sábado, 23 de marzo de 2013

What A Feeling- Capitulo 47


—Ya,  seguro  que  no.  Dame  un  par  de  días  para  hacer  algunas
averiguaciones y la próxima semana,  cuando me traigas las fotos  y los
artículos de Nick, te cuento lo que haya descubierto.
—Gracias.  —Miley estaba segura de que Steve no sabía lo de los
artículos robados,  y que haría todo lo posible por averiguar lo que había
pasado. No sólo porque quisiera ayudarla a ella, sino porque el prestigio y la
reputación de su revista estaban también en peligro.
—Si  necesito más  información,  te llamo o te mando un e-mail,  ¿te
parece bien? —preguntó Steve, que ya estaba pensando en que había dos
redactores en The Scope que nunca le habían gustado demasiado.
—Perfecto.  Ahora mismo llamaré a Nana para pedirle las fotos.  Nos
vemos la semana que viene.
Se despidieron y colgaron.  Steve se quedó un rato aturdido por  las
noticias que le había dado Miley.  ¿Cómo había podido pasar  eso en su
revista? Él sabía que en el periodismo, como en todas las profesiones, había
gente sin escrúpulos,  pero le gustaba creer  que no trabajaban para él.
Siendo sincero,  tenía que reconocer  que en el  último año había estado
demasiado ocupado con otras publicaciones,  y que había descuidado un
poco  The Scope.  Bueno,  ahora tenía motivos para recuperar el  control,  y
debía  averiguar  quién  estaba  jugando  tan  sucio.  Porque  él  no  iba  a
permitirlo por más tiempo.
Miley también se quedó en silencio un rato;  sabía que se estaba
arriesgando mucho al contarle todo eso a Steve. Tal vez debería decírselo a
Nick. Pero ¿cómo explicarle que había hablado con Steve sin descubrir a
la vez lo del artículo de su padre? No, era mejor seguir así hasta el día en
que se publicara el reportaje sobre Rupert.
Ella quería darle esa sorpresa,  y cuando todo se solucionara,  seguro
que él entendería que ella no se lo hubiera contado.
Esa noche,  antes de que Nick  llegara a casa, Miley llamó a Nana
para explicarle la idea que había tenido Steve para el artículo de Rupert, y
le  pidió  fotografías  de  Nick  con  su  padre.  Ella  le  prometió  que  las
buscaría y que el miércoles se las llevaría. Todo estaba ya en marcha. Lo
único que le faltaba hacer a Miley era hablar ese fin de semana con Silvia y
pedirle los artículos de Nick. Al cabo de tres semanas, el artículo saldría
publicado,  y  éste vería  cómo  su padre había  sido mucho más  que un
hombre derrotado por una mujer. Miley tenía la esperanza de que, al leerlo
Nick dejara de tener esas pesadillas y acabara confiando en ella. Y quizá
entonces pudiesen hablar de lo que pasaría con ellos cuando ella tuviera
que regresar a Barcelona.
Faltaba menos de un mes para que finalizara su contrato, y cada vez
que ella sacaba el tema, él evitaba responder. La mayor parte de las veces,
la besaba y le hacía el  amor hasta que Miley ya no sabía de qué quería
hablarle.  La  verdad  era  que  no  tenía  ninguna  queja  del  método  de
distracción que él  utilizaba,  pero ahora empezaba a preocuparle que se
resistiera tanto a hablar del  asunto. No había vuelto a decirle que estaba
enamorada de él, pero estaba segura de que no hacía falta. Con cada beso,
con cada caricia,  con cada gesto,  ella intentaba que Nick  no tuviera
ninguna duda de que eso era lo que sentía. Él  nunca le decía nada, pero
había noches en las que le hacía el  amor como si no pudiera vivir sin su
presencia, y si tenía pesadillas, no se tranquilizaba hasta que se abrazaba a
ella. De día, él era cariñoso y atento, pero a veces Miley tenía la sensación
de que hacía esfuerzos por controlarse, por mantener un poco de distancia.
Seguro  que  eran  tonterías;  tal  como  decía  su  madre,  había  leído
demasiadas  novelas  románticas.  Confiaba  en  que  antes  de  que  se  le
acabara el  contrato hablarían de ello y encontrarían el  modo de seguir
juntos, en Londres o en Barcelona.
Llegó el  fin de semana. Miley había intentado hablar con Nick  un
montón  de  veces.  Sabía  que  la  idea  de  volver  a  Barcelona  la  tenía
preocupada, pero él no sabía qué decirle. Por una parte sólo de pensar en
estar  sin ella se sentía desfallecer;  durante todo ese tiempo que habían
pasado juntos, Miley había logrado recordarle que tenía un corazón, y que
era capaz de sentir. Ella no podía irse, sencillamente no podía. Pero por otra
parte, tal vez fuera lo mejor. Él aún no estaba convencido de que lo suyo
fuera a acabar bien; aún había muchos temas que los separaban y, por otra
parte, no podía quitarse de la cabeza qué demonios había estado haciendo
Miley con Steve ese día. Cuando le preguntó a Nana por una sorpresa, ella
se hizo la loca y no contestó. No le dijo nada, se limitó a ignorar la pregunta.
Nick  no lograba dejar  de pensar  que lo mejor  sería dejar  que Miley
regresara a Barcelona,  y esperar a ver cómo evolucionaban las cosas.  Si
algo tenía claro Nick  era que no quería convertirse en su padre, y una
relación a distancia le daba más  seguridad.  De ese modo,  sería mucho
menos  probable que se enamorase de Miley completamente,  y tal  vez
lograse recuperar un poco el control de su vida y de sus emociones. Y por
otro  lado,  si  las  cosas  se  estropeaban  entre  los  dos,  quizá  pudiese
sobrevivir. Sí, eso sería lo mejor. Ahora tenía tres semanas para encontrar el
modo de decírselo
El sábado por la mañana, cuando Nick fue a correr con Jack, Miley
llamó a Silvia para pedirle los artículos de Nick,  o,  como mínimo,  las
fechas y las revistas en las que se habían publicado para poder localizarlos.
El  problema fue que no encontró a nadie en casa,  por  lo que tuvo que
conformarse con dejar un mensaje en el contestador:
—Silvia, soy Miley. Llamaba para pedirte un favor. —Ella odiaba hablar
con una máquina— Necesitaría que me mandaras los artículos de Nick.
Ya te lo contaré, es una sorpresa. —En ese momento, no pudo evitar añadir
—. Le quiero, y creo que he encontrado el modo de que perdone a su padre.
Llámame. Adiós.
Al cabo de diez minutos, sonó el teléfono.
—¿Miley? —preguntó Silvia desde el otro extremo de la línea.
—¡Silvia! Te oigo muy mal —respondió Miley—. ¿Dónde estás?
—Estamos todos en Escocia. Las niñas y yo hemos venido a pasar unos
días con Sam. Regresaremos la semana que viene.
—¡Qué bien! Así podéis tomaros unas pequeñas vacaciones. Me alegro.
—He oído el mensaje que has dejado en el contestador de casa y estoy
muy intrigada —prosiguió Silvia.

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