—A ver si ahora dices lo mismo —dijo mi madre, después de colocar el
último prendedor en su lugar y obligarme a dar media vuelta para que me
viera en el espejo—. Mira.
Al principio me costó creer que quien se reflejaba en el espejo fuera yo.
El vestido negro azulado hacía que mi piel pareciera tan suave y perfecta
como la seda. El maquillaje no se diferenciaba demasiado del que solía
llevar, pero las manos expertas de mi madre le habían aportado un matiz
más difuminado. Diminutas trenzas de distintos anchos arrancaban desde
la frente y luego mi cabello pelirrojo oscuro caía por detrás, hasta el
cuello, como debían de haberlo llevado las mujeres en la Edad Media. En
vez de una diadema de flores como las que lucían en las fotos antiguas, yo
llevaba estrellas plateadas en el pelo, lo bastante pequeñas para que
parecieran horquillas adornadas, que desprendían destellos cada vez que
movía la cabeza para mirarme desde todos los ángulos.
—¡Mamá! ¿Cómo lo has hecho?
Las lágrimas se agolparon en los ojos de mi madre. Con todo el cariño
del mundo: era una boba.
—Teniendo una hija guapísima.
Mi madre no paraba de decirme que era guapa, pero nunca la había
creído hasta ese momento. No era una chica de portada de revista como
Courtney o Patrice, pero no estaba nada mal.
Al entrar en el comedor, mi padre pareció sorprenderse tanto como yo.
Mis padres se abrazaron.
—Lo hicimos bien, ¿eh? —le susurró mi madre.
—Ni que lo digas.
Se besaron como si no estuviera allí. Carraspeé.
—Esto... Chicos. ¿No eran los adolescentes los que se lo hacían en los
bailes de gala?
—Perdona, cariño. —Mi padre me puso una mano en el hombro. La sentí
fría, como si yo desprendiera calor—. Estás deslumbrante. Espero que
Balthazar sea consciente de lo afortunado que es.
—Más le vale —dije, y se rieron.
Temí que mis padres quisieran bajar conmigo, pero para mi alivio se
quedaron arriba. Eso habría sido llevar la vigilancia del alumnado
demasiado lejos. Además, me alegré de tener unos minutos para mí sola
de camino al baile. Me recogí la falda del vestido con una mano mientras
descendía los escalones como en una nube. Esos momentos me dieron la
oportunidad de convencerme de que todo aquello era real y no un sueño.
De abajo llegaba el rumor de la gente, las risas y los suaves compases
de la música. El baile ya había empezado y yo me estaba retrasando.
Esperaba que Patrice tuviera razón en lo de hacer esperar a los chicos.
Acababa de descender el último escalón de piedra y pisar el gran
vestíbulo iluminado por la luz de las velas, cuando Balthazar se volvió
hacia mí como si hubiera sentido mi presencia. Al mirarlo a los ojos y ver
el modo en que había clavado su mirada en mí, comprendí que Patrice
tenía toda la razón del mundo.
—Miley, estás deslumbrante —dijo, acercándose.
—Tú también. —Balthazar llevaba un esmoquin clásico, como los de
Cary Grant en los cuarenta. Sin embargo, por guapo que estuviera, no
pude evitar echar un vistazo al gran salón que había a su espalda—. Uau
—se me escapó.
El vestíbulo principal estaba adornado de enramadas de hiedra, y lo
habían iluminado con altas velas blancas que habían colocado delante de
las antiguas bandejas de latón batidas a mano para que reflejaran la luz.
La banda de música estaba en una pequeña plataforma en uno de los
rincones. No se trataba de un grupo de rockeros con téjanos y camisetas,
sino de una clásica orquesta de baile cuyos miembros iban vestidos con
esmóquines incluso más formales que el de Balthazar, y que en esos
momentos estaba interpretando un vals. Había muchas parejas en la pista
de baile, perfectamente alineados, como la escena de un cuadro del siglo
XIX. También había varios alumnos nuevos apoyados contra las paredes,
chicos con trajes intencionadamente horteras o a la última y chicas con
vestidos cortos de lentejuelas, y todos parecían ser muy conscientes de no
haber sabido elegir el modelo para la ocasión.
