Ella levantó la ceja a modo de pregunta.
—Voy a darte un masaje —respondió él poniéndola de espaldas. Miley
estaba nerviosa, no sabía
qué se suponía que debía hacer. Él debió de
notarlo—. Relájate. Cierra
los ojos. —Empezó a
masajearle la nuca,
apretando exactamente los puntos que notaba más cargados—. Deja
que te
mime.
—Mmmmm...
—¿Te gusta?
—Ajá... mucho. —Apoyó las
manos y la frente en la pared que tenía
delante.
Nick se puso un poco de jabón en las manos y pegó su cuerpo al de
Miley. Le mordió los hombros, el recuerdo de su sabor lo había
obsesionado
durante todo el día. Empezó a acariciarle los pechos; con el agua
y el jabón,
su piel era aún más suave. Era la primera vez que estaba tan
obsesionado
con una mujer, quería saberlo todo de ella, conocer todos sus
sueños, sus
miedos; nunca había sentido esa conexión sexual y emocional
con nadie.
Seguro que con el tiempo se apagaría. Eso, o los dos acabarían
exhaustos
de tanto hacer el amor. Notó cómo ella temblaba y cómo intentaba
darse la
vuelta para poder quedar frente a él.
—Shh, quieta. Déjame hacer.
Miley quería volverse, besarlo y ver sus ojos, pero se dio cuenta de
que hacer aquello
para él era
importante. Parecía como
si quisiera
demostrar algo.
—De acuerdo —susurró ella.
Nick siguió besando,
lamiendo, mordiendo su
espalda, su nuca,
pegado a su cuerpo. Estaba tan excitado que su erección la rozaba.
Con los
dedos, le dibujó los pechos, se los acarició, se los pellizcó, y
luego deslizó
sus temblorosas manos hasta el lugar más ardiente de Miley. Jugó
con ella,
la apretó
aún más contra la pared, le besó el
cuello, le susurró al oído lo
excitado que estaba, y finalmente introdujo los dedos en su
interior. Notó
cómo sus movimientos
seguían el ritmo
de la mano
de él, cómo
su
respiración se alteraba aún más. Nunca lo había excitado tanto la
respuesta
de una mujer. Ella ni siquiera lo había tocado y ya estaba a punto
de perder
el control. Miley bajó una de las manos que tenía apoyadas en la
pared y la
colocó encima de la suya.
—Nick, para, quiero hacer el amor. No puedo aguantar más.
—Pues no lo hagas.
Él le susurró
lo sexy que
le parecía, lo
mucho que le
gustaba
acariciarla, sentir su calor
por toda la piel. A cada palabra, le besaba la
nuca, la oreja, la espalda y movía la mano rítmicamente, con la de ella
encima, hasta que Miley empezó a estremecerse, su espalda se tensó y,
finalmente, cayó rendida en sus brazos. Nick la abrazó y, ahora ya
frente
a frente, la besó con dulzura.
—¿Aún te duele la espalda?
Miley entreabrió los ojos y con una media sonrisa respondió:
—¿Qué espalda?
Nick salió primero de la
ducha y preparó un albornoz para Miley,
que permaneció un par de minutos más bajo el agua antes de salir.
Una vez
fuera, vio que Nick le había dejado preparado su pijama para que
no
tuviera que ir a la habitación a buscarlo. Se vistió y fue a su
encuentro.
—¿Nick?
—¿Sí? —Él se había puesto
una camiseta blanca y un pantalón de
algodón. Aún tenía el pelo mojado—. ¿Estás bien?
—Sí —respondió ella
sonrojándose—. ¿Y tú?... Tú no... bueno,
ya me
entiendes.
Nick soltó una carcajada.
—Te entiendo perfectamente, pero no te preocupes. Estoy muy bien.
—¿Ah, sí? —Miley se acercó a él, que estaba sentado en el sofá con
el
ordenador portátil abierto encima de la mesa.
—Sí. Me gusta cuidarte. —Le dio un beso—. Me gusta hacerte feliz.
—Y a mí. —Ella le devolvió el beso y vio que hablaba en serio. A
él no le
importaba que ella no le hubiera hecho nada en la ducha.
—¿Tienes hambre? —le preguntó Nick acariciándole cariñosamente
el pelo.
—Sí. —Su estómago hizo un ruido escandaloso—. Mucha.
—Yo también —dijo Nick relajado—. ¿Qué te parece si voy a la
esquina a comprar un par de esos sándwiches que tanto te gustan?
—Genial. ¿De verdad no te importa?
—Por supuesto que no. —Se levantó del sofá y le dio otro beso—.
Espérame aquí. Ahora que te he encontrado no quiero perderte de
vista.
—Aquí estaré. Por nada del
mundo me iría a ninguna parte. —Miley
quería abrazarse a Nick y
comérselo a besos, pero como su estómago
volvió a entrar en acción, supuso que lo mejor sería aceptar su
ofrecimiento
de comida.
—En seguida vuelvo.
Él se fue del piso con una sonrisa en los labios. Entró en la
tienda de
comestibles favorita de Miley y, mientras hacía cola para que le
atendieran,
se acordó de que a Anthony también le gustaba mucho la comida de
allí. Él
nunca había llegado a preguntarle a Miley qué había pasado entre
ellos
dos, y,
aunque se repetía que no debía importarle, sabía que le importaba.
