-Pensar que sólo yo sé cómo eres, me
encanta -murmuró nick, satisfecho.
-Así te gustará más estar casado conmigo -rio miley.
nick la miró fijamente, la besó y tomó aire como si fuera a
decir algo importante.
-Lo que tenemos es especial... muy especial.
-¿Sí? -dijo ella queriendo oír algo más, pero conformándose con
lo que tenían de momento.
-Sí -contestó nick, molesto porque miley no se diese cuenta de que le estaba
diciendo lo mucho que la apreciaba-. Estamos muy unidos, lo siento.
-Oh...
-Nunca había estado tan unido a una mujer, pero tú eres
diferente.
-¿Has estado enamorado alguna vez?
-No...
miley se tuvo que conformar con eso.
Dos semanas después, miley se miró al espejo con un vestido
en tonos cobrizos y se dio cuenta de lo bien que le quedaba el bronceado que
había adquirido.
Llevaba los pendientes y el collar de esmeraldas que nick le
había regalado la noche anterior. No podía ser más feliz.
Habían pasado días de asueto,
haciendo solo lo que les apetecía. Comer, nadar, quedarse en la cama, hablar
hasta bien entrada la madrugada. Habían bajado un par de noches a cenar al
pueble-cito. Había solo dos tabernas y los habían tratado como invitados de
honor. Otros días habían ido a Corfú, una isla más grande, para hacer compras,
cenar o bailar.
En aquel tiempo, miley había aprendido mucho del hombre
con el que se había casado. Cuando nick le había dicho que tenía pensado viajar
menos para estar más con ella y con el niño, no había sabido qué contestar de
la emoción.
-Te resultará difícil.
-Así lo he decidido. De pequeño, mi padre era un desconocido
para mí. Él creía que sus mujeres se encargarían de mí, pero no lo hicieron.
Era mucho más fácil dejarme con el servicio o mandarme a un internado.
miley había comprendido el fortísimo sentido de la
responsabilidad que nick tenía por su hijo. Estaba claro que, después de haber
pasado una infancia como la suya, quería algo muy diferente para su hijo.
Empezó a entender el carácter de nicks al darse cuenta de que había tenido que
aprender a sacarse las castañas del fuego desde bien pequeño.
Durante aquellas dos estupendas semanas, no había parado de
sorprenderla. La noche en la que la había pillado comiéndose tomates secados al
sol directamente del frasco, se había partido de risa y se la había llevado a
la cama con frasco y todo. A las veinticuatro horas, un avión llevó un buen
cargamento de tomates.
-Es un bebé griego -había dicho feliz.
No se lo iba a decir, pero creía
firmemente que nick era el marido perfecto. Era romántico sin darse cuenta,
increíblemente apasionado y tierno, interesante. Era estupendo. miley se rio al recordar su preocupación
por si no era un buen marido. Estaba segura de que, en cualquier momento,
sacaría el tema de las dos casas separadas en Londres y le propondría que se
fuera a vivir con él.
La última noche de su viaje de novios, nick había decidido dar
una gran fiesta en la casa grande. Quería invitar a sus amigos griegos que no
pudieron ir a la boda.
-Estás preciosa con ese vestido -le dijo al entrar en la
habitación. miley sonrió.
-Lo escogiste tú. Las esmeraldas le van estupendamente.
.Gracias.
-No hay de qué. Las esmeraldas no hacen más que ensalzar la
belleza de tus ojos. Tenían que ser tuyas, pethi
mou.
nick se dio cuenta de que miley estaba radiante de felicidad. No
podía creerse que quisiera que vivieran separados al volver a Londres. Seguro
que cambiaría de opinión.
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