sábado, 28 de mayo de 2011

perfect lover-cap-96

— Levántate.
Frotándose el cuello, Drew se puso en pie lentamente.
La mirada gélida y letal de nick hizo que Drew se encogiera.
— Le debes una disculpa a mi mujer.
Drew se limpió la nariz con el dorso de la mano.
— Lo siento.
— Dilo como si lo sintieras de verdad —lo amenazó nick en voz baja.
— Lo siento, miley. De verdad. Lo siento muchísimo.
Antes de que ella pudiese responder, nick pasó un brazo por sus brazos en un gesto posesivo y salieron a paso tranquilo del local.
Ninguno de ellos habló hasta que llegaron al coche. miley notaba que algo iba muy mal con nick. Estaba totalmente tenso, como la cuerda de un arco.
— Ojalá me hubieses dejado matarlo —le dijo nick, mientras ella buscaba las llaves del coche en el bolsillo de los vaqueros.
— nick…
— No tienes ni idea de lo que me cuesta dejarlo marchar. No soy el tipo de hombre que suele dejar de lado una situación como ésta —confesó mientras golpeaba con fuerza el techo del coche con la palma de la mano para después girarse rápidamente y lanzar un gruñido—. ¡Maldita sea, miley! hubo una época en la que me alimentaba de las entrañas de tipos como ése. Y he pasado de eso a…
Nick dudó un instante cuando dos mil años de recuerdos reprimidos afluyeron a su mente. Volvió a verse como el respetado líder que fue. El héroe de Macedonia. El hombre que una vez consiguió que legiones completas de romanos se rindieran ante la simple aparición de su estandarte.
Y después vio en lo que se había convertido. En una cáscara vacía. En una codiciada mascota, sometida a la voluntad de aquélla que lo invocara.
Durante dos mil años había vivido sin emociones y sin pronunciar más que un puñado de palabras.
Había encontrado el punto exacto que le permitía sobrevivir. Y se había dejado arrastrar.
Hasta que miley llegó y descubrió su faceta humana…
Ella observó la miríada de emociones que cruzaron por el rostro de nick. Ira, confusión, horror y, finalmente, una terrible agonía. Se acercó hasta el otro lado del coche, donde él estaba, pero no dejó que lo tocara.
— ¿Es que no lo ves? —le preguntó con un tono brusco a causa de las intensas emociones—. Ya no sé quién soy. En Macedonia sabía quién era; después me convertí en esto —dijo, mientras alzaba el brazo para que miley pudiera ver las palabras que Príapo grabó a fuego—. Y tú lo has cambiado todo —acabó, mirándola fijamente.
La angustia que reflejaban sus ojos desgarraba a miley.
— ¿Por qué has tenido que cambiarme, miley? ¿Por qué no me dejaste como estaba? Había aprendido, a fuerza de voluntad, a no sentir nada. Simplemente venía a este mundo, hacía lo que me ordenaban y me marchaba. No deseaba nada. Y ahora… —miró a su alrededor, como un hombre inmerso en una pesadilla de la que no puede escapar.
Ella alargó el brazo.
— nick…
Negando con la cabeza, él se alejó de su mano.

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