-¿Y si volvemos a hacernos daño?
-Si surge algún problema, lo estudiaremos y lo resolveremos -dijo él, volviéndose abruptamente para mirarla a los ojos-. y ahora, ¿podemos dar por terminada la discusión? Aún tenemos que hacer el equipaje de tu madre y me gustaría salir de este hotel antes de que vuelvan a cortar la luz.
No era una broma, reconoció Miley cuando se apagaron de nuevo las luces y el frigorífico soltó un último estertor, aplacando sus tercos deseos de continuar la batalla verbal.
Sin mediar palabra, recogió sus ropas y se metió en el pequeño baño que carecía de ventana. Se vistió en la oscuridad, golpeándose contra los sanitarios, y cuando salió del baño se encontró a Nick esperándola con la puerta de la habitación abierta.
-Tenemos que marchamos de aquí mientras haya suficiente luz natural como para bajar las escaleras.
-Pero nuestro equipaje...
-El hotel se ocupará de enviárnoslo. Ya me he ocupado de ello -anunció él con su arrogancia habitual, tendiéndole la mano-. Antes de poder darse cuenta, Miley se encontró bajando las escaleras a toda velocidad-. Hay cortes de luz periódicos debido a una huelga -explicó él, mientras descendían-, los obreros aprovechan que estamos en temporada alta para dejar sin luz a los hoteles, con la esperanza de que el gobierno intervenga a favor suyo. Los cortes de electricidad no están afectando a las áreas residenciales.
Miley abrió la boca para soltar un comentario sarcástico, pero en ese momento resbaló y estuvo a punto de dar con sus huesos en las escaleras, si no hubiera sido porque Nick la atrapó justo a tiempo, aprovechando para arrinconarla contra la pared y mirarla a los ojos.
-Te quiero de vuelta en mi vida, en mi casa y en mi cama -declaró con ronca ferocidad-. No quiero que nos peleemos ni que volvamos a hacernos daño. Quiero que recuperemos al amor de nuestros primeros días, antes de que las dificultades de la vida se cruzaran en nuestro camino. Necesito volver a sentir toda la dulzura y la emoción de nuestros primeros días de matrimonio, y necesito que tú me digas que sientes lo mismo.
Aplastada contra la pared, Miley apreció toda la pasión de sus palabras.
-Sí -murmuró-. Yo siento lo mismo.
Se produjo un momento de silencio, lleno de alivio y expectación. Pero ninguno de los dos había pronunciado aún las dos palabras definitivas: «te amo». Miley se resistió a ser la primera en decirlas y él se dio cuenta.
-Maldita bruja cabezota -dijo él antes de posar la boca contra la suya.
Fue el beso más sincero que habían compartido jamás. Tuvieron que interrumpirse con renuencia al oír que alguien se acercaba subiendo las escaleras a toda prisa.
Una vez en el vestíbulo, el recepcionista escuchó imperturbable cómo Nick le repetía las instrucciones con respecto al equipaje de Miley y Monique. Luego, la agarró de la mano y salieron al exterior.
La vida había recobrado toda su belleza. Caminaron hasta el Ferrari de Nick y él la ayudó caballerosamente a acomodarse en el asiento del copiloto antes de rodear el vehículo para sentarse detrás del volante. El motor se encendió con un rugido ronco y prolongado, y las terminaciones nerviosas de Miley vibraron al unísono con él. ¿Estaría Nick sintiendo lo mismo que ella? Probablemente, se dijo. El sol del atardecer bañaba el cielo de color rojo. Se incorporaron al denso tráfico de Atenas y, mientras atravesaban la ciudad, disfrutaron en silencio de una comunicación especial que no necesitaba palabras para expresarse. Cuando se detuvieron en un semáforo, él la miró con los ojos llenos de deseo y ella dejó que su corazón galopara desbocado, consciente del devastador efecto que ese hombre ejercía sobre su alma y su cuerpo.
Al cabo de un rato, abandonaron el centro de la ciudad y se adentraron en los lujosos barrios. Pasaron muy cerca de la casa de la madre de Nick, y luego por delante de la casa del tío Theron, que vivía con su nieta Mandy. Esa había sido la única amiga con la que Miley había podido contar en su primer año de matrimonio. Eran de la misma edad y ella se sentía medio inglesa por parte de madre, aunque se había educado en Atenas, junto a su abuelo, desde que sus padres habían fallecido en un desgraciado accidente.
-Mandy se ha casado –comentó Nick, rompiendo el silencio.
-¿Se ha casado? -preguntó, asombrada, Miley.
-Es una historia muy larga, pero creo que será mejor que te la cuente ella -dijo él con una sonrisa.
