Nick había decidido
confiar en Miley
y disfrutar del
amor por
primera vez en su vida. No
es que fuera a confesarle a ella que estaba
enamorado, nada tan drástico, pero sí había decidido dar una
oportunidad a
todos esos sentimientos
que siempre había
creído que no
existían. La
verdad era que no estaba tan mal.
Lo único que lo incomodaba era la
sensación de que cualquiera que lo mirase a la cara, se daría cuenta
de que
parecía un idiota. No podía dejar de sonreír.
Era como cuando vas de
vacaciones y toda la comida sabe mejor que en casa; estando con Miley
todo sabía mejor. Por no mencionar el sexo. Él siempre había
disfrutado del
sexo, pero cuando hacía el amor con Miley, cuando se acariciaban,
cuando
se besaban, era como si todo lo anterior hubiera sido una pérdida
de tiempo
y de esfuerzos. Como si lo de antes sólo hubiese sido una clase de
gimnasia
con un final feliz.
Tan sólo faltaba un mes para que Miley regresara a Barcelona, pero
a
pesar de ello, se sentía feliz. Tan feliz que empezaba a
preocuparse por su
salud mental. Desde la noche en que Nick se fue al gimnasio, las
cosas
no podían ir mejor. Él se había relajado, ya no la miraba como si
se sintiera
culpable de estar con ella, ni como si creyera estar abusando de
la hermana
de su mejor amigo. Poco a poco, le había ido contando más cosas de
sus
padres, de su horrible divorcio, de la enfermedad de su padre. Lo
único que
no mencionaba nunca era el problema que éste había tenido con la
bebida,
ni cómo había luchado él contra eso, pero Miley no lo presionaba,
suponía
que ya se lo diría cuando estuviera preparado.
Por su parte, Nana se reunió con Steve el miércoles,
tal como Miley
había organizado y, tras unos momentos muy emotivos, ambos
decidieron
que tenían que hacer algo para recuperar la memoria de Rupert y
conseguir
que tanto sus amigos como su familia, y su hijo en especial, lo
recordaran
por algo más que por la bebida.
Steve tuvo una idea genial; su revista podía publicar un artículo
sobre
Rupert; al fin y al
cabo, él había sido uno de los mejores periodistas de
Inglaterra de todos
los tiempos, y en ese artículo podrían hablar de su
carrera y sus premios y así lograr que por fin recibiera el
homenaje que se
merecía. Nana sugirió una cosa, arriesgada pero genial: en ese
artículo, se
podría mencionar a Nick, y cómo Rupert luchó, a su modo, para
cuidar de
su hijo y guiarlo en sus primeros pasos en la profesión de
periodista. A
Steve le entusiasmó la idea, él sabía lo mucho que Rupert había
querido a
su hijo, pero sin embargo tenía miedo de hacerlo a escondidas de Nick.
En realidad, éste tenía derecho a opinar sobre todo aquello y
quizá no le
gustara la idea de aparecer mencionado en un artículo de la
revista The
Scope. Nana y Miley le dijeron que no se preocupara,
que cuando viera a su
padre como algo más que un perdedor consumido por la bebida,
seguro que
estaría tan contento que no se molestaría en absoluto.
Una tarde, mientras Nick estaba reunido con Jack hablando de unas
fotografías, Miley decidió
llamar a Steve
para preguntarle sobre
los
artículos robados. La última vez que lo vio no se atrevió a
hacerlo porque
Nana estaba delante, pero cada noche, cuando veía a Nick
preocupado
por ese tema, le remordía la conciencia por no haberlo hecho.
—Miley, qué casualidad que me llames. Ahora mismo estaba pensando
en ti —dijo Steve al responder al móvil.
—¿Por qué? —preguntó ella.
—He pensado que sería genial
tener una foto de Rupert con Nick
para el artículo, y también podría ser buena idea contar con
alguno de los
textos que él haya escrito sobre algún tema sobre el que también
hubiera
escrito su padre. No sé. ¿Qué te parece? —Steve hablaba a mil por
hora, se
notaba que le entusiasmaba la posibilidad de redimir la memoria de
Rupert.
En el fondo, se sentía culpable de no haberlo hecho antes, y de no
haberlo
ayudado lo suficiente mientras vivía.
—Me parece bien. Hablaré
con Nana sobre la foto y luego llamaré a
Silvia, la mujer de Sam, para que me preste los artículos de Nick.
Ella los
tiene todos guardados —contestó Miley.
—Genial. Supongo que Nick ha tenido mucha suerte de conocer a
Sam y a su esposa. —Steve
se frotó la cara con las manos—. ¿Les
has
contado a ellos lo del artículo de Rupert?
—Aún no. Pensaba hacerlo
este fin de semana, pero Sam está en
Escocia y quería hablar con los dos. Pero... —Miley se
interrumpió, no sabía
cómo continuar.
—Pero ¿qué? —insistió Steve.
—Últimamente, Sam está muy
preocupado por el
robo de unos
artículos. —Ya estaba, ya lo había dicho.
—¿El robo de unos artículos? —Steve parecía sincero.
—Sí, el robo
de unos artículos.
Hace ya unos
meses que The
Whiteboard tiene que cambiar
algunos de los textos
que va a publicar
porque, antes de que lo
haga, aparecen publicados en otra revista —dijo
Miley para ver si él reaccionaba.
—¿Artículos parecidos o idénticos?
—Idénticos.
—Vaya. Eso sí que es
un problema, no me extraña que
Sam esté
preocupado. ¿En qué revista
aparecen publicados? A lo mejor yo puedo
hacer algo.
Había llegado el momento decisivo.
—En The Scope.
Silencio.
—¿Qué has dicho? —Steve subió el tono de voz.
—En The Scope.
—No puede ser. No estás hablando en serio. —Sonaba enfadado, pero
al menos no había colgado.
—Muy en serio.
—Es imposible.
—Si quieres, puedo
demostrártelo. —Miley sabía
que se estaba
arriesgando mucho. Una cosa era ocultarle a Nick lo del artículo
sobre su
padre, y otra muy distinta hablar de lo que estaba hablando con el
director
de The Scope. Pero ella tenía que encontrar el modo de ayudarlo y Steve
parecía un buen hombre. En cierto modo le recordaba a su padre,
testarudo
pero con principios.
Steve tardó un poco en contestar.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes?
—Porque no sabía si podía
confiar en ti. —Miley guardó silencio un
instante y luego añadió—: Ahora que te conozco, creo que sea quien sea
quien está robando los artículos no lo ha hecho con tu aprobación.
—Gracias. —Steve también
permaneció un rato
callado antes de
preguntar—: ¿Sabe Nick que me estás contando esto?
—No —respondió Miley al momento—. Y no creo que le gustara.
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