Sus manos acariciaban mi cuerpo con
esmero. Mi cuerpo se arqueaba con cada contacto de sus yemas.
Mi respiración era entrecortada y mi sexo se humedecía cada vez más.
No sabría precisar el momento en el que comencé a sentir que mi cuerpo se elevaba hacia otra realidad, una realidad en la que sólo existíamos nosotros dos.
Sus dedos jugaban con mi feminidad, que se abría para él.
Notaba su erección en mi pelvis y eso me hizo enloquecer.
-Poséeme, nick –gemí.
Su aliento chocó directamente con mi oreja y con dulzura susurró -: ¡No tengas prisa amor mío!
Nuestros cuerpos desnudos se revolcaban por la cama, haciendo una maraña de harapos las sabanas. El sudor pegaba nuestra piel.
Nuestras salivas se calentaban mutuamente y las lenguas danzaban sin cesar.
-Hazme el amor –supliqué una vez más.
Esta vez no me hizo esperar.
Su virilidad entró en mi como una ráfaga del desierto, caliente y contundente. Densa como la espuma.
-Eres exquisita, Miley –dijo pegado a mi boca.
Su pelvis se meneaba hacia dentro y hacia fuera. Su masculinidad entraba jugosa en mi sexo.
Apretaba mis pechos con ferocidad.
Se llevó uno de mis pezones a la boca, el placer me arrancó una blasfemia.
Tiritábamos de pura lujuria, empapados y embriagados.
Su miembro comenzó a latir con impaciencia, el punto álgido de su clímax estaba al llegar.
Aceleró el ritmo, pero desaceleró de golpe.
-Date la vuelta –pidió y yo obedecí.
Me puse a cuatro patas y me embistió una vez más.
Con una mano saciaba mi humedad, colmándola de caricias, jugando con mis labios y mi clítoris.
-¡Dios! –gemí-. Estoy a punto de…
No pude acabar la frase. El orgasmo me dejó sin habla.
Era como un rayo que atravesaba mi cuerpo de pies a cabeza.
Su ritmo se convirtió en algo frenético e incontrolable hasta que por fin su esencia fue volcada en mi abdomen.
-Es… el mejor… orgasmo… de mi vida –dijo complacido y agotado.
Esa sería la primera tarde de muchas más. A partir de ese momento, cada día a la misma hora teníamos nuestra lujuriosa cita.
A las dos de la tarde salía de mi despacho para encontrarme con mi jefe a “comer”. Con él probé los más deliciosos manjares y lo que se convirtió en algo esporádico acabó por ser algo cotidiano; fuera de la aburrida rutina. Y asi seguiría siendo.--
Mi respiración era entrecortada y mi sexo se humedecía cada vez más.
No sabría precisar el momento en el que comencé a sentir que mi cuerpo se elevaba hacia otra realidad, una realidad en la que sólo existíamos nosotros dos.
Sus dedos jugaban con mi feminidad, que se abría para él.
Notaba su erección en mi pelvis y eso me hizo enloquecer.
-Poséeme, nick –gemí.
Su aliento chocó directamente con mi oreja y con dulzura susurró -: ¡No tengas prisa amor mío!
Nuestros cuerpos desnudos se revolcaban por la cama, haciendo una maraña de harapos las sabanas. El sudor pegaba nuestra piel.
Nuestras salivas se calentaban mutuamente y las lenguas danzaban sin cesar.
-Hazme el amor –supliqué una vez más.
Esta vez no me hizo esperar.
Su virilidad entró en mi como una ráfaga del desierto, caliente y contundente. Densa como la espuma.
-Eres exquisita, Miley –dijo pegado a mi boca.
Su pelvis se meneaba hacia dentro y hacia fuera. Su masculinidad entraba jugosa en mi sexo.
Apretaba mis pechos con ferocidad.
Se llevó uno de mis pezones a la boca, el placer me arrancó una blasfemia.
Tiritábamos de pura lujuria, empapados y embriagados.
Su miembro comenzó a latir con impaciencia, el punto álgido de su clímax estaba al llegar.
Aceleró el ritmo, pero desaceleró de golpe.
-Date la vuelta –pidió y yo obedecí.
Me puse a cuatro patas y me embistió una vez más.
Con una mano saciaba mi humedad, colmándola de caricias, jugando con mis labios y mi clítoris.
-¡Dios! –gemí-. Estoy a punto de…
No pude acabar la frase. El orgasmo me dejó sin habla.
Era como un rayo que atravesaba mi cuerpo de pies a cabeza.
Su ritmo se convirtió en algo frenético e incontrolable hasta que por fin su esencia fue volcada en mi abdomen.
-Es… el mejor… orgasmo… de mi vida –dijo complacido y agotado.
Esa sería la primera tarde de muchas más. A partir de ese momento, cada día a la misma hora teníamos nuestra lujuriosa cita.
A las dos de la tarde salía de mi despacho para encontrarme con mi jefe a “comer”. Con él probé los más deliciosos manjares y lo que se convirtió en algo esporádico acabó por ser algo cotidiano; fuera de la aburrida rutina. Y asi seguiría siendo.--
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espero que te guste anita y talves no hablamos muxoo peroo disfruta tuu dia al maxiimoo happY BRINDATY muack besoos
:)
v&s
a&c
A vale valiis sis amante no se q pasa q no puedo comentar en tu bloog lo siento nena y sabes q te quiero y extraño muxio y a katti tambien madree waaaaa mm asi a jens jenii oerdon por no conectarme temprano lo q pasa esq dabes q hoy desfile y fui a ver a mi abue al hospitel mm creo q ya besotes las amoo y estraño muxiiioo corazones <3
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