sábado, 2 de junio de 2012
at dusk niley- capitulo 24
Cuando Balthazar dijo «adecuada» no se refería a los más ricos o a los
más populares, se refería a los que realmente valía la pena conocer. Hasta
el momento, el único de los alumnos típicamente de allí que pudiera valer
la pena conocer era el propio Balthazar, así que pensé que tampoco lo
estaba haciendo tan mal.
—No creo que Medianoche sea adecuada para nadie —le confesé—. Al
menos seguro que para mí no. Sé que cumple con su cometido, pero te
aseguro que cuando acaben las clases seré la persona más feliz del
mundo.
—Yo también, pero no por la misma razón. —Balthazar caminaba a mi
lado con paso lento, midiendo su larga zancada con cuidado para que yo
no me quedara atrás. A veces me sorprendía lo grande que era, alto y
fornido, de constitución fuerte, y sentía un extraño y pequeño hormigueo
en el estómago—. Gracias a Medianoche, tengo la sensación de que puedo
llegar a comprender el mundo, a manejarme en él sin problemas. Las
materias nuevas que estudio, todo lo que aprendo... Es como si estuviera
impaciente por salir ahí fuera para probarlo por mi cuenta.
Su entusiasmo no bastaba para conseguir reconciliarme con la
academia, pero me hizo sonreír por primera vez en lo que ya me parecían
siglos.
—Bueno, al menos uno de los dos es feliz.
—Espero que ambos lo seamos dentro de poco —contestó Balthazar, en
voz baja.
Tenía sus ojos negros clavados en mí y volví a sentir el cálido
hormigueo.
Habíamos llegado al pasadizo abovedado que conducía al ala de los
dormitorios de las chicas, y Balthazar se detuvo justo en la frontera. Era
fácil imaginárselo en el siglo XIX, con sus finos modales. Una sonrisa
asomó a mis labios al pensar en él haciendo una reverencia.
Balthazar parecía a punto de decir algo, pero en ese momento apareció
Patrice, quien por lo visto ya había acabado de estudiar.
—Ah, Miley, estás aquí. —Entrelazó su brazo con el mío con toda
naturalidad, como si fuéramos amigas íntimas—. Tienes que explicarme
los deberes que nos han puesto en Tecnología moderna, no entiendo nada.
—Esto... De acuerdo. —Volví la vista atrás mientras me arrastraban por
el pasillo y le dije adiós con la mano a Balthazar, quien parecía más
divertido que molesto—. Estábamos hablando —le susurré a Patrice.
—Ya me he dado cuenta —respondió del mismo modo—. Así se quedará
con las ganas de seguir hablando contigo y, cuantas más ganas tenga,
antes irá a buscarte.
—¿De verdad?
—Te lo digo por experiencia. Además, no es broma, necesito que me
ayudes con los deberes.
No era la primera vez que tenía que auxiliar a Patrice en esa asignatura
en concreto, ni la última que me preguntaba por qué me molestaba en
decir que sí a todo.
—Ningún problema —contesté en un suspiro.
Patrice rió tontamente y por un momento casi me pareció una cría.
—Si te interesa mi opinión, Balthazar es el hombre más atractivo de la
escuela. No es que sea mi tipo precisamente, pero ¿has visto qué espalda?
¿Y esos ojos oscuros? Te lo has montado bien.
—Solo somos amigos —protesté, mientras regresábamos a nuestro
cuarto.
—Solo amigos, ya —dijo Patrice, con ojillos traviesos—. Me pregunto si
Courtney estaría de acuerdo.
Levanté las manos para intentar cortar esa conversación antes de que
se volviera más incómoda de lo que ya era.
—No le digas nada a Courtney de esto, ¿vale? No quiero problemas.
Patrice enarcó una ceja.
—¿Que no le hable de qué? Creía que me habías dicho que no había
nada que contar.
—Si quieres que te ayude con los deberes, será mejor que dejes el
tema. Ya.
Ligeramente ofendida, Patrice se encogió de hombros.
—Como quieras. Yo en tu lugar estaría encantada de atraer la atención
de un tipo como Balthazar, pero, de acuerdo, hablemos de los deberes en
su lugar.
Para ser sincera, me halagaba gustarle a Balthazar. No tenía demasiado
claro que él quisiera ser otra cosa más que amigos, pero estaba
convencida de que a veces tonteaba conmigo. Después del desastre con
Nick, sentaba muy bien que alguien coqueteara conmigo como si de
verdad fuera guapa y fascinante en vez de la chica tímida y patosa del
rincón.
