domingo, 6 de noviembre de 2011

Fire in Two Hearts--cap--7


Joe se sentó al lado de Nick y Lucas junto a Miley. Ella se giró hacia su abogado y le dedicó una sonrisa capaz de derretir un iceberg. Pero, según pudo observar Nick, el joven abogado no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de trato, puesto que había enrojecido hasta las orejas. Quedaba descartado como amante, pues. Sin embargo, Lucas le devolvió la sonrisa a Miley con un ademán que quería decir: «No hay por qué preocuparse, todo está bajo control».

El león que Nick llevaba dentro volvió a rugir de ira al observar ese gesto de complicidad.

«Voy a acabar contigo», pensó el magnate con acritud cuando ella volvió a mirarlo.

-¿Podemos empezar? -preguntó Joe mientras abría un cartera azul. Miley colocó las manos sobre el regazo y Nick volvió golpear con impaciencia sobre la mesa con la estilográfica-. Miley -prosiguió Joe -, quiero empezar por decirte que queremos que todo el proceso de divorcio se desarrolle de manera civilizada y justa.

-Hola, tío Joe -dijo ella, creando un instante de tensión. Joe y Lucas se quedaron petrificados. De hecho, el anciano y reputado Joe JOnas se sonrojó antes de poder recuperar la compostura.

-Acepta mis disculpas, Miley. No sé cómo he podido llegar al extremo de perder las buenas maneras.

-No importa -repuso ella, apartando la vista para volver a mirar a Nick. «¡Mal*dita bruja!», pensó Nick

Miley respondió al inaudible insulto alzando una ceja que quería decir: «Puede que tengas razón, pero al menos no seré tu bruja por mucho tiempo» .

La tensión se podía cortar con un cuchillo.

-Como iba diciendo -atacó de nuevo Joe, aclarándose la garganta-, teniendo en cuenta los intereses de ambas partes, he redactado, a petición de mi cliente, un primer documento de propuestas para que ustedes puedan examinarlo -dijo, deslizando los papeles hacia Miley , que ni siquiera se molestó en mirarlos. Sin embargo, Lucas Grabeel se incorporó ligeramente, tomó el documento Y se puso a leerlo atentamente-. Como deseamos terminar rápidamente con estos trámites, hemos hecho una propuesta económica muy generosa, dadas las circunstancias.

-¿Qué circunstancias? -preguntó el abogado de Miley.

-Nuestros clientes no se ven desde hace tres años –contestó Joe con la mirada alzada y desafiante.

«Tres años, un mes y veinticuatro días», rectificó Miley en silencio, deseando que Nick parara de dar golpecitos en la mesa con la pluma. La estaba mirando como si fuera una asesina convicta y parecía evidente que deseaba quitársela de en medio cuanto antes.

Esa mirada le hizo daño, aunque ella sabía que a esas alturas ya deberia ser completamente inmune a las ofensas de ese hombre

-Gracias -dijo Lucas mientras Joe empezaba a enumerar los bienes que pasarían a ser propiedad de Miley



Miley se puso enferma. ¿Estaban todos convencidos de que ella se había presentado allí solo para lucrarse? ¿Era Nick capaz de pensar que ella era tan asquerosamente materialista?

-¿ Cuándo te he dado la impresión de ser una cazafortunas? -le espetó sin mayores contemplaciones.

-Estás aquí, ¿no? ¿Qué otro motivo puede haber para que te hayas decidido a hacer un viaje tan largo? –repuso él, mirándola fijamente.

Miley se quedó atónita. Esa respuesta dejaba claro que él estaba convencido de que había ido por el dinero, o... a tratar de retomar su vieja historia de amor.

-Ambas partes han reconocido que la separación se ha producido debido a... diferencias irreconciliables. Realmente, creo que no merece la pena discutir sobre quién ha sido el culpable. ¿De acuerdo?

-De acuerdo -contestó Lucas.

Pero Miley no estaba de acuerdo. Miró al hombre con el que todavía estaba casada, recordando el año de convivencia, las interminables horas que él dedicaba cada día al trabajo y la resistencia de ella a convertirse en un mero objeto de deseo. Era cierto que, desde un principio, la relación de ambos se había basado en el sexo, un sexo exigente y tormentoso. Pero, al llegar a Atenas, Miley se había quedado sola y desamparada. Por una parte, había estado el palpable descontento de la familia Jonas y, por otro, la dedicación exclusiva de su marido al trabajo y a los compromisos sociales. Ese no era el tipo de matrimonio que ella deseaba. No le interesaba el sexo sin amor, sin complicidad y sin ratos compartidos. Y la gota que había colmado el vaso había sido la reacción de Nick ante su embarazo. Se había henchido de furia y la había acusado de ser una descuidada. Había afirmado que ya tenían suficientes problemas como para añadir uno más. Miley lo había odiado en silencio, y había empezado a plantearse la separación. Cuando, un par de meses más tarde, ella sufrió un aborto espontáneo, Nick se mostró feliz. «Es lo mejor que nos podía pasar», dijo. «Somos demasiado jóvenes».

Al recordar todo el daño que le había hecho, sintió aflorar unas lágrimas que reprimió inmediatamente. Pero Nick se había dado cuenta y dejó de golpear la mesa con la pluma.

-Su cliente abandonó al mío por voluntad propia -prosiguió Joe -. y no ha habido ningún intento de retomar la relación desde entonces.

