viernes, 22 de marzo de 2013

What A Feeling- Capitulo 41



Miley iba a abrir la puerta de la habitación cuando Nick le puso una
mano  en  el  hombro  y  la  obligó  a  darse  media  vuelta.  Unos  escasos
centímetros los separaban y él buscó sus labios con suavidad. Fue un beso
dulce, lento. Mientras, con las manos le acariciaba la cara, como si quisiera
grabarse en el  tacto de sus dedos la forma de sus facciones.  Nick  no
sabía  muy  bien  qué  le  estaba  pasando,  pero  sí  sabía  que  necesitaba
recordar su sabor, recordar que aún era capaz de sentir y, al parecer, sólo
Miley  hacía  posible  ese  milagro.  Ella  le  acariciaba  la  espalda,  parecía
entender lo que estaba pasando, y con sus labios y su cariño quería que él
se sintiera tranquilo, feliz. Los dos se abrazaron con fuerza, sus lenguas no
dejaban de acariciarse, sus corazones latían acelerados al unísono; Nick
deslizó una mano por debajo del jersey de ella para sentir su piel. Entonces,
poco a poco, fue bajando la intensidad del beso y, con los ojos aún cerrados,
apoyó su frente contra la de Miley. Se apartó unos centímetros de ella y le
colocó detrás de la oreja un mechón de pelo.
—Vamos, te enseñaré a jugar a los piratas.
—Sam, si cuentas otra vez lo de esa fiesta, juro que dormirás solo lo
que te queda de vida —lo riñó Silvia sonriendo—. No puedo creer que me
convencieras de hacer esas locuras.
—Eh, no todo es culpa mía —respondió él entre carcajadas—. No soy
yo el que se apuntó a clases de danza del vientre.
—No pienso dignificar ese comentario con una respuesta.  —Silvia se
levantó sonrojada de la silla—. Miley, ¿quieres que te enseñe los artículos
que Nick escribió en la universidad, mientras los «chicos» recogen la mesa y
friegan los platos?
—Me encantaría —respondió ella aún riendo—. ¿Ya se han ido a dormir
las niñas?
—Sí,  hace un rato.  Sam,  Nick,  espero tener todos los platos y las
copas limpias y enteras en unos veinte minutos.  Nosotras os esperamos
sentadas delante de la chimenea. —Se dirigió a Miley—. ¿Vamos?
—Sí, claro.
Se levantó y siguió a Silvia hasta una habitación que hacía las veces de
biblioteca  y  despacho  y  en  la  que  había  una  chimenea  con  el  fuego
encendido. Silvia se dirigió a un escritorio y de un cajón sacó una carpeta
azul, se sentó en un sofá y le indicó a Miley que se sentara a su lado.
—Siempre he guardado los artículos de Nick.
—¿Seguro que no quieres que vaya yo a fregar los platos y así Sam y tú
estáis un momento tranquilos a solas? —preguntó Miley un poco incómoda
por haber dejado a su anfitrión atrapado en la cocina.
—Vaya tontería. A Sam le encanta fregar platos, y así podrá interrogar
a Nick sobre ti.  Vamos,  siéntate.  Aparte de los  artículos  también tengo
algunas fotos que quiero enseñarte.
Miley no pudo resistir la tentación y se acomodó al lado de Silvia.
—¿Desde cuándo conoces a Nick?
—Desde que murió su padre, hace ya nueve años. Me acuerdo porque
Alicia acababa de nacer, y a Nick le encantaba quedarse en su habitación,
mirándola mientras dormía. —Rebuscaba entre los papeles de la carpeta—.
Mira, este artículo es el primero que Sam descubrió.
Miley empezó a leerlo;  era fascinante la fuerza y la rabia que se
desprendía  de  cada  línea.  Oyó  cómo  Silvia  se  levantaba  y  cogía  una
fotografía que había encima de una mesita.
—Esta fotografía es de ese invierno. —Se la acercó a Miley—. Siempre
ha sido una de mis favoritas. Sam quería que la incluyera en una de mis
exposiciones, pero siempre me he negado. Es demasiado íntima, demasiado
mía.
