sábado, 29 de septiembre de 2012

What A Feeling- Capitulo 15




Este último comentario consiguió llamar la atención de Miley, que levantó la cabeza y se encontró mirando directamente a Nick a los ojos, con lo que él se atrevió a añadir:
—Aunque hay una cosa que sí tengo clara.
—¿Ah, sí?
—Sí, y es que me da miedo averiguarlo.
Miley vio que hablaba en serio. Aquel hombre de casi dos metros, que había cruzado medio mundo persiguiendo noticias, le tenía miedo. Pero en sus ojos verdes había algo más que miedo; había curiosidad. La misma curiosidad que había en los de ella. No era la fascinación infantil que había sentido de pequeña, sino algo más profundo, más real. Nick desvió la vista hacia sus labios. Seguía sin decir nada y ella tampoco sabía qué responder a su último comentario. Él la miraba concentrado, como si estuviera sopesando qué decir y cómo decírselo. A Miley se le empezó a acelerar el pulso, y la estampida de búfalos que había sentido cuando lo vio días atrás, volvió a atravesar su estómago. Nick parecía fascinado y, despacio, levantó la mano y la acercó al rostro de Miley. En ese instante, el resto del mundo desapareció. La estación de metro, la gente, el ruido, todo. Sólo estaban ellos dos mirándose a los ojos como si fuera la primera vez. Nick le acarició la mejilla, sus dedos temblaban casi tanto como las piernas de Miley. Le recorrió la ceja con el dedo índice, resiguió lentamente la nariz y se detuvo encima de sus labios. Una breve pausa y su boca siguió el mismo destino. Nick se apartó como si de repente se hubiera dado cuenta de dónde estaban. Respiró hondo y carraspeó. Cuando volvió a hablar, Miley no supo si habían pasado dos minutos, dos segundos o dos horas.
—Deberíamos irnos. —Se levantó y esperó a que ella hiciera lo mismo—. Es por aquí —señaló Nick. La cogió por el brazo y se detuvo de nuevo delante de ella—. Miley, lo siento.
—¿El qué? —Ella fingió no saber a qué se refería.
—Eh... —Nick se sonrojó de nuevo—. Haberte... besado. —Ni él mismo sabía cómo definir lo que acababa de pasar.
—Ah, eso. —Hizo un esfuerzo por no ruborizarse y aparentar normalidad—. No te preocupes. Ya sabes, los latinos somos muy cariñosos, y al fin y al cabo tú sólo eres medio inglés, ¿no? —Miley no sabía cómo se le había ocurrido semejante tontería—. Además, seguro que no te has olvidado de que en mi familia todo el día nos estamos besuqueando y abrazando. Aún me acuerdo de lo incómodo que te sentías cuando mi madre te achuchaba.
—Ya, claro —farfulló Nick agradecido por el cambio de enfoque—. No quisiera que te sintieras incómoda conmigo. No debería haberlo hecho.
—Para ya, pareces sacado de una novela de Jane Austen. No me siento incómoda contigo, y tampoco voy a llamar a mi padre o a mis hermanos para que te obliguen a casarte conmigo.
—Me alegro. —Nick empezaba a relajarse de nuevo, pero siendo sincero consigo mismo, tenía que reconocer que le molestaba un poco que ella no estuviera más afectada por su beso—. Deberíamos acelerar el paso o no llegaremos.
Caminaron a más velocidad y, tras unos doscientos metros, se detuvieron delante de un edificio negro con cristales tintados y un guardia de seguridad en la puerta. En una de las placas de la pared se leía «The Whiteboard».
«Bueno, supongo que aquí empieza mi futuro», pensó Miley.
—¿Preparada? —preguntó Nick.
—Sí. Preparada.
—Tu departamento está en el primer piso, yo estoy en el segundo, junto con los periodistas, y con Sam, el señor Abbot, el director. Ahora está de viaje, pero cuando vuelva te lo presentaré. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Estaban en el ascensor, por suerte con más gente, oficinistas de otras empresas que ocupaban también el edificio. Se paró en la primera planta y ellos dos salieron.
—Tu trabajo va ser sencillo al principio. Luego ya se irá complicando. Vamos a buscar a Jack para que te presente al resto del equipo y te cuente los detalles. ¡Jack!
En ese momento, Jack, que estaba sentado delante de un ordenador, se levantó y se dirigió hacia ellos.
Debía de tener unos treinta y pocos años y era la viva imagen del típico aventurero. Nada más verlo, Miley pensó que sería genial para sustituir a Harrison Ford en el papel de Indiana Jones, o como imagen del National Geographic.
—Jack, te presento a Miley Martí, la nueva diseñadora del departamento. —Al ver que la miraba con curiosidad añadió—: Fui a buscarla al aeropuerto el viernes, ¿recuerdas que te lo comenté?
—Sí, claro. Es un placer, Miley. —Le besó la mano—. Y dime, ¿a pesar de que Nick llegó tarde al aeropuerto has decidido quedarte? —Le soltó afectuosamente la mano—. Te juro que los ingleses auténticos no somos así. Nosotros sí que sabemos cómo tratar a una dama. —Le cogió el abrigo—. ¿Cómo has pasado el fin de semana?
—Bien, gracias. Y sí, al final me quedo. Tampoco tengo adonde ir.
—Eso es porque no quieres —respondió Jack flirteando, como era costumbre en él.
—Déjate de tonterías, Jack, a las diez tengo una reunión y quiero dejar a Miley instalada en su sitio. —«Además —pensó Nick—, si vuelves a mirarla de esa manera te saco los ojos de las órbitas.»
A Miley, ajena a esos pensamientos, le sorprendió bastante el tono de Nick, y para quitarle aspereza a sus palabras le dijo:
—Tranquilo, vete. Seguro que Jack me tratará muy bien. Intentaré no hacerte quedar mal.
Jack se dio cuenta de que entre aquellos dos pasaba algo, y decidió optar por hacerse el tonto y dejar de flirtear con Miley antes de que Nick decidiera arrancarle la cabeza.
—Nosotros también tenemos mucho trabajo, así que si quieres seguirme te presentaré a los diseñadores, fotógrafos y otros lunáticos del departamento. Nick, nos vemos luego y te cuento lo del reportaje sobre China. Adiós.
Dicho esto, Jack y Miley dejaron solo a Nick frente al ascensor. Se quedó refunfuñando entre dientes algo así como «¡Que no sé cómo tratar a una dama!». Al final, decidió subir al segundo piso por la escalera, a ver si así se relajaba un poco.


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