115. Dejar que la suerte decida
El fuego
y los brazos de Nick
me mantienen caliente.
Me encantaba el calor.
—¿Crees que tu familia esté preocupada? —pregunta él—.
Se está haciendo tarde.
—Yo debía quedarme en un hotel.
—¿Cambio de planes? —pregunta él,
tratando de sonar casual
cuando ambos sabíamos que no era
una pregunta casual en lo absoluto.
—Tú podrías decir eso.
—Bien. Te quiero aquí.
El silencio se instalo a nuestro alrededor.
Pero entonces lo empujé lejos,
Queriendo que él supiera
que deseaba más
de lo que le dije.
—Nick, no me quiero ir,
quiero decir, en absoluto.
¿Cara, me quedo;
Cruz, me voy?
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