Tenía que preguntárselo. Al
menos, así dejaría
de torturarse con la
incertidumbre.
Miley se estaba durmiendo en el
sofá. Había sido un día lleno de
emociones y aquella ducha la había dejado muy, muy relajada. Se
esforzó
por mantener los párpados abiertos, pero no lo consiguió.
—¿Has dormido bien, princesa? —le preguntó Nick cuando ella abrió
los ojos.
—Me he quedado dormida. Lo
siento. —Vio que los sándwiches que
Nick había comprado estaban esperándola encima de la mesa—.
¿Cuánto
rato he dormido?
—Una media hora. No te preocupes, he aprovechado para trabajar un
poco. —«Y para torturarme
con imágenes de ti con Anthony»,
pensó—.
¿Quieres comer? —Se levantó y empezó a preparar los cubiertos.
—Sí, estoy muerta de hambre.
Ya estaban acabando de cenar cuando Nick le preguntó:
—¿Mañana vamos a
casa de Sam,
te acuerdas? —Había
querido
preguntarle otra cosa, pero al final no se había atrevido.
—Sí, claro. —Miley no podía dejar de bostezar—. Creo que lo mejor
será que me vaya a la cama. ¿Vienes?
—No puedo, tengo que acabar de repasar unas cosas.
—¿Vas a quedarte mucho rato? —Miley le dio un beso entre palabra y
palabra—. No quiero estar en la cama sin ti.
—Un poco, quiero acabar esto para enseñárselo mañana a Sam. —Ella
volvió a besarlo—. No me tientes. Vamos, vete. Te prometo que no
tardo
nada. Pero antes de que te vayas, me gustaría preguntarte una
cosa. —Se
le hizo un nudo en la garganta.
—Lo que quieras
—respondió ella al
instante, sorprendida por el
cambio de actitud.
—¿Pasó algo entre tú y Anthony? —Y apretó los puños a la espera de
su respuesta.
—¿Y si te dijera que sí? —preguntó ella a su vez mirándolo a los
ojos.
—Entonces te pediría que no volviera a suceder, por favor. Quiero
darle
una oportunidad a lo nuestro.
—¿No te importaría que me hubiera acostado con él?
Él tardó unos segundos en contestar.
—Sé que se supone que debería decir que no —se pasó nervioso las
manos por el pelo—, pero mentiría. Me importaría. Mucho.
Muchísimo.
—Pues no pasó nada —explicó ella sincera al ver que él, sin
saberlo, le
estaba ofreciendo un pedacito de su corazón—. Nada.
—¿De verdad? —Nick empezó a tranquilizarse.
—De verdad. Yo nunca haría algo así. Y Anthony tampoco. Él te
quiere
mucho, ¿sabes?
—Ya, bueno. Supongo que sí. —Nick sonrió—. De lo contrario, seguro
que habría intentado acostarse contigo.
—¿Y tú? —Ya que él había sacado el tema, Miley decidió preguntarle
sobre Monique.
—¿Yo qué? —Él no entendía la pregunta.
—Monique. —Miley se limitó a pronunciar ese odioso nombre.
—¿Monique?
—Nick pareció realmente ofendido—. No
creo ni que
lograra excitarme.
Miley se ruborizó al
oír ese comentario tan gráfico y
a la vez tan
sincero.
—En cambio, contigo, ése parece ser mi estado permanente. —Nick
se acercó a ella y le dio otro beso—. Vamos, vete ya o no acabaré esto
nunca.
—De acuerdo. —Miley se rió y se apartó de él.
Caminó hacia el pasillo y, por un instante, tuvo una duda,
¿entraba en
su habitación o en la de Nick? Él ya estaba sentado frente al
ordenador y
Miley oyó cómo las teclas dejaban de repicar un segundo. Notó los
ojos de
él clavados en su nuca y,
sin dudarlo, abrió la puerta de la habitación de
Nick. Sintió que él sonreía a su espalda.
—Buena elección, princesa —dijo en voz baja. Miley no lo había
oído,
pero seguro que sabía que eso lo había hecho feliz.
Por desgracia, Nick
tuvo que quedarse
un par de
horas más
trabajando en el nuevo artículo. La próxima edición estaba a punto
de salir
y quería tenerlo acabado por si volvían a ser víctimas de un robo.
También
aprovechó para revisar un par
de currículos. Odiaba
desconfiar de sus
compañeros, pero tenía que
reconocer que la teoría de Sam tenía
cierta
lógica. Por suerte, no encontró nada y decidió irse a dormir.
Abrió sigilosamente la
puerta; Miley ya
estaba dormida, y
él se
desnudó y se metió en la cama. No sabía cómo ponerse, era la
primera vez
que dormía con una mujer
sin haber tenido relaciones sexuales
antes.
Estaba rígido, no sabía qué
hacer, pensó que no pegaría ojo en toda
la
noche, hasta que Miley se movió y se abrazó a él. Estaba
dormidísima, pero
se acurrucó a su lado y susurró su nombre. Entonces, Nick cerró
los ojos
y se
durmió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario