viernes, 22 de marzo de 2013

What A Feeling- Capitulo 42



—¿Quieres que deje la luz encendida o tienes suficiente con la de la
mesita de noche? —le preguntó a Nick antes de acostarse.
—Eh, no gracias. Con la de la mesilla tengo suficiente —contestó él sin
apartar la mirada del libro.
—Buenas noches, pues —dijo ella, disponiéndose a dormir.
Pero pasados unos segundos se echó a reír.
—¿De qué te ríes?
—De nada. —Seguía riéndose a carcajadas.
—¿De nada? —Nick sonrió—. Vamos, Miley, cuéntamelo.
—Bueno, es que —dijo Miley a la vez que se incorporaba en la cama—
toda esta escena me ha recordado a mis padres.
—¿Escena? —preguntó él enarcando una ceja.
—Si, ya sabes, tú tan serio, leyendo, y yo preguntándote si necesitas
más luz. Una escena muy doméstica. —Miley sonrió y le pasó la mano por
el pelo. Nick dejó el libro en la mesilla y se quitó las gafas.
—Yo nunca he visto una escena así —contestó mientras apagaba la luz.
—Ahora ya sí. Buenas noches —replicó ella, y cerró los ojos. Sabía que
Nick no estaba cómodo con Sam, Silvia y las niñas tan cerca.
Empezaban a pesarle los párpados cuando sintió cómo él se pegaba a
su  espalda  y  la  abrazaba,  creyendo  que  ya  estaba  dormida.  Notó  su
respiración en la nuca y resultó más que evidente lo excitado que estaba.
La  mano  de Nick  se deslizó  por  su espalda  hasta  ir  a  posarse con
suavidad  encima  de  su  estómago;  luego  él  se  movió  hasta  quedar
perfectamente encajado con ella. Miley iba a darse la vuelta cuando Nick
empezó a besarle suave y cariñosamente la nuca y el cuello. Sólo fueron un
par de besos.
—Miley, mi princesa —susurró entre los besos—, tengo miedo. —Suspiró
profundamente y le dio un último beso en el cuello.
Miley esperó un instante y,  al  ver  que él  respiraba cada vez  más
despacio, se atrevió a mover su mano hasta colocarla encima de la suya, y
cerró los ojos.
Por la mañana, Nick fue el primero en despertarse, y vio a Miley aún
dormida acurrucada a su lado. Le encantaba verla dormir. Intentó salir de la
cama, pero cada vez que se movía, ella se pegaba aún más a él, así que
optó por  rendirse y quedarse tumbado disfrutando del  momento.  Poco a
poco, Miley se fue despertando.
—Buenos días —susurró aún medio dormida.
—Buenos días —contestó Nick mirándola a los ojos—. ¿Has dormido
bien?
—Sí, ¿y tú?
—Sí  —respondió  él  mientras  le  acariciaba  la  espalda—.  Me  gusta
dormir contigo. —Bajó la cabeza y la besó.
Estaban abrazados, él le acariciaba la espalda al mismo ritmo que su
lengua devoraba su labios; ella subió lentamente una pierna recorriendo la
de él, para poder estar más cerca.
—¡Nick!  —gritó  Alicia  entrando  de  golpe  en  la  habitación  y  casi
provocando un infarto a sus ocupantes—.  Natalie y yo hace rato que te
esperamos para jugar. ¿Por qué no te has levantado aún?
—Ya voy —contestó él dando gracias a Dios por haber estado vestido
en el momento de la invasión—. Ve con Natalie y yo ahora mismo voy.
—¿De verdad? —preguntó Alicia suspicaz—. Estás raro.
—De verdad. Y no estoy raro. —Le tiró una almohada—. Vamos, vete
ya, pirata. En seguida voy.
Alicia salió riéndose de la habitación y Miley, que de la vergüenza se
había escondido bajo el edredón, por fin pudo respirar tranquila.
—¿Se ha ido?
