Jack presentó a Miley a todo el departamento
gráfico, la condujo a un pequeño cubículo al lado del suyo y le explicó qué se
esperaba de ella. Su trabajo iba a consistir básicamente en maquetar las
páginas. Tenía que revisar los tipos de letra y los espacios, y asegurarse de
que las fotografías estuvieran colocadas correctamente antes de enviar la
versión definitiva a imprimir. No era muy creativo, pero le permitiría conocer
el mundo de la edición y, si era lista, quizá algún día podría dar el salto
hacia algo más. Además, en su currículum iba a quedar muy bien el hecho de haber
trabajado en una revista inglesa y, cuando volviera a Barcelona, seguro que
encontraría la manera de sacarle partido. Eso era lo que Miley más deseaba, que
al volver a su ciudad todo aquello hubiera servido para algo; si no, no sabía
qué narices estaba haciendo en Londres, sin su familia, rodeada de gente con un
peculiar sentido del humor, y enamorándose de un hombre que por el momento no
quería tener ninguna relación y que se reservaba para alguien muy especial a
quien ni siquiera conocía aún.
Por suerte, gracias a Jack y a sus otros compañeros,
su primer día de trabajo fue todo un éxito. Miley se hizo rápidamente con los
programas de la revista y en seguida captó en qué consistía su tarea. Las horas
pasaron volando, y cuando llegó la hora de salir, Jack apareció por encima de
su cubículo.
—Esto es todo por hoy. Vamos, no nos hagas quedar
mal haciendo ya horas extra y vete a casa. ¿Esperas a que venga Nick o te vas
sola?
—¿Nick?
—Sí, Nick. La hija de Sam, el jefe de la revista, no
sabía pronunciar la «r» cuando era pequeña y empezó a llamarlo así; luego su
padre la imitó, y a continuación todo el mundo empezó a hacerlo, así que...
—Levantó las manos.
—Supongo que no está tan mal cuando te acostumbras.
Pero a mí me sigue gustando más Nick —respondió Miley—. Era como lo llamábamos
de pequeño.
—Bueno, así qué, ¿esperas a Nick o no? Yo voy
saliendo.
Miley estaba pensando qué debía hacer cuando se
abrió el ascensor y de él salió su objeto de preocupación.
—¿Estás lista para irnos?
—No puedo creer lo que ven mis ojos —intervino Jack
burlón—. Nick yéndose de la revista antes de la una de la madrugada. Imposible.
Miley —prosiguió dirigiéndose a ella—, te has ganado mi admiración para toda la
vida.
—No digas tonterías —respondió ella sonrojada.
—Eso mismo, no digas tonterías —la secundó Nick, y
cogió el abrigo de Miley, que estaba colgado en el perchero que había junto al
ascensor—. Vamos, antes de ir a casa me gustaría enseñarte un poco el barrio.
Jack, que no podía dejar de sonreír, observó cómo
los dos se iban juntos, e iniciaban así una rutina que se repetiría a lo largo
de toda la semana.
En efecto, a partir de ese día, siempre que le era
posible Nick iba a buscar a Miley para irse juntos a su casa. Pero la verdad
era que tardaban horas en llegar. Al final de la jornada de trabajo, los dos
tenían tantas cosas que contarse que solían dar un paseo para poder charlar.
Ella acostumbraba a detenerse a comprar lo que iba a cocinar esa noche y, para
compensarla, él la llevaba a los rincones más insólitos y bonitos de la ciudad.
Con Miley, Nick estaba descubriendo un Londres que nunca había visto. Era como
si la ciudad se hubiera llenado de olores y colores que antes no estaban allí.
Una tarde que salieron de la revista un poco antes
de lo habitual, Nick la llevó a pasear a Hyde Park y la convenció para comer
algo allí, sentados en un banco. En esa ocasión, le contó que no hablaba con su
madre desde hacía diez años, y que lo peor de todo era que ya no la echaba de
menos. Miley no intentó consolarlo ni le dijo ninguna sensiblería, se limitó a
comentar que ella se lo perdía; que si su madre no se daba cuenta de lo que
estaba echando por la borda, entonces tampoco se merecía que él se sintiera
culpable por no hablar con ella. Y tras estas dos frases, que reconfortaron a Nick
más de lo que ella creía, Miley le explicó un cuento que su abuela solía
contarle sobre cómo se formó la constelación de la Osa Menor. En ese mismo
instante, Nick supo que jamás podría volver a visitar Hyde Park sin pensar en Miley.