viernes, 22 de marzo de 2013

What A Feeling- Capitulo 38



—Gracias. —A Nick no le ocurrió qué otra cosa decir.
—¿Vais a venir el sábado a casa?
—Sí, pero prométeme que controlarás a Silvia y a las niñas. Tú ya me
has torturado bastante, no sé si podría sobrevivir a un interrogatorio de tus
chicas.
—Lo intentaré.  Vamos,  a ver  si  acabamos  de repasar  esto.  —Sam
volvió a sentarse y retomó la lectura del artículo que tenía entre manos.
—Sam, al llegar me he encontrado con Clive. ¿Le has dicho lo del robo
de los artículos?
—No, no ha hecho falta, ya lo sabía. Supongo que no es necesario que
te diga que cree que eres el  único responsable.  Está convencido de que
todo es culpa tuya.
—Ya me lo imagino, pero lo importante es lo que piensas tú. —Y enarcó
una ceja a modo de pregunta.
—No digas tonterías.  Ya sabes que confío en ti.  Aunque desde luego
estaré  más  tranquilo  cuando  hayamos  encontrado  al  ladrón.  ¿Has
averiguado algo?
—No, hoy empezaré a repasar los datos que tengo sobre los periodistas
más «sospechosos». Odio hacer esto. ¿Y tú, tienes algo?
—Tampoco.  Pero creo que se me ha ocurrido una cosa.  Cuando lo
tenga más claro te lo contaré. ¿Tienes hambre? ¿Qué te parece si pedimos
que nos suban algo de la cafetería?
—Me parece que es la primera buena idea que has tenido en todo el
día, jefe.
Miley tuvo también un día ajetreado. Pasó toda la mañana preparando
el  nuevo diseño de las páginas de la revista.  Jack había pensado que un
modo  de  contrarrestar  en  cierta  medida  el  robo  de  los  artículos  era
ofreciendo  un diseño  más  innovador  a  los  lectores,  y  la  idea  le había
gustado mucho a Sam.  Sin embargo,  para poder llevarla a cabo,  todo el
departamento  de  diseño  y  maquetación  llevaba  días  trabajando  al
doscientos por cien.
—Miley —la interrumpió Jack—. Yo necesito descansar un poco y voy a
salir  a comer,  ¿me acompañas? —Ella guardó lo que estaba haciendo y
cogió su bolso.
—Sí,  claro.  La  verdad  es  que  tengo  hambre.  ¿Viene  Amanda  con
nosotros? —preguntó.
—No.  Me ha dicho que Sam y Nick están repasando unos artículos y
prefiere quedarse arriba por si la necesitan. Cariño, no sé qué le has hecho
a Nick, pero sea lo que sea, me alegro.
Habían salido ya de la revista y Jack dudaba entre el  hindú de la
esquina y la pequeña cafetería italiana que había dos calles más abajo.
—Yo prefiero comer un panini —decidió Miley.
Caminaban apresurados.  Con todo el  trabajo que tenían no podían
perder  demasiado  tiempo  comiendo.  Una  vez  llegaron  a  la  cafetería  y
tuvieron sus panini delante, Miley se decidió a preguntar:
—¿Por qué crees que le he hecho algo a Nick?
—Porque está contento. Creo que hacía años que no lo veía así. —Vio
cómo  Miley se sonrojaba—.  Además,  en mi  opinión,  hacéis  una pareja
fantástica. Ahora come y no insultes mi inteligencia diciendo que sólo sois
amigos.
Ella se atragantó y tuvo un ataque de tos; cuando se le pasó, se atrevió
a mirar a Jack.
—No sé si somos una pareja fantástica. Para serte sincera, no sé qué
somos.
Jack enarcó las cejas y en un gesto de amistad le tomó la mano.
—Nick siempre ha sido muy frío,  al  menos por lo que yo lo conozco.
Pero desde que tú llegaste es distinto. Al menos ya no esconde tan bien sus
emociones.  Parece más  humano. —Al  ver  que ella levantaba una ceja,
continuó—. Bueno, tengo que reconocer que durante unos días pensé que
iba a matar a alguien. Nunca le había visto tan enfadado ni tan confundido.
Pero hoy estaba... no sé, más relajado, más joven, incluso le he oído contar
un par de chistes. Eso significa algo, seguro. —Siguió comiendo su panini y
bebió un sorbo de café.
—Ya, bueno, para mí  todo esto es nuevo. Estoy tan contenta que no
puedo parar de sonreír. —Se acabó su almuerzo—. Jack, ¿puedo preguntarte
algo?
—Dispara. —Él también había acabado, y estaba dándole un mordisco
a una manzana.
—¿De qué conoce Clive a Nick? Esta mañana,  cuando nos hemos
tropezado con él,  ha sido como estar  en medio de un duelo del  Lejano
Oeste.  Me ha parecido que entre los  dos  había algo más,  aparte de la
revista.
—Clive es un imbécil, pero no te equivoques, no es estúpido. Clive y
Nick se conocieron en la universidad, creo que al principio incluso fueron
amigos,  buenos  amigos.  No sé qué pasó entre ellos,  pero debió de ser
grave. Su amistad se rompió y, si no fuera porque Sam es el tío de Clive, no
creo que pudieran estar juntos en la misma habitación sin pelearse. Hace
unos años, en una fiesta de Navidad de la revista, oí cómo Clive amenazaba
a Nick con no sé qué de su padre. Nunca olvidaré la mirada de Nick, pensé
que  iba  a  matarlo.  Evidentemente,  nuestro  Nick no  hizo  nada,  sólo  le