Balthazar era amable, inteligente y tenía un sentido del humor muy fino.
Le caía bien a todo el mundo, seguramente porque todo el mundo parecía
caerle bien a él. Incluso Raquel, quien detestaba a prácticamente todos los
alumnos «legítimos», lo saludaba por los pasillos y él siempre respondía.
No era ni un pedante ni se comportaba de manera fría y distante. Además
de ser irresistible.
En definitiva: era todo lo que una chica podía pedir. Pero no era Nick.
En mi antiguo colegio, los profesores siempre decoraban las aulas
cuando llegaba Halloween. Se colocaban calabazas de plástico naranja en
las ventanas para llenarlas de caramelos y barritas de chocolate, y las
brujas de papel volaban por todas las paredes. El año pasado, la directora
había colgado luces de colores en el marco de la puerta de su despacho,
en la que también había un cartel que decía en letras verdes de caligrafía
irregular: ¡Uh! Siempre me había parecido una horterada y jamás se me
habría pasado por la cabeza que algún día lo echaría de menos.
No se colgaban adornos en Medianoche.
—Igual creen que las gárgolas ya dan bastante miedo —sugirió Raquel
mientras comíamos en su dormitorio.
Recordé la que había al otro lado de la ventana de mi habitación y traté
de imaginarla envuelta en lucecitas de colores.
—Sí, ya sé a qué te refieres. Cuando la escuela ya es una mazmorra
espantosa, húmeda y oscura de por sí, sobran los adornos de Halloween.
—Qué lástima que no podamos montar una casa encantada. Para los
niños pequeños de Riverton, digo. Podríamos adornarla para que diera
mucho miedo y disfrazarnos de demonios un fin de semana. Algunos de
estos capullos ni siquiera tendrían que esforzarse demasiado. Podríamos
recaudar dinero para la escuela.
—No creo que la Academia Medianoche ande escasa de fondos.
—Vale, tienes razón —admitió—, pero tal vez podríamos recaudar dinero
para la beneficencia. Como un teléfono de ayuda, o un teléfono de la
esperanza o algo así. Supongo que a la gente de aquí le importa un
pimiento la beneficencia, pero tal vez lo harían para ponerlo en sus
solicitudes de ingreso universitarias. Todavía no he oído mencionar la
universidad a ninguna de ellas, seguramente porque esas estúpidas brujas
tendrán parientes en Harvard o en Yale, o en una de esas, pero de todos
modos tendrán que rellenar la solicitud, así que tal vez aprueben la idea,
¿no?
Veía pasar las imágenes a toda velocidad en mi cabeza: telarañas en las
escaleras, las risas demoníacas de los alumnos rebotando contra las
paredes del vestíbulo principal e inocentes niños pequeños mirándolo todo
con ojos desorbitados por el terror mientras Courtney o Vidette agitaban
unas uñas largas y negras sobre sus cabezas.
—Aunque ya es un poco tarde, solo quedan dos semanas para
Halloween. Tal vez el año que viene.
—Si el año que viene vuelvo a estar aquí, por favor, pégame un tiro —
rezongó Raquel, dejándose caer en su cama—. Mis padres dicen que voy a
tener que aguantarme, que para eso me saqué una beca, para venir aquí,
y que si no ya sé lo que me toca: volver a mi antiguo instituto público con
sus detectores de metales y olvidarme de obtener una titulación. Pero es
que tengo este sitio atragantado.
Me rugieron las tripas. La ensalada de atún y las galletas saladas que
Raquel y yo habíamos compartido apenas habían conseguido matar el
hambre. Tendría que comer algo más en mi habitación, pero no quería que
Raquel se enterara.
—Seguro que la cosa mejora.
—¿Lo crees de verdad?
—No.
Nos miramos sin decir nada y de pronto estallamos en carcajadas.
A medida que las risas fueron apagándose, empecé a oír unos gritos,
aunque alejados, al otro lado del vestíbulo principal. Raquel se alojaba
junto al pasadizo abovedado central que comunicaba los dormitorios de
las chicas con la zona de aulas, de donde me parecía que procedían los
gritos.
—Eh, ¿oyes eso?
