domingo, 6 de noviembre de 2011
Fire in Two Hearts--cap--6
El trayecto en taxi por la ciudad de Atenas se hizo interminable, los coches apenas avanzaban. Lucas Grabeel la interrogaba sin cesar sobre cuáles era sus propósitos, pero ella se negó a dar explicaciones.
-Está usted en una posición inmejorable, señora Jonas -le dijo-. Al no haber firmado ningún acuerdo prematrimonial, tiene usted derecho a la mitad de la fortuna de su marido
Miley parpadeó. No había dedicado ni un solo pensamiento a esa posibilidad. ¿Era esa la razón por la que Nick deseaba verla personalmente? Si eso era verdad, había mucho en juego. Las joyas que ella tenía en mente se quedaban en nada frente a la inmensa fortuna de la familia Jonas.
-Las negociaciones se inclinarán en un sentido u otro, dependiendo de cuál de los dos desee con mayor urgencia el divorcio y, puesto que ha sido él quien lo ha pedido, tenemos el poder en nuestras manos -prosiguió el abogado.
-Te has estudiado bien la lección –murmuró Miley.
-Por supuesto. Para eso me ha contratado.
-¿Quiere eso decir que sabes por qué mi marido ha decidido pedir el divorcio precisamente ahora?
-No tengo pruebas -contestó Lucas en tono de advertencia-, pero creo que hay otra mujer de por medio. Se llama Selena Gomes y pertenece a una de las familias más adineradas de Grecia. Miley reconoció el nombre de la familia con un repentino dolor en la boca del estómago, La unión entre los Jonas y los Gomes daría lugar al nacimiento de una nueva dinastía. La madre de Nick tendría que estar muy contenta.
-Acaba de pasar un par de semanas en el yate de su marido -prosiguió el eficiente abogado-. También me he enterado de que su cuñado, Troy Jonas, va a casarse la semana que viene con Carlotta Santorini. Los rumores dicen que, después de esa boda, Nick Jonas se va a apresurar para fijar la fecha de la suya.
Miley luchó contra las lágrimas que pugnaban por derramarse mientras sentía cómo se le contraía el estómago dolorosamente.
«Vete al infierno, Nick », concluyó finalmente para sí con amargura.
Vete al infierno, Nick », se repitió de nuevo quince minutos más tarde cuando sus ojos se cruzaron, por primera vez en mucho tiempo, al llegar a la imponente sala de reuniones.
Nick Jonas reinaba en el mejor despacho del edificio del grupo empresarial que había pertenecido a su familia durante generaciones. Alto, musculoso, moreno y tan arrogante corno siempre. Un hombre hecho para romper corazones, pensó Miley.
Llevaba un traje gris marengo, cortado a medida, con una inmaculada camisa blanca y una corbata gris perla. No había cambiado en absoluto; su apostura, su encanto y su dominio seguían allí, al igual que esos ojos castaños tan dulces como la melaza, y esa boca propia de un seductor nato.
Deseó acercarse a él y estamparle una bofetada en plena cara. Quería desahogarse a puñetazo limpio sobre su musculoso pecho. La furia y el dolor corrían sin freno por sus venas. Se sentía como si los tres largos años de separación no hubieran existido; en realidad parecía corno si lo hubiese abandonado el día anterior. Pensó en Selena Gomes, la mujer con el corazón roto que, según se decía, su familia había tenido que llevar a los Estados Unidos para que se recuperara del golpe recibido cuando Nick llegó a Atenas recién casado con ella.
¿Pensaba Nick que ella no estaba enterada .de sus próximos planes de boda? ¿Que no sabía que durante esos tres años él había viajado varias veces a Washington para visitar a su ex novia?
«Te odio», le dijo con la mirada, sin pronunciar palabra. Se miraron durante unos instantes en un silencio tenso. Allí estaba su tío y padrino Joe, que se negó a saludarla. Lucas Grabeel procuraba pasar desapercibido detrás de Miley, hasta que pasara el primer momento de inevitable tensión. Nick no movió ni un solo músculo al verla y resultó evidente que no pensaba acercarse a saludarla. Al contrario, sus ojos la miraban con tanto desprecio como si se tratara de una víbora.
«Bien, esa mirada lo dice todo», pensó Miley con frialdad. «Al final se ha doblegado ante las presiones de su familia».
