sábado, 12 de noviembre de 2011

Amor de dioses-niley-capi-14-FELIZ PRIMER ANIVERSARIO MY FAVORITHA GIRL




Espera. ¿Qué? ¿Dejar el Tártaro? Ya estaba en pie antes de que su cerebro pudiera procesar lo que estaba haciendo. Sus rodillas casi se
 doblaron, había pasado mucho tiempo postrada, aburrida, pero logró
 quedarse en posición vertical. Incluso extendió la mano y entrelazó sus dedos con los de él. El calor de su piel no debería haberla conmocionado, pero lo hizo. Los callos no deberían haber encendido el fuego en su sangre, pero lo hicieron.
—¿Me llevas fuera?
—Sí. Pero no digas una sola palabra cuando alcancemos la estación del guarda. ¿Comprendes?
—Sí. —Este podía ser un truco.
Un truco para hacerla ilusionarse antes de arrojarla cruelmente, pero no le importaba. Si hubiera una oportunidad, aunque fuera pequeña, de que en verdad permanecería fiel a su palabra, haría cualquier cosa que le pidiera.
Sin una palabra, la guió fuera de la celda y bajó por el corredor. Otros prisioneros la divisaron y jadearon. Algunos comenzaron a murmurar entre ellos mismos, murmurando de cómo una vez habían disfrutado de lo que hacían en los cielos. Algunos agarraban los barrotes y sólo la observaron a través de ojos tristes.
—Oye, ¿a dónde vas con ella ahora? —gritó Erebos.
nick lo ignoró, y miley lo siguió complacida. Una sensación de urgencia martilleaba a través de ella. Si nick lo hacía, la sacaba, si quiera por algunas horas... ¿Por qué podía hacer tal cosa?
—¿Obtuviste permiso para esto? —preguntó ella—. Y todavía no
 estamos en la estación del guarda, así que está bien que hable.
—No. No obtuve permiso. —Sus palabras fueron bruscas,
 claramente daban a entender que cesaba la conversación.
Como si alguna vez hubiera hecho lo que se esperaba de ella.
—Entonces por qué estás...
—Sólo guarda silencio.
—¿O qué?
—O te callaré a mi manera favorita.
Su boca se abrió involuntariamente.
¿Quería decir que la habría callado con un beso? ¿O presionaría un botón en su collar y dispararía lanzas dolorosas a través de su cerebro? Era mitad y mitad, pensó. Sin embargo, su proclamación obtuvo los resultados deseados. Estaba demasiado ocupada considerando cuidadosamente su significado para hablar.
En la estación del guarda, dos Titanes se reían haciendo apuestas con los prisioneros. Contemplaron a nick y asintieron con la cabeza educadamente a modo de saludo, sólo para quedarse quietos cuando la divisaron. Como prometió, permaneció callada.
—¿Intentó escapar? —demandó uno, obviamente listo para golpearla por hacerlo.
—No. Pero la sacaré fuera un rato —contestó nick.
—¿Por qué? —El otro dejó escapar un jadeo—. Ahí fuera no hay nada.
—Planeo tentarla con lo que no puede tener.
Las mismas palabras que ella una vez le había propuesto a Aergia, la diosa de la pereza. Recordó él.
—Esto tiene que ser aclarado con... —continuó todavía el guarda.
—Yo estoy a cargo de ésta prisión y la gente dentro de ella. Ahora cállate y cumple con tu trabajo. —Con eso, nick la acompañó hasta la puerta del edificio y a la luz del día.
Nadie más intentó detenerle.
Mientras el primer rayo golpeaba su piel, ella se sacudió
 librándose de su agarre y se detuvo, simplemente deleitándose con el momento. Nubes. Sol. Cerró los ojos, su cabeza echada hacia atrás, los brazos extendidos. El calor, seguido por una brisa refrescante y claridad. Su piel los absorbió codiciosamente. Oh, cómo los había extrañado.
Le habría encantado haber visto también templos y personas y calles doradas, pero aceptaría lo que pudiese conseguir sin quejarse.
Repentinamente unos firmes brazos se unieron alrededor de ella.
—Eres hermosa —susurró nick. Su nariz acariciaba su oreja, prácticamente ronroneando—. ¿Lo sabías?
—Sé cómo me veo. —Sus pestañas se agitaron alzándose. Su corazón martillaba contra sus costillas, y no hubiera podido impedir posar las palmas de sus manos en su pecho ni para salvar la vida. Su corazón latía a toda velocidad, comprendió con asombro. ¿Estaba él... podía estar afectado por ella como ella lo estaba a su lado? Las nubes la envolvieron, creando una neblina de ensueño—. Y hermosa no es una palabra que me describa.
Su cabeza se elevó, y él bajó la mirada hacia ella, contemplándola. La ternura suavizó su expresión, y pensó que nunca había estado más atractivo.
—Entonces tú no te ves como te veo.
¿Cómo la veía él? ¿Tanto como él la odiaba... pero la odiaba aún? ¿Cómo podía, 

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