«¡Id*iota!», maldijo Miley . «Ni siquiera te has molestado en llamar por teléfono ni una sola vez para ver si estaba viva o muerta».

-¿Por ninguna de las dos partes? -preguntó Lucas .

Nick volvió a golpear la mesa con la pluma con una mueca de tirantez en los labios. «No le importo nada», se dijo Miley con resignación. Estaba claro que él no quería recordar aquellas semanas posteriores al aborto y previas a su marcha, cuando ella había sufrido profundamente el impacto de la dolorosa pérdida, y él no había parecido dispuesto a quitarle horas al trabajo para ocuparse de consolar a su mujer.

-El señor jonas ingresa una cantidad de dinero importante todos los meses en la cuenta corriente de la señora Jonas, pero no existe evidencia de que ese dinero haya sido retirado –dijo Joe:

-No quiero tu dinero -le dijo Miley a Nick, no he tocado ni un solo penique.

-Eso no es problema mío -repuso él con un encogimiento de hombros que mostraba indiferencia.

-Ahora debemos hablar sobre la propiedad de la casa sita en Hampshire, Inglaterra -insistió Joe -. Como gesto de buena voluntad, será puesta a nombre de la señora Jonas, como parte de...

-Tampoco quiero tu casa -puntualizó ella.

-Señora Jonas, no entiendo... -intervino Lucas Grabeel.

-Te quedarás con la casa -lo interrumpió Nick con tono neutral.

-¿Para quitarte un problema de conciencia? -preguntó Miley incisivamente.

Él entornó los ojos.

-Tengo las manos limpias -aseguró, mientras Miley le dirigía una mirada burlona-. Pero, ya que estamos en ello, me gustaría saber en qué estado está tu conciencia...

-Nick-dijo Joe en tono de advertencia-, no creo que ese tipo de conversación nos lleve a ninguna parte...

-Quédate con la casa -repitió Miley-. Y qué-date con todo lo que has puesto en esa lista.

-¿No quieres nada de mí?

-Nada -le confirmó Miley con gran placer.

-¡Nada de la lista! -se asombró Lucas Grabeel , dispuesto a presentar batalla. Nick parecía furioso e Miley lo azuzaba. Joe palideció y se despegó ligeramente el cuello de la camisa para tomar una bocanada de aire: sabía que ambos contendientes eran capaces de ponerse a lanzarse feroces dentelladas antes de quedar exhaustos-. La señora Jonas no ha firmado ningún acuerdo prenupcial -prosiguió Lucas apresuradamente-. Eso le da derecho a quedarse con la mitad de la fortuna, del señor Jonas . Creo que deberíamos. ..

Nick detuvo al abogado con una mirada , asesina.

-No estaba hablando con usted -advirtió, volviendo de nuevo la mirada hacia su mujer-. ¿Qué es lo que quieres, entonces?

Se miraron como si por fin se hubiese declarado una tensa guerra fría que solo los atañía a ambos. La mente de Miley estaba llena de cólera, de amargura y de ciega hostilidad. Ese hombre había destrozado su juventud y pisoteado su optimismo. Había hecho jirones todo el amor que ella era capaz de dar. Había masacrado el orgullo que había sentido al saberse embarazada. Y, finalmente, se había alegrado de verla marchar.

Después de tres años de separación, Miley creía que Nick ya no podría hacerle daño. Había llegado a Atenas con la intención de poner fin a la relación y volverse tranquilamente a Londres. Pero el nombre de Selena Gomes la había puesto fuera de sí y no podía controlarse. Sin embargo, no podía utilizar la fuerza física, solo podría vengarse de palabra.

-Ni quiero tus casas ni quiero tu dinero -informó-. Ni te quiero a ti, ni quiero seguir llevando tu nombre. Ni siquiera quiero conservar el anillo de matrimonio -dijo, sacándoselo del dedo para lanzarlo a través de la pulida mesa de reuniones, antes de abrir el bolso y extraer un sobre-. En ese sobre está la llave de mi caja de caudales en un banco ateniense, junto a una carta firmada que te permite hacer uso de ella. Allí encontrarás tus preciosas reliquias familiares. Regálaselas a tu próxima esposa, posiblemente podrá lucirlas con más estilo que yo.

-Te lo vuelvo a preguntar -insistió Nick sin alterarse-. ¿Qué es lo que quieres?

-¡Divorciarrne! -exclamó ella con los ojos llenos de lágrimas-. Eso es todo, quiero salir de tu vida inmediatamente y olvidarte para siempre. No mereces nada más.

-Vuelve a insultarme y te arrepentirás -advirtió él seriamente.

-¿Qué podrías hacerme que no me hayas hecho ya? -se burló ella con una risotada.

-Demostrarte que eres una desconsiderada al haberte traído a tu musculoso amante hasta Atenas.

Durante un instante, Miley no supo de qué estaba hablando, pero luego cayó en la cuenta.

-¡Me has estado espiando! -lo acusó.

-Culpable -admitió él dejándose caer sobre el respaldo de la silla con indolencia-. La palabra «adulterio» no me gusta -añadió con frialdad-. Si quisiera, podría llevaros a los tribunales.

-Hazlo -repuso ella-. Pero que quede claro que, pase lo que pase, no voy a aceptar ni un solo euro de ti -concluyó poniéndose en pie para abandonar la sala, dejando perplejos a los dos abogados.

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