—Sí. —Raquel se enderezó para prestar atención, apoyándose en los
codos—. Creo que es una pelea.
—¿Una pelea?
—Confía en una persona que antes iba al peor instituto público de
Boston. Reconozco una pelea cuando la oigo.
—Vamos.
Cogí la bolsa de los libros y me dirigí a la puerta, pero Raquel me agarró
por la manga del jersey.
—¿Qué haces? ¿No querrás meterte en medio de una pelea? —dijo,
mirándome con los ojos abiertos como platos—. No te busques problemas.
Tenía razón, pero no la escuché. Si había una pelea, tenía que
asegurarme, por completo, de que Nick no estaba implicado.
—Quédate si quieres, yo voy.
Raquel me dejó ir.
Me dirigí a la carrera hacia el lugar del que procedían los gritos y ahora
incluso chillidos.
—¡Acaba con él! —oí rugir a Courtney, como si estuviera disfrutando.
—¡Tíos, eh, tíos! —resonó la voz de Vic en el pasillo—. ¡Dejadlo ya!
Doblé la esquina con el corazón en un puño justo a tiempo de ver a
Erich dándole un puñetazo en la cara a Nick.
Nick cayó de espaldas y quedó despatarrado en el suelo delante de
todo el colegio. Los alumnos prototípicos de Medianoche se echaron a reír
y Courtney incluso aplaudió. Nick tenía los labios manchados de sangre,
que contrastaba fuertemente sobre su piel clara. Cuando me vio entre la
gente, cerró los ojos con fuerza. Quizá la vergüenza dolía más que el
puñetazo.
—No vuelvas a insultarme —le avisó Erich, levantando las manos y
mirándolas como si estuviera satisfecho de lo que acababan de hacer.
Tenía los nudillos manchados con la sangre de Nick—. O la próxima vez te
callaré la boca para siempre.
Nick se enderezó sin apartar la mirada de Erich y un extraño silencio
se instaló entre los presentes. Como si de repente todo fuera mucho más
serio de lo que parecía, como si la pelea no hubiera hecho más que
empezar. Sin embargo, no fue miedo lo que sentí, sino expectación.
Impaciencia. Deseo de venganza.
—La próxima vez te aseguro que acabará de otra manera.
—Sí, no lo dudo —contestó Erich, con desenfado—, la próxima vez te
dolerá de veras.
Erich se marchó a grandes zancadas, siendo considerado como un héroe
por Courtney y quienes lo siguieron. Los demás se apresuraron a
desperdigarse antes de que apareciera algún profesor. Solo nos quedamos
Vic y yo.
Vic se arrodilló junto a Nick.
—Por cierto, menuda pinta, das pena.
—Gracias por la delicadeza.
Nick respiró hondo y soltó un gruñido. Vic le sirvió de apoyo y le ofreció
un pañuelo de papel acolchado para que se limpiara la sangre que le
goteaba de la nariz.
Yo no sabía qué decir, solo podía pensar en el aspecto lastimoso que
tenía Nick. Estaba claro que Erich había podido con él.
Desde el incidente en la pizzería, consideraba a Nick un tipo más duro
de lo que había creído en un principio, alguien que se metía en peleas a la
primera de cambio porque sí, sin motivo alguno. Y ahora acababa de
meterse en otra. ¿Acaso no demostraba eso que yo tenía razón? ¿O el
hecho de que se hubiera llevado la peor parte demostraba que, después
de todo, Nick no era el tipo duro que había imaginado?
—¿Estás bien? —le pregunté al fin.
—Sí, no pasa nada. —Nick ni siquiera me miró—. En realidad solo se
necesitan un par de muelas, las demás son de recambio.
—¿Te ha saltado un diente? —preguntó Vic, palideciendo por momentos.
—Me baila uno, pero creo que aguantará. —Nick esperó unos segundos
antes de dirigirse a mí—. Te dije que esto ocurriría tarde o temprano.
Me había dicho que algún día sería un marginado en Medianoche y
estaba claro que ese día había llegado, pero ¿por qué intentaba dar a
entender que había sido él quien me había dejado por mi propio bien? Era
yo la que había roto nuestra relación.
—Lo importante es que estés bien —dije.
Volví a dejarlo, esta vez despatarrado en el suelo. Tal vez así
comprendería cuál de los dos estaba dejando a quién.
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3 comentarios:
AHH ME ENCANTOO
WAO SIIN PALABRAS
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