susurró algo a Clive y éste se marchó de la fiesta y del país. Tardó varios
meses en volver a aparecer. Extraño. Le pregunté a Nick qué había pasado
y se hizo el loco. —Miró el reloj y se levantó—. Deberíamos volver.
—Vamos. —Miley anduvo en silencio, no podía quitarse de la cabeza la
historia que Jack le había contado. Bueno, la próxima semana vería a Nana,
seguro que ella sabía algo. A Nick le habían hecho daño, de eso estaba
segura,  y  ella  iba  a  encontrar  el  modo  de  compensarlo  por  ello.  O a
intentarlo.
Llegó la hora de salir y Miley aún no había tenido noticias de Nick,
nada, ni una llamada; seguro que había estado muy liado con la reunión. No
sabía qué hacer, ¿lo esperaba? No, mejor no, mejor actuar como si nada.
Recogió sus cosas y se fue hacia casa. Estaba cansada, no había dormido
mucho y, aunque estaba enamorada del culpable, tenía ganas de tumbarse
un rato y descansar.  De camino,  aprovechó para llamar a sus hermanas,
ellas siempre se habían contado todo lo que les pasaba con los chicos, pero
lo de ella y Nick  tenía ganas  de guardárselo unos  días  más;  quería
disfrutarlo y asegurarse de que no se lo había imaginado. Así pues, sólo les
explicó que ya no iba a mudarse, y que ese fin de semana lo iban a pasar
fuera.
Nick  no había telefoneado a Miley en todo el  día. Era verdad que
había estado muy ocupado, pero no tanto como para no poder hacer una
llamada.  No se la había quitado en todo el  rato de la cabeza,  y por eso
mismo  había  decidido  que  era  mejor  no  hablar  con  ella.  Los  hombres
siempre han sido animales extraños. Quería pensar, reflexionar sobre como
actuar a partir de entonces.  No había llegado a ninguna conclusión,  y lo
único que había logrado había sido tener una erección permanente durante
todo el  día.  Sólo con recordar lo de la noche anterior,  se le aceleraba el
pulso y le sudaba la espalda. Nunca había sentido con tanta intensidad al
hacer el amor, quizá exceptuando la primera vez que se acostó con Miley, e
incluso entonces fue distinto. Y nunca jamás había relacionado el sexo con
el amor, pero con ella le era imposible no hacerlo. En sus treinta años de
vida, se había acostado con bastantes mujeres, no tantas como Guillermo,
pero  tampoco  había  sido  un  monje.  Nunca  había  tenido  una  relación
afectiva estable; como máximo, alguna compañera de viaje como Monique,
una mujer que sólo se amaba a sí misma y que lo único que quería y ofrecía
era buen sexo sin obligaciones. A él eso siempre le había funcionado, era
una manera de no tener que hacer frente a sus demonios personales; a su
padre,  amar a su madre lo había convertido en un alcohólico,  en un mal
padre y,  al  final,  en un cadáver,  mientras que a su madre,  la increíble
Gloria,  nada de aquello le había importado lo más  mínimo.  El  amor  no
existía,  y si  existía,  nunca acababa bien.  No,  seguro que enamorarse no
podía ser bueno. Pero Miley se merecía que lo intentara. Se merecía que él
arriesgara su corazón tanto como ella. Sí, eso iba a hacer, iba a cuidarla y a
quererla, y a esforzarse por que fuera feliz allí con él. Y si algún día quería
volver a Barcelona, la apoyaría. Sólo esperaba recuperarse de su partida.
Apagó el ordenador y se fue a casa.
Cuando abrió la puerta del apartamento, lo primero que notó fue que
no veía a Miley por ningún lado. Dejó sus cosas y oyó correr el agua. Ah, se
estaba duchando. Intentó no pensar en ella mojada, pero fue inútil. Volvió a
intentarlo.  Espuma.  Tenía que hacer algo, de modo que entró en el  baño
silenciosamente.  La mampara de la ducha estaba totalmente empañada,
pero  dejaba  adivinar  la  figura  de  Miley;  era  preciosa.  Ella  estaba
levantándose el  pelo,  y cuando acabó,  enfocó el  chorro de agua hacia su
nuca;  debía  de  dolerle  la  espalda.  Sin  pensarlo,  Nick  se  desnudó
sigilosamente y se metió en la ducha.
—¿Nick?  ¿Qué  haces  aquí?  —le  preguntó  Miley  sorprendida
mientras con las manos intentaba taparse algo.
—Miley, ya te he visto desnuda, ¿te acuerdas? —Él sonreía viendo los
malabarismos que ella estaba haciendo—. ¿Te duele la espalda?
La acercó lentamente a él. Ahora los dos estaban empapados. Antes de
que pudiera responder, la besó y le abrió la boca con la lengua, lamiendo
las gotas de agua que ella tenía en la comisura de los labios.  La había
echado de menos.
—Hola —le dijo al separarse de ella un momento para volver a besarla
en seguida. La acariciaba, tenía la piel caliente.
—Hola —respondió ella,  mirándolo directamente a los ojos—. ¿Estás
bien? —Notaba algo en sus besos,  como una necesidad que no lograba
entender.
—Ahora sí.  —Le pasó cariñosamente la mano por  el  pelo—. Date la
vuelta.

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