-¿Con quién se ha casado? Supongo que con algún griego de buena familia, ¿no?
-¿Para dar gusto a su abuelo? Ni hablar -repuso él con una sonrisa-. Se ha casado con un inglés llamado Ethan Hayes.
Miley recordó, incómoda, a la familia de Miley, mientras el coche enfilaba el camino de entrada de lo que años atrás había sido su casa. No era tan grande como la mansión familiar de los Jonas, que aún ocupaba su madre, pero sí se notaba que pertenecía a un hombre rico. Nick la había comprado al poco de llegar a Atenas, recién casado con Miley, para intentar proteger su intimidad de las constantes intromisiones de su madre, para crear un espacio donde -ellos dos solos pudieran resolver las disputas que finalmente habían malogrado su convivencia, a pesar de todo.
Miley suspiró, apenada, al recordar la tristeza y la impotencia de los últimos meses compartidos con su marido.
Miley oyó el suspiro, apagó el motor, y la miró con preocupación. ¿Le resultaba tan horrenda la visión de la casa? Recordó la ilusión con que la había comprado, esperando resolver todas sus cuitas. y también recordó el error que había cometido al encargar la decoración .a un reputado profesional. Ese era un tema que tendría que haber dejado en manos de Miley. Había dado la impresión de que no confiaba en la capacidad de su mujer para convertir la lujosa construcción en un hogar acogedor para ambos. y todo había ido de mal en peor. Él había seguido trabajando casi las veinticuatro horas del día y ella se había dedicado a dar largos paseos a solas por la ciudad, con la cámara al hombro. Las noches habían estado llenas de peleas, hasta que Miley había decidido separarse de él, para volver a Londres, junto a su madre.
Era extraño que él no se hubiera trasladado de nuevo a la casa familiar. Era sorprendente que hubiera aguantado todo un año solo, antes de decidir poner tierra por medio durante una larga temporada. ¿Había estado todo ese tiempo esperando que ella regresara?, se preguntó mientras la ayudaba a salir del coche. Admiró sus largas y bien formadas piernas y se fijó en que el correcto vestido azul marino se parecía mucho a uno de los preferidos de Selena, el mismo que había llevado el día que decidió divorciarse a bordo del yate, frente a la bahía de San Esteban. Pero no existía ninguna otra semejanza entre ambas mujeres..., pensó, recordando con incredulidad cómo aquel día podía haber estado convencido de que prefería la calma organizada de Selena a la fiera vitalidad de Miley.
De pronto, observó que había un coche conocido aparcado frente a la puerta de la cocina y frunció el ceño. ¿Cómo se lo iba a explicar a Miley? No había excusa posible. Estaba en apuros y lo sabía.
Capítulo 6
A Miley le costó un gran esfuerzo recorrer los metros que separaban el coche de la casa y, cuando Nick abrió la puerta de par en par, sintió unas ligeras náuseas. La cálida temperatura de la calle se vio sustituida por el agradable aire acondicionado en el gran vestíbulo de entrada. Las paredes aún lucían aquel elegante tono gris azulado. Los muebles eran los mismos y el resultado final encajaría perfectamente en una revista de decoración.
Una mujer desconocida, vestida de negro y con cofia blanca, se presentó para saludarla.
-Esta es Alisse, nuestra ama de llaves -explicó Nick-. Alisse, esta es mi mujer, Miley.
Se preguntó con una sonrisa qué habría pasado con Agnes, la cotilla empedernida que la madre de Nick había colocado en la casa para mantenerlos controlados.
-Hérete, Alisse. Es un placer conocerla.
-Bienvenida, kiria -repuso el ama de llaves educadamente-. Las visitas los esperan en la terraza. ¿Preparo un té inglés para todos?
Miley se sintió extraña al darse cuenta de que Alisse se dirigía a ella para tomar las decisiones domésticas. Agnes solía preguntarle a Nick.
-Sí, gracias -repuso temblorosa. Una vez el ama de llaves hubo desaparecido, se volvió hacia Nick-: ¿Qué ha pasado con Agnes?
-Se marchó poco después de que tú te fueras -contestó él con un tono de voz que dejaba bien a las claras que la despedida no había sido demasiado amistosa.
Pero Miley no tenía ganas de seguir hablando del tema, deseaba ver a su madre cuanto antes y comprobar que se encontraba bien. Además, necesitaba contar con su opinión. Monique la había visto salir esa misma mañana dispuesta divorciarse de Nick e Miley no sabía cómo iba a encajar la idea de que pensaba darle una nueva oportunidad a su matrimonio. Se dirigieron directamente hacia la terraza y, tras cruzar unas puertas acristaladas, se encontraron de nuevo con la suave luz de poniente. La primera persona a la que vieron fue a Monique, cómodamente sentada sobre los cojines de un sillón de anea pintado de color azul, con una sonrisa en la boca. Lucas Grabell estaba también allí, pero se puso en pie con el ceño fruncido en cuanto los vio aparecer.