Nick se había quedado prácticamente paralizado al ver entrar a la mujer que llevaba cuatro años casada con él. Sus piernas seguían siendo sensacionales, admitió con amargura, recordando el alivio que había sentido al enterarse de que no era ella, sino su madre, la que estaba confinada en una silla de ruedas. Aunque también lo sentía por Monique Tisdale . Su suegra había sido una mujer muy hermosa, de rasgos idénticos a los de su hija, llena de vida y sentido del humor. Estaba muy impresionado por su desgracia, pero había llegado el momento de hablar cara a cara con esa adúltera mujer de cabello Castaño e intensos ojos celestes que tenía delante. Aunque unas horas antes hubiera estado dispuesto a tratarla con amabilidad, en esos momentos su pensamiento se concentraba en cómo hacerla pedazos.
Durante cuatro años, esa mujer había continuado alojándose en su corazón como un dolor sordo, pero persistente. Se sentía culpable y triste, por eso había decidido no comentarle sus planes de volver a casarse, como signo de respeto, al menos hasta que hubieran firmado los papeles del divorcio. Pero luego había descubierto que podría ahorrarse semejante cortesía, puesto que ella misma se había traído a su alto y rubio amante a Atenas. ¿No era capaz de pasar un par de días sin él? ¿La habría llegado a conocer tan íntimamente como él? ¿La hacía gemir e implorar en la cama hasta llegar a la cima del éxtasis?
La miró con una llamarada de furia acerada en los ojos. Iba vestida con un traje de cuero. ¿Por qué de cuero? ¿Quería demostrarle que podía permitirse el lujo de comprar ropa cara con su propio dinero? ¿O se habría vestido así para complacer a su amante?
-Llegas tarde -dijo finalmente con tono incisivo, recorriendo las perfectas curvas del rostro de la que todavía era su esposa, pero ya pertenecía a otro hombre. Se imaginó la posibilidad de volver a tocarla, de hacerla temblar de pasión... .
-El tráfico estaba imposible –repuso Miley. entornando sus bellos ojos celestes.
-Eso no es ninguna excusa. El tráfico en Atenas siempre es así. Me figuro que no lo habrás olvidado, aunque lleves tres años fuera. Toma asiento, por favor.
Nick se dejó caer sobre una silla con violencia, haciendo caso omiso de la mirada de reprobación de Joe mientras analizaba al abogado de Miley. ¿Cómo era capaz de presentarse con un joven recién licenciado sabiendo que tendría que enfrentarse con el maduro y reputado Joe Lucas? También cabía la posibilidad de que fuera un segundo amante, pensó con irritación mientras empezaba a golpear rítmicamente la mesa con su pluma estilográfica. Joe estaba estrechando la mano de Lucas con la máxima cortesía, mientras Miley atravesaba toda la sala para tomar asiento frente a Nick. El traje de cuero acariciaba su magnífica figura a cada paso. Allí debajo estaban los largos y sedosos muslos y los bien formados y protuberantes senos. ¿Por qué llevaba la chaqueta abotonada hasta el cuello? ¿Llevaría algo debajo? ¿Pretendía que él se hiciera todas esas preguntas?
Miley tenía la barbilla alzada y su piel era tan blanca y suave que parecía irreal. Finalmente, tomó asiento frente a él, tan lejos como el diseño de la mesa permitía. Nick se divirtió pensando que un simple beso experto en el lóbulo de la oreja la haría perder por completo el sentido, incapaz de resistirse a la tentación de derretirse como la miel bajo el sol del verano. La conocía, conocía sus más íntimos secretos y todas sus zonas erógenas. Al fin y al cabo, él había sido su maestro en el amor. Sabía cómo obligarla a suplicar y sollozar, gritando su nombre, hasta el paroxismo del clímax. Era capaz de derrumbar esa estatua de hielo en un par de minutos. Pero volvió a recordar la existencia del amante, o los amantes, y toda su fantasía erótica desapareció como por ensalmo, dando paso de nuevo a la irritación.
Ella acababa de dejar el bolso en el suelo, junto a la silla, y levantó la vista para mirarlo directamente a los ojos con hostilidad. El pulso de Nick se aceleró al ver cómo esos ojos Celestes le declaraban la guerra sin cruzar palabra. Pero no sabía cuál iba a ser el motivo de la discordia, puesto que llevaban tres años sin verse y, sin duda, el divorcio que él había propuesto parecía la solución más razonable. ¿Por qué se mostraba ella tan hostil?
«¿Qué piensas sacar de todo esto, bruja infame!», preguntó con la mirada, en actitud desafiante. «Espero que estés preparada para luchar porque yo sí lo estoy».
Ella puso las manos sobre la mesa, acariciando la pulida superficie y mostrando sus preciosos dedos con las uñas lacadas en color rosa. El cuerpo de Nick reaccionó de inmediato ante esa actitud tan sensual. Ella se dio cuenta y le dirigió una mirada despectiva.
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