lunes, 4 de junio de 2012

at dusk niley- capitulo 27


—¿Vic? —No pude por menos que echarme a reír—. No. Es muy majo,
pero solo somos amigos.
—Entonces, ¿quién?
Al  principio  vacilé,  pero luego  comprendí  que me apetecía  decírselo 
después de lo mucho que se había estrechado nuestra amistad a lo largo
de esas  últimas  semanas,  en las  que apenas  nos habíamos separado.
Balthazar siempre estaba dispuesto a escucharme y, a pesar de que yo
era más pequeña que él y estaba más mimada, se tomaba en serio mis
opiniones. En realidad, lo que Balthazar pensara también era importante
para mí.
—Nick Ross.
—Él  más  débil  gana  una  partida.  —Balthazar  no  pareció  muy 
complacido.  Aunque, claro, ¿de qué iba a alegrarse cuando acababa de
decirle que me gustaba otro chico?—. Ya sé qué ves en él.
—¿De verdad?
—Estoy convencido. Supongo que... es guapo.
—No es  eso.  —Quería que me entendiese—.  No estoy  diciendo que 
Nick sea feo, pero es que es la única persona que comprende cómo me
siento.
—Yo también podría  hacerlo.  O podría  intentarlo.  —Balthazar bajó la
mirada  e  intuí  que,  a  pesar  de  la  entereza  que  demostraba,  la
conversación no le estaba resultando sencilla—. Se acabaron las súplicas.
Lo prometo.
—Balthazar, tú encajas aquí —dije con toda la delicadeza que pude—,
por  eso  no  puedes  comprender  cómo  nos  sentimos  los  que  no
pertenecemos a este lugar.
—Podrías encajar si quisieras.
—Es que no quiero.
Balthazar enarcó una ceja.
—Entonces, tarde o temprano te encontrarás con problemas.
—No me refiero a eso.  —Balthazar hablaba del futuro, de un futuro a 
años vista en el que yo no quería pensar teniendo ante mí un presente
suficientemente caótico—. Me refiero al instituto. Tú has estado en todas
partes y has visto mundo.  No creo que puedas llegar a imaginar lo...  Lo
grande que es este lugar para mí, lo que me intimida. Si bajo la guardia,
podría caer en la trampa de dejar que Medianoche decida quién y qué soy,
y eso no es lo que quiero. Y eso es lo que comparto con Nick .
Balthazar meditó unos segundos y finalmente asintió. No creía haberlo
convencido, pero al menos me había escuchado.
—Nick no es mala persona —admitió—, al menos por lo que sé. Lo he
visto salir en defensa de alumnos a quienes estaban molestando y, por las
cosas que dice en clase... parece inteligente.

Sonreí.  Después  de haberme pasado semanas enteras  sin  saber qué
pensar de Nick, era todo un alivio oír que alguien tenía algo bueno que
decir de él. Sin embargo, Balthazar aún no había terminado.
—Pero tiene  un carácter  explosivo.  De hecho,  tú  estabas cuando se
peleo con Erich, así que ya lo sabes. —Me sentí secretamente aliviada de
que Balthazar no supiera nada de lo que había ocurrido en la pizzería de
Riverton—. Y siempre está a la que salta. Entiendo que Medianoche pueda
poner a la defensiva a alguien como él, pero eso no tiene nada que ver
con que él a veces sea...
—Imprevisible —dije—. Sí, ya lo sé. Es precisamente por eso que no sé si
llegaremos a estar juntos alguna vez, pero tú mereces saber lo que siento.
—Lo único que digo es que vayas con cuidado. Si te hace daño, déjalo
cuanto antes. —Me miró, ladeando una sonrisa—. Igual entonces te atrapo
de rebote.
Coloqué una mano en su brazo.
—Estaría encantada.
Balthazar me besó en la frente. Olía a humo de pipa y a cuero, y casi me 
arrepentí  de no haber esperado a decirle todo aquello hasta después de
que me hubiera besado de verdad, aunque solo hubiera sido por una vez.
—¿Lista para entrar? —me preguntó.
—Un minuto más. Me gusta estar aquí fuera. Además, esta noche se ven 
las estrellas.
—Es verdad,  te  gusta  la  astronomía...  —Se metió  las  manos en los 
bolsillos del pantalón y siguió caminando a mi lado mientras seguíamos
adentrándonos en el bosque, alzando la vista hacia las constelaciones que
titilaban a través de las ramas desnudas—. Esa es Orión, ¿verdad?
—Sí, el Cazador. —Alcé una mano para reseguir las piernas, el cinturón,
el brazo estirado para asestar un golpe—. ¿Ves esa estrella tan brillante
del hombro? Esa es Betelgeuse.
—¿Cuál?
Era probable que la astronomía no le interesaba lo más mínimo, pero 
pensé que tal vez se sentiría más cómodo si teníamos algo más de lo que
hablar a parte de su desengaño amoroso. Sabía cómo se sentía.
—Esa,  baja.  —Al agacharse a mi lado,  guié uno de sus brazos hacia
arriba para indicarle la estrella con su propio dedo—. ¿La ves ahora?
Balthzar sonrió.
—Creo que sí. ¿No hay una nebulosa en Orión?
—Sí, un poco más abajo. Te la enseñaré.
—¿Miley? —dijo alguien detrás de nosotros.
Balthazar y yo nos volvimos en redondo.  Había reconocido la voz de 
inmediato, pero no podía dar crédito a mis oídos. Tal vez las ganas de que 

