The Bodyguard- Capitulo 11

—Miley, señorita James.
—Miley solo, Robert.
—Miley solo señorita James.
Cuando Miley miró a Nicholas , éste le sonreía.
_Bastardo petulante_. Murmuró entre dientes, 
Más que oírlo Nick lo intuyó. Y se sonrió.
_No sé cómo lo hace. —el tono de Miley transmitió su furia. Para
Nick eso era un adelanto.
—Señorita James, ¿se siente bien? —le dijo Robert preocupado.
—Ella se siente bien, Robert. Sólo está adquiriendo confianza. Gracias
por preocuparte.
Miley lo miró sorprendida por su comentario “¿adquiriendo
confianza?” se dio vueltas y se dirigió hacia la puerta de salida.
Nicholas sólo cabeceó a Robert y la siguió.
Mientras caminaba detrás de ella, Nick se conectaba con su entorno.
Durante un segundo se extendió mentalmente, un juego que lo había
ayudado muchas veces. Podía percibir el peligro, el viento solía
hacerle saber cuándo algo no estaba bien. Cuando lo necesitaba Nick
podía hacer funcionar su mente como un radar y ahora mismo este
radar le estaba diciendo que todo estaba bien. Así que pudo mirar a
Miley caminar delante suyo. 
Y no fue una buena idea.
Miley era una cosita bastante pequeña, bien debía llevarle unos
treinta centímetros. Algo tan pequeñito no debería caminar de esa
forma. Un ondulante movimiento de caderas, tan explícitamente
sensual que Nicholas se obligó a respirar para no ahogarse. Su
cabellera castaña ondeaba al viento; lacio y largo, rozaba sus
caderas. El viento también había decidido hacer las cosas difíciles
para Nick , agitando la larga falda de delgado material amoldándose a
sus muslos.  

¿Qué clase de ropa interior llevas, ratoncito? Tal vez ninguna. Pero
no. Éste ratoncito no parecía ser la clase de chica que no llevaba
nada debajo del vestido. 
Cuando se dio vueltas buscándolo, lo sorprendió mirándola. La forma
en que lo hacía hizo subir sus colores inmediatamente.
Nick sonrió. No podía leer su pensamiento pero sabía que esos
colores lo involucraban y eso lo hizo sentirse muy bien. Se acercó a
ella y se paró a dos centímetros. Miley  rehusó hacerse para atrás.
Así que levantó su cabeza y lo miró.
—¿Podría… por favor, darme mi espacio? —Le dijo ¿Es que este
espléndido hombre es real? atinó a preguntarse Miley mientras lo
miraba.
—Soy todo el espacio que necesitas — le respondió y su voz tuvo ese
raro ronroneo que hacía marear a Miley . 
—Por ahora solo quiero diez centímetros de aire _le dijo en un tono
titubeante para luego murmurar, _no contaminado.
Nick rió fuerte. Mi ratoncito está sacando sus garras.
Las piernas de Miley en verdad flaquearon. No solo por lo que su
risa hizo a su cuerpo. Fue como entrar en un mundo de sensualidad
que la dejaba laxa y algo mareada. Supongo que escuchó mi
comentario. Ni siquiera se había dado cuenta que lo había dicho en
voz alta.
Una ráfaga de aire los envolvió y el largo cabello de Miley voló
sobre su rostro y Nick lo recogió, lo acarició y colocó detrás de
sus orejas. Sus dedos no eran suaves, manos de trabajo pensó
Miley pero cuando esos dedos se adueñaron del lóbulo de su
oreja y lo apretaron suavemente, una y otra vez, Miley perdió el
equilibrio.
Allí, parado, Nick estaba tan cerca que no fue difícil estirar su
otra mano y atraerla hacia sí, tomando su cintura, cuando Nick la 

estrujó contra su pelvis, Miley solo atinó a respirar mientras una
de sus manos subía a su pecho y la ponía entre los dos, intentando
sin éxito empujarlo hacia atrás. Miley se sintió atrapada, incapaz
de moverse, esa cosa de que la tocaba y perdía sus fuerzas no le
gustaba nada. Parecía que acaba de entrar en esa difusa frontera que
une el sueño con la vigilia. Su corazón era lo único que parecía
moverse, latiendo desordenadamente.
—Yo te sostengo —dijo Nick en su oreja, bajando su rostro hasta
posar su cabeza en la suya y allí colocó un mechón de cabello detrás
de ella.
Miley ni siquiera podía pensar. Lo único que quería en ese
instante era recostarse sobre él y no moverse jamás.
Nicholas no sabía qué pasaba pero de algo estaba seguro, Miley 
era completamente inmune a su voz pero respondía completamente a
su toque. En un segundo supo que ella estaba indefensa en sus
brazos y ese descubrimiento lo fascinó. Y no tenía ninguna
explicación para ello. Su voz siempre había funcionado, desde que
cumplió los doce años. Y encontrarse a alguien a quien no podía
sugestionar era algo que necesitaba tiempo y análisis. Desde el
mismo instante en que vio su fotografía, algo indefinido lo molestó,
primero había pensado que era sólo el enojo de imaginar a ese
pequeña mujercita sufriendo a causa de los problemas de su padre.
Ahora saber que sólo con tocarla, quedaba inerte en sus brazos lo
llenó de regocijo, pero también de preocupación. No sabía que
andaba mal pero debería hablarlo con sus hermanos. Como había
hecho muchas veces antes, lamentó no tener a sus padres, para
preguntarles todas sus dudas. 
Quedarse solo con sus hermanos no había sido sencillo, y menos en 
el momento en que comenzaba a conocer sus habilidades. Él mismo
apenas entendía en qué consistían y debía responder a sus hermanos 

sobre ellas. Fue difícil crecer sin padres. Al menos le había permitido
conservar a sus hermanos con él.
Miley estaba completamente abandonada en sus brazos, sentirla
tan cerca lo había puesto una vez más tan duro que le dolía. Por un
segundo se refregó sobre ella y su placer fue agónico. Los ruidos
detrás suyo lo despertaron.