sábado, 2 de junio de 2012
at dusk niley- capitulo 21
—En el caso de que quisierais evitarnos, cosa que no me extrañaría,
nosotros vamos a ir a la platea, que es donde estarán casi todos los
alumnos —dijo mi madre.
Mi padre asintió.
—Las plateas son poderosas tentaciones y ejercen una intensa atracción
gravitacional sobre las bebidas sostenidas por manos adolescentes. Yo he
sido testigo.
—Creo haberlo estudiado en alguna clase de ciencias del instituto —dijo
Nick, muy serio.
Mis padres rieron y yo me dejé arropar por una cálida oleada de alivio.
Nick les gustaba y puede que no tardaran mucho en invitarlo a comer
algún domingo. Ya nos estaba viendo juntos a todas horas y en todas
partes, a mi lado, amoldado a mi vida.
Nick no parecía tan convencido como yo —tenía una mirada cautelosa
al entrar en el cine—, pero di por hecho que se trataba de la típica
reacción del chico ante los padres de su pareja.
Escogimos las butacas que quedaban debajo de la platea, donde era
imposible que mis padres pudieran vernos. Nick y yo nos sentamos muy
juntos, con el cuerpo medio inclinado hacia el otro, de modo que nuestros
hombros y rodillas se rozaban.
—Nunca había hecho esto —dijo.
—¿Nunca habías ido a un cine antiguo? —Miré embelesada las volutas
doradas que decoraban las paredes y la platea, y el telón de terciopelo
granate—. Son preciosos.
—No me refiero a eso. —A pesar de su agresividad innata, a veces
incluso podía parecer tímido; aunque eso solo ocurría cuando hablaba
conmigo—. Nunca había llegado a... Salir con una chica.
—¿También es tu primera cita?
—Cita. ¿La gente todavía utiliza esa palabra? —Me habría muerto de
vergüenza si Nick no me hubiera dado un codazo socarrón—. Me refiero a
que nunca me había sentido así con nadie, sin presiones ni temiendo tener
que mudarme otra vez al cabo de un par de semanas.
—Hablas como si nunca te hubieras sentido como en casa en ningún
sitio.
—Hasta ahora no.
Lo miré con escepticismo.
—¿Te sientes como en casa en Medianoche? Venga ya.
Una leve sonrisa apareció lentamente en el rostro de Nick.
—No me refería a Medianoche.
En ese momento las luces del cine empezaron a bajar de intensidad, y
menos mal, porque si no seguramente me habría dado por decir alguna
tontería en vez de disfrutar del momento.
Sospecha era una de las películas de Cary Grant que no había visto. La
mujer, Joan Fontaine, se casaba con Cary a pesar de que él era un
irresponsable y despilfarraba mucho dinero, pero lo hacía de todos modos
porque se trataba del macizo de Cary Grant, y eso bien valía quedarse sin
blanca. A Nick no pareció convencerle mi razonamiento.
—¿No crees que es un poco extraño que él investigue sobre venenos? —
me susurró—. ¿Quién estudia los venenos como si se tratara de un
pasatiempo? Al menos admite que tiene un entretenimiento un poco raro.
—Un hombre con esa planta no puede ser un asesino —insistí.
—¿Te han dicho alguna vez que confías en la gente demasiado deprisa?
—Que te calles.
Le di un codazo y varias palomitas saltaron de la bolsa. Estaba
disfrutando de la película, pero aún más de estar tan cerca de Nick. Era
increíble lo mucho que podíamos decirnos sin abrir la boca, solo
necesitábamos una divertida mirada de soslayo o el modo natural en que
nuestras manos se rozaron y él entrelazó sus dedos con los míos. Me
acarició la palma de la mano con su pulgar, dibujando circulitos y si eso
solo ya fue suficiente para que se me desbocara el corazón, ¿qué debía de
sentirse entre sus brazos?
Al final se demostró que no estaba equivocada: por lo visto Cary
estudiaba los venenos para suicidarse y así evitar que la pobre Joan
Fontaine tuviera que cargar con las deudas. Ella insistía en que
encontrarían una solución y se iban juntos en coche. Nick sacudió la
cabeza con el fundido de la última toma.
—No es el verdadero final, ¿sabes? Hitchcock quería que él fuera el
culpable, pero el estudio le obligó a salvar a Cary Grant al final para que le
gustara al público.
—Si se acaba así, es el verdadero final —insistí. Encendieron las luces
unos momentos, antes del inicio de la siguiente sesión—. Vamos a otro
sitio, ¿vale? Todavía queda un buen rato antes de que tengamos que
volver al autobús.
Nick echó un vistazo hacia arriba y adiviné que no le importaba lo más
mínimo alejarse un poco de los vigilantes paternos.
—Vamos.
Paseamos por la pequeña calle principal de Riverton, donde daba la
impresión de que no había tienda o restaurante que no estuviera tomado
al asalto por los refugiados de la Academia Medianoche. Nick y yo
pasamos por delante en silencio, buscando lo que realmente nos apetecía:
un lugar donde estar solos. La idea de que Nick quisiera un poco de
intimidad para ambos me emocionó e intimidó a la vez. La noche
refrescaba y las hojas otoñales no dejaban de susurrar mientras
paseábamos por la acera, lanzándonos miradas disimuladas sin apenas
intercambiar una palabra.
