Empecé
las clases de tango porque mi amiga me insistió en lo maravilloso que era, ella
era profesora desde hacía varios años y al final sucumbí al encanto.
Al
poco tiempo de empezar las clases el profesor que teníamos se marchó y un
bombón ocupó su lugar.
¡Dios!
Qué bueno estaba nick, el nuevo profe; era joven, alto y su melena china despertaba
envidia. Utilizaba unas camisetas negras muy ajustadas; que le marcaban a la
perfección sus abdominales.
Las
mujeres mayores suspiraban al verlo entrar por la puerta, las más jóvenes
intentábamos disimular tontamente.
Mi
pareja me había fallado esa tarde, así que nick se convirtió en mi pareja.
Me
cogía por la cintura con sus enormes manos y bailábamos sumamente pegados el
uno del otro; seguramente con mi pareja de baile lo hacíamos igual, pero para
mí en ese momento era algo especial… era piel.
Notaba
como mi culotte se estaba empapando y por fortuna o desgracia la clase llegó a
su fin.
A
los pocos días iba en mi coche por la avenida que va hacia la academia de
baile, escuchando Tiziano Ferro a todo volumen y cantando como una loca cuando
de repente veo una figura, al parecer masculina, haciendo auto-stop.
¿Auto-stop
por una avenida de Zamora? Esas cosas no se veían todos los días.
A
medida que me fui acercando reconocí esa esbelta silueta al instante. Era nick.
Paré
el coche, bajé la ventanilla y le miré casi atontada.
¾ ¿Qué
haces haciendo auto-stop?
¾Se me ha muerto el coche –dijo señalándolo. ¾No tengo batería en el teléfono y como son más de
las ocho de la noche no hay ningún jodido locutorio abierto.
¾Anda, sube que te llevo. ¿Ibas a la academia,
verdad?
¾Si, menos mal que siempre salgo con tiempo.
Nunca
iba a la clase de las nueve de la noche, pero ese día decidí probar… ¡bendita
sea la hora!
Bajé
un poco la música y no pusimos en camino.
¿Hacía
calor o era yo? Creo que incluso estaba sudando.
¾No te comas las uñas –lo regañé. No me importaba
por sus uñas, la verdad, más bien era por lo sensual que se le veía el dedo en
esos labios carnosos y jugosos.
¡Por
fin llegamos a nuestro destino!
¾Me iré al bar un rato, tengo media hora hasta que
la clase empiece.
¾También podríamos hacer otra cosa –dijo acariciando
mi pierna.
Abrí
los ojos como platos y mi piel se erizaba. Su mano subía lentamente.
¾Para qué negarlo ¿No te parece? –no, no se estaba
insinuando, estaba yendo directamente al grano.
Sin
pensármelo dos veces le estampé un beso en esa boca que tanto deseaba. Por
supuesto, él me siguió el beso.
La
temperatura fue subiendo y los cristales empañándose, hacía calor de verdad.
¡Madre santa!
Tiró
de la palanca y su asiento hizo tope para atrás… era una locura hacerlo en el
coche, pero no quedaba otra.
Me
senté encima y le levanté la camiseta. Me perdí en el vello que iba del ombligo
hacia abajo, en sus duros brazos y su tableta de chocolate.
Me
devolvió a la realidad con un beso dulce y húmedo, mientras se desabrochaba el
pantalón.
Me
levanté un poco para que pudiera bajárselo y me maravillé al ver la culminación
del vello que bajaba desde el ombligo. Me detuve en su enorme erección y casi
quedo sin aliento; no creía que fuera posible que todo eso fuese para mi sola.
Tras
ese breve lapsus me puse de espaldas, bajé mi pantalón, el culotte, (en ese
ínterin él se puso un preservativo) y me senté sobre su gran virilidad.
Sus
manos cubrieron mis pechos y siguieron el movimiento mientras subía y bajaba
por su extensión; luego bajo una de ellas hasta mi clítoris.
Me
sentía atrapada; con una mano en un pecho y la otra en mi botón del placer, no
podía dejar de mover las caderas y de engullir su miembro con mi húmeda vagina.
Estaba
en la gloria y poco me importaba si alguien nos veía.
¾Bájatelos del todo y date la vuelta; quiero mirarte
y sentir tus pechos en mi cara.
Como
negarme ante tal petición.
Me
deshice de la ropa, me giré con algo de dificultad ya que el espacio no
permitía demasiadas piruetas y me puse frente a frente.
¾ ¡Que
buena estas, mils! –dijo con lascivia.
Hundí
su masculinidad dentro de mí; él me estrechó con fuerza en su pecho.
Podía
notar como su miembro se inflamaba y latía vigoroso.
Mi
feminidad se contraía y mi útero empezaba a darme esporádicos espasmos.
Aceleré
el ritmo y él me acompañó. Apretaba las piernas en un vano intento por que
permaneciera allí.
Su
pubis frotaba mi clítoris, eso aumentó mi orgasmo.
Besó
mi pecho y atrapó el pezón con sus blancos dientes ¡Ya no podía más!
Un
grito ahogado en su cuello proclamó a los cuatro vientos el orgasmo que estaba
teniendo. Mis fluidos bajaban estrepitosamente, dejándolo a él empapado.
Esa
noche tuve la mejor clase de tango que jamás habría podido tener.
No
pasamos la noche metiéndonos mano con disimulo, refregando nuestros cuerpos y
deseando que acabara para volver a repetir la experiencia
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ya se q no es muy hot noo ando con inspiracion vere si les subo otroos sales besotes muakiiss y ann dedikdos a velery y jime q las amo chikas
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