131. Iguales más que diferentes
M e acurruco más cerca
y lo beso.
Él sabe a
fogata y
aire salado.
—Lo siento —le digo—.
Mis cosas deben parecer tan triviales para ti.
—No. Para nada.
—Pero no es una cuestión de vida o
muerte.
—Para tus nuevos padres, creo que sí.
Perderte seria como
otra hija muerta.
—¿Pero, cómo se puede perder algo que nunca tuviste?
—Eres su hija —me dice—.
Estas vinculada a ellos, ya sea que quieras o no.
—¿Alguna vez deseaste que fuera alguien más? —pregunto—.
¿Como tu hermano, en cambio?
Yo he deseado que fuera mi hermana.
Lo cual está tan mal.
¿Por qué le desearía esto a alguien?
Él me besa.
—Porque eres humana.
—Suspira—.
Al igual que yo.
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