martes, 13 de septiembre de 2011

perfect lover-cap-130



En un abrir y cerrar de ojos, miley pasó de estar sentada desnuda en su habitación a encontrarse tumbada en un lecho circular, situado en una estancia que tenía todo el aspecto de ser la tienda de un harén en mitad de un desierto. Estaba cubierta por una pieza de seda de color rojo intenso, tan liviana y suave que se escurría sobre su piel como si se tratara de agua.
Intentó moverse pero no pudo. Aterrorizada, abrió la boca para chillar.
— No te molestes —le recomendó Príapo, acercándose al lecho. Deslizó los ojos sobre su cuerpo con una hambrienta mirada, justo antes de subir a la cama y colocarse de rodillas al lado de miley—. No puedes hacer nada a menos que yo lo desee. —Le pasó un dedo, huesudo y frío, por la mejilla, como si quisiera comprobar la textura y la calidez de su piel—. Entiendo por qué te desea nick. Tienes fuego en la mirada. Inteligencia. Valor. Es una pena que no hayas nacido en la época del Imperio Romano. Podrías haberme proporcionado innumerables campeones que lideraran mis ejércitos.
Príapo suspiró mientras su mano descendía hasta el hueco de la garganta de Nessa.
— Pero así es la vida y así son los caprichos de las Parcas. Supongo que tendré que conformarme con utilizarte hasta que me canse de ti. Si me complaces hasta que llegue ese momento, puede que después permita que nick se quede contigo. En el caso de que te siga queriendo después de que mis hijos hayan estropeado tu cuerpo.
Sus ojos ardían de deseo, y miley no podía dejar de temblar bajo su escrutinio.
El egoísmo de Príapo le resultaba increíble. Al igual que su vanidad. Aterrorizada, quiso hablar, pero él se lo impidió.
¡Cielo santo! ¡Tenía poder absoluto sobre ella!
Una fuerza invisible la alzó para colocarla de espaldas sobre los almohadones mientras Príapo se quitaba la túnica.
Los ojos de miley se abrieron como platos al verle desnudo y con una erección completa. El terror la asaltó de nuevo.
— Ahora puedes hablar —le dijo mientras se acercaba para recostarse junto a ella.
— ¿Por qué quieres hacerle esto a nick?
La ira oscureció los ojos del dios.
— ¿Que por qué? Ya lo escuchaste.

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