—Sí,  creo que es  mejor  que vaya a ducharme.  No se debe hacer
esperar a los piratas.
—Está bien, capitán Jack.
Nick se duchó y vistió a la velocidad del rayo, y mientras él jugaba a
la isla del tesoro, Miley permaneció en la cocina, hablando con Sam y Silvia.
—¿Puedo preguntaros una cosa? —Miley se dirigió a ambos y se sirvió
un poco más de té. Le fascinaba que en ese país creyesen que esa bebida
podía solucionarlo casi todo.
—Claro —respondió Silvia en nombre de los dos, aceptando la taza que
le ofrecía—, dispara.
—¿Cómo era el padre de Nick?
Sam y Silvia se miraron el  uno al  otro como decidiendo quién iba a
contestar, finalmente lo hizo Sam.
—¿Tú no lo conocías?
—No  mucho  —contestó  Miley  y  tomó  un  sorbo—.  Nick  pasaba
mucho tiempo en mi  casa, pero a sus padres sólo los vi  un par de veces
cuando venían a buscarlo. Creo que nunca juntos. Su padre era muy guapo,
creo que Nick se parece mucho a él, y muy serio. Su madre era también
muy guapa y siempre iba muy arreglada.
—¿Sabes por qué se divorciaron?
—No muy  bien,  pero me acuerdo  de lo triste que estaba  Nick.
Recuerdo que vino a casa con una maleta,  y que cuando mi  madre lo
abrazó,  se echó a llorar.  —Miley se emocionó al  pensar  en ese día—.
Joe, mi hermano mayor, le dio también un abrazo, y sin decir nada
salieron a pasear. Siempre ha sido parco en palabras.
—Gloria dejó a Rupert por otro hombre —la interrumpió Silvia—. Según
nos contó el propio Nick, ya hacía meses que se veían, y cuando ella se
quedó embarazada, los abandonó. Rupert se derrumbó. No podía entender
lo que estaba pasando, y empezó a beber.
—Al  principio no bebía mucho —continuó Sam—, pero a medida que
avanzaba el  divorcio y  que él  veía  que ella  había formado una  nueva
familia,  como si  él  y Nick  no existieran,  bebía cada vez más.  Seguía
viviendo en España, pero venía a Inglaterra muy a menudo. —Sam se pasó
las manos por el pelo—. Yo conocí a Rupert en la universidad, y aunque no
éramos  amigos siempre lo admiré como periodista.  Su mejor  amigo era
Steve Gainsborough,  el  director  de  The Scope,  y creo que éste intentó
ayudarlo tanto como pudo. Aunque no sirviera de mucho.
—Todo lo sabemos por  Nick  —intervino Silvia—, y por  su abuela.
¿Conoces a Nana?
—Sí  —respondió  Miley  aturdida.  No  sabía  cómo  digerir  tanta
información—. ¿Y el  cáncer? Mi  hermano me contó que Rupert  murió de
cáncer.
—Es cierto, pero él se encargó de ahorrarle mucho trabajo —respondió
Sam—. ¿Te he contado alguna vez como conocí a Nick?
—No.
—Yo trabajaba como director de contenidos para un grupo editorial al
que pertenecen casi todos los periódicos locales de Inglaterra, y un día casi
me da un infarto al leer un artículo publicado en uno de esos periódicos.
—Es ese artículo que leíste ayer —apuntó Silvia.
—Mi primera reacción fue despedir a quien lo había escrito, pero luego
pensé que sería mucho mejor utilizar todo ese talento para mejores fines.
Así que fui a buscarlo. Cuando llegué a la redacción de ese periódico, me
dijeron que Nick se había ido, que su padre acababa de morir y que si quería
encontrarlo, podía intentarlo en el pub de la esquina.
—¿En el  pub? —Miley estaba sorprendida.  No recordaba haber visto
beber a Nick.