-Hola –dijo Monique, encantada de verlos-. Ya empezábamos a preguntamos dónde estaríais.
De pronto, se levantó otra persona que había quedado medio oculta entre las sombras del jardín. Era una mujer pequeña, pero preciosa, con el cabello y los ojos negros. Miley adivinó inmediatamente de quién se trataba, antes de que se hicieran las presentaciones formales. Se trataba de Selena Gómez.
-Justamente ahora le estaba explicando a Selena lo amable que has sido al ofrecemos alojamiento en tu casa para que pudiéramos salir de ese horrible hotel, Nick-añadió Monique con toda la inocencia del mundo.
-¡Qué sorpresa, Selena ! -exclamó Nick con tensa y fingida cortesía-. No recuerdo haber hecho planes para vemos hoy -dijo, dándose cuenta de que no había sido una intervención afortunada.
Miley dio un paso atrás.
-Lo sé. No deseaba entrometerme -repuso Selena con tono contrito-. Alisse debería haberme informado de que tenías una visita imprevista y yo me hubiera quedado en casa tranquilamente.
-No digas eso, Selena , has sido de gran ayuda –intervino Monique, sin percibir aún la tensión-. Espero que no te importe, Nick, pero para evitar las escaleras, Selena me ha ayudado a instalarme en el anexo de la planta baja.
-Ha sido un placer, señora Cunningham -repuso Selena con una sonrisa afable-. Espero que saboree de veras su estancia en Atenas. Nick -añadió volviéndose hacia él-,
necesito hablar un momento a solas contigo. Tu madre...
-Más tarde -la interrumpió secamente el dueño de la casa.
-Miley, cariño, estás muy pálida -comentó Silvia con preocupación-. ¿Te encuentras bien?
No, Miley no se encontraba bien, pensó Nick enfurecido. Creía que Selena era su amante. Pero no estaba dispuesto a presenciar una escena de celos. Y, además, Selena no tenía la culpa de lo que Miley creyera.
-Es verdad, estás pálida -intervino Selena con amabilidad mientras se dirigía hacia ella con la mano tendida-. Espero que te acuerdes de mí, Miley, nos vimos en una ocasión, durante una fiesta familiar, aunque no tuvimos oportunidad de conversar.
Nick estaba fuera de sí, sabía lo que se avecinaba y deseaba evitarlo por todos los medios posibles
.
Miley se dio la vuelta y volvió a entrar en la casa, dejando a todo el mundo con una exclamación de asombro en la boca. Abrió una puerta y se encerró en una de las múltiples salitas de estar que tenía la casa mientras escuchaba cómo Nick se deshacía con disculpas con su amante.
-¡Lárgate de aquí! -gritó Miley cuando Nick consiguió localizarla-. ¡No tengo nada que hablar contigo, rata adúltera!
-Ya veo que no has perdido el temperamento -repuso él perezosamente.
Ella le dio la espalda y siguió mirando por la ventana, con los brazos cruzados bajo el pecho.
-Lo que has hecho es una grosería –puntualizó él.
«Típico», pensó Miley. Nick siempre prefería atacar, antes que pedir disculpas. ¿Cómo se suponía que debía reaccionar una esposa al encontrarse a la amante de su marido tomando decisiones en su propia casa?
-Lo he aprendido de un auténtico maestro. Odio esta casa.
-¿Tanto como me odias a mí?
-Sí.
Aún no comprendía cómo se había dejado seducir y arrastrar hasta esa casa que le recordaba los peores momentos de su convivencia. Tenía que tratarse de un ataque de locura temporal. Todo el día había sido un completo disparate, desde el mismo momento en que se había montado en el taxi con Lucas Grabell.
-Pienso marcharme tan pronto como llegue mi equipaje -anunció en un susurro, mientras él suspiraba e iniciaba el camino para acercarse a ella.
-Es típico de ti, Miley, apartarte y salir corriendo en cuanto se presenta un problema -dijo él con tono contemporizador.
Ella se volvió para enfrentarse con él cara a cara y se quedó impresionada al ver lo pálido que estaba. Parecía cansado y necesitaba afeitarse. En realidad, presentaba un aspecto completamente lamentable. Lamentable, colérico y frustrado, se dijo. ¿Cómo podía un hombre cambiar tanto en un par de minutos? Era la casa, decidió, esa horrible y odiosa casa.
