—Gracias. —A Nick no le ocurrió qué otra cosa decir.
—¿Vais a venir el sábado a casa?
—Sí, pero prométeme que controlarás a Silvia y a las niñas. Tú ya
me
has torturado bastante, no sé si podría sobrevivir a un
interrogatorio de tus
chicas.
—Lo intentaré. Vamos, a ver
si acabamos de repasar
esto. —Sam
volvió a sentarse y retomó la lectura del artículo que tenía entre
manos.
—Sam, al llegar me he encontrado con Clive. ¿Le has dicho lo del
robo
de los artículos?
—No, no ha hecho falta, ya lo sabía. Supongo que no es necesario
que
te diga que cree que eres el
único responsable. Está
convencido de que
todo es culpa tuya.
—Ya me lo imagino, pero lo importante es lo que piensas tú. —Y
enarcó
una ceja a modo de pregunta.
—No digas tonterías. Ya
sabes que confío en ti. Aunque desde
luego
estaré más tranquilo
cuando hayamos encontrado
al ladrón. ¿Has
averiguado algo?
—No, hoy empezaré a repasar los datos que tengo sobre los
periodistas
más «sospechosos». Odio hacer esto. ¿Y tú, tienes algo?
—Tampoco. Pero creo que se
me ha ocurrido una cosa. Cuando lo
tenga más claro te lo contaré. ¿Tienes hambre? ¿Qué te parece si
pedimos
que nos suban algo de la cafetería?
—Me parece que es la primera buena idea que has tenido en todo el
día, jefe.
Miley tuvo también un día ajetreado. Pasó toda la mañana
preparando
el nuevo diseño de las
páginas de la revista. Jack había
pensado que un
modo de contrarrestar
en cierta medida
el robo de
los artículos era
ofreciendo un diseño más
innovador a los lectores, y
la idea le había
gustado mucho a Sam. Sin
embargo, para poder llevarla a
cabo, todo el
departamento de diseño
y maquetación llevaba
días trabajando al
doscientos por cien.
—Miley —la
interrumpió Jack—. Yo necesito descansar un poco y voy a
salir a comer, ¿me acompañas? —Ella guardó lo que estaba
haciendo y
cogió su bolso.
—Sí, claro. La
verdad es que
tengo hambre. ¿Viene
Amanda con
nosotros? —preguntó.
—No. Me ha dicho que Sam y Nick
están repasando unos artículos y
prefiere quedarse arriba por si la necesitan. Cariño, no sé qué le
has hecho
a Nick, pero sea lo que sea, me alegro.
Habían salido ya de la revista y Jack dudaba entre el hindú de la
esquina y la pequeña cafetería italiana que había dos calles más
abajo.
—Yo prefiero comer un panini —decidió Miley.
Caminaban apresurados. Con
todo el trabajo que tenían no podían
perder demasiado tiempo
comiendo. Una vez
llegaron a la
cafetería y
tuvieron sus panini delante, Miley se decidió a preguntar:
—¿Por qué crees que le he hecho algo a Nick?
—Porque está contento. Creo que hacía años que no lo veía así.
—Vio
cómo Miley se
sonrojaba—. Además, en mi
opinión, hacéis una pareja
fantástica. Ahora come y no insultes mi inteligencia diciendo que
sólo sois
amigos.
Ella se atragantó y tuvo un ataque de tos; cuando se le pasó, se
atrevió
a mirar a Jack.
—No sé si somos una pareja fantástica. Para serte sincera, no sé
qué
somos.
Jack enarcó las cejas y en un gesto de amistad le tomó la mano.
—Nick siempre ha sido muy frío,
al menos por lo que yo lo
conozco.
Pero desde que tú llegaste es distinto. Al menos ya no esconde tan
bien sus
emociones. Parece más humano. —Al
ver que ella levantaba una ceja,
continuó—. Bueno, tengo que reconocer que durante unos días pensé
que
iba a matar a alguien. Nunca le había visto tan enfadado ni tan
confundido.
Pero hoy estaba... no sé, más relajado, más joven, incluso le he
oído contar
un par de chistes. Eso significa algo, seguro. —Siguió comiendo su
panini y
bebió un sorbo de café.
—Ya, bueno, para mí todo
esto es nuevo. Estoy tan contenta que no
puedo parar de sonreír. —Se acabó su almuerzo—. Jack, ¿puedo
preguntarte
algo?
—Dispara. —Él también había acabado, y estaba dándole un mordisco
a una manzana.
—¿De qué conoce Clive a Nick? Esta mañana, cuando nos hemos
tropezado con él, ha sido
como estar en medio de un duelo del Lejano
Oeste. Me ha parecido que
entre los dos había algo más, aparte de la
revista.
—Clive es un imbécil, pero no te equivoques, no es estúpido. Clive
y
Nick se conocieron en la universidad, creo que al principio
incluso fueron
amigos, buenos amigos.
No sé qué pasó entre ellos, pero
debió de ser
grave. Su amistad se rompió y, si no fuera porque Sam es el tío de
Clive, no
creo que pudieran estar juntos en la misma habitación sin
pelearse. Hace
unos años, en una fiesta de Navidad de la revista, oí cómo Clive
amenazaba
a Nick con no sé qué de su padre. Nunca olvidaré la mirada de Nick,
pensé
que iba a
matarlo. Evidentemente, nuestro
Nick no hizo nada,
sólo le
susurró algo a Clive y éste se marchó de la fiesta y del país.
