sábado, 29 de septiembre de 2012

What A Feeling- Capitulo 7



—¿Has dormido bien? —le preguntó Nick en un intento de recuperar cierta normalidad—. Eres la primera persona que duerme en esa cama —añadió, antes de dar un mordisco a su tostada.
—Bien, muy bien, la verdad es que estaba muy cansada. Gracias. ¿Y tú?
—Muy bien, gracias. —Bebió un poco de té—. ¿Qué te apetece hacer hoy? —Al ver que ella levantaba las cejas le planteó las dos posibilidades—. ¿Prefieres quedarte aquí o te apetece ir a Bath a conocer a Nana?
Miley se limpió los labios con la servilleta y contestó:
—Me gustaría conocer a Nana, pero si tú ya tienes planes...
—No digas tonterías —la interrumpió Nick—. La verdad es que había pensado que podríamos ir a Bath y pasar allí el fin de semana. Al fin y al cabo, en los próximos seis meses tienes tiempo de sobra para conocer todos los rincones de la ciudad... y a mí me apetece visitar a mi abuela. Así pues, ¿qué te parece?
—Me parece una gran idea, pero ¿seguro que a tu abuela no le molestará?
—Seguro. Cuando conozcas a Nana te darás cuenta de que le encanta tener gente en su casa. Coge el pijama y el cepillo de dientes mientras yo la llamo para avisarla. —Dicho esto, se levantó y cogió el teléfono.
Miley se fue a la habitación a preparar una pequeña bolsa para el fin de semana. Por suerte, había traído una mochila. Una vez la hubo localizado la abrió y guardó en su interior un pijama, un neceser con las cosas básicas, una muda para el domingo y una camisa más atrevida por si esa noche iban a cenar a algún sitio. Cuando salió, Nick la estaba esperando sentado en el sofá.
—He hablado con Nana y está impaciente por conocerte. ¿Estás lista? —preguntó, señalando la mochila.
—Sí. ¿Tú no coges nada?
—No hace falta. Nana aún conserva mi habitación y yo siempre tengo allí unas cuantas cosas. Me gusta quedarme a dormir en su casa y pasar tiempo con ella —añadió, encogiéndose de hombros.
—Claro.


Llevaban ya casi una hora de viaje cuando sonó el teléfono; Nick respondió con el manos libres del coche.
—¿Sí?
Desde los altavoces, se oyó la voz de Guillermo.
—¿Nick? Soy Guillermo, ¿me oyes?
—Sí, claro que te oigo, estás gritando.
—¡¡Hola, Guille!!
—¿Agui? ¿Qué haces en el teléfono de Nick?
—Es un manos libres, Guillermo. Tú deberías saberlo —respondió Nick, serio ante el tono amenazante de su «mejor» amigo.
—Claro. ¿Y adonde llevas a mi hermana preferida?
—A conocer a Nana. ¿Te parece bien?
—¡¡Eh!! Pareja de matones, ¿os importaría no hablar de mí como si yo no estuviera presente?
—Lo siento, Agui —respondieron los dos «neandertales» al unísono, y Nick se sonrojó a la vez que Guillermo carraspeaba.
—Así que llevas a Miley a Bath. ¿Vais a pasar allí todo el fin de semana? ¿Has vuelto a ver a Monique, eh, campeón?
—Guillermo, ¿te recuerdo lo que significa «manos libres»? —Nick empezaba a ponerse nervioso y Miley miraba el paisaje con el cejo fruncido, sin decir ni una palabra—. En respuesta a tus preguntas, «señor cotilla», hace meses que no veo a Monique —añadió, más para que lo oyera su indignada copiloto que Guillermo.
Al otro lado de la línea, y del mar, Guille respondió enigmático:
—Me alegro. Bueno, os dejo. Procura que Miley no se meta en líos, ¿de acuerdo?
—De acuerdo
—Agui, llámame. Ya sabes que me preocupas.
Entonces Miley, con los ojos llenos de lágrimas que no quería derramar, respondió:
—Ya, bueno, no te preocupes. Te llamaré, lo prometo. Y tú cuídate, ¿vale?
—Vale. Adiós. Dale recuerdos a Nana de mi parte.
Entonces colgó, y a Miley empezaron a resbalarle las lágrimas que había contenido. «Con un poco de suerte, Nick no se dará cuenta», pensó, pero todavía no había acabado ese pensamiento cuando notó cómo los dedos de Nick recogían esas lágrimas traidoras.
—No llores.
Miley dejó de mirar el paisaje y se volvió. La mano de Nick se deslizó entonces desde su mejilla hasta su cuello, bajó por su brazo, le cogió la mano, se la acercó a los labios y le besó suavemente todos los nudillos. Cuando acabó, devolvió la mano a su estupefacta dueña, y añadió.
—¿Mejor?
Miley carraspeó, se volvió otra vez hacia el paisaje y, cuando encontró su voz, respondió:
—Sí. Mejor.
Y se hizo el silencio.

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