—Sí. —Sin embargo, tuve la sensación de que había algo más. Los
extraños seguían dándome pánico, pero él no era un extraño. Había
dejado de serlo en cuanto comprendí que había intentado salvarme la
vida. Tenía la sensación de conocer a nick desde siempre, como si
hubiera estado esperando su llegada durante años—. Debo volver antes
de que mis padres se den cuenta de que no estoy.
—No dejes que te sermoneen.
—No lo harán.
nick no parecía tan seguro, pero asintió y se alejó. Se perdió entre las
sombras mientras yo entraba en un cerco de luz.
—Nos vemos por aquí.
Levanté la mano para decirle adiós, pero nick ya se había ido. Había
desaparecido sigilosamente en el bosque.
olvía a ascender la larga escalera de caracol hasta llegar al último
piso de la torre, todavía temblorosa a causa de la descarga de
adrenalina. Esta vez no me molesté en no hacer ruido. Dejé
resbalar al suelo la bandolera que llevaba al hombro y me desplomé en el
sofá. Me habían quedado unas cuantas hojas enredadas en el pelo y
empecé a quitármelas.
V
—¿miley? —Mi madre salió de su dormitorio, anudándose el cinturón
de la bata. Me sonrió somnolienta—. ¿Has madrugado para ir a dar un
paseo, corazón?
—Sí —contesté, con un suspiro. Ya no valía la pena montar una escena
dramática.
Mi padre salió a continuación y la abrazó por detrás.
—No puedo creer que nuestra niñita ya esté en la Academia
Medianoche.
—El tiempo pasa tan rápido... —se lamentó mi madre con un suspiro—.
Cuanto mayor te haces, más rápido pasa.
Mi padre sacudió la cabeza.
—Lo sé.
Refunfuñé. Siempre decían lo mismo y habíamos convertido en una
especie de broma el fastidio que me producía. Las sonrisas de mis padres
se ensancharon.
«Parecen muy jóvenes para ser tus padres», solía comentar la gente de
mi pueblo, aunque lo que en realidad querían decir era «demasiado
guapos». En ambos casos era cierto.
El cabello de mi madre tenía un tono acaramelado y el de mi padre era
de un rojizo tan oscuro que casi parecía negro. Mi padre era de estatura
media, pero musculoso y robusto, mientras que mi madre era más bien
pequeñita. La cara de mi madre era perfecta y ovalada, como un camafeo
antiguo, mientras que mi padre tenía una mandíbula cuadrada y una nariz
que parecía haber participado en más de una pelea de juventud, aunque
en su rostro hacía un buen efecto. En cuanto a mí... Mi cabello tenía una
tonalidad rojiza que solo podía describirse así: rojizo; y mi piel era tan
blanca que padecía de una palidez más mortuoria que antigua. Allí donde
mi ADN podría haber girado a la derecha, había dado un brusco viraje a la
guapa, pero eso es lo que suelen decir todos los padres.
—Vamos a darte algo de desayunar —dijo mi madre, dirigiéndose a la
cocina—. ¿O ya has tomado algo?
—No, todavía no.
Caí en la cuenta de que no habría sido una mala idea haber comido algo
antes de mi gran escapada, me rugían las tripas. Si nick no me hubiera
detenido, en esos momentos estaría vagando por el bosque con un
hambre de lobo y con una larga caminata hasta Riverton por delante.
Menudo plan de fuga.
En ese instante, me vino a la mente la imagen de nick abalanzándose
sobre mí y los dos rodando entre la hierba y las hojas. Me había dado un
susto de muerte y me estremecí al recordarlo, aunque ahora por razones
bien distintas.
—miley. —Mi padre parecía muy serio y lo miré con sentimiento de
culpabilidad. ¿Acaso había adivinado lo que estaba pensando? Enseguida
comprendí que estaba volviéndome paranoica, aunque era indudable que
mi padre no sonreía cuando se sentó a mi lado—. Sé que no es lo que más
deseas, pero Medianoche es importante para ti.
Era el mismo tipo de charla que me daba cuando era pequeña antes de
tener que tragarme el jarabe para la tos.
—No quiero volver a tener esta conversación ahora.
—Adrián, déjala en paz. —Mi madre me tendió un vaso antes de
regresar a la cocina, donde había algo friéndose en una sartén—. Además,
como no espabilemos, vamos a llegar tarde a la reunión del profesorado
previa a la presentación.
Mi padre consultó la hora y rezongó.
—¿Por qué ponen estas cosas tan pronto? Como si a alguien le
apeteciera bajar ahí abajo a estas horas.
—Cuánta razón tienes —murmuró ella.
Para ellos, cualquier hora antes del mediodía era demasiado pronto. Sin
embargo, habían trabajado de profesores desde que yo tenía memoria, sin
olvidar ni un solo día su larga contienda con las ocho de la mañana.
Acabaron de prepararse mientras me tomaba el desayuno, me gastaron
unas cuantas bromas con intención de animarme y me dejaron sola
sentada a la mesa. Pues bueno. Bastante después de que bajaran la
escalera y las manecillas del reloj se arrastraran sigilosas hacia la hora de
la presentación, yo seguía en la silla. Creo que intentaba convencerme de
que, mientras no me acabara el desayuno, no tendría que ir a conocer a
todas esas personas nuevas.
El hecho de que nick estuviera entre ellas —una cara amiga, un
protector— ayudaba un poco. Aunque no mucho.
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ahora marton de esta o shi hahah espero q les guste
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