Tardó varios
meses en volver a aparecer. Extraño. Le pregunté a Nick qué había
pasado
y se hizo
el loco. —Miró el reloj y se levantó—. Deberíamos volver.
—Vamos. —Miley anduvo en silencio, no podía quitarse de la cabeza
la
historia que Jack le había contado. Bueno, la próxima semana vería
a Nana,
seguro que ella sabía algo. A Nick le habían hecho daño, de eso
estaba
segura, y ella
iba a encontrar
el modo de
compensarlo por ello.
O a
intentarlo.
Llegó la hora de salir y Miley aún no había tenido noticias de Nick,
nada, ni una llamada; seguro que había estado muy liado con la
reunión. No
sabía qué hacer, ¿lo esperaba? No, mejor no, mejor actuar como si
nada.
Recogió sus cosas y se fue hacia casa. Estaba cansada, no había
dormido
mucho y, aunque estaba enamorada del culpable, tenía ganas de
tumbarse
un rato y descansar. De
camino, aprovechó para llamar a sus
hermanas,
ellas siempre se habían contado todo lo que les pasaba con los
chicos, pero
lo de ella y Nick tenía
ganas de guardárselo unos días
más; quería
disfrutarlo y asegurarse de que no se lo había imaginado. Así
pues, sólo les
explicó que ya no iba a mudarse, y que ese fin de semana lo iban a
pasar
fuera.
Nick no había telefoneado a
Miley en todo el día. Era verdad que
había estado muy ocupado, pero no tanto como para no poder hacer
una
llamada. No se la había
quitado en todo el rato de la
cabeza, y por eso
mismo había decidido
que era mejor
no hablar con
ella. Los hombres
siempre han sido animales extraños. Quería pensar, reflexionar
sobre como
actuar a partir de entonces.
No había llegado a ninguna conclusión,
y lo
único que había logrado había sido tener una erección permanente
durante
todo el día. Sólo con recordar lo de la noche
anterior, se le aceleraba el
pulso y le sudaba la espalda. Nunca había sentido con tanta
intensidad al
hacer el amor, quizá exceptuando la primera vez que se acostó con Miley,
e
incluso entonces fue distinto. Y nunca jamás había relacionado el
sexo con
el amor, pero con ella le era imposible no hacerlo. En sus treinta
años de
vida, se había acostado con bastantes mujeres, no tantas como
Guillermo,
pero tampoco había
sido un monje.
Nunca había tenido
una relación
afectiva estable; como máximo, alguna compañera de viaje como
Monique,
una mujer que sólo se amaba a sí misma y que lo único que quería y
ofrecía
era buen sexo sin obligaciones. A él eso siempre le había
funcionado, era
una manera de no tener que hacer frente a sus demonios personales;
a su
padre, amar a su madre lo
había convertido en un alcohólico, en un
mal
padre y, al final,
en un cadáver, mientras que a su
madre, la increíble
Gloria, nada de aquello le
había importado lo más mínimo. El
amor no
existía, y si existía,
nunca acababa bien. No, seguro que enamorarse no
podía ser bueno. Pero Miley se merecía que lo intentara. Se
merecía que él
arriesgara su corazón tanto como ella. Sí, eso iba a hacer, iba a
cuidarla y a
quererla, y a esforzarse por que fuera feliz allí con él. Y si
algún día quería
volver a Barcelona, la apoyaría. Sólo esperaba recuperarse de su
partida.
Apagó el ordenador y se fue a casa.
Cuando abrió la puerta del apartamento, lo primero que notó fue
que
no veía a Miley
por ningún lado. Dejó sus cosas y oyó correr el agua. Ah, se
estaba duchando. Intentó no pensar en ella mojada, pero fue
inútil. Volvió a
intentarlo. Espuma. Tenía que hacer algo, de modo que entró en
el baño
silenciosamente. La mampara
de la ducha estaba totalmente empañada,
pero dejaba adivinar
la figura de Miley; era
preciosa. Ella estaba
levantándose el pelo, y cuando acabó, enfocó el
chorro de agua hacia su
nuca; debía de
dolerle la espalda.
Sin pensarlo, Nick
se desnudó
sigilosamente y se metió en la ducha.
—¿Nick? ¿Qué haces
aquí? —le preguntó
Miley sorprendida
mientras con las manos intentaba taparse algo.
—Miley, ya te he visto desnuda, ¿te acuerdas? —Él sonreía viendo
los
malabarismos que ella estaba haciendo—. ¿Te duele la espalda?
La acercó lentamente a él. Ahora los dos estaban empapados. Antes
de
que pudiera responder, la besó y le abrió la boca con la lengua,
lamiendo
las gotas de agua que ella tenía en la comisura de los labios. La había
echado de menos.
—Hola —le dijo al separarse de ella un momento para volver a
besarla
en seguida. La acariciaba, tenía la piel caliente.
—Hola —respondió ella,
mirándolo directamente a los ojos—. ¿Estás
bien? —Notaba algo en sus besos,
como una necesidad que no lograba
entender.
—Ahora sí. —Le pasó
cariñosamente la mano por el pelo—. Date la
vuelta.
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