—Sí. —Sam se frotó los ojos—. Cuando entré allí, vi a un chico de unos
veinte años sentado a la barra, frente a una botella sin abrir y con los ojos
llenos de lágrimas.
Silvia acarició la espalda de su marido para animarlo a continuar.
—Me presenté y le dije que quería contratarlo. Él no me respondió, se
limitó a mirarme a los ojos y a preguntarme si conocía a Rupert Trevelyan.
Le dije que sí, y entonces me dijo: «Pues cuéntame cómo era, porque lo que
yo sé de él quiero olvidarlo». Le conté lo que yo recordaba de su padre de
nuestra época universitaria, y poco a poco empezamos a hablar de otras
cosas. Cuando el pub iba a cerrar, lo invité a venir aquí.
—Yo estaba embarazadísima —añadió Silvia— y recuerdo que cuando
vi a Nick me entraron ganas de llorar. Ya sabes lo sensibles que están las
embarazadas. Parecía tan triste y solo.
—Lo  contraté  —prosiguió  Sam—.  Al  principio  nos  peleábamos
constantemente, ya sabes lo testarudo que es, pero nos hicimos amigos.
—La verdad es que los dos lo queremos mucho —dijo Silvia—. Por eso
estamos tan contentos de que te haya encontrado.
—Bueno, no sé si él me ha encontrado a mí o yo a él, pero no tengo
intención de dejarlo escapar. Lo único que quiero es encontrar el modo de
hacerle feliz. —Miley se mordió nerviosa el labio—. Y para lograrlo necesito
vuestra ayuda.
—Él  nunca habla mucho de todo aquello —comentó Sam—, pero al
parecer su madre no sólo abandonó a su padre, sino también a él. Por lo
que sé, Gloria no quiso volver a saber nada de su hijo.
—¿Cómo pudo ser capaz de hacer algo así? —preguntó Silvia indignada
—. Una cosa es querer divorciarte de tu marido, pero ¿no querer ver más a
un hijo tuyo? ¡Es indignante!
—Además, cuando Rupert empezó a beber,  no sólo arruinó su salud,
sino también la reputación que tenía como periodista. Ya sabes cómo es la
gente. Desde su muerte, lo que se recuerda de él es que era un borracho.
Nadie se acuerda ya de lo fantásticos que eran sus artículos antes de la
bebida. Nick lo pasó muy mal, no puedo ni imaginar lo que se debe de
sentir  al  ver  cómo tu padre se destruye por  culpa de una mujer  que ni
siquiera se lo merece.  —Sam tomó aire—. Bueno, ahora ya sabes todo lo
que nosotros sabemos.
—Gracias por contármelo —respondió Miley aún emocionada.
—Será mejor que cambiemos de tema —propuso Silvia mirando por la
ventana de la cocina—. Por ahí vienen Barbanegra y sus compinches.
Miley se bebió el té que quedaba en su taza, se levantó y salió al jardín
al encuentro de su pirata favorito.
En el coche, de regreso a Londres, Nick no dejó de hablar en todo el
rato. Miley le preguntó por Alicia y Natalie, y él empezó a contarle todas las
travesuras que les había visto hacer desde pequeñas.  Le explicó en qué
consistía el juego de los piratas, de qué se habían disfrazado todos los años,
lo malas que eran con él.  De vez en cuando,  mientras hablaba,  Nick
descansaba la palma encima de la pierna de Miley,  y,  en un semáforo,
incluso le cogió la mano y le besó los nudillos.  A Miley le gustaba ese
Nick  dulce  y  relajado,  un  Nick  que  parecía  cómodo  en  su  piel.
Aparcaron el coche y caminaron hasta el edificio del portal naranja.
—Lo he pasado muy bien —dijo Miley subiendo la escalera—. Sam y
Silvia te quieren mucho.
—Pareces  sorprendida  —contestó  Nick  abriendo  la  puerta  y
entrando en el apartamento—. ¿Crees que soy difícil de querer? —preguntó
sonriendo.

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