domingo, 6 de noviembre de 2011

Fire in Two Hearts--cap--12

-¿Qué pretendes, Nick? ¿Crees que debo enfrentarme con ella cara a cara y decirle que no se le ocurra posar la vista sobre mi marido? ¿Quieres ver cómo defiendo mi territorio con uñas y dientes? ¿Quieres que todo Atenas se entere de que la fulana de tu mujer ha regresado con ganas de armar gresca? -gritó Miley hasta perder el aliento.

-No eres ninguna fulana. Solo eres una mujer herida defendiendo...

-Defendiendo... ¿qué?

-A tu rubio amante.

En ese momento, Miley se dio cuenta de que estaba en peligro. Nick no se había creído su historia con respecto a Lucas y parecía dispuesto a reclamar lo que creía suyo.

-No te atrevas a tocarme -dijo demasiado tarde. El depredador ya se había echado sobre ella.

-Nicko... -suspiró Miley temblando, con la intención de rechazarlo.

-Repítelo -ordenó él estrechándola contra sí.

-¿El qué?

-«Nicko» -murmuró él con un tono de voz bajo y ronco que la hizo estremecerse.

¿Lo había llamado por ese apodo cariñoso? No podía recordarlo. Pero sabía que si él ponía la lengua debajo del lóbulo de su oreja, no podría resistirse.

-Dilo -insistió él, con los ojos echando fuego y una expresión que decía que se encontraba al límite de su tensión sexual.

-Nicko-suspiró ella de nuevo al sentir la humedad de su lengua en ese sitio preciso.

La boca de él cambió de posición y tomó la suya por sorpresa, creando vertiginosas sensaciones repletas de deliciosas promesas. Sus pechos deseaban estallar al contacto con su torso y sus caderas se acoplaron contra la dura turgencia de su virilidad, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Todas las sensaciones: el gusto, el tacto, el aroma y los sonidos se unieron en un festín amoroso. Siempre había sido así entre ellos.
Él introdujo los dedos en su melena pelirroja y ella tembló de placer. Nick le quitó la camiseta con facilidad y la tiró al suelo. A continuación, se quitó la camisa, revelando un pecho musculoso, moreno y llenos de rizos negros, cuya mera visión la hizo gemir de pasión.

Se besaron como auténticos maníacos, ella le mordió el labio inferior y él le devolvió el favor. Mientras sus lenguas jugaban, sus miradas seguían prendidas la una de la otra, reflejando la intensidad de la llamarada interior que los consumía. Ella le bajó la cremallera del pantalón y acarició su entrepierna con la palma de la mano mientras él soltaba un hondo gemido de placer. Era evidente que él se encontraba fuera de control, pero así se sentía ella también. Con uno de sus rápidos y silenciosos movimientos, Nick la levantó para depositarla sobre la cama y, una vez tumbada, la liberó con maestría del resto de sus ropas.

-Voy a comerte entera -amenazó, mientras se desprendía de su ropa.

Y no se hizo esperar, primero atacó uno de sus pechos con la boca, y luego el otro, mordisqueando y succionando los pezones. Ella se retorció de gozo, con los dedos clavados en sus hombros. Él tenía un cuerpo magnífico, hermoso, y ella lo de la húmeda oquedad de la entrepierna femenina, deslizándose hacia dentro con una suave acometida que consiguió hacerla sollozar en una primera oleada de genuino placer que le recorrió todo el cuerpo, desde la cabeza a los pies. Siguieron besándose y giraron varias veces el uno sobre el otro encima de la cama, unidos por brazos y piernas. A cada nueva embestida, ella emitía un suspiro y él un ronco gemido.

Cuando se acercaban al clímax, ella le tomó una mano y le mordió el borde de la palma hasta que él gimió agónicamente al tiempo que descargaba su simiente dentro de ella. La plenitud del instante produjo en Miley una grata sensación de satisfacción que se desencadenó en varios raptos del más puro e incandescente placer. El orgasmo final la dejó agotada. Siempre había sido así.

Después, le llegó el turno a la ternura. Ninguno de los dos era capaz de compartir una intimidad tal, para luego vestirse y marcharse. Nick rodó sobre la espalda, llevándose a Miley consigo y ella se acurrucó junto a él, apoyando la cabeza en su pecho, mientras el posesivo brazo de él rodeaba sus hombros. La respiración de ambos se fue calmando y ella se incorporó suavemente para darle un húmedo beso en el pecho. Era uno de esos momentos maravillosos de la vida, en los que todo pierde su importancia a favor del amor. Y, de pronto, se encendieron las luces y la nevera se puso en marcha. Se oyeron gritos de júbilo a través de las paredes. Había vuelto la luz.

Nick se incorporó, volviendo a la realidad. -Intenta convencerme ahora de que esta cama no es lo suficientemente grande como para albergar a dos personas -dijo antes de meterse en el cuarto de baño y cerrar de un portazo.

Se había vuelto loco, pensó para sí, mientras intentaba lavarse el sudor con el exiguo chorro de la ducha. ¿Realmente deseaba retomar una historia de amor con su mujer? ¿Estaba dispuesto a volver a sentirse tan fuera de control? Pero cuando ella lo tocaba, su piel rejuvenecía, y cuando lo insultaba, sus instintos se avivaban. Ella odiaba a su familia, odiaba su estilo de vida, había aprendido a hablar griego, pero no se había molestado en comunicárselo con el fin de poder espiar las reacciones que provocaba a su alrededor. Ella seguía siendo una amenaza potencial y él se convertiría en un completo ******* si decidía no tomársela en serio. La conocía. Era una bruja.

Se secó con una toalla que conservaba su femenina fragancia y registró el armarito del baño: ninguna señal de higiene masculina. ¿Sería verdad que ese gigante rubio no era su amante? Todo el día había sido una completa locura. ¿De verdad deseaba recuperar a su conflictiva esposa? Después de esa tarde, ¿podrían separase amistosamente y volver cada uno a su propia rutina? Imposible, pensó al salir del baño y encontrarse a Miley mirando por la ventana vestida con un albornoz azul que le resultaba familiar. ¿Era el mismo que había utilizado él en Atenas hacía ya tres años? ¿Lo habría conservado ella como recuerdo de su vida en común? ¿Estaba dispuesto a volver a perderla, esta vez para siempre? De ninguna manera.

-Ya puedes entrar en el baño -dijo él.

-Lo haré en cuanto te hayas marchado.

Él se detuvo en seco y la miró.

-Puede que lo hayas olvidado, pero te vienes conmigo.

-Ni lo sueñes.



-Por supuesto que sí -afirmó temblando de furia-. No puedes quedarte aquí. Además, tu madre...

Ella se dio la vuelta para mirarlo. Su figura parecía tan pálida y frágil...

-Te agradecería que le dieras alojamiento a mi madre por esta noche -repuso ella con cortesía-, pero yo me quedo.

Mañana pasaré a buscarla y volveremos a Londres.

-Ya te he dicho que tú te vienes conmigo -insistió él con terquedad.

-Creo que ya hemos cometido demasiados, errores en un solo día -anunció Miley.

-Esto no ha sido un error -contraatacó Nick-.
Simplemente hemos hecho el amor, algo que ambos deseábamos.

-Me gustaría quedarme a solas.

-¿Para esperar el regreso de tu amante?

Ella optó por no contestar. Se encaminó hacia el baño y lo dejó lleno de cólera.


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