106. Tú y yo
Cuando Nick vuelve conmigo
ve que he pasado
de la euforia a la devastación
en el tiempo de un acorde
y puedo ver que le duele.
—No eres tú —le digo
mientras me empuja a un rincón—.
Estuviste genial.
Eres genial.
Demasiado genial, en realidad.
Él limpia una lágrima
tan gentilmente,
es como una invitación
para que caigan más.
Pero cierro mis ojos
y las obligo a volver
porque él no necesita eso.
Y entonces,
en el momento
de evitar las lágrimas
y con ganas de vivir
en su canción,
sus labios tocan los míos.
Es un beso suave al principio,
tierno como él,
y luego más fuerte
mientras atraemos
más cerca al otro,
queriendo empujar
todo lo demás fuera
excepto
esto.
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