La agarró por los hombros al tiempo que soltaba una maldición.
Antes de que tuviese oportunidad de moverse, el hombre ya había girado en el suelo llevándola consigo y la tenía atrapada bajo su cuerpo sujetándole las muñecas a ambos lados sobre la cabeza.
Esos cautivadores ojos negros la estudiaban con suspicacia.
miley no podía respirar. Cada centímetro del cuerpo del desconocido estaba íntimamente pegado al suyo y acababa de darse cuenta de que sus brazos no eran la única parte que estaba dura como una piedra. El tipo era sólido como una roca.
Sus caderas reposaban justo sobre las de ella y el duro y liso vientre masculino estaba apoyado sobre su cuerpo de tal forma que la hizo sonrojarse sin remedio. Comenzaba a desear a ese hombre; estaba muy excitada y le costaba trabajo respirar.
Por primera vez en su vida, quería alzar la cabeza y besar a un completo desconocido.
¿Quién era?
Para su total asombro, él bajó la cabeza hasta ponerla muy cerca de su rostro y aspiró con fuerza sobre su pelo.
miley se tensó.
–¿Me estás olisqueando?
El cuerpo del hombre se agitó de la cabeza a los pies con la carcajada, profunda y ronca, que siguió a su pregunta, y ella sintió un extraño estremecimiento.
–Sólo estoy admirando tu perfume, ma fleur –le susurró suavemente al oído, con una voz insinuante y un acento extraño que hicieron que miley se derritiera. Tenía una voz tan grave que le recordaba al sonido de un trueno… y provocaba en su cuerpo un efecto tan devastador como el de una tormenta.
De acuerdo, el tipo la ponía muy caliente y su aliento sobre la oreja le erizaba la piel y le provocaba continuos escalofríos.
–Tú no eres Tabitha Devereaux –dijo en voz tan baja que, a pesar de que tenía los labios pegados a su oreja, ella tuvo que esforzarse por escucharlo.
miley tragó saliva.
–Conoces a Tabitha.
–Shh –le susurró al oído mientras sus pulgares le acariciaban las muñecas, que todavía mantenía sujetas.
El ritmo de esos dedos enviaba pequeñas descargas eléctricas a lo largo de sus brazos. Los pezones se le endurecieron y sintió que el deseo la abrasaba.
El desconocido movió la cabeza, acariciándola suavemente con la mejilla, de tal forma que el roce de su barba volvió a hacer que se le erizara la piel. Jamás en su vida había sentido algo tan excitante como el peso de ese cuerpo sobre ella, ni había percibido un olor tan embriagador como el aroma especiado y masculino de su piel.
–Nos están escuchando –le dijo Nick. Acto seguido volvió a inspirar hondo de nuevo para disfrutar de su olor.
Ahora que estaba seguro de que la mujer no representaba ninguna amenaza debería apartarse de ella, pero…
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