lunes, 4 de junio de 2012

at dusk niley- capitulo 29


He matado a Miley? ¿Está bien? —sollocé. No podía dejar de llorar.
Mi madre me había pasado un brazo por encima de los hombros y
dejé que me condujera lejos del cenador sin oponer  resistencia. 
También había otros profesores encargándose de que los demás alumnos
no se enteraran de lo que había ocurrido—. Mamá, ¿qué he hecho?
—Miley está vivo.  —Nunca me había hablado con tanta dulzura—. Se
pondrá bien.
—¿Estás segura?
—Del todo.  —Fui  tropezando en casi todos los escalones de piedra a 
medida que subíamos. Temblaba de la cabeza a los pies de tal modo que
apenas podía mantenerme derecha. Se me habían deshecho las trenzas y
mi madre iba acariciándome el pelo, que ahora me caía lacio alrededor de
la  cara—. Cariño, sube a mi habitación, ¿de acuerdo? Lávate la  cara y
tranquilízate.
Negué con la cabeza.
—Quiero estar con Miley.
—Ni siquiera sabrá que estás a su lado.
—Mamá, por favor.
Iba a negarse, pero en ese instante comprendió que sería inútil discutir.
—Vamos.
Mí padre había llevado a Miley a la cochera. Al entrar me pregunté por 
qué estaría dividida en estancias, con las paredes recubiertas de paneles
de madera tintada de negro y llenas de fotografías de color  sepia con
viejos marcos ovalados. Luego recordé que la señora Bethany vivía allí.
Estaba demasiado conmocionada para que me preocupara su presencia.
Cuando intenté entrar en el dormitorio para ver a Miley, mi madre sacudió
la cabeza.
—Lávate la  cara con agua fría,  respira  hondo y tranquilízate,  cariño.
Luego ya hablaremos. —Esbozó una sonrisa ladeada y añadió—: No pasa
nada, ya lo verás.
Mis manos torpes y temblorosas buscaron a ciegas el pomo de cristal
del baño. En cuanto me miré en el espejo, comprendí por qué mi madre
había insistido tanto en que me lavara la cara: tenía los labios manchados
con la  sangre de Nick y unas  cuantas  gotas  me habían salpicado las 

mejillas.  Abrí  los  grifos  de  inmediato,  desesperada  por  eliminar  las
pruebas de lo que había hecho, pero cuando el agua fría empezó a correr
entre mis dedos, me encontré mirando las manchas de sangre con mayor
detenimiento.  Tenía los labios muy rojos y seguían hinchados de haber
estado besándonos.
Me pasé la punta de la lengua lentamente por el contorno de los labios.
Volví  a  probar  el  sabor  de la  sangre  de Nick y  fue  como si  en  ese
momento estuviera tan cerca de mí como cuando lo había tenido entre
mis brazos.
Entonces se referían a esto, pensé. Mis padres siempre me habían dicho
que algún día la sangre sería algo más que solo sangre, algo distinto a lo
que traían de la tienda del carnicero y con lo que me alimentaban. Nunca
había conseguido comprender a qué se referían, pero ahora lo sabía. En
cierto modo, había sido como el primer beso con Nick: mi cuerpo sabía lo
que  necesitaba  y  quería  antes  de  que  mi  mente  hubiera  llegado  a
adivinarlo.
Pensé  en  Nick recostándose  para  que  pudiera  besarlo,  totalmente
confiado. El sentimiento de culpa me hizo volver a llorar y me mojé la cara
y la nuca con agua. Tuve que hacer varias inspiraciones hondas durante
unos minutos antes de poder salir del baño por mi propio pie.
La  cama de la  señora  Bethany  era  un armatoste  de  madera  negra
tallada  con  columnas  en  espiral  que  soportaban  un  dosel.  Nick,
inconsciente en medio de la cama, estaba tan blanco como las vendas que
le envolvían el cuello, pero al menos respiraba.
—Está bien —susurré.
—Con la  cantidad  que bebiste no había  bastante  para matarlo.  —Mi 
padre me miró por primera vez desde que había entrado corriendo en el
cenador.  Me mortificaba  la  posibilidad  de tener  que enfrentarme a su
desaprobación o,  teniendo  en cuenta qué estaba  haciendo  cuando me
asaltó  la  necesidad  de  morder  a  Nick,  su  bochorno,  pero  estaba
tranquilo, incluso se mostraba cariñoso—. Tienes que procurar beber más
de medio litro en cada toma.
—Entonces, ¿por qué se ha desmayado?
—Es el  efecto  que tiene  en ellos  el  mordisco  —contestó  mi madre, 
refiriéndose a los humanos con ese «ellos». Por lo general, intentaba no
hacer  distinciones.  Le gustaba  decir  que la  gente  era  gente  de todas
maneras,  pero la línea divisoria  entre nosotros nunca había estado tan
clara—. Es como si se quedaran... hipnotizados, tal vez, o hechizados. Al
principio se resisten, pero al poco caen en trance.
—De lo que tampoco podemos quejarnos, porque eso quiere decir que
mañana no recordará nada. —Mi padre cogió la muñeca de Nick para
comprobar el pulso—. Nos inventaremos una historia para explicar lo de la
herida, algo no demasiado rebuscado sobre un accidente. El viejo cenador
tiene un par de travesaños sueltos, tal vez uno de ellos podría haberse
caído y haberlo golpeado en la cabeza.