fuera  cierto  me  estaban  jugando  una  mala  pasada,  pero  allí  en  la
oscuridad creí ver a Nick vestido con su uniforme. Echaba fuego por los
ojos,  aunque no me miraba a mí,  ni  siquiera a los dos,  únicamente a
Balthazar.
—Nick, ¿qué haces aquí? —pregunté en un susurro.
—Asegurarme de que estás bien.
A Balthazar no le gustó aquello. Se enderezó.
—Miley está completamente a salvo.
—Es tarde. Ha anochecido. La has sacado aquí fuera, a solas...
—Ha venido paseando hasta aquí por su propia voluntad. —Balthazar 
respiró hondo, intentando no perder los estribos—. Si prefieres ser tú el
acompañante de Miley, adelante.
Nick se quedó perplejo. Esperaba un desafío, no una rendición.
—Entraré contigo —le dije a Balthazar.
A pesar  de lo  que acabábamos  de hablar,  o  de lo  que yo sintiera, 
Balthazar era mi pareja de baile y se lo debía, pero él sacudió la cabeza.
—No pasa nada. Se me han pasado las ganas de bailar.
—Gracias.  Por  todo  —dije,  aturdida  y  avergonzada,  quitándome  la 
chaqueta del esmoquin y abrazándome para resguardarme del frío  aire
nocturno.
—Si me necesitas, dímelo.
Balthazar  se  puso  la  chaqueta  con la  mirada  clavada en Nick  y  a 
continuación se alejó caminando, solo, en dirección a la escuela.
—Eso  ha  sido  completamente  innecesario  —murmuré  en  cuanto 
Balthazar desapareció de la vista.
—Se estaba abalanzando sobre ti.
—¡Le estaba enseñando las estrellas! —Me froté los brazos tratando de 
entrar en calor—. ¿Creíste que iba a besarme?
—No.
—Mentiroso.
Nick protestó.
—Vale, lo admito, solo quería alejarlo de ti. Pero entiende que no podía 
quedarme ahí plantado como un pasmarote mientras otro tipo te tiraba los
tejos.
Se sacó la chaqueta del uniforme y me la ofreció. No fue un gesto tan
elegante como había sido el de Balthazar, aunque en el caso de Balthazar
se lo habían dictado sus buenos modales, era lo que se esperaba de un
caballero, y en cambio a Nick lo había empujado la desesperación de
hacer algo que demostrara que podía cuidar de mí, al menos un poco.

Acepté la chaqueta y me la puse. El forro todavía conservaba el calor de
su cuerpo.
—Gracias.
—Qué lástima que tape ese vestido.
Me miró de arriba a bajo y una sonrisilla asomó en la comisura de sus 
labios.
—Deja de tontear conmigo.  —Aunque parte de mí deseaba que Nick
coqueteara conmigo toda la noche, sabía que no podíamos retrasar más
aquella conversación—. Tenemos que hablar.
—De acuerdo. Hablemos.
Evidentemente, después de eso ninguno de los dos supo qué decir. Eché 
a andar, en parte para ganar tiempo, y Nick me siguió. A cierta distancia
de  nosotros  oímos  el  crujido  de  unas  hojas,  pero  enseguida  lo
acompañaron unas risitas reprimidas. Por lo visto había más parejas que
habían decidido perderse en el  bosque esa  noche y,  por el  ruido  que
hacían, se lo estaban pasando mejor que nosotros.
Finalmente comprendí que tendría que dar yo el primer paso.
—No deberías haber dicho aquello sobre mis padres.
—Estuvo fuera de lugar. —Nick  suspiró—. Se preocupan por ti. Eso es 
evidente.
—Entonces, ¿por qué les tienes esa manía tan rara?
Lo meditó unos instantes, sin saber por dónde empezar.
—No hemos hablado mucho de mi madre.
Parpadeé, sorprendida.
—No, creo que no.
—Se lo toma todo muy en serio. —Nick no apartaba la vista de los pies 
mientras se abría paso a través del denso y suave manto de tostadas
agujas de pino.  Un poco más adelante había un manzano rodeado de la
fruta caída que nadie había recogido.  Las manzanas estaban macadas y
blandas. Su aroma dulzón empalagaba el aire—. Intenta dirigir mi vida y
no se le da nada mal.
—Me cuesta mucho imaginar a nadie dándote órdenes.
—Eso es porque no conoces a mi madre.
—Cambiará a medida que vayas haciéndote mayor —dije—. Antes mis 
padres solían ser mucho más protectores que ahora.
—No se parece a tus padres. —Nick se echó a reír, aunque su risa me 
pareció extraña por algo que no supe definir—. Mi madre ve las cosas en
blanco y negro. Dice que hay que ser fuerte para alcanzar tus metas. Por
lo que a ella respecta, en el mundo solo hay dos tipos de personas: los
depredadores y las presas.
—Eso suena un poco... extremista.



5 comentarios:

beln_de_jonas dijo...

WAOO WAO WAO MA ENCANTOO

melani dijo...

haha ame lo que dijo de extremista haha

melina dijo...

No me lo puedo creeer esta novela esta toda grandiosaaa

wapoxsiempre dijo...

extremadamente hermosoo ahh

Anónimo dijo...

no lo creo no lo creo!