El domingo amaneció nublado y Nana los despertó a
eso de las diez para que pudieran desayunar con ella antes de regresar a
Londres. Después de la charla de la noche anterior, entre Nick y Miley había
algo muy especial; no era sólo «el principio de una gran amistad», que lo era,
ni una mera atracción física, que también existía y era muy potente. Era más
bien como si ambos se hubieran dado cuenta de que entre ellos había magia; de
esa de la que se habla en las películas y en las grandes novelas. Pero como
ninguno de los dos sabía muy bien qué hacer con ella, iban con cautela para no
estropearla ni echarla a perder. Nana, que desde que había visto a su nieto con
Miley era la mujer más feliz del mundo, decidió darles tiempo y margen de
maniobra y se juró que sólo intervendría si Nick era tan idiota como para dejar
escapar a la única chica capaz de hacerlo sonreír.
A las doce ya habían recogido todas sus cosas, y se
despidieron de Nana con besos y abrazos, no sin que ella les hiciera prometer a
ambos que regresarían a pasar otro fin de semana con ella el mes siguiente. A Nick
le hizo prometer además que, como siempre, la llamaría una vez a la semana.
Hechas todas las promesas pertinentes, Miley y Nick se subieron al coche y se
dirigieron directos a Londres, donde al día siguiente iba a empezar una nueva
etapa de sus vidas.
—¿Estás
nerviosa por lo de mañana? —preguntó Nick cuando ya estaban de nuevo en su
apartamento.
—Un poco. —Miley se mordió el labio inferior—.
Mucho.
—No lo estés —sonrió él—. Ya verás como todo sale
bien. La gente de tu sección es fantástica. Jack, el jefe del departamento, es
uno de mis mejores amigos. Seguro que te ayudará mucho y que con él aprenderás
un montón de cosas.
—No estoy nerviosa por eso. Seguro que todo el mundo
es fantástico.
—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —preguntó Nick sin
entenderla.
—De hacerlo mal —contestó ella sin mirarlo.
—¿De hacerlo mal? Vaya tontería. Pues claro que lo
harás mal.
—¿¡¡Qué!!?
—Quiero decir —prosiguió él antes de que Miley
pudiera recuperarse de su asombro— que es normal que hagas mal ciertas cosas
cuando empiezas un trabajo nuevo. Pero estoy convencido de que aprenderás
rápido, y de que pronto lo tendrás todo bajo control.
—¿Lo dices en serio?
—Claro. Por muy hermana de Guillermo que seas, no te
habría contratado si no creyera que estás capacitada para el puesto. —Le apretó
la mano para transmitirle su confianza.
—Gracias —dijo Miley mirándolo a los ojos, y tuvo
que hacer un esfuerzo para no echársele encima y abrazarlo allí mismo—. Por
todo.
—No tienes que darme las gracias —contestó Nick sin
apartar la mirada de la suya—. Cuando los conozcas a todos, no estarás tan
contenta. —Le guiñó un ojo.
Miley sonrió y apartó la mano de debajo de la suya.
—Debería acostarme. Seguro que me costará dormir y
mañana tengo que estar fresca. Buenas noches.
—Buenas noches, Miley.
Al oír que Nick utilizaba el diminutivo por el que
la llamaba de pequeña, se dio la vuelta.
—Buenas noches, Nick.
Miley se volvió de nuevo y se dirigió a su
habitación, pero antes vio que él se había sonrojado.
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