Estupendo.
Un vistazo a su hija recién nacida de casi siete kilos y el gran y rudo vaquero
se había desmayado. miley mecía a Eliza de un lado al otro, esperando que nick volviera en sí por él mismo. Le daba un poco de miedo animarlo porque podría
levantarse balanceándose, como se rumoreaba que hacían los Jonascuando los
arrinconan.
Finalmente,
gruñó.
―¿Qué
pasó?
―Te
desmayaste.
nick se levantó sobre sus rodillas.
―¿Puedes
culparme? No cada maldito día un hombre se entera de que es papá.
¡Vaya!
Ninguna postura machista. Ninguna excusa para su desmayo. Eso la sorprendió.
―¿Estás
bien?
―Supongo.
Es una buena cosa que tenga la cabeza dura. ―Rodó
sobre sus pies y se quitó el sombrero―. ¿Cómo se llama?
―Eliza.
―¿Eliza
qué?
―Eliza
Belle.
―No.
¿Cuál es su apellido?
―Ellison.
―Como el infierno. Esa es la primera
cosa que va a cambiar.
―nick…
―Dame
un segundo para pensar.
Mientras
más tiempo nick deambulaba y mascullaba para sí mismo, más nerviosa miley se
ponía.
Repentinamente
él se detuvo y estaba justo en su cara.
―Estupendo.
Tenemos un bebé. Puedes cambiar su nombre al mismo tiempo que cambias el tuyo.
Nos casaremos.
―¡Qué!
―Casarnos.
Como tú y ello formulando los votos tan pronto como sea posible. ―Miró
hacia abajo al rostro de Eliza y la dura línea de su suave boca―.
Ella necesita una madre y un padre y afortunadamente los tiene a ambos.
―Eso
no significa que vayamos a casarnos, Jonas.
―¿Por
qué no? ―nick levantó esos ojos azules, esos ojos idénticos a los de su hija. Su oscura
mirada parecía perforar un hueco en su determinación.
―Porque
tú no puedes irrumpir aquí y formular demandas. Puede funcionar tratar sin
contemplaciones al ganado y a los caballos pero eso no surtirá efecto conmigo.
Ni siquiera nos conocemos.
―Infierno
que no.
―Piensa
en eso. ¿Qué tuvimos? ¿Una docena de citas? No nos hemos visto durante un año.
Básicamente somos extraños.
―¿Extraños?
Engendramos a un bebé juntos. Eso nos convierte en muchísimo más que extraños.
―No
estoy de acuerdo.
―Me
importa un carajo si estás de acuerdo o no. Esta pequeña niña ―señaló
con un grueso dedo la oscura cabeza de Eliza―,
no va a ser una extraña para mí
durante más tiempo. ―Esa
tórrida mirada azul conectó con la de ella otra vez―.
Puede que tengas razón. No me conoces. Así que déjame decirte algo. No voy a
alejarme de ella. Nunca. Cuido lo que es mío. Punto.
―¿Qué
se supone que significa eso?
―¿No
quieres que nos casemos? Bien. Vamos a llegar a conocernos mejor en primer
lugar, ya que eso es lo que te tiene preocupada, pensar que somos extraños ―hizo
una pausa―.
De hecho, va a ser mejor de todos modos.
―¿Qué?
―Simplemente me mudaré contigo.
Veremos cómo nos llevamos primero.
Campanadas
de alerta sonaron en su cabeza.
―Oh,
no. Absolutamente no.
Silencio.
nick suspiró.
―Mira.
Sé razonable. No se trata de tú y yo, de lo que fuimos o no, ni de lo que
seremos en el futuro. Se trata de ella. Sé que no es fácil ser un padre
soltero. Vi a mi primo Cord apañárselas con eso. Tú has tenido que pasar por el
embarazo y por todas estas cosas del bebé por tu cuenta y por eso estoy
realmente apenado, miley. No puedo cambiar el pasado. Pero estoy aquí ahora. Seré un padre a tiempo completo, no para echarte
una mano, sino porque quiero estar en la vida de mi hija todo el tiempo, no
sólo como un papá de fin de semana. Así que, por ahora, sería mejor si no la
estamos pasando de ida y vuelta entre nosotros, hasta que yo conozca a Eliza
donde tú y ella se sientan cómodas. Y eso es en tu casa, bajo tu atenta mirada,
para que no pueda hacer algo estúpido o equivocado. ―Él
sonrió con timidez―.
¿Para ser realmente honesto? No sé nada sobre chicas. Especialmente sobre
bebés.
Cuando
nick la miró así, recordó cómo había terminado embarazada en primer lugar. El
hombre rezumaba una ardiente sexualidad que aún tenía un poder increíble.
Evidentemente, el tiempo lejos de sus intensos ojos y de su diabólica sonrisa
no la había hecho inmune a sus considerables encantos porque se encontró
aceptando.
―Está
bien.
Eliza
se retorció y emitió un grito de descontento.
En
lugar de alejarse de su chillido, nick tiernamente tocó la regordeta mejilla de
Eliza.
―Ey,
niñita hermosa. ¿Por qué te quejas? ¿Tienes hambre?
miley se derritió un poquito ante su inmediata aceptación e interés por su hija.
―Siempre
tiene hambre cuando se despierta.
―Me
lo imagino. ―Siguió
acariciando el rostro de Eliza, mirándola con una expresión parecida al
asombro.
―¿Quieres
sostenerla?
―Ni
te lo imaginas.
―¿Has
sostenido a un bebé antes, verdad?
―No
por mucho tiempo. Y nunca la mía.
miley se desplazó hacia un lado y suavemente colocó a Eliza en sus brazos.
nick se puso rígido.
―Relájate.
―¿Lo
estoy haciendo bien? ―Su
mirada aterrada buscó la de ella―.
¿O la estoy apretando demasiado?
―Lo
estás haciendo muy bien, papá. Sólo asegúrate de sostenerle la cabeza. ―miley jugueteó con la manta de Eliza y murmuró―: le gusta estar acurrucada cerca de tu
cuerpo.
―¿Así?
―Síp.
―Estudió
su rostro absorto, boquiabierta por la cruda emoción que no se molestaba en
ocultar―.
Ten cuidado. Se está retorciendo.
―No
pesa mucho, ¿verdad?
6 comentarios:
ohh me encanto seguila
te quedo estupendo seguila
lo ame te qudoestupendo encerioo
te quedo genealisiimo seguila
seguila ya saris por fas
seguila niña te amo
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