—No me gusta mentirle a Nick.
Mi madre sacudió la cabeza.
—Cariño, ya sabes que hay cosas que la gente no tiene por qué saber.
—Nick no es como la mayoría de la gente.
Lo que yo sabía y ellos ignoraban era que Nick ya tenía sus sospechas 
acerca  de  la  Academia  Medianoche.  Era  evidente  que  desconocía  la
verdad sobre la escuela —de otro modo jamás habría cruzado la puerta de
entrada—, pero sabía que ocurría algo, que allí había algo más de lo que
se veía a simple vista.  Estaba orgullosa del  fino  instinto  de Nick,  sin
olvidar que, al mismo tiempo, eso mismo lo complicaba todo.
Sin embargo, ¿cómo podía siquiera pasárseme por la cabeza decirle la
verdad? ¿Perdona porque anoche estuve a punto de matarte? Asentí con la
cabeza, lentamente, aceptando lo que debía hacer. Nick no podía saber
hasta qué punto le había traicionado. No me lo perdonaría jamás, y eso
teniendo  en  cuenta  que  me creyera  cuando  empezara  a  hablarle  de
vampiros y no pensara que me había vuelto loca, que sería lo más lógico.
—Vale —claudiqué—. Tenemos que mentir. Lo entiendo.
—Ojalá lo hubiera entendido yo —se lamentó la señora Bethany, con 
sequedad.  Cruzó  la puerta  del  dormitorio,  con las  manos entrelazadas
delante  de ella.  En vez de sus  típicas  camisas de encaje  y sus faldas
oscuras, llevaba un vestido de gala morado oscuro y guantes negros de
satén  que le  llegaban  hasta  los  codos.  Los pendientes  de perla  negra
lanzaron un destello al sacudir la cabeza—. Ya sabíamos que íbamos a
tener problemas de seguridad cuando aceptamos el ingreso de alumnos
humanos en Medianoche.  Hemos sermoneado a los  alumnos mayores,
hemos  controlado  los  pasillos  y  hemos  mantenido  los  grupos  tan
separados como nos ha sido posible, y con buenos resultados. O al menos
eso creía yo. Jamás me lo habría esperado de usted, señorita Olivier.
Mis padres se pusieron en pie. Al principio creí  que se trataba de una
muestra de deferencia hacia la señora Bethany, su superiora, cuya opinión
siempre habían respetado, pero entonces mi padre dio un paso al frente
para defenderme.
—Ya sabe que Miley no es como el resto de nosotros. Es la primera vez
que prueba sangre fresca. No sabía cómo iba a afectarle.
La señora Bethany frunció  los labios en una sonrisa  desagradable  y
tensa.
—Es evidente  que Miley es  un caso  especial.  Muy pocos vampiros
nacen en vez de convertirse. ¿Sabe que desde 1812 solo he conocido a
otros  dos  además  de  usted?  Mis  padres  me  habían  explicado  que  se
concebían muy pocos bebés vampiro cada siglo. Ellos habían estado juntos
durante casi trescientos cincuenta años antes de que mi madre los dejara
pasmados  a  ambos al  quedarse  embarazada  de mí.  Siempre creí  que
exageraban un poco para hacerme sentir  única,  pero en ese momento
comprendí que era la pura verdad.

