Espera. ¿Qué? ¿Dejar el Tártaro? Ya estaba en
pie antes de que su cerebro pudiera procesar lo que estaba haciendo. Sus
rodillas casi se
doblaron, había pasado mucho tiempo postrada, aburrida, pero
logró
quedarse en posición vertical. Incluso extendió la mano y entrelazó sus
dedos con los de él. El calor de su piel no debería haberla conmocionado, pero
lo hizo. Los callos no deberían haber encendido el fuego en su sangre, pero lo
hicieron.
—¿Me llevas fuera?
—Sí. Pero no digas una sola palabra cuando
alcancemos la estación del guarda. ¿Comprendes?
—Sí. —Este podía ser un truco.
Un truco para hacerla ilusionarse antes de
arrojarla cruelmente, pero no le importaba. Si hubiera una oportunidad, aunque
fuera pequeña, de que en verdad permanecería fiel a su palabra, haría cualquier
cosa que le pidiera.
Sin una palabra, la guió fuera de la celda y
bajó por el corredor. Otros prisioneros la divisaron y jadearon. Algunos
comenzaron a murmurar entre ellos mismos, murmurando de cómo una vez habían
disfrutado de lo que hacían en los cielos. Algunos agarraban los barrotes y sólo
la observaron a través de ojos tristes.
—Oye, ¿a dónde vas con ella ahora? —gritó
Erebos.
nick lo ignoró, y miley lo siguió complacida.
Una sensación de urgencia martilleaba a través de ella. Si nick lo hacía, la
sacaba, si quiera por algunas horas... ¿Por qué podía hacer tal cosa?
—¿Obtuviste permiso para esto? —preguntó
ella—. Y todavía no
estamos en la estación del guarda, así que está bien que
hable.
—No. No obtuve permiso. —Sus palabras fueron
bruscas,
claramente daban a entender que cesaba la conversación.
Como si alguna vez hubiera hecho lo que se
esperaba de ella.
—Entonces por qué estás...
—Sólo guarda silencio.
—¿O qué?
—O te callaré a mi manera favorita.
Su boca se abrió involuntariamente.
¿Quería decir que la habría callado con un
beso? ¿O presionaría un botón en su collar y dispararía lanzas dolorosas a
través de su cerebro? Era mitad y mitad, pensó. Sin embargo, su proclamación
obtuvo los resultados deseados. Estaba demasiado ocupada considerando
cuidadosamente su significado para hablar.
En la estación del guarda, dos Titanes se
reían haciendo apuestas con los prisioneros. Contemplaron a nick y asintieron
con la cabeza educadamente a modo de saludo, sólo para quedarse quietos cuando
la divisaron. Como prometió, permaneció callada.
—¿Intentó escapar? —demandó uno, obviamente
listo para golpearla por hacerlo.
—No. Pero la sacaré fuera un rato —contestó nick.
—¿Por qué? —El otro dejó escapar un jadeo—.
Ahí fuera no hay nada.
—Planeo tentarla con lo que no puede tener.
Las mismas palabras que ella una vez le había
propuesto a Aergia, la diosa de la pereza. Recordó él.
—Esto tiene que ser aclarado con... —continuó
todavía el guarda.
—Yo estoy a cargo de ésta prisión y la gente
dentro de ella. Ahora cállate y cumple con tu trabajo. —Con eso, nick la
acompañó hasta la puerta del edificio y a la luz del día.
Nadie más intentó detenerle.
Mientras el primer rayo golpeaba su piel,
ella se sacudió
librándose de su agarre y se detuvo, simplemente deleitándose
con el momento. Nubes. Sol. Cerró los ojos, su cabeza echada hacia atrás, los
brazos extendidos. El calor, seguido por una brisa refrescante y claridad. Su
piel los absorbió codiciosamente. Oh, cómo los había extrañado.
Le habría encantado haber visto también
templos y personas y calles doradas, pero aceptaría lo que pudiese conseguir
sin quejarse.
Repentinamente unos firmes brazos se unieron
alrededor de ella.
—Eres hermosa —susurró nick. Su nariz
acariciaba su oreja, prácticamente ronroneando—. ¿Lo sabías?
—Sé cómo me veo. —Sus pestañas se agitaron alzándose.
Su corazón martillaba contra sus costillas, y no hubiera podido impedir posar
las palmas de sus manos en su pecho ni para salvar la vida. Su corazón latía a
toda velocidad, comprendió con asombro. ¿Estaba él... podía estar afectado por
ella como ella lo estaba a su lado? Las nubes la envolvieron, creando una
neblina de ensueño—. Y hermosa no es una palabra que me describa.
Su cabeza se elevó, y él bajó la mirada hacia
ella, contemplándola. La ternura suavizó su expresión, y pensó que nunca había estado
más atractivo.
—Entonces tú no te ves como te veo.
¿Cómo la veía él? ¿Tanto como él la odiaba... pero la odiaba aún? ¿Cómo
podía,
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