sábado, 29 de septiembre de 2012

What A Feeling- Capitulo 10




En el coche ninguno de los dos habló. Afortunadamente, el trayecto no duró mucho; las termas romanas de Bath estaban sólo a diez minutos y, una vez allí, la logística de buscar aparcamiento, comprar las entradas y recoger la guía los tuvo ocupados. Tras pasar la puerta principal, Miley se quedó paralizada. Había leído mucho sobre las termas romanas y estaba harta de ver las reposiciones de Yo, Claudio por televisión, pero el impacto de estar delante de aquellas magníficas ruinas fue muy grande. Como no se movía, Nick le colocó una mano sobre el hombro para empujarla, pero tras lograr que reaccionara, decidió dejar la mano allí. A Miley no parecía importarle, y a él le gustaba caminar con ella tan pegada a su cuerpo.
—Es precioso —balbuceó ella mirando el claustro principal, con la piscina llena de agua. Tan pronto como los dedos de Nick empezaron a acariciar descuidadamente su hombro y, casi sin querer, la parte exterior de su clavícula, sintió cómo se le hacía un nudo en el estómago—. ¿Te das cuenta?, parecen vivas.
—¿Vivas? —preguntó Nick notando cómo una especie de calor le subía por los dedos de la mano hacia el cuello y le anidaba en el pecho. Era como si el muro que había construido en su interior empezara a agrietarse.
—Sí, vivas, las piedras, las columnas, parecen vivas; como si quisieran contarnos algo. Como si fuera importante que siguieran aquí para hablarnos, para escucharnos, como si, no sé. Como si todo tuviera algún sentido. ¿Lo entiendes?
—No, Agui, no lo entiendo, pero no importa.
Nick no apartó la mano, y caminando uno al lado del otro empezaron la visita. Pasaron por los baños secundarios, por el baño del rey, tiraron monedas en la piscina circular y acabaron la visita en la tienda de souvenirs.
—¿Sabes que Bath se llamaba Aquae Sulis en la época de los romanos?
Nick rompió así el silencio que se había instalado entre ellos desde hacía rato. No lo hizo porque fuera un silencio incómodo, sino todo lo contrario, y como eso lo aterrorizaba, intentó volver a la situación inicial. Empezó a contarle la historia romana de Bath y fue apartando la mano despacio. Miley lo escuchó con atención, pero no porque le interesara enormemente lo que estaba diciendo, sino porque intentaba entender cómo hacía ese hombre para alterarla de ese modo. Habían pasado dos horas mágicas. Miley había recorrido casi la mitad de las ruinas con el brazo de él sobre su hombro; y recordaba lo bastante de los hombres como para reconocer cuándo uno se sentía atraído por ella. Y ahora, allí estaba él, contándole la historia de Bath como si fuera un presentador de National Geographic.
—¿Qué te ha parecido? ¿Te ha gustado la visita? —preguntó Nick al final de su clase magistral.
—Sí, mucho. —Aunque lo que más le había gustado a Miley había sido que, durante un rato, Nick había sonreído, recordándole al chico de todos aquellos veranos—. Me gustaría comprarme una postal, ya sabes, no dejo de ser una turista. ¿Te importaría? —Miley le sonrió.
—No, sólo que no tenemos mucho tiempo. Compra la que quieras y luego iremos a recoger a Nana para salir a cenar. ¿Te apetece eso o prefieres quedarte en casa?
—No, no. Lo de la cena suena genial. Así podré sonsacar a tu abuela sobre tus aventuras de adolescente. Seguro que fuiste tan malo como Guillermo —dijo ella sonriéndole de nuevo.
Su sonrisa era fulminante. Cada vez que Nick la veía, tenía ganas de besarla, y como esa opción estaba descartada, optó por ser seco. Así aprendería a no utilizarla con él.
—Te espero en el coche —le espetó, y salió del museo dejando a Miley aún más estupefacta que antes.
Escogió dos postales, una del baño principal, con las columnas rodeando el agua a la luz del atardecer, y otra que era una reproducción de la antigua ciudad romana en la que en un mosaico se podía leer «Aquae Sulis», y se dirigió hacia el coche, que ya estaba en marcha.
Llevaban sólo un par de minutos circulando cuando Miley se durmió. Había sido un día largo, y la noche anterior tampoco había dormido mucho; demasiadas emociones. Al verla dormida, Nick se relajó; ya no sabía cómo actuar. A lo largo del día había pasado por diferentes fases, seguro que parecía un lunático. Había momentos en que pensaba que podía tratarla como a una hermana, pero cuando su vista se desviaba hacia sus labios, se le aceleraba el pulso y se moría de ganas de hacer algo al respecto. Luego se acordaba de cómo había mirado esa foto de él con Nana, y pensaba que eso era imposible. Una mujer como Miley se merecía algo mejor. Por no hablar de lo que le haría Guillermo si le hacía daño a su hermana. El peor momento del día había sido, sin duda alguna, cuando su abuela le había dicho que ella era «ella». Maldita Nana. Se había olvidado de que su abuela tenía una memoria de elefante, y de que hacía años, en un momento de locura, le había contado la fascinación que sentía por la hermana de su mejor amigo. Sin duda, la CIA podría aprender de las técnicas de interrogatorio de Nana. Por suerte, esa fascinación infantil ya no existía, y Miley nunca se había dado cuenta de nada. Ahora, lo único que pasaba era que estaba cansado, tenía demasiado trabajo y necesitaba dormir.


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