viernes, 11 de febrero de 2011

~Soy Tu Amante???~ conociendote- capitulo 2

Con los oídos retumbándole por el terrible crujido del metal, miley se quedó donde estaba, inmóvil. Incrédula y boquiabierta, observó al conductor, un hombre alto y Castaño, salir del coche a toda velocidad. Se movía tan rápidamente como su coche, fue lo primero que pensó.
-¡Apártese! -le gritó él, pues el fuerte olor a gasolina le había alertado del peligro-. ¡Apártese de ahí!
El coche se incendió y miley intentó apartarse, pero el hombre tiró de su brazo para alejarla más rápidamente. Tras ellos, el tanque de gasolina explotó y la fuerza de la explosión la levantó del suelo. El extraño evitó la caída sujetándola por la cintura, pero la tumbó en el arcén y se colocó encima para protegerla.
Sin aliento, miley se quedó en el suelo, intentando respirar mientras pensaba que aquel hombre le había salvado la vida. Cuando levantó la mirada, se encontró con una piel de bronce y unos exóticos ojos de color dorado, muy brillantes.
Tenía la ropa empapada, pero lo que le importaba en aquel momento era saber por qué esos ojos le resultaban tan familiares. De niña había visitado un zologico en el que había un león en su jaula, furioso y frustrado. Con los ojos brillantes, desafiando a todo aquel que osara mirarlo, el animal paseaba por su humillante celda con una dignidad que a miley le había roto el corazón.
-¿Se ha hecho daño? -preguntó él, con una voz ronca de profundo acento mediterráneo que le produjo escalofríos.
miley negó con la cabeza. El hecho de que la hubiera aplastado contra el arcén lleno de nieve no tenía importancia en comparación con esos ojos. Tenía las pestañas muy largas, un rostro angular y muy masculino que poseía una belleza hipnótica.
Nick observó los ojos más verde azulados que había visto nunca. Estaba convencido de que no podían ser de verdad de ese color  y sospechaba también del obscuro cabello castaño que enmarcaba su rostro ovalado.
-¿Qué demonios hacía en medio de la carretera?
-¿Le importaría apartarse? -murmuró miley.

Nick se apartó musitando algo en su idioma. No se había dado cuenta de que estaba encima de la mujer responsable de la destrucción de su coche. Cuando tomó su mano para ayudarla a levantarse, se le ocurrió un pensamiento extraño: tenía la piel tan blanca, suave y tentadora como la nata.
-No estaba en medio de la carretera... temí que pasara de largo sin verme -explicó miley, temblando de frío.
El hombre era alto,unos 10 0 15 centimetros mas alto que ella, que tenía que echar la cabeza hacia atrás para hablar con él.
-Estaba en medio de la carretera -insistió nick-. Tuve que dar un volantazo para no atropellarla.
Miley miró el coche, que seguía ardiendo. Era evidente que en poco tiempo sólo quedarían un montón de hierros quemados. Era un modelo deportivo y, seguramente, muy caro. Y que intentase culparla por el accidente la hizo sentir un escalofrío de ansiedad.
-Siento mucho lo de su coche -se disculpó, para evitar conflictos. Habiendo crecido en una familia con fuertes personalidades, estaba acostumbrada a asumir el papel de pacificadora.



nick miró los patéticos restos de su Ferrari, que sólo había conducido dos veces, y luego miró a la chica. Su ropa era vulgar, barata. De  estatura un poco mas baja que el, era lo que su padre habría llamado una «chica sana» y lo que sus delgadísimas amigas, que disfrutaban metiéndose unas con otras, habrían descrito como «gorda». Pero entonces recordó lo femeninas que le habían parecido sus curvas mientras estaba tumbado sobre ella y sintió un escalofrío de deseo.
-Es una pena que no pudiera evitar el árbol -siguió miley.
-Evitarla a usted era mi prioridad, señorita -replicó él, irritado ante lo que veía como un velado ataque a sus dotes como conductor-. Y en ese intento, podría haberme matado.
El escalofrío de deseo había desaparecido. nick lo achacó al golpe contra el árbol que, seguramente, lo había privado de juicio y causado que su libido le gastase una mala pasada. Esa chica debía ser la menos atractiva que había conocido en su vida.
-Pero afortunadamente, los dos debemos dar las gracias por...
-Teos mu! Explíqueme por qué debo yo dar las gracias en este momento -la interrumpió él. Seguía nevando y la nieve empezaba a teñir su pelo de blanco-. Está nevando, empieza a anochecer, mi coche favorito ha quedado reducido a cenizas junto con mi móvil y estoy en medio de una carretera desierta con una extraña.
-Pero estamos vivos. Ninguno de los dos ha resultado herido -señaló miley, intentando disimular que le castañeteaban los dientes.
Nick dejó escapar un suspiro. Estaba perdido en medio de una carretera desierta con nesconocida.

-¿Puedo usar su móvil?
-Lo siento, no tengo móvil.
-Entonces supongo que vivirá cerca de aquí... ¿dónde está su casa? -preguntó él, mirando alrededor.
-No vivo por aquí. Ni siquiera sé dónde estoy.
Nick arrugó el ceño, como si acabara de confesarle algo terrible.
-¿Cómo puede ser eso?
-No soy de aquí -explicó Miley-. Es que me trajeron para una entrevista de trabajo. Luego empecé a andar y... pensé que no estaría lejos de la carretera general...
-¿Cuánto tiempo lleva caminando?
-Un par de horas. Pero no he visto ninguna casa. Por eso no quería que pasara usted sin verme. Estaba un poco preocupada...
Nick se percató de que estaba temblando. Tenía la gabardina empapada.
-¿Por qué está tan mojada?
-Hay un riachuelo por ahí detrás... no lo había visto hasta que me caí en él.
Él la estudió, muy serio.
-Debería habérmelo dicho antes. Con esta temperatura, podría acabar sufriendo hipotermia... y yo no quiero problemas.
-No voy a darle ningún problema -replicó ella.
-He visto un granero un poco más atrás. Deberíamos cobijarnos allí...
-No, en serio, estoy bien. En cuanto empiece a caminar otra vez se me pasará el frío -murmuró miley.
Pero nick vio que se le empezaban a poner los labios azules.
-No entrará en calor hasta que se quite esa ropa mojada -dijo, tomándola del brazo.
La idea de quitarse la ropa delante de un completo extraño era sencillamente absurda, pero le sorprendió su respuesta inmediata a lo que veía como una emergencia. En un segundo, el extraño había olvidado el deportivo destrozado para echarle una mano.
¿No era esa una típica respuesta masculina? Aunque no era tan común como a los hombres les gustaba creer, pensó Miley. Ni su padre ni su hermano la habían ayudado nunca. De hecho, los dos hombres de su vida habían huido de los sacrificios que exigía la enfermedad de su madre. Roberta tuvo que aceptar que ninguno de los dos era suficientemente fuerte como para estar a la altura y como ella sí lo estaba, no tenía sentido culparlos por su debilidad.
-¿Cómo se llama? -le preguntó-. Yo me llamo Miley cyrus.
-nicolas -contestó él, tomándola por la cintura para ayudarla a saltar una cerca.
-Ah, gracias -a Miley le sorprendió que tuviera tanta fuerza.

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