—Me acabo de dar cuenta de que debería habértelo preguntado antes:
¿sabes bailar el vals? —Balthazar me ofreció el brazo.
—Sí. Bueno, más o menos —dije, aceptándolo—. Mis padres me han
enseñado algunos bailes antiguos, pero nunca he practicado con nadie
que no fuera ellos. O en ningún otro sitio que no fuera mi casa.
—Es la primera vez de todo. —Me condujo al centro del gran salón, de
modo que la luz de las velas brillaba con más fuerza a nuestro alrededor—.
Vamos allá.
Balthazar nos incorporó a la rueda de baile con un solo giro, como si lo
hubiera ensayado. Sabía perfectamente dónde debíamos colocarnos y
cómo debíamos movernos. Las dudas que yo pudiera tener acerca de mis
aptitudes para bailar el vals se desvanecieron de inmediato. Recordé los
pasos sin esfuerzo y Balthazar era una pareja de baile consumada que,
con su manaza en mi comparativamente diminuta espalda, me guiaba con
pericia de experto. Antes de desaparecer de repente en el siguiente
movimiento, atisbé a Patrice a un lado sonriéndome complacida.
Después de eso, el baile se alargó en una dilatada y feliz indefinición.
Balthazar nunca se cansaba de bailar y yo tampoco. La energía fluía a
través de mí como la electricidad y tenía la sensación de ser capaz de
seguir bailando durante días sin descanso. Las sonrisas de Patrice y la
mirada incrédula de Courtney me confirmaron que estaba realmente
guapa. Es más, me sentía así.
Hasta esa noche, no había descubierto hasta qué punto me gustaba ese
tipo de baile. No solo me sabía los pasos, sino que los demás bailarines
también. Las parejas formaban parte de la danza, todo el mundo se movía
a la par, las mujeres extendían los brazos en el ángulo correcto en el
momento justo. Las faldas de los vestidos, largas y amplias, giraban con
nosotras y creaban hileras de remolinos de vivos colores delante de los
zapatos negros de los chicos, mientras todos seguíamos el ritmo al
compás de la música. No era limitativo, era liberador, te hacía olvidar la
confusión y las dudas. Cada movimiento nacía del anterior. Tal vez eso era
lo que se sentía al bailar ballet: un movimiento unísono para crear algo
bello, incluso mágico.
Por primera vez desde que había llegado a la Academia Medianoche,
sabía exactamente qué debía hacer. Sabía cómo moverme y cómo sonreír.
Me sentía a gusto con Balthazar y me deleitaba con su cálida admiración.
Encajaba.
Siempre me había negado a creer que algún día pudiera formar parte
del mundo de Medianoche, pero en esos momentos el camino se abría
ante mí, ancho, hondo y alentador...
«No quería quedarme a ver cómo caías en las garras de esa gente, una
chica tan dulce como tú.»
La voz de Nick resonó en mi cabeza con tanta claridad como si
acabara de susurrarme al oído. Di un traspié y perdí el ritmo por completo
en cuestión de segundos. Balthazar me pasó un brazo sobre los hombros y
se apresuró a sacarme de la pista de baile.
—¿Estás bien?
—Sí, no pasa nada —mentí—. Es que... hace mucho calor. Creo que
estoy un poco sofocada.
—Vamos a tomar el aire.
Al tiempo que Balthazar nos abría camino entre las parejas de baile,
comprendí lo que había estado a punto de hacer. Me había sentido
orgullosa de formar parte de Medianoche, un lugar donde los fuertes se
aprovechaban de los débiles, donde la gente agraciada miraba a la normal
y corriente por encima del hombro y donde el esnobismo era más
importante que la amistad. Solo habían dejado de meterse conmigo una
noche, y ya estaba dispuesta a olvidar lo capullos que eran la mayoría de
ellos.
