109. Un sueño hecho realidad
Nuestra siguiente parada
es una parte del pueblo
con la que no estoy familiarizada.
Nick estaciona en una calle,
cerca de la playa,
enfrente de una hilera
de pequeñas casas,
y mientras admiro
la nebulosa luna,
él reúne todo
lo que necesitamos del
maletero de su coche.
Aparentemente, eso
consiste en una manta
una linterna, una botella de agua
y un sombrero, que me entrega a mí.
Su preocupación por
mi bienestar
hace que mi corazón
palpite con un solo de rock
dentro de mi pecho.
Bajamos a la playa,
y él dispone la manta
cerca de un agujero en la arena
que contiene un leño
con brasas encendidas.
Estoy pensado en
él y yo
y un incendio
y una manta
y entonces grito:
—¡Espera!
—Porque tal vez
estoy un poquito asustada
acerca de él y yo
y un incendio
y una manta
—Lo siento.
Él salta hacia atrás.
Pensé que tal vez podríamos
lanzar el brillo primero.
—Bien, entonces.
Vamos a hacerlo.
Tomo la botella de
brillo y vierto
un poco en mi mano
y un poco en la suya.
—¿Deberíamos hacer algo primero? —pregunto
—Sí. Cerrar nuestras bocas.
—No, quiero decir, ¿pedir un deseo o algo así?
—Está bien.
¿En voz alta o para nosotros mismos?
—Para nosotros mismos.
Así que, en silencio, deseamos,
y cuando creo que ha sido
tiempo suficiente,
digo: —Preparados. Listos.
No, para, está demasiado oscuro.
Tengo que conseguir la linterna.
Sostengo la linterna
sobre mi cabeza y lo alumbro
como un reflector.
—Tú primero, Nick.
Preparados, listos, ¡fuera!
Su mano vuela
y destellos llueven sobre él.
Él gira,
pretendiendo ser una bailarina
de ballet en el brillo
y me hace reír.
—Mi turno.
Él toma la linterna
y me coloca
en el centro de atención esta vez.
Lanzo el brillo
y extiendo mis manos
tratando de tomar un poco
como un niño tratando de atrapar
copos de nieve.
Por un momento
el aire es bonito,
destellante
y maravilloso.
Pero en un instante,
se acabó.
Él apaga la linterna
dejándonos en la oscuridad.
—¿Fue tan emocionante como pensabas?
Él toma mi rostro
con ambas manos,
se inclina,
—Se terminó demasiado pronto —susurro.
sus ojos persisten por un
dulce segundo
antes de que sus labios
se posen en los míos,
probando,
jugando,
probando,
besando.
Cuando él se aparta,
Estoy sin aliento.
Él acaricia mi oreja,
—Eso sí que es emocionante.
—En eso tienes razón.
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