La señora Bethany no había terminado.
—Lo más  lógico sería  pensar  que haber sido  criada  por  vampiros  y 
conocer nuestra naturaleza y necesidades contaría a su favor.  Razón de
más para un mayor autocontrol.
—Lo siento. —No podía permitir que mis padres cargaran con la culpa,
sobre todo porque no había más culpable que yo—. Mis padres siempre
me han advertido que ocurriría  algún día,  que sentiría  la necesidad de
morder, pero en realidad no había llegado a entenderlos hasta que me ha
sucedido.
La señora Bethany asintió con la cabeza, meditando mis palabras. Le
lanzó una breve mirada a Nick, como si fuera un trasto que hubiéramos
dejado en su habitación.
—¿Vivirá?  Entonces  no  está  todo  perdido.  Mañana  decidiremos  el
castigo de Miley.
Mi madre me lanzó una mirada de disculpa.
—Miley nos ha prometido que no volverá a hacerlo.
—Si corre la voz por la escuela de que alguien ha mordido a uno de los 
alumnos nuevos y no ha sufrido las  consecuencias,  se producirán más
incidentes. —La señora Bethany se recogió la falda con una mano—. Y
puede que algunos no tuvieran tanta suerte. Es de vital importancia que
no  vuelva  a  tocarse  a  ningún  alumno  humano  más,  no  podemos
permitirnos  ni  un  asomo  de  sospecha.  Tamaña  trasgresión  no  puede
quedar sin castigo.
La  señora  Bethany  y  yo  estábamos  completamente  de  acuerdo  por
primera vez en la vida. Me sentía fatal por haberle hecho daño a Nick,
por lo que pasarme varias noches limpiando el vestíbulo era lo menos que
me merecía, aunque de repente se me ocurrió algo que podría complicarlo
un poco.
—No pueden castigarme, no pueden obligarme a limpiar ni a nada por el
estilo.
Las cejas de la señora Bethany casi rozaron la línea del nacimiento del
pelo.
—¿Acaso estás por encima de esas labores menores?
—Si alguien se da cuenta de que me han castigado por algo, Nick se 
preguntará por  qué y lo último que queremos es que empiece a hacer
preguntas, ¿no?
Mi razonamiento era irrefutable. La señora Bethany asintió lentamente,
aunque era fácil adivinar que le molestaba que me hubiera adelantado a
ella.
—Entonces  me hará  un  trabajo  de  diez  folios  para  de  aquí  a  dos
semanas sobre, digamos, el uso de la forma epistolar en las novelas de los
siglos XVIII y XIX.



5 comentarios:

beln_de_jonas dijo...

NOVRLAS DE ESAS EPOCAS WAOO WAO WAO

melani dijo...

uuf uuf no murio nick ahh soy feliiz ahhhh hemrosoo

melina dijo...

WAOOO WAOOO

wapoxsiempre dijo...

AHH SIGUELA PRONTOO AHH

niley dijo...

HERMOSOOO