Recordar a Nick me había hecho entrar en razón.
Salimos a los prados. No había profesores vigilando a la vista. Por lo
visto, la señora Bethany y los demás maestros contaban con que el frío de
finales de otoño mantuviera a la mayoría de los alumnos en el interior, y
cuando el aire gélido me acarició los hombros y la espalda desnudos, lo
comprendí perfectamente. Sin embargo, antes de que me diera tiempo de
echarme a temblar, Balthazar se quitó la chaqueta del esmoquin y me la
colocó sobre los hombros.
—¿Mejor?
—Sí, solo será un segundo.
Balthazar se acercó un poco más, preocupado. Era todo un caballero,
una buena persona, y honesto, y en esos momentos deseé que hubiera
invitado a otra persona al baile, a una chica que supiera valorarlo de
verdad.
—Vamos a dar un paseo —propuso.
—¿Un paseo?
—A no ser que prefieras regresar al baile...
—¡No! —Si volvía a entrar, el hechizo podría nublar mi mente una vez
más y debía mantener la cabeza despejada hasta que consiguiera
comprender lo que había estado a punto de hacer—. Quiero decir que...
todavía no. Vamos.
Las estrellas titilaban en el cielo nocturno. Era una noche despejada,
perfecta para observar el firmamento, y hubiera querido poder subir a la
habitación de lo alto de la torre para mirar por el telescopio las estrellas
distantes y alejarme de una vez del caos que me rodeaba. A nuestras
espaldas, la música y el eco de las risas que procedían del baile fueron
desvaneciéndose lentamente en la distancia a medida que nos
adentrábamos en el bosque.
—Vale, ¿quién es él? —preguntó al final Balthazar.
—¿Quién?
—El chico del que estás enamorada.
Balthazar sonrió con tristeza.
—¿Qué? —Estaba tan avergonzada, tanto por él como por mí, que
intenté salir del apuro inventándome la respuesta—. No salgo con nadie.
—No me tomes por idiota, Miley. Tengo suficiente experiencia para
saber cuándo una mujer está pensando en otro hombre.
—Lo siento —contesté en voz baja, abochornada—. No pretendía
hacerte daño.
—Podré soportarlo. —Colocó sus manos sobre mis hombros—. Somos
amigos, ¿no? Y eso implica que deseo que seas feliz. Preferiría que lo
fueras conmigo...
—Balthazar...
—... pero sé que no siempre es tan sencillo.
Sacudí la cabeza.
—No, no lo es. Eres una magnífica persona y deberías ser tú quien
ocupara mis pensamientos.
—No hay «deberías» que valgan cuando se trata de amor. Créeme. —La
camisa blanca del esmoquin refulgía a la luz de la luna. Balthazar nunca
había estado tan guapo como en ese momento, en plena retirada—. ¿Se
trata de ese Vic? A veces os veo hablar.
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5 comentarios:
WAO WAOO ME ENCANTO Y SI YO SOY TESTIGO DE QUE TU DESDE QUE LA EMPESASTES ACLARASTES QUE ERA ADAPTDA EN VARIAS UUF ENTRADAS Y LO SIGUES ASIENDO COMO JODE LA GENTE SI NO SABE QUE NO OPINE ASH ESO ME CHOCA
SI SI YO igual que beln soy testigo de que si lo aclarastes desde el principio pero dejalas si no creen con que respeten tu blog esta bien mi vida me encanto
WAO amiga esta hermosooooo
SII APOYO A TODAS TU LO HAS ACLARADO QUE YA NO LEAN NO ES TU CULPA SI NO SABEN PRIMERO INVESTIGUEN
Tambien soy testigo de que lo has aclarado, por que siempre joden a las que tiene los mejores blogs, tu ignoralas y no hagas caso, a ti que te critiquen las criticas profecionales no fulanitas
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