—Lo entiendo —susurró Miley ensimismada mirando la foto.  En ella,
Nick estaba sentado en un sofá, con Alicia en los brazos. Los dos estaban
dormidos y por  la ventana de la habitación entraba una luz mágica que
hacía que los dos parecieran igual  de inocentes,  igual  de necesitados de
protección.
—Recuerdo ese día —explicó Silvia—. Yo volvía de fotografiar  unos
terneros recién nacidos y cuando entré en la habitación y los vi  no pude
resistir la tentación. Se los veía tan dulces, tan tranquilos. Creo que era la
primera vez que Nick dormía en dos semanas.
Miley notó cómo los ojos se le llenaban de lágrimas, y para relajar un
poco el ambiente decidió cambiar de tema.
—¿Eres fotógrafa?
—Sí, bueno, lo intento. —Silvia la cogió de la mano—. No te preocupes
por llorar, él no ha sido capaz de hacerlo, así que está bien que alguien que
le quiera llore por él.
—Ya —susurró Miley frotándose los ojos con los puños del jersey—. La
verdad es que aún no sé qué va a pasar con nosotros.
—Nadie  lo  sabe  —contestó  Silvia—.  ¿Quieres  que  te  enseñe  las
fotografías que tomé de las niñas el año pasado por Halloween? Con una de
ellas gané un concurso.
—Me encantaría —respondió Miley sonriendo de nuevo—. A ver si así
dejo de hacer el ridículo durante un rato.
Mientras,  en  la  cocina,  Sam estaba  haciendo  lo  que  Silvia  había
anunciado; es decir, estaba interrogando a Nick.
—Bueno,  ¿cómo  van  las  cosas?  —Era  un  primer  intento  de
acercamiento sutil y ambiguo.
—Bien, como siempre —respondió Nick mientras freNicka una de las
bandejas.
—¿Como siempre? —Sam le guiñó un ojo—. Yo no recuerdo haberte
visto nunca sonreír más de dos veces seguidas en la misma noche. Hasta
hoy.
—Ya.
—¿Cómo que ya? —Sam optó por abandonar la sutileza—. Hace diez
años que te conozco, y es la primera vez que te veo feliz. ¿Crees que te voy
a dejar escapar sin que me cuentes todos los detalles? Ni loco. Si lo hago,
Silvia me mata. Vamos, compadécete de mí y cuéntamelo.
—Pues —Nick carraspeó—, no sé. —Se sonrojó—. Primero pensé que
sólo me sentía atraído por ella, que la deseaba.
—Para, para. —Sam levantó la mano con la que enjuagaba los platos—.
Piensa que tengo el corazón de un hombre de cincuenta y siete años.
Nick continuó como si no lo hubiera oído.
—Pero por desgracia es peor.
—¿Peor? —preguntó Sam sorprendido.
—Mucho  peor.  —Nick  fregaba  los  platos  completamente
concentrado—. No dejo de pensar en ella. No puedo dejar de pensar en ella.
—Eso no es malo.  —Sam le puso una mano sobre el  hombro—. Se
llama amor, y cuando te acostumbras está bastante bien.
Nick cerró el grifo y colocó el último plato en el escurridor.
—Es que me da miedo acostumbrarme.
—¿Miedo? ¿A qué tienes miedo? —Sam intuía la respuesta, pero quería
oírselo decir a Nick.
Este se dirigió a la puerta de la cocina y colgó el delantal.
—Tengo miedo de convertirme en mi padre —contestó sin atreverse a
mirar a Sam a la cara.
Él le puso la mano en el antebrazo para poder decirle lo que pensaba
de semejante estupidez, antes de ir a reunirse con Silvia y con Miley.
—Nick, tú no eres tu padre, nunca lo has sido y nunca lo serás, y
Miley no es tu madre. —Buscó su mirada—. Tú nunca elegirías el camino
que tomó Rupert cuando Gloria os abandonó. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo. ¿Vamos a ver qué están tramando esas dos?
—Vamos —convino Sam,  pero estaba convencido de que Nick  no
había escuchado ni una palabra de todo lo que le había dicho.
