Primero,
parpadeó, como si no pudiera permitirse a sí misma creerle. Parecía tan
vulnerable, tan —¿se atrevía a desearlo? —esperanzada. Luego, plantó un beso
suave en sus labios e inspiró su aliento.
—No
digas cosas como esas —susurró.
—¿Por
qué no? Digo la verdad.
—Porque
me a-afectan.
Palabras
más emocionantes nunca fueron dichas.
—Terminemos
con esto antes de que explote, cariño.
—Por
favor.
Estaba
sudando, jadeando mientras se ubicaba sobre su trasero, se inclinaba y la
agarraba por el de ella. De un tirón la atrajo sobre su regazo, obligándola a
envolver sus muslos alrededor de su cintura. Al mismo tiempo que las manos de
miley se enredaban en su pelo, él la levantó, ubicando su centro ansioso sobre
la punta de su erección.
—¿Lista?
—preguntó roncamente.
Había
llegado. El momento que sentía que había estado esperando desde siempre.
—Lista.
Él
empujó hacia arriba y ella hacia abajo, y estuvo entonces completamente dentro
de ella, rodeado por la misma cosa por la que había desafiado a su rey, su
soberano, para poder poseerla. Era mejor de lo que recordaba, mejor de lo que
pudo haber imaginado. No podía detenerse, no podía darle tiempo para ajustarse.
Una y otra vez empujó hacia adentro y afuera, demasiado abrumado por el placer
para hacer otra cosa que remontar la tormenta. Quizás era igual para ella. Sus
uñas cortaban su espalda y sus gemidos resonaban en su oído.
Dioses,
estaba cerca. En llamas. Ardiendo. Desesperado. Maniobrando entre sus cuerpos,
NICK presionó sobre su nuevo lugar favorito.
—nick —gritó miley, sus paredes internas lo ordeñaron de repente.
Estaba
en pleno clímax, perdida para todo lo demás y la idea lo llevó a dar el último
paso sobre el borde a él también. Eyaculó dentro de ella, perdido para todo lo
demás, el orgasmo más intenso de toda su vida lo reclamaba.
Juntos
cayeron hacia atrás, sobre la suavidad de las pieles. Él mantuvo sus brazos
alrededor de ella, incapaz de soltarla. Ahora… ¿siempre?
Sí,
siempre, pensó y sus ojos se agrandaron. La quería para siempre. Quería más de
esto. Tenía que tener más de esto. ¿Cuándo le había perdonado completamente?,
no lo sabía. ¿Cuándo se había ablandado?, no lo sabía. Sólo sabía que ella se
había convertido en una parte importante de su vida. Tal vez siempre lo había
sido, sólo que fue muy estúpido como para darse cuenta.
¿Qué
diablos iba a hacer? Podían estar juntos todas las noches después de su turno,
pero nunca tendrían privacidad y el orgullo de miley se vería afectado por sus
atenciones amorosas, mientras que él se negara a dejarla en libertad. El
sentiría lo mismo si la situación fuera al revés. Además, ella era demasiado
valiosa para lastimarla de esa manera. Pero el problema era que no podía estar
sin ella. Eso ya lo había probado
Maldición, pensó
seguidamente, de repente enfermo del estómago. ¡Maldición!
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