tienes pruebas.

La  rabia  que se despertó  en mi interior  ahogó el  miedo.  Todos mis
músculos  se  tensaron  y  mis  incisivos  empezaron  a  alargarse  hasta
convertirse  en colmillos.  Cuando se  reaccionaba  corno un vampiro,  no
había marcha atrás.
—¿Eso crees?
Lo cogí de la mano y le mordí con fuerza.
La sangre de un vampiro no sabe como la de un humano ni como la de 
algo  vivo.  Ni  sabe  bien,  ni  sacia,  en realidad  ni  siquiera  alimenta.  Es
información. El sabor de la sangre de un vampiro revela lo que siente en
ese  mismo  instante.  Hasta  cierto  punto  tú  también  compartes  esas
sensaciones y empiezas a recibir imágenes en tu cabeza que apenas unos
segundos antes se encontraban en la mente del vampiro.  Me lo habían
enseñado mis padres, incluso habían dejado que lo probase con ellos en
un par de ocasiones, aunque cuando les pregunté si alguna vez se habían
mordido entre ellos, ambos parecieron azorarse mucho y me preguntaron
si no tenía deberes que hacer.
Al saborear la sangre de mis padres solo había sentido amor y gozo, y
había visto imágenes de mí misma de pequeña, más guapa de lo que era
en  realidad,  curiosa  por  conocer  el  mundo.  La  sangre  de  Erich  era
diferente. Era el horror.
Sabía a resentimiento,  a rabia  y a un ansia  desmesurada por segar
vidas humanas. El líquido estaba tan caliente que ardía y tan turbio que
me revolvió el estómago, negándose a admitir ni a la sangre ni a él. Una
imagen titiló en mi mente y fue haciéndose mayor y más nítida a cada
segundo que pasaba, como un fuego que se propaga fuera de control: la
de Raquel tal como Erich deseaba verla: desparramada en la cama, con el
cuello abierto, boqueando su último aliento.
—¡Ay! —Erich se zafó de un tirón—. ¿Qué coño crees que haces?
—Quieres hacerle daño.  —Me resultaba difícil  controlar la voz. Estaba 
temblando, aterrada por la violenta escena que acababa de ver—. Quieres
matarla.
—Querer una cosa no es lo mismo que hacerla —replicó—. ¿Crees que
soy el único de por aquí que quiere hincarle el diente a un poco de carne
fresca de vez en cuando? Vas lista si piensas que van a castigarme por
eso.
—¡Que te largues de su tejado! Vete y no vuelvas más. Si lo haces, se lo
diré a la señora Bethany. Puedes estar seguro de que me creerá y de que
te pondrá de patitas en la calle.
—Pues hazlo. Estoy harto de este sitio. Aunque me merezco una alegría
antes de irme, ¿no crees?
Erich se echó a reír y por un momento creí que, después de todo, quería
pelear  conmigo.  Sin  embargo,  lo  que  hizo  fue  saltar  del  tejado  sin
molestarse siquiera en atrapar la rama de un árbol en su caída.
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No se si les aparecio el capitulo 35 pero aqui el link por si no  http://mileyandnickforever.blogspot.mx/2012/07/at-dusk-niley-capitulo-35.html



5 comentarios:

amorciegoniley dijo...

fasinante ya voy con el que sigue definitiva,mente no me lo pierdo

angela dijo...

tu musica me relaja chica definitivamente lo hace ehh

Anónimo dijo...

ya voy con el que sigue hermosoo

melani dijo...

siguela ahhh bueno mejor o me apuro a leer jejej

Ammi dijo...

o.0 simplemente o.0