Lo amaba, pensó miley. De nuevo. Soy un caso perdido.
Él sólo… había estado tan asombroso. La había sacudido,
dándole todo lo que ella ansiaba: comida, agua y su cuerpo. Dioses, le había
dado ese delicioso cuerpo. Lo había saboreado en todo momento. Degustando su
sabor, su toque, la sensación de él penetrando en ella.
Cuatro días habían pasado desde entonces, pero ansiaba
más. Siempre ansiaba más. Había pasado el tiempo encerrada en su celda, yendo y
viniendo, tratando de pensar maneras en las que ellos estuvieran juntos. Es
decir, si él todavía la quería. nick había venido al menos una vez al día para
asegurarse de que ella estaba apropiadamente alimentada y que su cuenco de agua
estuviera lleno, pero nunca le había dicho ni una palabra. En realidad, no
habían hablado desde que habían dejado la tienda.
En ese momento, se había sentido demasiado desnuda,
demasiado expuesta. Había temido que sus sentimientos por él hubieran estado
brillando en sus ojos, así que la mayoría seguramente se habrían filtrado en su
voz. Él era todo lo que ella había querido alguna vez en una pareja. Su fuerza
emparejaba la suya. Nunca tendría que preocuparse por la posibilidad de hacerle
daño. Era ingenioso y encantador. Era protector, un guerrero. Era
deliciosamente vengativo, lo sabía de primera mano.
Ella sonrió, deseando poder alcanzar sus omóplatos y
sentir el nombre de él. Estaba segura que las letras estarían tan calientes
como el mismo hombre. Pero…
¿Por qué no le había hablado?
¿Por qué no le hablaste tú a él?
Porque no había sabido qué decir. ¿Todavía la quería?
¿Sentía algo por ella? ¿Cómo reaccionaría si él no lo hacía, que era el caso
más probable? Parte de ella quería tomar cualquier cosa que le diera. La otra
parte sabía que su orgullo no le permitiría tal cosa. Pero al final, cuando
volvieron al Tártaro y él había cerrado las rejas de su celda, ella había
pensado que había vislumbrado arrepentimiento. Remordimiento porque tenía que
encerrarla dentro. Pena por no poder pasar más tiempo juntos, en la cama y
fuera de ella.
miley tiró de su collar y chilló. Maldita cosa.
Ella era el epítome de la fuerza, sin embargo, estaba indefensa como un bebé.
¿Cómo podía ganar el corazón de un hombre cuando no podía si quiera ganar su
propia libertad?
nick escuchó un chillido de frustración y supo
inmediatamente quien lo había dado. miley. Su miley. Su hermosa miley. Había
deliberado sobre qué hacer, cómo podían estar juntos durante cuatro días. Bien,
parecía que el tiempo de pensar se había acabado. Ella estaba cerca de
quebrarse. Había probado la libertad; el estar secuestrada tenía que ser ahora
miles de veces peor que antes.
Odiaba que estuviera encerrada, y sabía que nunca podrían
estar juntos mientras lo estuviera. También sabía que no podrían estar juntos
si él la liberaba. Ella muy probablemente huiría, y él definitivamente sería
castigado.
Tal vez lo amara, tal vez no. Tal vez, se quedaría con
él. O lo intentaría. A ella le gustaba y se sentía atraída hacía él, llegaría
incluso a decir. Después de todo lo que había acontecido entre ellos, no habría
dormido con él de otra manera. ¿Pero amor? No estaba seguro.
Y realmente, no importaba. Él la amaba. Quizás siempre lo
había hecho. Nunca había tenido sentimientos tan fuertes por una mujer. Nunca
antes había querido pasar cada minuto despierto con alguien, nunca había
querido acurrucar a alguien a su lado cada minuto que pasara dormido. Nunca
había querido comer cada comida juntos. Hablar y reír todos sus días. Discutir,
verbal y físicamente. Pero él lo quería con ella.
Y ya que ellos no podían estar juntos, no importaba de
qué manera salieran las cosas, solo había una cosa que hacer.
Se arrastró pesadamente bajando las escaleras hasta su
celda. Ella estaba golpeando la pared con el puño, formando volutas de polvo a
su alrededor. Esa visión casi lo deshace. Quería besarla, poner sus dedos sobre
toda ella, hundirse en ella. Endurece tu corazón. Haz lo que es necesario. Su
mano estaba temblando al elevar el sensor.
Ella escuchó el deslizamiento de los barrotes y se giró.
Un jadeo partió sus hermosos labios. Sin una palabra, él extendió su palma.
—¿Qué…?
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oohh mi ternurita espero q te guuste neniizz yaww perdon por lo
de ayer encerio esq estos profes de ooy no dejan descansarrr
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