Por fin, justo al pasar la estación de autobuses, que delimitaba el final
de la calle principal, al doblar la esquina encontramos una vieja pizzería
que parecía intacta desde el día de su inauguración, que había sido en
1961.
En vez de pedirnos una entera, cogimos unos trozos de pizza solo de
queso y un refresco y nos fuimos a un compartimento. Nos sentamos uno
enfrente del otro en una mesa con un mantel a cuadros rojos y blancos y
una botella de chianti cubierta de cera de vela derretida. En la gramola del
rincón sonaba una canción de Elton John de antes de que yo hubiera
nacido.
—Me gustan estos sitios —dijo Nick—. Parecen de verdad, no como si
un grupo de sondeo hubiera diseñado hasta el último detalle.
—A mí también. —Aunque si me lo hubiera pedido hasta le habría dicho
que me gustaba comer berenjenas en la luna. Sin embargo, en este caso
en concreto estaba diciendo la verdad—. Aquí puedes relajarte y ser tú
mismo.
—Ser tú mismo... —Nick sonrió, aunque de repente parecía estar a
kilómetros de allí, como si esas palabras le hubieran hecho gracia por algo
que solo él conocía—. Algo que debería ser más fácil de lo que es en
realidad.
Sabía a qué se refería.
Estábamos prácticamente solos en la pizzería. Solo había otra mesa
ocupada, a la que se sentaban cuatro tipos que parecían haber acabado
de trabajar en una obra. Tenían las camisetas cubiertas de polvo de yeso y
un par de jarras de cerveza vacías testimoniaban que ya estaban
borrachos. Se reían muy alto de sus propios chistes, pero me daba igual.
De hecho, eso me servía de excusa para inclinarme sobre la mesa y estar
un poco más cerca de Nick.
—Así que Cary Grant... —dijo Nick, espolvoreando pimienta negra
sobre su trozo de pizza—. Es tu tipo ideal, ¿eh?
—Hombre, yo diría que es el rey de los tipos ideales, ¿no? Estoy chiflada
por él desde que lo vi por primera vez en Vivir para gozar, cuando tenía
cinco o seis años.
Estaba segura de que Nick, el cinefilo, estaría de acuerdo, pero no fue
así.
—La mayoría de las chicas del insti se pirrarían por estrellas de cine que
todavía hicieran películas. O por alguien de la tele.
Le di un bocado a mi trozo de pizza y por unos instantes estuve
demasiado liada intentando resolver una bochornosa situación relacionada
con unos alargados hilos de queso.
—Me gustan muchos actores —farfullé cuando por fin logré meterme la
pizza en la boca—, pero ¿quién puede decir que Cary Grant no es lo más?
—Aunque estoy de acuerdo en que es una tragedia, asumámoslo:
mucha gente de nuestra generación ni siquiera ha oído hablar de Cary
Grant.
—Un crimen. —Intenté imaginar la cara que pondría la señora Bethany
si le sugiriera que hiciéramos Historia del cine como asignatura optativa—.
Gracias a mis padres he visto películas y he leído libros que les gustaban
de antes que yo naciera.
—Cary Grant fue muy famoso en los cuarenta, Miley. Hacía películas
hace setenta años.
—Que siguen emitiéndose por televisión. Es fácil encontrar una película
antigua si buscas un poco.
Nick me miró dubitativo y sentí un miedo repentino: la rápida y
urgente necesidad de cambiar de tema y hablar de otra cosa, de lo que
fuera. Demasiado tarde, porque Nick se me adelantó.
—Dijiste que tus padres te trajeron a Medianoche para que conocieras a
más gente y tuvieras una perspectiva más amplia del mundo, pero tengo
la sensación de que han dedicado mucho tiempo a procurar que tu mundo
fuera lo más pequeño posible.
—¿Disculpa?
—Olvídalo. —Suspiró profundamente mientras dejaba el reborde de su
trozo de pizza en el plato—. No debería haber sacado ese tema ahora. Se
supone que deberíamos pasárnoslo bien.
Tal vez tendría que haberlo dejado correr porque lo último que deseaba
era discutir con Nick la primera noche que salía con él; sin embargo, no
pude evitarlo.
—No, no, ¿a qué te refieres? ¿Se puede saber qué sabes tú de mis
padres?
—Sé que te enviaron a Medianoche, prácticamente el último lugar de la
Tierra al que todavía no ha llegado el siglo XXI: no hay móviles, no hay
inalámbrico, solo hay Internet en una sala de informática con ¿qué?,
¿cuatro ordenadores? No hay televisores, apenas se tiene contacto con el
mundo exterior...
—¡Es un internado! ¡Se supone que debe estar alejado del mundo
exterior!
—Quieren separarte del resto del mundo, por eso te han enseñado a
apreciar las cosas que les gustan a ellos, no lo que se supone que les
gusta a las chicas de tu edad.
—Soy yo la que decido lo que me gusta y lo que no. —Sentí que la rabia
me encendía las mejillas. Normalmente siempre acababa llorando cuando
estaba tan enfadada, pero esta vez estaba decidida a no derramar ni una
sola lágrima—. Además, es a ti a quien le gusta Hitchcok y las películas
antiguas. ¿Acaso significa eso que tus padres controlan tu vida?
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Olvide decir mmaratón de esta nove, dedicado a mi sister Yazi
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2 comentarios:
wao waoo hermosooo nick ahh
me fasinoo siguela plisss
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