—En ésta están guapísimas —exclamó Miley sonriendo.
—Siempre he dicho que se parecen a mí  —contestó Sam desde la
puerta.
—Ya, eso quisieras —lo pinchó Nick, que entró el último.
—Sam, Nick, estoy aburriendo a Miley con batallitas de las niñas.
Cada vez  me parezco más  a mi  madre.  —Silvia le acercó otra caja de
fotografías—. Si estás harta —dijo dirigiéndose a Miley—, podemos dejarlo.
—No, en absoluto. Me encanta ver fotografías. Mi padre también nos
hacía muchas cuando éramos pequeños.  Bueno,  la verdad es que aún lo
hace; es un poco pesado, pero vale la pena.
Miley estaba tan enfrascada con las fotos que no se dio cuenta de que
Nick se había sentado a su lado en el sofá hasta que él empezó a hablar.
—Me acuerdo de un verano en que fuimos a la playa. Yo tendría nueve
o diez años. Joe y yo estuvimos nadando y jugando en el mar durante
horas. —Le acarició el  pelo—. Tú estabas con una de tus hermanas en la
arena,  intentando construir  un castillo,  y vi  cómo tu padre se ponía en
cuclillas y os sacaba una foto. —Le acarició la mejilla—. Nunca la he visto,
pero seguro que estás preciosa.
A Miley le costó encontrar la voz, pero lo logró.
—Es una de mis fotos preferidas. Cuando cumplí dieciochos años mis
hermanos me la regalaron en una tela y la tengo colgada en mi habitación.
¿Cómo te diste cuenta de que mi padre nos hacía esa foto?
—Porque te estaba mirando —contestó Nick  sin dudarlo,  pero al
notar  que se sonrojaba,  decidió cambiar  de tema—.  Sam,  ¿has leído los
artículos que te he traído?
—No,  y no pienso hacerlo.  Hoy es sábado —miró el  reloj—, y ahora
mismo me voy a la cama. Mañana hablamos de ello. —Le tendió la mano a
su esposa para ayudarla a levantarse del sofá—. Buenas noches, Miley.
—Buenas  noches,  Sam.  Silvia,  gracias  por  todo  —respondió  ella
sabiendo que Silvia entendería a qué se refería.
—De nada, buenas noches.
—Tú  y  yo  también  deberíamos  irnos  a  dormir  —prosiguió  Miley,
dirigiéndose ahora a Nick—. Creo que mañana nos espera la venganza de
los piratas. —Se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta—. ¿Vienes?
Él levantó la vista de las fotografías que aún tenía en el regazo y no
dijo nada.
—¿Vienes? —volvió a preguntarle Miley.
—Claro. —Se levantó del sofá y la cogió de la mano.
Una vez en la habitación,  ninguno de los dos sabía muy bien cómo
comportarse, y Miley optó por disimular buscando el pijama y el neceser en
la bolsa que aún no había deshecho.  Nick  abrió un cajón y cogió el
pijama que antes había guardado.
—Voy al baño —dijo tras carraspear—, ¿o prefieres ir tú primero?
—No, gracias —contestó Miley—. Ve tú.
Ella aprovechó que estaba sola para cambiarse y para preparar  la
cama.
—Ya  tienes  vía  libre  —le  comunicó  Nick  cuando  volvió  a  la
habitación, ya con el pijama puesto.
—Gracias, sólo tardaré un minuto.
Él se puso las gafas y cogió un libro. Necesitaba distraerse, tenía que
dejar de pensar en las ganas que tenía de hacer el amor con Miley, ya que
de ninguna manera iba a hacerlo con Sam y Silvia durmiendo a escasos
metros de ellos. Tenía que relajarse, a ver si así lograba volver a respirar
con normalidad y que la sangre le circulara por todo el  cuerpo,  y no se
concentrara sólo bajo su cintura. Se tumbó en la cama e intentó meterse en
la lectura. No tenía ni idea de lo que estaba leyendo. Miley abrió la puerta y
caminó en silencio hacia la cama.

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