-No te atrevas a comparar el día de hoy con mi pasado -sollozó ella.
-No es solo tu pasado, es nuestro pasado, pero lo que estamos discutiendo ahora es el presente, y sobre tu tendencia a escapar de los problemas que te hieren en vez de afrontarlos.
-No estoy herida, estoy enfadada -insistió ella con ojos relampagueantes.
-Selena...
-Selena se siente tan cómoda en esta casa, que se permite el lujo de dar instrucciones al personal de servicio.
-Tiene un temperamento organizador.
-Justo lo que tú necesitas -le espetó-. Porque está bien claro que yo ni siquiera soy capaz de organizar un té con pastas.
Él rió con ganas.
-No me casé contigo por tus aptitudes como anfitriona -le recordó con voz ronca. De vuelta al sexo, pensó Miley con furia-. Me casé contigo porque eres maravillosa y muy atractiva, y porque, pase lo que pase, soy incapaz de apartar mis manos de tu precioso cuerpo.
Miley se estremeció. Conocía a su marido y sabía que esas palabras eran una advertencia de que pensaba tocarla sin mayor dilación.
-Busca a tu amante para que satisfaga tus necesidades.
-Selena no es mi amante.
-¡Mentiroso!
El suave contacto de sus masculinos dedos sobre la piel desnuda de sus brazos la hizo suspirar. Estaba tan cerca, que Miley tuvo que contenerse para no rendirse a su poder de seducción:
-Solo es una buena amiga de la familia, eso es todo.
Miley resopló incrédula y él le acarició la espalda hasta hundir los dedos en su espesa mata de cabello rojo. Un ruido les llamó llamó la atención y ambos se asomaron a la ventana. Una furgoneta del hotel Apolo estaba aparcando delante de la casa.
El equipaje estaba allí y había llegado el momento de tomar decisiones. ¿Deseaba irse o quedarse?, se preguntó Miley confusa y aturdida.
-Yo me quedaría, agapi mou -dijo Nick con brusquedad-. A pesar de las sospechas que mantengo sobre tu gigante rubio, sigo aquí luchando por nuestro amor. ¿No crees que ya ha llegado el momento de serenarte y luchar por tu futuro?
-¿Estás tentándome para que salga a la terraza y eche a tu amante de esta casa?
Nick enarcó una ceja.
-Si lo hicieras... ¿te sentirías mejor?
-Ya la heriste una vez, casándote conmigo en vez de con ella. ¿Estás dispuesto a hacerlo de nuevo, Nick?
-No sé de qué me hablas.
-Lo sé todo sobre vuestro romance -contestó ella con un suspiro de irritación-. Y si un abogado común y corriente como Lucas Grabell es capaz de enterarse de vuestra actual relación, es porque hay algo serio, algo que vincula a dos de las familias más importantes de Atenas...
-Un momento -la interrumpió él con semblante sombrío-. ¿Quién me ha acusado de haber tenido un romance con Selena?
-Por lo que me dijo tu hermana Demi, se puede deducir que la plantaste ante el altar para casarte conmigo.
-¿Demi?
-Sí, Demi-confirmó ella, observando la perplejidad pintada en su rostro-. A los pocos días de aparecer conmigo por Atenas, la familia de Selena decidió llevarla a los Estados Unidos para que ella pudiera olvidarte.
-¿Eso te ha contado mi hermana Demi?
Ella lo confirmó encogiéndose de hombros.
-¿Y se puede saber cuándo te ha dicho todas esas cosas?
-¿Acaso importa?
-¡Sí, claro que importa! ¡Importa porque no es verdad! Y tampoco hay nada de cierto en ese rumor que dice que quiero divorciarme de ti para casarme con ella. Te aseguró que yo no he dado pie a que se digan semejantes cosas.-¿Intentas hacerme creer que nunca has pensado en casarte con ella?
Él suspiró, desamparado, no podía negarlo y ella se dio cuenta.
-Deja de jugar con la gente, Nick -le advirtió Miley mientras se encaminaba hacia la puerta.
-Si traspasas esa puerta antes de que hayamos resuelto el tema, te juro que esto se va a convertir en algo más que un puro juego -la amenazó él.
Ella se detuvo. En alguna parte sonó el timbre de la puerta. Se volvió para mirarlo y observó que estaba realmente furioso. ¡Ella también!
-Estás muy equivocado si confías en que voy a cometer el error de darte una nueva oportunidad -dijo ella con brío, pero sin poder evitar un temblor que le recorrió todo el cuerpo.
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